miércoles, 23 de noviembre de 2016

Catch me daddy

Laila, una niña que huye de su familia, se esconde en West Yorkshire con su novio Aaron. Cuando su hermano llega a la ciudad con una banda de matones, se ve obligada a huir para salvar su vida y se enfrenta a la noche más oscura de su vida.


El sangriento honor, de un padre sin límites.

¡Podría haber sido mucho mejor!, el argumento tenía buena pinta y el tráiler no se veía mal, pero han sustituido su posible interés por un simple correr, huir y atrapar, sin afección o explicación que entone la velada.
La cultura de nacimiento, la tradición de existencia, el marcado destino y la osadía de romper con ello y marcar propio camino; prohibido mestizaje de un adolescente amor de pareja, que vive escondido cual presa en peligro de ser descubiertos, por el acecho de aquellos contratados para ser sus raptores.
El espectador puede dilucidar lo que hay de fondo, rellenar lo no dicho con su perspicaz intuición reflexiva, esa que le habla de la clase baja, de inmigrantes no integrados, de conflictos familiares internos y de cerveza y tabaco como modo de aplacar las desavenencias, decepciones y el tiempo perdido, esa que se desvive con música a lo loco para desinhibir, unas tensas y esclavas emociones, que no encuentran su acomodo entre tanto desorden, estropicio, caos e intento de supervivencia.
Pero incluso captando lo no comunicado, aportando la historia no recreada, lo vertido sabe realmente a poco; estos huidos Romeo y Julieta no transmiten nada, ni colaboran mínimamente en su intriga, miedo, alegría o suspense; el grupo cazador despierta esa motivación inicial de quién llegará antes a la caza de los mochuelos, la familia del joven o de la damisela, y cuál sería menos perjudicial, dado el caso, para ambos pero ¡poco más!, una vez realizada la conexión, la persecución tú a tú tampoco eleva la adrenalina a cuotas dignas, ni confirma ese
thriller de acción presumido, de garrafal fallo encontrado.
Buena ambientación, de unos suburbios de pobreza donde la amarga realidad se impone, extremismo interracial, donde cada cual existe como puede y donde la violencia y las drogas mandan; no es la dirección el tropiezo, es un guión que piensa más en la veracidad del lugar, en la fidelidad de la recreación, que en la voracidad de los actos narrados.
Cinta británica, de festiva musicalidad, que nos propone los crímenes por honor, esas muertes consentidas por la deshonra pública de un miembro de la familia, que todos aceptan y llevan a cabo, por la obediencia y deferencia al nombre familiar que heredan y portan; la frialdad de su atmósfera amenazante no levanta la sordidez deseada, su intensidad no crece, no hay solidez en su estructura; marginalidad, ruptura familiar y sus graves consecuencias deambulan sin férreo pulso, únicamente estilismo de desequilibrio, de ahogo y de venidera inmolación existen a pleno disfrute aunque,
éstos no sean suficiente para retener tu atención y rematar tu invertido agrado.
Esperanzador inicio que se quiebra a si mismo, al no realizar con errático acierto el trasvase de la enamorada libertad elegida, con sus alegrías y contratiempos, al tortuoso acorralamiento, impuesto por quien dicta es erróneo e impúdico sus emociones y comportamiento.
¡Daba para más! este western negro shakesperiano, y con mejor habilidad transmisora de deleitosa recepción; es irregular en su camino, lo cual significa
no complace ni gusta como se espera, la sensación de desconexión, equidistancia y creciente desinterés se hacen contigo, te aplacan hasta esa mansedumbre visual, nada apetecible.
Un desganado amor prohibido.

Lo mejor; su estilismo y representación.
Lo peor; la pobreza argumentativa de su guión.
Nota 5,9
interpretación 6 música 6,5 fotografía 6,5 guión 5 realización 6 montaje 5,5


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