"Lo primero que se olvida son las voces, lo último los olores"
Es desgarradora, devastadora, cruel como la vida misma, te muestra la felicidad completa, te deja sentir y saborear el placer de la alegría, el amor, la ilusión, la inmensa belleza y miedo del enamoramiento súbito e inesperado para arrebatartelo sin piedad ni compasión, sin miras ni esperanza y quedarte desolada, estupefacta y dolida por la muerte de ese pequeño paraíso encantador y hermoso, frágil y seductor que te llenaba de ilusión, un cambio drástico y doliente de la sonrisa más tierna y apasionada a la incertidumbre, incredulidad de un tsunami que lo arrasa todo y te deja sin nada.
Tres personajes, un hecho y la relación furtiva, tensa y potente que se establece entre ellos, la evolución forzosa que deben afrontar y la desesperada, inevitable aceptación de su resolución final todo ello reflejado con una impresionante calidez, sutil delicadeza, magnífica sensibilidad, impactante fotografía y todo un arte humano que respira emoción, dolor, suspiros, anhelos, llantos, una tenue, frágil y bella muestra de los sentimientos y las emociones que conforman la vida, del horror espeluznante en el que puede convertirse nuestra existencia, de la pérdida abrupta de lo conocido por una nueva realidad que anula y desgasta todas tus fuerzas.
Sentidas y penetrantes interpretaciones para el primer relato en la dirección de Mélanie Laurent que muestra un discurrir lento, agónico y pausado que vas a sentir, palpar y vivir con áspera profundidad, con abrumadora impotencia, con triste complacencia y afinidad completa, una asombrosa empatía que penetra en tu interior como carcoma invisible y escondido que quiere alimentarse de tu ser, de tu persona hasta dejarte caos y vacío pero con la visión, reflejo de una continuación, un seguir caminando pues ni siquiera el mal y el dolor más atroz e insoportable son para siempre.
La historia es corriente, común, humana y tierna, respira afectos y emociones por todos sus poros, cine para ser vivido, sentido con cariño manifiesto, ardor interior y devoción absoluta, para dejarte llevar por esas olas del mar que golpean sin piedad ni medida pero que atrapan e impresionan por su lucimiento, por su sublime fervor, por su maldad natural y por su inocencia de cuna, por distribuir su fuerza destructiva con injusta y perpleja desigualdad, sin vehemencia pero con posibilidad de resistencia costosa y ardua pues cuando una puerta se cierra se abre una ventana ¿no?
Ahora, si no consigues abrir tu corazón a esa luz cegadora y deslumbrante, a ese rayo electrizante que arrasa y aniquila tu alma más indefensa e inquieta sólo tendrás la lectura de un relato sensible que se alimenta de la desgracia, que por momentos abusa de la lágrima fácil y la tristeza opresiva, con una buena dirección y respetadas interpretaciones pero, en ocasiones, empalagosa y, en exceso, cargante por su abuso y estancamiento en el dolor y la pena.
La elegancia magistral, sensibilidad maravillosa y emotividad penetrante de unos puede ser el calvario, la desgana y la pesadez de otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario