jueves, 25 de febrero de 2016

Boulevard

Este drama sobre el matrimonio y las mentiras narra la historia de Nolan Mack, un afectuoso marido que se ve obligado a enfrentarse a sus secretos después de conocer a un joven llamado Leo.

“A veces es bonito estar en otro sitio”, cueste lo que cueste.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, pues nuestro maduro protagonista, un sereno, pausado e intenso Robin Williams, busca sentimiento, cariño, compañía mientras que su joven recurso de citas esporádicas, cada vez más frecuentes, penetrantes y problemáticas oferta su cuerpo, por un precio módico según la demanda del momento.
Un buen hombre, marido responsable, trabajador incansable, fiel amigo a quien no gusta lastimar a la gente, que prefiere optar por herirse a si mismo escondiendo su verdadero ser y sus sexuales tendencias, elección más sencilla y llevadera que afrontar el desprecio de aquellos que le rodean y supuestamente aman, aunque sólo sea a esa versión educada, permisiva y transigente que ha fabricado para ellos.
Historia sosegada y lenta, de nula acción y escaso sobresalto, un observar tranquilo y reposado de cómo se produce el despertar de un alma dormida y adquiere voz atrevida después de tan largo silencio, letargo costumbrista que pierde su norte por cambiar de dirección una noche y adentrarse en Boulevard, la calle que marcará su nuevo rumbo de incierto destino.
Respira solemnidad, esa inquieta calma que con disimulo va haciendo camino y ganando terreno; la historia es clásica, salida del armario de quien siempre estuvo escondido, pero cuenta con la curiosidad y gusto de ver la última actuación de un

desaparecido cómico, que precisamente aquí realiza un profundo y meritorio papel dramático; por lo demás, no hay sorpresas ni grandes estímulos, aunque si mucha tristeza y necesidad de andadura que, como una losa robusta, pesa en su visión perenne de tragedia cocida a gradual fuego que sin remedio bullirá tarde o temprano; un corazón desamparado, en busca de consuelo y vigor que alienten su pulso cardíaco y eleven, esa temperatura mustia y congelada con la que vive y siente sus planos días.
Pobreza de imágenes, soledad perceptiva, tensión moderada para un abatimiento que encuentra coraje de ánimo y fuerza de decisión irreversible; no encanta ni apasiona, es modosa y apagada, pero la solidez de la interpretación del susodicho actor y la posibilidad de verle de nuevo valen la pena; duración

corta para una cinta que expone con sencillez y reposo, con limitación de emociones absorbidas, ese arduo paso a estar orgulloso de quien se es, lo que se quiere y a quien se ama, aunque realmente fuera sexo por mucho que lo quiera llamar con esa dulce palabra de quien, confundido y desesperado, ve amor en la mirada tierna de un muchacho que le tiene lástima.
Delicada sin sensibilidad ni emoción respirable, narra sin vida, sin excesivo delirio, arranque o contundencia.


Lo mejor; ver a Robin Williams, por última vez, en un válido papel dramático.
Lo peor; una historia humilde, cuyo flemático montaje y tarda velocidad la convierten en áspera y distante.
Nota 5,4


No hay comentarios: