miércoles, 30 de noviembre de 2016

Snowden

Basada en el libro "The Snowden files. The inside story of the world's most wanted man" escrito por Luke Harding, y en un libro escrito por Anatoly Kucherena, el abogado ruso de Edward Snowden. Narra los acontecimientos que siguieron a la publicación por parte del diario The Guardian de los documentos clasificados que aportó Edward Snowden sobre el programa secreto de vigilancia mundial de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en 2013.


En aras de la verdad, en aras de su tranquilidad.

A veces es mejor no saber, más si se sabe teniendo moral propia, pues no es buen complemento a tener en cuenta; “libre de opresión” es su lema, y al final de toda esta aventura lo consiguió, pero ¡a qué precio!
Un autodidacta, demasiado inteligente para ser clasificado, que como buen patriota amaba a su país, quería ayudar a su vigilancia y defensa y no gustaba de criticar lo que se hacía en casa, pues ningún padre se saltaría la ley, ni haría nada contra sus propios hijos, excepto protegerlos de los peligros de fuera.
“Un individuo puede detener el motor del mundo”, y allá que se lanzó, sin paracaídas, este imprevisto héroe, después de ser testigo de múltiples atropellos contra la intimidad y libertad de las personas, e incluso después de crear el invisible programa, que permitía hacer realidad tal abuso y ultraje, en nombre de la seguridad nacional, cuando todo estaba dirigido a adquirir ventaja económica, política y militar, respecto al resto de países.
“Todo huele a podrido en Dinamarca”, aunque shakespeare se quedó corto con su Hamlet, pues es el primer mundo actual el que huele a rancio y corrompido; la política del miedo se nos vende, en
aras de proteger nuestra libertad, cuando ésta ha sido vendida al postor con más ventaja adinerada, y de poder capitalista.
Nadie está a salvo, todos entramos en el grupo de posibles espiados, incluso todos aquellos ingenuos que pensamos, para qué molestarse en observarme, cuando nada tengo que decir ni ocultar sobre dichos temas; pero quien ostenta el poder no opina igual, pues cualquiera puede ser un potencial peligro, o puede ser usado como moneda de cambio o chantaje para obras mayores, el negocio no se detiene por el peón de abajo, ese sustituible anónimo ciudadano, y sobre ésas que actúan.
Un blancanieves, a quien la bruja del gobierno dio a probar la envenenada manzana pero, a pesar del inicial mordisco, se libró del corrosivo veneno, y pudo sanar su alma.
Necesario ser contada y nadie como Oliver Stone, para llevar a cabo dicha tarea informativa; el hombre
es de sobre conocido, también la hecatombe que tuvo lugar con sus actos y declaraciones, por tanto, la parte motivante y curiosa es descubrir sus inicios y progresos, su vida personal y el cambio de actitud y personalidad que experimenta.
Necesarios todos sus minutos, válido el intercambio temporal de situación, para descubrir cómo se llega a esa inhóspita habitación de hotel, centro de toda la explosiva polémica; es lo que se espera, no hay intensidad ni giros apasionados de elección de dilemas, pero a cambio te acerca a Edward Snowden, lo convierte en alguien más familiar, entendible y afianzado, que la figura famosa que se tenía en mente.
Es cierto que el clásico sello, forzado hasta las últimas consecuencias, de Stone ha perdido gravedad
y fuerza en sus últimos trabajos, y que aquí ofrece únicamente una postura positiva y encumbrada del personaje, sin contraste de punto de vista alternativo que le haga sombra; se centra en el debate ético sobre lo que ve y hace -para los hechos, remitirse a los muchos documentales sobre el asunto-, sobre el malestar que se siente y la fobia que desarrolla, le importa más el hombre que la figura mediática y es esa parte la que se agradece, a pesar de la suavidad y permisividad del encaramiento.
Deja fuera de cámara, la posible escondida oscuridad del adalid informático, deja fuera del guión, cualquier intriga o nerviosismo sentido, deja fuera de la cinta, cualquier novedad documentaria; opta por la llaneza, por un cordial camino recto, sin curvas mareantes, reproche del que dejo nota aunque, con todo, la película se consume a gusto y digiere con agrado..., es lo que tiene una comida sana y baja en calorías, el estómago ni se entera en su digestión posterior.
“Snowden”, “morirá en Rusia”, por exceso de pensamiento propio y conflicto de seguir órdenes, sin ser cuestionadas..., por creer que el mundo sería diferente, tras su hazaña.

Lo mejor; la interpretación de Joseph Gordon-Levitt.
Lo peor; excesivamente bondadosa.
Nota 6,2
interpretación 7 música 5,5 fotografía 6 guión 6 realización 6,5 montaje 6,5


domingo, 27 de noviembre de 2016

Mi hija, mi hermana

En una inmensa pradera, al este de Francia, se reúne un grupo de amantes del estilo de vida country, procedentes del Lejano Oeste americano. Alain baila con su hija Kelly, de 16 años, mientras su esposa y Kid, su hijo pequeño los miran. Ese mismo día Kelly desaparece, y Alain la busca desesperadamente.


Saltos temporales, para una búsqueda que no se detiene.

¿Cómo la oculta decisión de un miembro de la familia, determina el comportamiento del resto?, ¿cuándo una querida ausencia sacrifica el presente y marca el futuro, ante esa obsesión, de obligado cumplimiento auto impuesto?; el desgaste de no saber, el desconsuelo de no entender, la esperanza de hallar, el sufrimiento del paso del tiempo, agónico martirio que no cesa, que día a noche se incrementa, hasta devorar y matar lentamente.
No es vida, pero tampoco hay alternativa, tu corazón demanda, tu mente exige, tu intranquilidad y desasosiego componen un carácter, que nunca más volverá a ser como antes; los actos tienen consecuencias, aunque éstos no sean los tuyos, pues el amor y cariño por quienes te acompañan no te deja indiferente, te arrastra hasta el fin de su incógnito mundo.
¿Cuándo dejar de buscar, a quien voluntariamente se ha ido?, ¿cómo afecta a quienes la rodean?, ¿hasta qué punto se debe respetar el camino elegido por ella, aunque sea dañino, peligroso, desconocido e inaceptable?
Una envolvente banda sonora para reflejar a quien se está quemando, a quien se destruye por rescatar una sombra, cuya imagen sigue perenne, aunque ésta ya no sea la misma; ha desaparecido una hija/hermana conocida, una extraña figura se alza en su lugar, anónima, cuya supuesta felicidad ha pertrechado amargura, para el resto de la familia.
“No es más una niña, pero no es adulta”, aunque todos los que la quieren crecen a marcha forzada, con esos deleznables silencios, rotos aisladamente por pequeños mensajes; hay un objetivo que no cesa
de incordiar, pequeñas alegrías de gran desgracia que va haciendo camino, al tiempo que uno se hace hombre y construye su propia vida.
Una década con tres marcados atentados entre medias, para rasgar ese radical islamismo en occidente que, en este caso, es un motivo secundario y accesorio, para esa intimista propuesta de encontrar a una hija, a una hermana.
Gelidez opresora que parte de una historia personal a otra más social y política, tensa significación, que deambula por tramos indagadores según momentos; se acelera/se pausa, condensa/explota, toda una explícita evolución, que no sube de temperatura pero te ha cazado, en esa involuntaria investigación que no se prepara, pero tampoco para.
Indicios nada claros que llevan a delito, una trama poco complicada, cuya sencillez de planteamiento, adquiere tintes de varias desesperadas existencias
malgastadas en ese continuar sin ser, en ese recordar sin estar; guerra apaciguada que se libra en el interior de uno, no es apasionada, pero abre acceso a tu curiosidad e interés, sentimental atmósfera irrespirable que no se absorbe con intensidad marcada, a pesar de ser trágica su esencia.
“Les cowboys”, nunca se deja de buscar a una hija, a una hermana.

Lo mejor; sus cambios de registro y banda sonora.
Lo peor; no se absorbe con implicación entregada.
Nota 6,2
interpretación 6 guión 6 música 6,5 fotografía 6,5 realización 6 montaje 6


sábado, 26 de noviembre de 2016

Her granddaughter

Tsugumi Dozono trabaja en una gran empresa de electrónica en Tokio. Le gusta pasar sus vacaciones con su abuela en el campo. Cuando la anciana muere, Tsugumi decide trasladarse a vivir a la casa de ésta y trabajar desde allí, pero cuando lo hace se encuentra con Jun Kaieda, un hombre de mediana edad un poco extraño, que le cuenta que es un antiguo alumno de la abuela, quien le dio una llave de la casa.


Una herencia de la abuela.

El cine japonés tiene un enorme atractivo, tanto en su estilo como en su formato, ese cultivador atrape, seductor e interesante de su quehacer costumbrista, de sus pacientes maneras, de su macerado tiempo, de su educado enamorarse y enfadarse; todo es ceremonioso, todo lleva su compás madurado, la precipitación no tiene cabida en ese sosegado y pausado proceder por conocerse y hallarse.
Ella introvertida, callada y formal, él extrovertido, descarado e insolente, ella no ha aprendido a quererse, él no sabe lo que es ser querido, ninguno a saboreado la felicidad, ambos han abandonado toda pretensión, pero el azar juega a su capricho y a través de un delicado irónico humor, de la hiriente verdad dicha, de la lentitud de ver más allá del pasado, del talento de apreciar el presente, este romance entre dos seres indispuestos emerge y se erige, con el aprecio de la compañía, con la fuerza del día a día, con la alegría del habla, con el permiso de los silencios, con la sorpresa indagadora de quien aún no lo sabe, pero ya posee dicho sentimiento.
Es sencilla, tranquila, reposada, la diferencia de edad y el pariente en común les cohíbe, el amor no correspondido es su estigma, su agotadora bandera el sufrimiento que éste otorga, pero la vida les coloca en un compartimento de casa que, con tropezada suavidad y resistencia perecedera, se convierte en hogar de convivencia, intimidad, confianza y
entendimiento, ese fuerte tronco sobre el que apoyarse cuando la debilidad achaca y la existencia golpea.
Historia florida, de romance creciente, que se respira con la incertidumbre, con el atropello, con las dudas, con el recelo de la propia protagonista, ese desencajada nieta que añora a su abuela, para recibir el mejor inesperado regalo de ella, una entregada herencia que, se acepte o no, ya no permite volver a ser como se era.
Aprender a quererse para amar y ser amado, valorarse en el cuidado, preocupación, miramiento y simpatía que se desplega hacia quienes nos rodean, saber leer más allá de lo dicho, saber entender cuando no se comunican, saber escuchar cuando se permite el arrope entre esas experiencias, de amargas emociones.
El valor de la mano tendida, la aceptación de la ayuda, la sabiduría de elegir, la seguridad de la
descubierta estima, es un relato modesto, de envuelta fotografía lugareña, de absorbente deleite sensible, de arrancada agudeza sutil; la pasión se intuye/no se manifiesta, las sensaciones se perciben con recatamiento/la soltura no existe, toda ella es un amasar para configurar la interior pasta, para hornear el alma, para oler, palpar y catar el sabroso postre, de corazón realizado.
No tiene prisa, narra lo ya visto, su destino es conocido, es sociable a su manera nipona, de crianza comedida, inofensiva, dietética, se observan las costumbres de la región, el talante de la familia, el desarreglo de la soledad, el encaje de las conexas esencias.
No es comercial, no es fortuita, no es para todo
público, ni para pasatiempo llevadero; si no aprecias sus humildes dones te aburrirás/si te enamoras de su apocado caminar te encantará, pues no tiene más que ese extraño verano, pasado en casa de la abuela, con un inesperado invitado y lo que la convivencia trajo entre medias.
“Otoko no isshô”, “Her granddaughter”, su nieta, quien por fin sonríe, para abrazar a quien nunca fue abrazado, ahora aquietado y complacido, por el afecto manifiesto de una abierta sonrisa.

Lo mejor; su pausada captada evolución.
Lo peor; no apreciar su recato y modestia.
Nota 6,2
interpretación 6,5 fotografía 6,5 música 5,5 guión 6,5 realización 6,5 montaje 6


viernes, 25 de noviembre de 2016

Divinas

Dos amigas adolescentes de los suburbios de París están decididas a hacerse ricas o morir en el intento. Su plan es seguir los pasos de una famosa traficante de drogas del barrio, un lugar marcado por el narcotráfico y el islamismo. Dounia y Maimuna, su mejor amiga, deciden así seguir los pasos de Rebecca, una mujer respetada incluso a pesar de dedicarse a traficar. Pero su encuentro con Djigui, un joven bailarín, abrirá la posibilidad de atisbar un nuevo tipo de vida en su futuro.


Todo por dinero, incluida la eterna desgracia.

Felicidad temporal/desdicha a la larga es el baremo en el que se mueve Dounia, una bastarda gitana, lista y atrevida que usa su desparpajo, valentía y fuerza erróneamente, en ese empeñado embarcarse en una cruzada, de adivino destino maldito, donde todo su ímpetu, osadía y mira telescópica, de favorable futuro, se verán estampados contra una realidad, de equívoca elección, desde el principio.
Dinero fácil que llama seductoramente, en una situación ardua y agónica, donde se coge a lo que sea, incluido al mismísimo amigo diablo, con tal de encontrar una ficticia salida, de porvenir ostentoso y maravilla insolvente, pues está construida sobre negras aguas, cuyo movedizo fondo se halla lleno de porquería.
Alegre, risueña, dolorosa, amarga, no hay mañana, todo es impetuoso presente, donde el pasado marca; son locas, son soñadoras, son inconscientes, son amigas, elegidas hermanas de no sangre, que tiene más valor, cariño y fortaleza.
Agresiva naturalidad en la interpretación y en su puesta en escena, magnífico el dúo protagonista, en
esa inseparable unión que nace del amor compartido y de la necesidad envolvente, penuria de nacimiento y tradición heredada, cuyos bajos fondos determinan camino; se tienen la una a la otra, se apoyan y refuerzan, son un equipo ante la ingratitud familiar, la desventaja económica, el periplo educacional y la esperanza ansiosa de triunfar y salir victoriosas, de unos indeseados suburbios que las arrastran y comen.
La historia no es nueva pero, aún así, su guión y performance poseen un ensimismado atractivo que hacen te intereses, con entregada voluntad, por ella y sigas sus escabrosas y torpes andaduras, con inmersión de padecido acompañamiento heroico; una vibrante y tenaz muchacha, inquieta y descarada, que sobrevive a la podredumbre, a su ambiente de nacimiento y a sus miedos personales, con esa bravura e intensidad externa que esconde los temores y dudas internas, una inocente mirada que tiene a su abasto dos mundos diferentes, alternativa indagadora, de difícil elección, que condicionan su cambio físico y su ternura interior, hacia esa posible
luz proveniente de una mano tendida, cuando siempre ha sido la suya la única capaz de resolver la papeleta.
Es entregada, es valentona, es impertinente, es insumisa, es una joven peleona cuya danza no miente, su vitalidad y entusiasmo se ven reforzados por una potente banda sonora, de artística mezcolanza entre la musicalidad árabe y el hip hop moderno, para envolver esa trepidante aceleración, en ilusionado ferrari, que se estrella contra la dura existencia de ir a pie, a rastras o como sea.
Un dramático thriller, explosivo, emocionante, divertido y lastimoso, eclipsante intriga de una espléndida directora novel, Houda Benyamina, que en su estreno tras la cámara ofrece una apasionante historia de amor, drogas y amistad cuya solidez, frenesí y nervio son el impulso de conexión con un entregado vidente que sonríe, se aflige, se ilusiona y sufre por astuta empatía de un firme argumento, de destacado rodaje y de solvente complicidad, en la magnética aura que te abraza.
“¿Qué te pasa? Tengo miedo”, sentimiento preventivo
que hace se reflexione y use la cabeza antes de hacer estúpidos actos, ¡lástima que éste desaparezca!..., lo que no desaparece es la satisfacción de haberla conocido, en su tortuoso y atormentado viaje.
Como ella misma reza, ¡money, money, money! es su lema, y lo que éste se lleva por delante, las consecuencias de sus actos.
“Divines”, tan divinas que la cruda realidad las entierra.

Lo mejor; la fuerza de su dirección, guión y actriz protagonista.
Lo peor; no se ha dado a conocer como debiera, dado su escondido talento.
Nota 6,9
interpretación 7 guión 7 realización 7 montaje 6,5 música 7 fotografía 7


miércoles, 23 de noviembre de 2016

Catch me daddy

Laila, una niña que huye de su familia, se esconde en West Yorkshire con su novio Aaron. Cuando su hermano llega a la ciudad con una banda de matones, se ve obligada a huir para salvar su vida y se enfrenta a la noche más oscura de su vida.


El sangriento honor, de un padre sin límites.

¡Podría haber sido mucho mejor!, el argumento tenía buena pinta y el tráiler no se veía mal, pero han sustituido su posible interés por un simple correr, huir y atrapar, sin afección o explicación que entone la velada.
La cultura de nacimiento, la tradición de existencia, el marcado destino y la osadía de romper con ello y marcar propio camino; prohibido mestizaje de un adolescente amor de pareja, que vive escondido cual presa en peligro de ser descubiertos, por el acecho de aquellos contratados para ser sus raptores.
El espectador puede dilucidar lo que hay de fondo, rellenar lo no dicho con su perspicaz intuición reflexiva, esa que le habla de la clase baja, de inmigrantes no integrados, de conflictos familiares internos y de cerveza y tabaco como modo de aplacar las desavenencias, decepciones y el tiempo perdido, esa que se desvive con música a lo loco para desinhibir, unas tensas y esclavas emociones, que no encuentran su acomodo entre tanto desorden, estropicio, caos e intento de supervivencia.
Pero incluso captando lo no comunicado, aportando la historia no recreada, lo vertido sabe realmente a poco; estos huidos Romeo y Julieta no transmiten nada, ni colaboran mínimamente en su intriga, miedo, alegría o suspense; el grupo cazador despierta esa motivación inicial de quién llegará antes a la caza de los mochuelos, la familia del joven o de la damisela, y cuál sería menos perjudicial, dado el caso, para ambos pero ¡poco más!, una vez realizada la conexión, la persecución tú a tú tampoco eleva la adrenalina a cuotas dignas, ni confirma ese
thriller de acción presumido, de garrafal fallo encontrado.
Buena ambientación, de unos suburbios de pobreza donde la amarga realidad se impone, extremismo interracial, donde cada cual existe como puede y donde la violencia y las drogas mandan; no es la dirección el tropiezo, es un guión que piensa más en la veracidad del lugar, en la fidelidad de la recreación, que en la voracidad de los actos narrados.
Cinta británica, de festiva musicalidad, que nos propone los crímenes por honor, esas muertes consentidas por la deshonra pública de un miembro de la familia, que todos aceptan y llevan a cabo, por la obediencia y deferencia al nombre familiar que heredan y portan; la frialdad de su atmósfera amenazante no levanta la sordidez deseada, su intensidad no crece, no hay solidez en su estructura; marginalidad, ruptura familiar y sus graves consecuencias deambulan sin férreo pulso, únicamente estilismo de desequilibrio, de ahogo y de venidera inmolación existen a pleno disfrute aunque,
éstos no sean suficiente para retener tu atención y rematar tu invertido agrado.
Esperanzador inicio que se quiebra a si mismo, al no realizar con errático acierto el trasvase de la enamorada libertad elegida, con sus alegrías y contratiempos, al tortuoso acorralamiento, impuesto por quien dicta es erróneo e impúdico sus emociones y comportamiento.
¡Daba para más! este western negro shakesperiano, y con mejor habilidad transmisora de deleitosa recepción; es irregular en su camino, lo cual significa
no complace ni gusta como se espera, la sensación de desconexión, equidistancia y creciente desinterés se hacen contigo, te aplacan hasta esa mansedumbre visual, nada apetecible.
Un desganado amor prohibido.

Lo mejor; su estilismo y representación.
Lo peor; la pobreza argumentativa de su guión.
Nota 5,9
interpretación 6 música 6,5 fotografía 6,5 guión 5 realización 6 montaje 5,5


martes, 22 de noviembre de 2016

Un traidor como los nuestros

Una joven pareja británica se va de vacaciones a Marruecos. Allí conocen a un carismático millonario ruso que asegura pertenecer a la mafia rusa, donde es el mejor del mundo blanqueando dinero. El mafioso les invita a una fiesta donde les pide ayuda para solicitar asilo político en Inglaterra a cambio de contar todo lo que sabe, desenmascarando a todos los implicados, sus compañeros mafiosos, banqueros e incluso políticos británicos...


Rutinaria velada, en buena compañía.

El nombre de Le Carré impone mucho más carisma, interés y fuego que la cinta creada, basada en su libro; Susanna White rueda un correcto, corriente y solvente thriller que no hierva la sangre, ni despierta grandes tormentos por sus personajes.
Y con esas que te quedas pensando, por qué no ha funcionado mejor, por qué no estás más cautivada por lo observado y más entusiasmada con lo consumido.
Los actores aprueban sin duda alguna, son el mejor cartel de venta para acercarse a ella, la historia es una más, pero cumple con su pertinente proceso de trama, posible intriga, deseado desasosiego y resolución del enredo pero ¡cuidado!, no te ilusiones tan pronto!, que luego se lamenta.
Que puede verse, cierto/que deja huella, ninguna, y con esas eres testigo de una visión acomodada, oportuna y intrascendente que llena el tiempo, con un espaciado pasatiempo tenue y ligero y, ¡párese de contar!
Un honrable profesor de poesía y su letrada esposa, en plena crisis matrimonial se embarcan, por elegido

azar de necesitado mafioso, en una pretendida tensa correría por salvar a la familia de éste y garantizar que la otra parte, servicio secreto londinense, cumpla su parte y no se aproveche de la desesperación de un marido/padre, con la espada y la pared oprimiéndole al máximo; “¿por qué crees que te eligió?”, por honesto, confiado e ingenuo, también porque “no había nadie más en el restaurante, aquella noche”.
“Todo tiene consecuencias”, y éstas se dejan reflexionar tras su enmarcado final; no vas a hablar con pasión de ella, no vas a recordarla tras verla, es plácida y pasajera, atributos poco recomendables para el género del que se trata; tampoco lamentas la elección pero, no esperes vigor, emoción y adrenalina en dicha traición.
Los personajes merecen una incisión más a fondo, el espectador desea más acción y contundencia en la conspiradora trama, la evolución necesita más credibilidad que un simple escoger, tirar los dados y
esperar ganadora jugada; todo bien, gracias/todo descafeinado, se siente, es un estándar desayuno que no es meritorio, ni peculiar, ni el mejor probado, pero sirve para el caso, para alimentar, entendido como adquirir calorías, no como degustar un espléndido y suculento plato.
“¿Qué estoy haciendo aquí?”, presenciar los tejemanejes de las altas esferas, donde la gelidez de la moralidad ficticia acepta dinero lleno de sangre, no importa de dónde venga; sin la habilidad del sastre panameño, ni la fidelidad del jardinero, se oferta este
manuscrito sin angustia, nervio ni estrés, siendo su logro ser comedida y discreta en su adaptación al mismo.
El libro no tira cohetes/la cinta no explosiona como debe, son tal para cual, modestos, dispuestos y convenientes, que no astutos, perspicaces e inteligentes.
Ni rusos, ni británicos lucen en exceso.


Lo mejor; retrata con fidelidad el libro.
Lo peor; éste no es gran cosa.
Nota 5,5
interpretación 6 guión 5 realización 5,5 montaje 5,5 música 5 fotografía 6





domingo, 20 de noviembre de 2016

Amor y amistad

Año 1790. La joven viuda Lady Susan Vernon acude a la hacienda de su familia política, con la intención de acallar los rumores acerca de su vida personal y sus flirteos en la élite social. Mientras está viviendo allí, decide buscarse un marido para ella y para su hija Federica, aunque la joven es reacia al matrimonio.


Churchill, church-hill, estaba la iglesia, pero no la colina ¡jajaja!

Jane Austin siempre es un placer de lectura, a cualquier hora, en todo momento; escritos ingeniosos, románticos y pícaros, donde la ceremonia formal de las costumbres lo llenan todo, deslumbre de emociones, conflictos, alegrías y martirios, todo en uno a cercanía numérica de página, según se va indagando en su narrativa.
En esta ocasión, la cinta parte de “Lady Susan”, obra menos conocida para el público, adaptada para una corta narración de amor, amistad y traición, donde las artimañas por colocarse en la sociedad y recuperar el honorable prestigio perdido presiden la mesa, así como su manipulada conversación de objetivo calculado.
Empieza con la presentación de los personajes y su situación estratégica en el tapete a dibujar, para pasar a brillar con su alegre estética, sus apetitosos diálogos y su frescura casera, en ese remolino de astucia e íntimos encuentros de programada fase, según deseos de la dominante pieza del juego.
Una serpiente en el jardín del edén, para contaminar y arrastrar la inocencia de los puros de corazón, esas bienintencionadas almas, viciadas por los malignos planes de una seductora carnal, de perversa mente y espíritu interesado, según posición conveniente.
La coges con la ilusión de quien firma el libro, en el cual se basa la película, esperanza de placer auditivo y riqueza visual que no defraudan aunque, también es cierto que el ánimo y anhelo por ella disminuyen lentamente, al no ser la jocosa retórica, de deseos ardientes, hoguera de las vanidades que presumías.
Una joya de néctar, cuyo sabor consumido no alcanza tan gran sabiduría placentera; magnífica Kate Beckinsale, como directora de toda una orquestada
patraña, de éxito glorioso a la vista, un adaptarse a las circunstancias y sobrevivir, siendo la mejor en alcanzar la posición perdida.
Sin desdeñar un ápice su excelente guión, el encuentro no ha sido tan grato y ameno como se antojaba, mayor pasión y devoción por sus rocambolescas argucias se echa en falta; sin duda tenía una idea distinta de lo que iba a recibir, lo que puede haber condicionado mi abierta recepción por ella, pues apreciando lo visto, no estoy contenta y satisfecha del todo, más bien conformada por una razón que me apremia a considerarla en meritorio grado, a pesar de que mi esencia no ha alcanzado posición tan estimada.
Técnicamente todos los halagos, en la práctica menos encanto, este amor, lleno de traicioneras amistades calienta, que no arde; cotilleo burgués complaciente, según la energía resolutiva del observador paciente; es medida y pudiente, se controla para no desmarcarse de la línea, no es fogosa, es prudente y previsora, pequeña dosis, de espléndido estilismo, a través de esos eternos paseos, por decorados jardines de aburridos adinerados, que con su cháchara y argumentación irónica logran un bonito
cuadro, de mirada exquisita y delicada, pero no excesivamente nutritivo para un corazón, más hambriento de dolor romántico.
Desvergonzada feminidad, que coquetea sin pudor y maneja los rumores a su antojo y conveniencia, con esa hipnótica arpa, que abre la escena con vigorosa catarsis, pero que pierde fuelle según va tocando su melodía de intrigas; no es queriendo, no es rebuscado, es el sentimiento aspirado de quien solicitaba más romance trágico, de absorbida verborrea delirante y cautivante.
“Demasiado viejo para dejarse gobernar, demasiado joven para morir”, y en ese desacierto quedo, pues es correcta, que no fantástica.

Lo mejor; Kate Beckinsale y sus diálogos.
Lo peor; afecta escasamente a la ansiosa alma.
Nota 6,3
interpretación 6,5 guión 6,5 realización 6,5 montaje 6 fotografía 6,5 música 6


sábado, 19 de noviembre de 2016

Closet monsters

Un adolescente con mucha creatividad sueña con salir de su pueblo natal y huir así de los recuerdos que le atemorizan de su turbulenta infancia.


Soledad involuntaria, soledad abrazada.

El abandono de la madre, un homofóbico asesinato y la sospecha de ser gay, dramas de una niñez que se acompañan, como dolorosos traumas, en la complicada adolescencia.
Personajes reales e imaginarios, de relación dañina y benevolente según quien sea y tercie, para plasmar esa intolerante relación familiar y temeroso despertar sexual, que le invaden y oprimen con angustiosas recurrentes pesadillas, en un intranquilo encontrarse a si mismo, que acosa y tortura en esa pequeña localidad de nacimiento, de la que no puede escapar por mucho que lo intente.
“¿Qué tienes en las uñas?”, esa instintiva corporal respuesta que certifica tu vida será ardua y compleja, difícil y enrevesada pues no te gustas, niegas quién eres y en esas ineptitudes te enfrentas a tus perturbadores miedos, a través de continuos tropiezos que te hacen cada vez más impredecible y desgraciado.
Es un sobrio, potente y atractivo abrirse paso a la aceptación de lo que se descubre, a la persona, a sus perspectivas, fracasos y nuevas posibilidades; salir del armario a patadas y derribando las puertas, para deshacerse de esos asfixiantes monstruos que impiden la felicidad de crecer y empezar a gustarse.
El protagonista es una maravilla a la hora de transmitir sus emociones y tormentos, Connor Jessup expone una naturalidad, empatía, cercanía y afección compartida que te arrastran, de manera hipnótica a ese orquestado quehacer, de imposible salvavidas,
para las ardientes y contradictorias emociones que siente.
Es fresca, emotiva, alegre, punzante, agresiva y diligente, juega con clase y gancho sus armas; la narración no es nueva, ha sido muchas veces contada pero, para esta ocasión, Stephen Dunn tiene la habilidad de ofrecer creatividad, dinamismo, estética vibrante y colorida y una cálida originalidad lozana para una satisfactoria visión cómoda, entregada y placentera, que se consume con la gracia del disfrute y la facilidad de su compenetrada conexión con la historia.
Arrastrar un pasado, que impide el meritorio desarrollo del caótico presente, amar y odiar por partes iguales, en un incesante intercambio de sentimientos que quiebran y anulan la urgente perspectiva, de logro esperanzador y positivo, con la ayuda auxiliadora de un recreado fiel amigo, que sirve de apoyo y entendimiento para esa devastada soledad, de la que no se despega.
La pubertad, sus pros y contras, más esa desgarrada
familia no elegida, carga represora que no facilita sincerarse con ella y aceptarse sin reparos; todo influye, todo arde, todo quema, todo son extremos que atragantan el caminar futuro; se es imprudente, se es indeciso, se es cabezota, se es un joven que sobrevive como puede, a su herencia genética y al discurrir de su existencia.
“Closet monsters”, los monstruos del armario; perturban la mente con sus pesadillas, cortan la respiración por su realismo, persisten en herir el alma e inciden en mantener la herida pero... “cien cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar sino vuela, un velero bergantín”; no tanto, la verdad, pero se aproxima, pues está empezando a navegar con acierto y destreza, entre relámpagos y niebla, en su concedido navío, ¡suerte capitán!

Lo mejor; la gran sencillez de su narrativa y su actor protagonista.
Lo peor; creer que por ya narrado, no aporta posible interés nuevo.
Nota 6,3
interpretación 6,5 guión 6,5 realización 6,5 montaje 6 música 6,5 fotografía 6


viernes, 18 de noviembre de 2016

Mechanic: resurrection

Cuando Arthur Bishop creía que ya había dejado atrás su pasado criminal, se encuentra de nuevo con él al ser secuestrada la mujer de su vida por uno de sus mayores enemigos. Se ve así obligado a viajar por el mundo para ejecutar tres asesinatos imposibles que deben parecer accidentes.


No es hombre de café solo, es de expreso sin azúcar.

Reflexiones durante su visionado: directo al grano, a pegar hostias ¡a tutiplen!..., ahora son las mujeres las contrincantes que provocan y pelean, ¡la igualdad llegó al cine de acción!..., rápida, porque es tan básica que, si se entretiene en tomarse un respiro, se destacan sus ausencias de rutinaria marcha, sin apenas contenido válido..., tiene perfectas y equipadas cajas escondidas por doquier, ¡qué arte!..., siempre honorable caballero, al rescate de la bella dama en apuros y, por ello, ¡nuevo lío a la vista!, si es que ¡no se puede ser tan bueno!..., “he pasado toda mi vida matando, puedo hacer que vivas”, aplícalo a tu carrera cinematográfica Statham... “los que más han sufrido, tiene mayor habilidad para sanar”, pues tienes todas las papeletas para ser ¡curandero experto!... lo malo no es que sea convencional, lo malo es que dentro de su clásico estándar, no hay jugoso apetito que catar ni digerir... duro pero sentimental, fuerte pero sensible, ¡y con sentido del humor!... y sigue pegando bofetadas sin cesar, ¡qué agotamiento!... los malos a matar, parecen realmente malos, ¿cuál es el problema entonces?, tres más ¡que más da, Bishop!,...y oyes la retahíla descriptiva y te da igual..., todo un McGiver mecánico de las explosiones y del escape... pero ¡no te confíes!, no sólo da golpes, ¡sabe hacer de todo!, incluido amar, por supuesto.
..., y es que la película, o te la tomas en plan coña, fiasco de baratija de un Jason Statham que conoció
tiempos mejores, o no hay ¡por dónde cogerla en serio!
Porque no todo es correr, sacudir, disparar, dar puñetazos, patadas y matar, porque no todo es un guapo musculado enseñando su espléndida forma, porque no todo es el cuerpazo de la chica, solicitando ayuda desesperada, porque no todo es combinación de la última tecnología, para lucir sus ingeniosos planes de incursión y ataque...,
...,porque hay que narrar con sustancia de atractivo, con interés de contenido, con ganas de seguida; porque si no es un banal, aburrido y soso recitar las letras del abecedario, de la A a la Z, sin saltarse ninguna, en desganada procesión y sin aliciente alguno, más allá de empezar y acabar ligerito y raudo.
“Siempre habrá alguien que quiera un arma y otro que se le venda”, y al ver a Tommy Lee Jones te preguntas, qué hace en esta cinta, con esas pintas, al
lado del joven héroe, cuando está mayor ¡para esas insustanciales correrías!
Y por fin llega el uno contra uno, y Jessica Alba tan penosa como desde el principio, y Jason es firme y contundente en la acción, en el cuerpo a cuerpo pero, es que ¡no hay más!, y para eso, casi prefiero la acción de jackie Chan y, de paso, por lo menos, ¡te ríes un rato!
De elegante traje, a buzo o sin camiseta, tanto monta-monta tanto, abraza y protege, se sacrifica por lo demás, ¡pero no baila!, algún reparo se debía poner a este adalid superviviente, que siempre haya manera de volver a casa, con su amada, pues allá donde ella esté, es su hogar ansiado.
..., y una espléndida explosión, los equipos de
emergencia y, ¿de verdad no adivinas esa última escena?, esta vez con vaqueros, gafas de sol y una magnífica pícara sonrisa.
..., si el propio título te lo dice, “Mechanic: insurrection” o ¡qué creías!

Lo mejor; el nombre de Jason Statham todavía llama.
Lo peor; como siga en esa tónica...
Nota 5
interpretación 5 guión 4,5 realización 5 montaje 4,5 fotografía 6 música 5


jueves, 17 de noviembre de 2016

Blackway

En el boscoso y agreste paisaje del Pacífico noroeste, una joven, Lillian, regresa a su pueblo natal pero se ve acosada por un violento ex policía.


Cara de poker, en una aburrida partida.

Se persigue a un fantasma, del cual sólo se oyen historias de su crueldad y fechorías, de su libertinaje de acción y opción de hacer lo que le venga en gana; todos le odian, todos le temen, todos se mantienen alejados de él, nadie se interpone en su camino y así se evitan oscuros problemas, provenientes del mal en persona.
Pero dos valientes caballeros, que no bajan la cabeza ante quien abusa del inocente, deciden defender el honor de la dama mancillada, esa desvalida mujer que se halla amenazada, y en peligro de daño y muerte, y ante la cual únicamente un viejo solitario, con cuentas pendientes, y un dependiente joven tartamudo se ofrecen para prestarle su ayuda; “necesita hacerse”, es el lema y la excusa, y un pueblo extraño, alejado del camino, el lugar escogido para hacer las cosas a su manera, como únicamente allí se saben hacer.
“No es tu pelea”, ni parece la de nadie, pues no levanta entusiasmo, fuerza ni interés por ella, más bien es un poco patético y ridículo verles circular de lugar a local distinto, en su destartalada camioneta, preguntando repetidamente dónde está el peligroso maromo, y oír el mismo consejo de huida y abandono de la ciudad, como contestación estándar.
No hay tensión, no hay incertidumbre, no hay suspense ni inquietud, el ambiente en ningún momento se carga de estrés o adrenalina, de susto, sorpresa o inesperado acojone, sólo se desplazan en
busca del demonio, en un enfrentamiento final a la desesperada, por encontrar la emoción y nervio hasta ahora ausentes.
Anthony Hopkins está mayor, y se le nota, se limita a decir sus frases sin mayor gloria, y el resto, Ray Liotta, Julia Stiles, Alexander Ludwig..., más o menos lo mismo, intento infructuoso de pasión o algo por el estilo y ¡eso es todo, amigos!; noventa minutos facilones y desganados, que tenían buena pinta hasta que descubres que no hay material, ni sustancia, ni prototipo de base, únicamente robotizada andadura, de nula atmósfera, para personajes pilotos, cuya profundidad tenebrosa se queda en la mente de un guionista, que imaginó un suculento relato, pero que fue incapaz de llevarlo a cabo.
¡Qué pena su falta de gloria, su escasez de mira, su limitación creativa!, no es un thirller de suspense y acción, es una broma de cine descafeinado; ¿dónde
está Blackway?, ¡a quién le importa!, pues visto lo visto, no vas a ir a mejor, tanto si lo encuentran como si siguen preguntando.
El reto no es hallar a Blackway, el reto es hallar el nunca poseído carisma, aunque ¡como retener lo nunca tenido!, mal andaba ya desde el inicio.

Lo mejor; el elenco de actores.
Lo peor; lo mal aprovechados que están.
Nota 4,6
interpretación 5,5 guión 4 fotografía 5,5 música 4,5 realización 4,5 montaje 4


martes, 15 de noviembre de 2016

Bridget Jone's baby

Después de romper con Mark Darcy, Bridget Jones, con los cuarenta recién cumplidos y soltera de nuevo, decide centrarse en su trabajo y rodearse de antiguos y nuevos amigos. Pero su vida amorosa toma una nueva dirección cuando conoce a un elegante estadounidense llamado Jack, un galán que tiene todo lo que no tiene el Sr. Darcy. Descubre que está embarazada, pero no sabe a ciencia cierta quién es el padre.


Una indiferente velada, de recuerdo leve.

La primera gustó, era la novedad, la segunda resultó entretenida, más de lo mismo con un poco menos de gracia y estilo, la tercera ¿es rizar en exceso el rizo?, ¿abusar demasiado de la desenvoltura del personaje?
“Sólo di la verdad, Bridget”, ¿no estás cansada de representar este papel?, ¿de dar vueltas alrededor de un traje, que ya no divierte tanto como solía?
Tu marca ha evolucionado cortésmente, diez años después, no está mal el lugar donde te han colocado y las circunstancias envolventes; sigues siendo un desastre simpático, has cambiado tu diario de papel por una tablet, tus angustias personales no cesan, ahora más acordes con la edad alcanzada, continuas siendo tú en parte, sólo que la audiencia ya te descubrió hace tiempo y las correrías de siempre, ya no son una ingeniosa sorpresa.
Reconozco que se echa mucho en falta el papel de Hugh Grant, pues el nuevo dúo peleón, no posee tanto tirón ni estímulo como el previo; tú mantienes el tipo, de hecho has adelgazado, pero el trío es un poco anémico a la hora de la juerga y la locura, y no
es Colin Firth el desajuste, pues sigue en su elegante porte caballeresco, de torpeza intimista, sino que Patrick Dempsey, por muy esforzado y querido que se muestre, no halla la magia picaresca que ofrecía su predecesor.
Pero pasemos de comparaciones odiosas y vayamos al presente guión, donde se intenta combinar la madurez de la protagonista, con su ineptitud y desbarajuste emocional que la caracterizan, pero ya no es la desbordante sonrisa de antaño, ahora la mueca labial es amable, cariñosa, de asequible encanto, pero no fascina, ni hechiza ni impacta con la alegría y diversión, que tan bien hacía.
“Te quiero de la forma que eres, de la forma que siempre serás”, y no he cambiado de idea, pero eres más un bonito recuerdo, que un efectivo presente; puede que hubiera que rematar la historia, cerrar el
mágico cuento con el adecuado “..., y fueron felices y comieron perdices”, y en ese aspecto es adecuada y pronosticable, pero las volteretas desequilibras, de una aspirante a todo, que atolondrada se estrellaba continuamente sin saber qué demonios hacía, se echan mucho de falta; puede que no sea época ya para esas tonterías, que haya que evolucionar y pasar a cuarentena etapa pero, que quieres que te diga, ¡como la primera ninguna!
Suave, tibia, de templado desparpajo, sin malicia rufianera, la nueva incorporación parece más bien un possit recordatorio, de mejores tiempos; todo es conveniente, pero el nivel del resultado ha descendido, tu visión no es captada con disfrutada pasión de quien lo está pasando genial, en grande;
de hecho es fácil distraerse y abstenerse del relato, éste es superficial y barato, tampoco es que se hayan esforzado mucho ¡en el escrito de la historia!
Se sabe lo que el espectador espera, unas cuantas risas y que triunfe el amor verdadero, lo cual tampoco es excusa para que lo ofertado, sea tan simple y rebajado.
La incursión de Jack algo forzada, la presencia de Mark más serena, todo predecible (no lo digo como un pero, se cuenta con ello), pero con menos chispa y salero; la empatía de Zellweger-Firth llena aún la pantalla, el romance sigue presidiendo la cena, con clase de demostrado atractivo, en el divertimento de los entrantes se ha optado por lo banal y típico, de
apenas esfuerzo inventivo y, en resumen, Bridget y su eterno Mark se han tratado con el mimo de la sazón alcanzada, mientras que el oportuno interventor de líos y estropicios, Jack, es utilizado febrilmente sin demasiado éxito, ni tiempo dedicado a su logrado encaje en el nuevo panorama.
“Nunca falta un roto para un descosido”, y aquí están claros los candidatos, al tiempo que nos entretienen con una baratija de opción posible; no es muy creíble su construcción pero, ¡parece que no importe!, pues con eso de tener al chico y la chica, con beso final a la vista, los precedentes se desvalorizan y son menospreciados a un llano, pasar el rato y ocupar tiempo.
Y, ¿quién será el padre?, ¿estás de broma? ¡ni que hubiera duda en ello!
Bridget Jones espero, por bien de tu recuerdo, ésta sea una acorde despedida; siempre será el primer
encuentro lo mejor de la relación establecida, una cuarta sería atrofiar y quemar el rizo.
Una retirada a tiempo es una victoria, una parte triunfa/otra es más ñoña, la jubilación, tras tres sesiones, es un deseable acierto.

Lo mejor; el recuerdo de la esencia que evoca el nombre de Bridget Jones.
Lo peor; están abusando de dicho recuerdo y esencia.
Nota 5,6
interpretación 6 guión 5 música 5,5 fotografía 5,5 realización 6 montaje 5,5


domingo, 13 de noviembre de 2016

El amor es más fuerte que las bombas

Una exposición de la obra de la fotógrafa de guerra Isabelle Reed, tres años después de su prematura muerte, lleva a su hijo mayor de vuelta a la casa familiar. Allí pasará tiempo con su padre Gene y su hermano menor. Estando los tres bajo el mismo techo, Gene tratará de estrechar lazos con sus dos hijos mientras ellos luchan por reconciliar sus sentimientos hacia su fallecida madre, a la que recuerdan de manera diferente.


Divergencia emocional, que separa.

La frialdad, rigidez y hermetismo, más una inalterada conducta, ausente de sentimental expresión, presiden el cine nórdico; en esta ocasión afloja un poco sus elementos, pero no deja de cumplir con ese estático patrón gélido, atorado, incomunicativo y áspero, que tira y fuerza una situación dolorosa.
La muerte de una madre, es el motivo de reunión física y erosión emocional entre un padre y sus dos hijos, diferentes verdades que se mueve alrededor de un mismo hecho, según los ojos de quien recuerda y como es capaz de encararlo; mentiras bondadosas, como protección errónea de quien se ama, ardua comprensión de quien no se comunica, aislamiento como forma de protección y supervivencia, de un árido entorno que asfixia, enloquece y molesta.
Son familia, más o menos avenida, están pero se saben dispersos, se quieren pero se sienten heridos, se necesitan pero no se solicitan; como excusa de clasificar el material fotográfico de la fallecida, para un artículo conmemorativo en prensa, todo se pone en marcha: la sequedad distante del adolescente incomprendido, con su investigador padre que no acierta en el modo de aproximarse a su esquivo retoño, la mejor complicidad de hermano mayor con su desconocido compañero de apellido, las inhabilidades del patriarca para superar su pérdida...
El conjunto va tomando forma poco a poco, a través de sus regresiones a un pasado más feliz de sensaciones completas, alimentadas por la actual
ausente, que toma sentido de su ser, desilusión y camino emprendido a través de ellos.
Es lenta, de observación paciente por indagar en cada una de sus inquietudes, en esos palpitantes corazones, ahora desfallecidos, al pensar en quién no está, en lo que se ha malogrado y en la situación por dónde se va; soledad lánguida, de unos inadaptados que se acogen a la rutina de la vida, pero que son incapaces de expresar con vigor y libertad quiénes son, qué les perturba, qué les oprime.
Reconstrucción de un mapa referencial, de tres perspectivas en su enfoque, introspección recursiva, frente a la falsedad pública que enoja, aisla y hiere; son sus penetrantes interpretaciones las que más se dejan hipnotizar y envolver, pues no dejan de apreciarse vacíos y faltas en el saber del personaje ido.
Es un proceso de elaboración, detallado y distante al mismo tiempo, pues tres almas te dan a conocer a tres personas diferentes, dentro de un mismo cuerpo, mientras captas su distorsión, melancolía y ahogo
por ser, no se sabe con claridad qué, mientras quien sí se sabe, se esconde, para dejarse ver fugazmente y volver a la cárcel intimista levantada.
No es comercial, pretende del espectador que piense, reflexione y elabore su puzzle con los datos administrados, pero roza la apatía, pues el bajón anímico de sus personajes se contagia a un vidente, que puede aburrirse ante la ausencia de sustancia e interés por lo transmitido.
La depresión observada siempre es frustrante y descorazonadora, no se comprende ni aspira con inclusión enfática, sólo quien la posee sabe lo que sufre y pasa, tal vez por ello este trabajo de Joachim Trier resulte cargante y poco alentador, pues no
acabas de involucrarte ni simpatizar con ellos.
Se dejan conocer pero, aún así, no acabas de conocerlos; “louder than bombs”, más fuerte que las bombas, sólo que no se siente ninguna explosión ni fuerza, su energía es más bien vacuidad sensitiva, de emociones desfallecientes.
“..., y el tiempo se detuvo”, para dar paso a su reconocimiento.

Lo mejor; la serenidad de las interpretaciones.
Lo peor; la languidez de su guión.
Nota 5,6
interpretaciones 6 guión 5,5 música 5 fotografía 5,5 realización 6 montaje 6


sábado, 12 de noviembre de 2016

Hilda

Hilda, la nueva empleada doméstica, provoca un despertar en la vida de la acaudalada señora Lemarchand, quien rememora su pasado revolucionario, se cuestiona su frívolo presente y entra en una crisis de identidad.


Una angelical déspota, disfrazada de amiga.


“Nunca he tenido una Hilda”, y por ello tomo posesión de ella, en un cerco cada vez más intenso y dominante de una obsesiva conducta, cuya tortura va “in crescendo” hacia un secuestro pasivo, que hiela el espíritu.
Desde esa soledad y aburrimiento, desdén y abuso de clases, hasta la humillación y sometimiento del inferior a su cargo; es dulce/es perversa, provoca pena/provoca odio, desequilibrio mental de quien se aprovecha de las desigualdades económicas, en una extralimitación de su poder que le permiten un encarcelamiento físico, de gran atropello anímico.
“...,que te diviertas con Hilda”, y la psicosis racional llega poco a poco, penetra a firmes cuentagotas, desde esa despectiva mirada de quien se sabe superior socialmente, y conoce la imposibilidad de negación de su súbdito pues la necesidad, miseria y urgencia desesperan y llaman con urgencia, a claudicar con resignación dócil.
Trastornada ama de casa, con excesivo tiempo libre y la ausencia de cariño y comprensión de sus seres queridos, que dirige su fobia, producto de una severa desnutrición emocional y carencia afectiva, a su objetivo de turno, para el caso la requerida niñera
para su alojado nuevo nieto, que se transformará en forzada amiga, sin permiso solicitado, que sacie todas sus peticiones y demencias de compañía, atención y diálogo.
Andrés Clariond expone un nítido tapiz racista, sobre la diferenciación de clases, el cambio oportunista de rango, el despotismo sobre la ignorancia y la gratuidad de ver, pero no mirar, y seguir con lo tuyo; es sencilla pero honesta en su retrato, clara y perspicaz en su fotografía individual de los personajes, inteligente aborde de la tiranía de una riqueza, cuya locura es sufrida por el mandado pobre; un “Misery”, de menor grado patológico, pero que utiliza la misma bondadosa indefensión para atrapar y retener a su víctima, contra cualquier voluntad manifestada.
Calidad técnica, para un realismo escénico, de cercanía interprete, que facilita la incursión y aspiración de todas sus sombrías ceremonias, de esporádico humor negro; buen ritmo, para una equilibrada realización, que con modestia expone el arduo tema de la privación de libertad en un país mexicano, cuya escandalosa costumbre es esa
perturbada demostración de fuerza y violencia, contra el más débil.
Clase privilegiada contra clase trabajadora, para una claustrofóbica sinopsis que camina con decisión sabia, ni se tuerce, ni opta por la exageración absurda, de relleno innecesario; diestra inquietud, de una crueldad embellecida y sazonada por el elegante maltrato de un ogro, a su desvalido cachorro adoptado.
..., y con suavidad castigadora la retiene, y con demencia bonachona la reviste, y con calidez mandataria la maltrata..., no es Hilda, es la señora de la casa.

Lo mejor; Verónica Langer, su guión y realización.
Lo peor; escasa difusión, para su gran valor interno.
Nota 6,1
interpretación 6,5 realización 6,5 música 5 fotografía 6,5 montaje 5,5 guión 6,5



viernes, 11 de noviembre de 2016

El asedio de Jadotville

Año 1961, en el Congo. Jadotville cuenta la verdadera historia del comandante Patrick Quinlan y su batallón de 150 soldados irlandeses de la ONU, sitiados por 3.000 soldados congoleños bajo el mando de mercenarios franceses y belgas que trabajaban para empresas mineras.


“No sacrificas a la reina, por salvar a un peón”


Las inmundicias de los gobiernos y sus tratados de puertas para dentro, intereses políticos y económicos por encima de las vidas humanas, acuerdos de despacho que ignoran al soldado expuesto en trincheras, decisiones de palabra mucho más mortíferas que las balas del campo de batalla..., “no sacrificas a la reina, por salvar a un peón”.
La película empieza poniéndote en antecedentes, año y lugar de los acontecimientos, así como motivo de la disputa y circunstancias personales de la tropa; para el caso, irlandeses novatos, que nunca antes habían estado en una guerra, habían participado en ningún conflicto, habían disparado un tiro ni, mucho menos, habían matado a nadie, pero son los afortunados elegidos por la ONU para viajar a Katanga, el Congo, y defender la estabilidad de una discutible paz en Jadotville donde varios grupos, locales y extranjeros, se adjudican el derecho de propiedad sobre la riqueza mineral que esconde, en sus entrañas, el suelo.
Abundancia natural de desdicha mortal para sus habitantes, pues es deseado oro en disputa por distintos países, tanto oficiales, con sus escuadrones de cascos azules, como contrabandistas, con sus mercenarios a sueldo.
Una despejada llanura, con acceso libre por sus

cuatro puntos cardinales, es el lugar de destino y desembarco, la limitación de munición y la imposibilidad de ayuda externa, en caso de serios problemas, las trabas y el indecoroso enemigo, en enorme desproporción de superior número, al incesante acecho para demostrar su fuerza, poderío y reinado, como represalia de una nefasta acción anterior de los mandamáses de traje y corbata, de la que nada saben los incrédulos e ignorantes reclutas acorralados.
Cinta que sirve de homenaje, redención y justicia para los implicados, historia real que, como todas las deshonras de gobiernos infinitos, fue silenciada y manipulada, para salir airosos de la basura que se manejaba entre manos.
Siempre es interesante y necesario el relato de estos impresionantes actos de valor y resistencia, casos de maltrato, mentiras, abandono de ayuda y suciedad escondida bajo la alfombra de los hombres a su cargo; se dice que en la guerra y en la política todo vale, y aquí es más cierto que nunca, deleznable
observar como los intereses de unos y otros están al margen -convencidos de su exculpada necesidad de toma de decisiones, como excusa gansa-, de la agonía desesperada de quienes se juegan la vida en el frente.
Es clara, y directa, sencilla y llevadera, con efectividad de entretenimiento grato informa de los sucesos, de su resolución y de lo acaecido posteriormente para cada participante; dignidad valerosa, de dificultad increíble, sin apenas medios ni experiencia, para una tropa de valientes héroes que se enfrentaron, a las negadas circunstancias, con destreza, rotundidad y confianza en su comandante; trepidante ritmo para la narración de un asedio de franceses y belgas, pagados por los secesionistas en plena guerra fría, con el asesinato del secretario de la
ONU de relleno y la compañía irlandesa A sin saber dónde se metía, cumpliendo órdenes.
“Lo que hay debajo de esta tierra pertenece a su pueblo”, loables palabras verdaderas que a nadie interesan, pues son recursos golosos de enorme tentación mundial, para corporaciones y gobiernos al tanto; títeres humanos, administrados como daños colaterales de alicientes mayores, a los que el tiempo, crónicas, documentales y películas como ésta colocan en su sitio de honor, ante ese reconocimiento negado en su momento; son informativas, son beneficiosas, son reveladoras, son apetecibles, son la mezquina realidad, oculta tras esa ficticia historia narrada por los beneficiados ganadores que salen en la foto, mientras se desprecia a los verdaderos héroes.
Es importante y merecido conocerles y recordarles, es lo mínimo.
Vergüenza británica, de alcance europeo y consecuencias globales.


Lo mejor; saber de ellos, con buen pasatiempo añadido.
Lo peor; que ocurriera.
Nota 5,7
interpretación 6 guión 6 música 5 fotografía 6 realización 6 montaje 5,5