sábado, 31 de enero de 2015

Hector y el secreto de la felicidad

"Todos tenemos la obligación de ser felices", remate de sabiduría ancestral conclusiva y ¡se queda tan ancho!, ¿va en serio o me está tomando el pelo?, porque si ya fue cansino y patético ver a Julia Roberts largarse a la India en su "Come, reza, ama" para dárselas de espiritual y descubrirse a si misma, no te digo este Mr. Bean psiquiatra que tiene que dar la vuelta al mundo para descubrir ¡la felicidad de amar y ser amado!; y, esa es otra, ¿por qué siempre hay que viajar al viejo Oriente, en este caso la China, para encontrarse y comunicarse con la esencia de uno mismo?, ¿para hallar el divino secreto y tesoro de una existencia pródiga y próspera?, ¿no te vale el monte que hay cerca de tu casa, la montaña que rodea tu ciudad o el parque donde sacas a pasear al perro?, que yo sepa la puesta de sol es la misma para todo el planeta, tu espíritu no te abandona y puedes dialogar con él cuando quieras y te ahorras el agotamiento, estrés y asfixia que supone pasar horas, minutos y segundos ¡en el aeropuerto!, o ¡es que lo que no pueden pagarse esta payasada de turismo planetario, en plan alquimista para ser revelado que la felicidad ya estaba en nuestras manos, nunca hallarán tan magnífica verdad a pregunta tan reveladora?
Este misticismo de tendencia asceta que busca la respuesta a los grandes interrogantes de la vida y del ser humano cansa, agota y roza el esperpento humillante para un espectador que observa a este charlot, libreta en mano sin bolígrafo en el bolsillo, transcurrir por esta odisea aventurera como un Tintín poco perspicaz/nada sabueso en busca de candidatos aspirantes a Buda que tira los dados, experimenta, avanza a la siguiente casilla y, de oca en oca/tiro porque me toca pues, ni el más lelo de los creativos podría superar la tontería, memez y trivialidad de sus sucesos, encuentros, personajes diversos y unión fantasmal de todo ello que roza el insulto, la ñoñería y la ridiculez.
Planteamiento: crisis personal, laboral y emocional; se enciende la bombilla de la ocurrencia: necesito viajar para sanear mi interior/enriquecer mi exterior..., vale, tiene un pase pero, a partir de ahí, el muñeco pelota, que rebota y vuelve a rodar como partida caótica de pin ball, se mueve entre capitalista de hoteles de lujo y don dinero a sherpas tibetanos cuya espiritualidad posee enseñanza divina siempre con ilustrados y elocuentes consejos sobre la fortuna, felicidad y bonanza -se ve, que allí, se está más cerca del espíritu santo o que el whatsapp directo a él ¡nunca falla!- para pasar a jugar a médicos sin frontera en África, adornada con amigo narco y secuestro por vándalos asesinos-terroristas que le da un toque exclusivo de iluminación subliminal por hallarse a las puertas de la iracunda muerte, de ahí a los Ángeles a reencontrarse con su idealizada novia de antaño y, por fin, pruebas mentales de laboratorio, con casco psicodélico incluido, que le liberan de su aprisionamiento sentimental, opresión agónica de no poder encarar ni expresar sus emociones y, descubrimos..., que la máxima felicidad, según escaner cerebral, es ¡de color ámbar!; me repito, ¿me están tomando el pelo?
Podemos tirarle la culpa de esta pantomina que ni estimula ni da vidilla, de irrisorio argumento-peor guión, a la novela de François Lelord en la cual se basa pero, ¡es que ni el bufón de la corte del Rey Arturo puede competir con este galimatías de circo de mucho ruido y apenas gracias!, más bien ofensa por la ópera alocada de un desvalido Jaimito en excursión del cole, representación cómica de chiste sin humor ni salero, frescura cargante rellena de sentencias trascendentales del tipo..."el dinero da la felicidad, la felicidad puede ser amar a más de una mujer a la vez, a veces la felicidad depende de no conocer toda la historia, evitar la infelicidad no es encontrar la felicidad, la felicidad es encontrar tu vocación, la felicidad es amar quien soy..." que mejor me ahorro el comentario pues tanta felicidad colapsa mis oídos, turba mi apetencia y apaga mi interés.
Burla de entretenimiento banal e infantil que igual recrea irse de fiesta de la mejor Ibiza loca, con puta incluida, a ser adalid y héroe de los más desfavorecidos a alegría de despertar de una ensoñación del pasado para volver a casa a meterse en la cama con su olvidada novia y..., en serio, más te valdría leer un cómic, ¡disfrutarás y te divertirás más!
Héctor, tu nimiedad de triste viaje para descubrir el secreto de la felicidad me ha costado un cabreo, el dinero de la entrada y un malestar por la desfachatez recibida que aún dura, ¡un poco más de rigor, sustancia o lo que sea que no sea apología de la tontería y banalidad!
"Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks...", sabio Sabina, ¡qué razón teníais!
¡Animadversión total!


viernes, 30 de enero de 2015

Bottled up

¿Nos engañan o nos engañamos?
Tienes un tiempo muerto que decides dedicarlo a ver una película, eliges una entre las muchas candidatas basándote en la sinopsis, caratula, trailer y la configuración, siempre de esperanza optimista, que tu cabeza ha realizado al unir todas las piezas y que te llevan a un conclusivo tiene-buena-pinta, valdrá-la-pena-verla.
Elegida entre el abanico de hermanas de alrededor y decidida, viene la hora de la verdad, del supuesto disfrute donde te acomodas en tu sofá, preparas un tentempié de cena, acondicionas la sala y apretas al play y, aunque mi opinión -que no pienso variar a pesar de las duras decepciones y fraudes inesperados hallados- es que siempre se han de ver las películas, que te digan lo que digan, tu opinión subjetiva puede ser muy diferente de la de los demás, que debes juzgarla en primera persona para ser justo con dicho trabajo, sentencia firme que por ahora se mantiene a pesar de los golpes inesperados que a veces, sólo a veces -y que no se repita con pauta intermitente la experiencia- aniquilan de tal manera tu ilusión e inocencia de bienvenida que no tiene precio la sacudida recibida ni es, para nada, ¡merecida!, esa espera deliciosa que eleva tu ansiedad por su apetencia y devoción de visionarla y...¡pomm!, nulidad, vacío, caída de la cumbre, abandono del paraíso ficticio que nunca fue porque ¡esto es lo que hay!, adrenalina evaporada transformada en melancolía de lo que pudo haber sido y ¡ha resultado ser!
Y este caso no es de los peores, de los mayores agravios recibidos, no es un extremo dentro de la referencia descrita sólo que, llega un punto que la condescendencia o beatitud para encontrar algo decente, válido que contar, exprimir sobre lo visto y no admitir tu rotunda equivocación y falló garrafal al eligirla, asfixia y mata lentamente.
Tres personajes, una madre coraje y luchadora, una hija drogadicta y un sano joven naturalista que vive la vida con fervor sabroso de hallar encanto, amor y alegría hasta debajo de las piedras y, la atractiva e interesante pregunta ¿qué no haría una madre por su hija?, ¿especialmente si se siente responsable del dolor que le provoca su adicción por las pastillas?, ¿mentir, defraudar, robar, engañar, perdonar e incluso culpar a inocentes?, ¿tiene un límite la caridad y lástima hacia tu ser más amado y querido?, y ese único y esperado momento, exclusivo instante de tensión y emoción ¿compensa todo el relato y su desacertada elección?
Porque la decepción y su malogrado fruto recibido no procede de que éste sea malo, entretiene levemente -creo que estoy optando, de nuevo, por la vía de la indulgencia- y se puede ver con modestia por ambas partes -si rebajas tu demanda encontrarás el equilibrio con su escasa oferta-, la historia es de sobremesa de domingo, con personajes torpemente desarrollados y poco trabajados, escenas poco estimulantes y un guión débil y flojo que vive de un argumento con la misma parca motivación, levedad aguantable si existe alerta precedente que avise de su modosidad sólo que, al no ser así, tu dañado optimismo de acogida grata, de selección meditada hacia la susodicha se ha visto herido en lo más profundo y defraudado en su ser más interior, no era lo que esperabas y lo ofrecido ha ido menguando lentamente todas las razones por las cuales te decidiste por ella para llegar a un sincero ¡qué desastre!, ¡qué mal he elegido! o a un compasivo no-está-mal, tampoco-he-perdido-del-todo-mi-tiempo.
Decisión, la clave de este embotellamiento mental, saber leer con preaviso el nivel de calidad de lo ofertado para evitar bajones anímicos y decepciones del alma y no juzgar, sin piedad, lo que es aceptable en la liga para la cual ha sido dispuesta  para jugar, subirla de categoría es trastazo seguro, error grave de consecuencias pesadas para el alma y ser injusta con la agredida.
Elección, punto a trabajar y perfeccionar para evitar ¡fraudes descorazonadores y males mayores! puesto que llega un momento que la piedra ¡está harta de tus tropiezos constantes con ella!, un dominio todavía inhóspito y no garantizado pues ¡me sigo pegando cada batacazo!
La curiosidad por descubrir que escondía este relato ha resultado ¡salir cara!, no ha matado al gato pero ¡casi!



jueves, 29 de enero de 2015

About Alex

Son muchas las películas que narran la reunión ocasional de un grupo de amigos, amistad que en todas procede de la universidad, que hace tiempo perdieron el contacto y vuelven a verse las caras con motivo de un suceso impactante, a elegir entre intento de suicidio, muerte inesperada, boda sorpresiva..., y que sirve como plato para ponerse al día, exponer rencillas del pasado, tener ese momento de climax emocional punzante y sugerente, momento cumbre de todo el relato y que todo vuelva a una paz conformada después de la esperada explosión.
Respecto a este formato repetido y utilizado por doquier, Alex y sus amigos no son el mejor cóctel de bienvenida plasmado, de hecho dista mucho de una recepción espléndida y acogedora, se limita a juntar los personajes y exponer pinceladas sutiles y bastante vacías de interés y atractivo sobre el rol de cada uno de ellos, a utilizar el sexo para caldear un ambiente cuya temperatura no logra elevar sólo mediante la palabra y sus incondicionales conversaciones impactantes, de fuerza corrosiva y energía por todas partes, característica excelente y suprema de estos filmes y, a limitarse a un correcto estar que no dice mucho, aporta poco y entretiene lo justo.
Introducción de los personajes a través de esa inesperada llamada, concentración en casa del susodicho, frío saludo oportuno y, a trabajar el guión porque son los diálogos en los tiempos muertos, la comunicación informal en la cena, el intercambio de información en el espacio de ocio el que debe llenar un argumento que vive de las deudas del pasado, de un ponerse al día, de egoísmos no resueltos, de amores caducados, de esperanzas no confirmadas, de frustraciones actuales, de la inmovilidad de un pasado siempre ensalzado a la gloria, de un presente tachado de duro y corrosivo y la posibilidad de mejoría en ese futuro abierto gracias al breve pero fructífero contacto entre ellos y, hay que decir con tristeza palpable que Jesse Zwick, director también de la cinta, no se ha esmerado con gran eficiencia en su labor lingüística y gramatical, lo mínimo para poner el tablero, colocar las fichas, tirar los dados y poco más porque éstas apenas avanzan ni se mueven, poca definición de las mismas, sólo una exposición de sus colores y un baile ínfimo y carente para saborear el paladar.
Lejos, muy lejos de su genial e inteligente homóloga a la que claramente hace referencia, un "Reencuentro" a la que incluso debería haber copiado ante su obvia falta y carencia de ideas sobre qué hacer con sus personajes, la pareja ideal de la época estudiantil ahora en plena crisis matrimonial, el amargado reflexivo que vive de un espíritu rebelde que va y viene al antojo de un comodín que sirve de revuelto de las escenas, la neurótica insatisfecha que retrocede más que avanza, el enamorado leal que debe abandonar su ensoñación romántica y el mártir necesitado y oprimido que lo provoca todo con su arrepentido y fortuito acto y, un mensaje inicial de despedida "pregunta por mi mañana y me hallarás como a un hombre en una tumba" que ya no se deja en papel escrito de puño y letra sino a través de dedo, teléfono y whatsapp, lo que tienen las nuevas tecnologías que ¡acaban con todos los clásicos! 
No hay mucha originalidad en la idea ni prosperidad en su desarrollo, creatividad débil que no aflora entusiasmo excesivo ni permite una seducción masiva, su colaboración ofrece el aporte mínimo para una velada cómoda y placentera, con algún incidente por medio que evita la desgana o somnolencia pues, aunque ésta no llega a rondar con fuerza, si que te quedas a la espera de un manjar más exquisito, mayor suculencia en el contenido, más carisma escénico, más adrenalina e interés en los encuentros bilaterales y, por supuesto, mayor seducción, espectáculo, enigma y brío en la unidad del grupo, correcto y adecuado puede resultar insípido cuando estás a la espera de virajes imprevistos, subidas de vértigo, bajadas demoledoras y un enriquecedor caos y bello estropicio, antesala de la beatitud y armonía pactada.
Un fin de semana de exiguas revelaciones, temple que ameniza con cuidado de no perturbar en exceso la tranquilidad reinante, no pretende un roce apasionado entre colegas distanciados, sólo cumplir con los requisitos ya establecidos, llamada, encuentro, roces previstos, solución tibia, buena esperanza y deseos mutuos para esa foto final que sirve de anhelado recuerdo y cartel publicitario, son las actuaciones sólidas y serenas de los intérpretes envolventes los que salvan una sencillez y modestia que no cubre la apetencia surgida, sólo la despierta y medio alimenta.
Sabe a poco, a laguna sentida del gusto dejado.



miércoles, 28 de enero de 2015

El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos

Cuando estrenaron "El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos" se me hizo un mundo ir a verla, ¡otra más!, ¡si ya me perdí en la anterior!, ¿ahora, por dónde iban?, frases que colapsaban mi mente y menguaban en mi entusiasmo y fervor por ella -ánimo e ilusión intacta para los fervientes devoradores de este tipo de historias épicas de imaginación e inventiva espectacular-, a menos que seas un apasionado de J.R.R. Tolkien y conozcas al detalle sus libros y escritos, las grandilocuentes hazañas de sus mundos espectaculares y personajes apasionantes que recrea con maestría, la única motivación inmediata y apetencia gustosa para visionarla es la siempre exquisita, magnífica, suprema, hasta el detalle más nimio e ínfimo, de la obra y trabajo de un Peter Jackson que cuida sus películas con una dedicación, esmero y calidez que se aprecia en su resultado, responsable virtuoso de sus ideas y de su perfecta, en lo más posible, plasmación en imágenes de todo aquello que su cerebro fantasioso elabore y sus ojos diseñen a partir de la lectura de este grande, aunque agotador -desde una sinceridad sin ofensa- por su enorme, complicada y vasta extensión, escritor cuyo nombre ya nadie olvida desde aquel inicial e inolvidable "El Señor de los Anillos"..., ¡por Dios, qué lejos queda!
Llegado a DVD es una oportunidad casera, de noche cálida de palomitas y buena compañía, para enfrascarse en tal expedición y a ver ¡cómo resulta! y, aún con esos 144 minutos de larga duración que tampoco alientan a iniciar la aventura, se admite el logro placentero de todo lo ofrecido y digerido.
Te acomodas físicamente, te ralajas mentalmente y que disfruten tus ojos de tan espléndida secuencia interminable de color, movimientos, brillantez, furor, pasión, venganza, egoísmo, amistad, lealtad, traición, alegrías, penas, lucha y batallas por doquier y una infinidad, lustrosamente definida, de todos los sentimientos humanos que engloban nuestra esencia, colman nuestro cuerpo y compensan o martirizan a nuestro espíritu.
Da igual que no te acuerdes exactamente de todo, tu memoria recuerda detalles al tiempo mientras, que el resto, se incorpora si problemas a un relato realizado para entretener con majestuosidad, elegancia y distinción, porte sublime de impresionante presencia artística que se valora y saborea sin dificultad: es verdad que ya no es la impactante impresión de la visión virgen de la primera, original y por siempre cautivante pero, también es verdad que ésta y sus posteriores se enfrentan al dilema calitativo de mantener, ya no superar -¡no se pide tanto!-, el nivel exquisito iniciado.
¡La paz está sobrevalorada!, llega un momento que ya pierdes la noción de quién pelea contra quién y quién lucha por quién o por qué, bariburrillo de golpes, hachazos, espadas, flechas, muertes más gloriosas -y ralentizadas para darles efecto- y muchas de postín y relleno que ¡hay mucho bulto, tiempo y terreno que cubrir!, más de lo visto/pasa por parecido/pero no es lo mismo y..., "¡las águilas ya vienen!" dice uno; eso es bueno, no se por qué pero se acabaron las batallas y vienen las despedidas honorables acompañadas de un poco de sentimentalismo y sensiblería acorde, de modo que..., "it´s a beautiful day" de Michael Bubblé ¡suena por algún sitio!..., corona este día con una película grata, de visión guapa y ligera, sin condiciones previas requeridas ni solicitud por adelantado y disfruta, disfruta todo lo que tu espíritu pueda o descansa, descansa con esfuerzo ganado y recompensa merecida en caso de que ese día haya sido un auténtico asco pues..., mañana saldrá de nuevo el sol y todas las oportunidades volverán a estar abiertas y a tu entera disposición de atrape..., ¡vamos, déjate querer un poco!
Posdata: se echa de menos mucho, mucho, mucho ese fantástico, divino y escalofriante Gollum y su genial e inolvidable "..., ¡mi tesooro!, ¡es míoo!, ¡es mi tesoorrooo...!



martes, 27 de enero de 2015

Redirected

¡Satisfaction...,! debió decirse a si mismo Emilis Velyvis ante tanta voltereta, idea y mix up virulento que parece no encontrar final que se adecue a tanta catástrofe, necedad y desmadre sin más.
Los estadounidenses han tenido su comercial, exitosa y publicitada "Despedida en las Vegas", a la que le han sacado tan jugoso partido que han exprimido todo su contenido y gracia original; los españoles tuvimos esa genialidad fantástica, de mareante guión apetitoso y actores soberbios, de un excelente Juanma Bajo Ulloa "Airbag" -a quien no lo hay visto le recomiento que le eche un suculento vistazo-; los lituanos nos presentan, ahora, el mismo patrón y estilo pero de corte más esperpéntico y abrupto, menos sutil y más desagradable, brutalidad incesante, ridiculez agónica, payasadas atroces de inquietantes volteretas, aturdida muerte siempre esquiva/siempre al acecho, peligro vicioso de ocurrencia surrealista sin descanso y, un montón de estrambóticas y perplejas situaciones, personajes variopintos de todos los colores que se quiera unidos a un caos ridículo, de azar caprichoso y confusión lingüística como barrera infranqueable e irónica y, todas las barbaridades que se les quieran ocurrir pues la fórmula es sencilla y admite todas las excentricidades que cualquier mente ingeniosa pueda idear para conformar un circo de zumbados malabaristas y fieros leones que viven de dos accidentes imprevistos, un inoportuno se-necesita-uno-más para llevar a cabo los planos de la confabulación planeada y, un inesperado contratiempo donde el maldito avión de escape es desviado, por un estúpido volcán, a una feroz, cruel y violenta lituana en lugar del maravilloso paraíso playero de Malasia de destino como retiro y, mucha, mucha estupidez correlativa que parece no tener freno, fin ni por qué.
Dinero como excusa, mafiosos como ingredientes, tontos encontrados por el camino, tías desnudas y fiesta loca como tentempié de descanso con mucho relleno de golpes, sangre, tiros, palabras malsonantes -todas las que se pueda- y gritos, voces y chillidos, esquizofrenia direccional, garruladas escénicas y la obsesión de la búsqueda y recuperación de un anillo para tres amigos, sin mucha cabeza pero sobrada sandez a flor de piel que actúan por catarsis inconsciente de accidente andante, con el cabecilla listo sólo por escasos momentos, el fanfarrón encargado de expresar las gilipolleces y, el paleto vegetariano que se deja arrastrar quejándose hasta del respirar de su abuela y, un cuarto majadero, ignorante involuntario, subido a bordo del barco de la locura y memez sin retorno que, para cuando empieza a saber que está pasando, el navío avanza tan rápido y se mueve con tal frenesí que bastante tiene con atender las llamadas de su histérica prometida y correr a toda velocidad para no escapar de no sabe qué huía.
La clave es la rapidez, un desdibujado puzzle que no permite poder parar un segundo a pensar y procesar con calma lo visto, movimientos siniestros y cambiantes, de sucesión espontánea y alocada que enlazan uno tras otro con velocidad de vértigo sin pauta a respirar ya que, el jugador de turno ya ha cambiado de escenario y sigue corriendo a vivir la siguiente aventura no querida, expedición sin ruta ni brida, de giros continuos y escondites en la manga para sacar el sucesivo as que mantenga a la audiencia expectante, revuelta, divertida y perdida puesto que ya no recuerda como llegó aquí quien sea, para reunirse con el resto que proceden de no me acuerdo dónde, con el botín recuperado en algún momento, abundancia de suciedad en su ropa, maltrecha cara y destrozado cuerpo y, la aún no resuelta, obsesión del anillo no encontrado.
Adivina la próxima desfachatez e inhóspita escalada y disfruta de su molde no engañoso, de su abierta manifestación sin sentido ni control cuyo fondo es la turbación y el estrés sin espera ni tiempo para un revuelto vomitivo, de precipitación y desmayo que reúne a los cuatro magníficos, en horas bajas y humillantes, al borde del precipicio y en la cima del dios Olimpo que todavía no tiene claro quien a invitado a estos disparatados intrusos a su morada pero que, siempre encuentran una puerta trasera de escape de tanta nulidad cerebral y pantomina recreada.
Cinco actos, intro/cumpleaños en Malasia/el mito de Europa del este/érase una vez en la unión europea/la boda lituana, de tan poca utilidad informativa como todo lo ofrecido que busca el pasatiempo sin calificación, sentido ni objetivo, con extraña inercia de parco interés propicio que, con todo, gusta y entretiene en una inexplicable seducción hiperrealista que te mantiene siguiendo los pasos destartalados de quienes no apetecen pero complacen confusamente.
Si no es de tu agrado sabroso y, aún así, la has elegido es por propia nefasta lectura sin nadie a quien culpar excepto a uno mismo ya que, admite claramente lo que es, banalidad de montaje de lío estrambótico, sin finalidad buscada que no sea el arte del desquicio atropellado de reiterativo tropiezo bobo que sube de su categoría mediocre y ahogada a cúspide de asfixia y desorden donde ya todo vale y los fuegos de artificio se disponen por todos lados en un espectáculo sonoro de ruido atronador y equivocación no resuelta ni dispuesta a esperar la respuesta. 
No engaña y es clara, cabalgata de ninots, cabezudos y gigantes, pequeños, zopencos y aturdidos en el deslizante desfile del desmadre, la desfachatez y el desatino, barbaridad explosiva a tiempo pensada/ya recreada/ya olvidada y un batiburrillo sin propósito ni sentido, no apto para todos los públicos pero que, incluso para éstos sin razón aparente y sin buscarle el tercer pie al gato, puede que les valga para un esparcimiento nimio, ligero y logrado que nunca será admitido ni a nadie contado.
La idiotez superficial y tontería sin piez ni cabeza ni frente a la vista puede servir si llega en el momento adecuado.


lunes, 26 de enero de 2015

Into the woods

"Había una vez, en un reino muy lejano, una pequeña villa al borde del bosque y, en esa villa, vivía una joven doncella y jovencitos sin preocupaciones y un panadero sin hijos con su esposa; un día, el panadero y su esposa se encontraron con una bruja..." y empieza la deslumbrante enajenación y bello embelesamiento del relato del cuento pero ¿qué pasa si su fascinante historia no hipnotiza, ni hechiza ni provoca magia alguna?, ¿qué hacer cuando esa fantasía recreada para trasladar tu presencia al atractivo reino de la luz, el color, de la brujería, del encantamiento, de la más sutil inocencia hallada, del más allá no provoca hermosa seducción?, ¿no matamos la esencia y alma de la historia y todo su ímpetu relatado?, y este languido fallecimiento ¿lo ejecuta el torpe receptor o el inepto creador?
Porque la idea es atractiva y apetecible, coger los relatos de los hermanos Grimm, La Cenicienta/Caperucita/Jack y las habichuelas/Rapunzel y hacer una borrachera narrativa done alterar todas las piezas, removerlas, volver a barruntarlas, agitar la coctelera y esparcir el asombroso resultado de espléndida armonía y encaje sobresaliente; sólo que, Rob Marshall, en su desmedido afán de superar el borde de lo establecido, de lo asimilable con alegría, encanto y dulzor por el público, trasciende la apetencia generosa y alarga la inventiva con 50 minutos de más donde el caos se apodera de la escena, todo se vuelve del revés, los personajes saltan a otras historias, se entorpecen mutuamente, tu paciencia empieza a incordiar y a aliarse con su homóloga contraria y toda la efectividad aplaudida y sobria previa da paso a un exceso y superávit que sobrevive a tu desinterés por los pelos, un distanciamiento y desapego inapropiados dada la ilusión, sonrisa y placer de su acogida y primer abrazo.
Un íntegro musical que barrunta narraciones dispares que beben de fondo común con elegancia y decoro, con actrices y actores conocidos que resuelven la papeleta con mayor o menor pericia y estilo, gracia y habilidad generalizada de performance exquisita y melodías realizadas con aplaudidas letras de sonoridad grata, recreación esmerada de ese centro volcánico donde todo se baraja y explosiona, el interior de un exclusivo bosque que juega a confundir, engañar y urdir su propia fábula imaginada y que logra entusiasmar y emocionar con verídica complacencia a su público expectante hasta que, su propia insolencia y ego sin control le llevan a saturar lo acertado y salirse de los márgenes de una pictografía fabulosamente decorada y confeccionada hasta el momento.
"La casa de mi padre fue una pesadilla, la tuya un sueño, quiero algo entre medias", equilibrio que no ha sabido encontrar James Lapine para parar a tiempo cuando los frenos aún funcionaban, unas luces de alerta que obvio por la confianza que le otorgaba el musical de Broadway del que nace y alimenta esta película, éxito no trasladable al presente filme pues, si pieza por pieza -vestuario, maquillaje, actuación, canciones, escenografía...- reciben tu galardón más honorífico y loable, no puedes evitar admitir, si no quieres navegar por las arenas movedizas del engaño popular, que la función funciona, valga la reiteración, en su primer acto pero que en el segundo, el descanso no ofrecido en su requerido intermedio y necesario diestro final surge como almohada suculenta y cómoda en la que reclinarse y perder esa concentración tan sugerente hasta entonces sentida, se tensa y abusa tanto del hilo que las habichuelas se mustian, Cenicienta prefiere seguir barriendo, Caperucita ya no quiere su capa, Rapunzel coge las tijeras y asesina su pertrechado cabello y el Príncipe va de flor en flor encandilando a las damiselas; se sobrepasa la resistencia, abusa de la velocidad y no hay airbag que amortigüe el choque, no es siniestro total pero nos hemos cargado el chasis tan hermoso que lucía y su motor a excedido las revoluciones que era capaz de sobrellevar y soportar.
"¡Desearía...!, ¿seguro que quieres lo que deseas?, porque ha esta invención imaginativa de lustrosa recreación le sobre narrativa y duración, una recarga innecesaria dado el buen camino que llevaba.
"Cuidado con lo que deseas porque los deseos se hacen realidad, ¡aunque no gratis!; cuidado con los hechizos que lanzas, no sólo a los niños pues, a veces, los hechizos pueden durar más allá de lo que puedes ver y volverse contra ti; cuidado con los cuentos que cuentas, esos son los hechizos que los niños escucharán...", no te preocupes, para entonces, ya hace rato que te habrás dormido pues el sueño te habrá vencido.



domingo, 25 de enero de 2015

Somos lo que somos

"Lo hago por amor, hágase la voluntad de Dios..., Alyce Parker", progenitora de una estirpe de costumbres y tradiciones a heredar de generación en generación.
Tal vez sea yo pero..., menos el final, ¡no es bastante predecible, nada impactante, apenas estimulante! 
El día de la matanza del cordero que se llevará los pecados y saneará el alma, momento de pureza y renovación de las creencias, día de la bestia de libertad total para el perpetuado canibalismo, nada sorprendente, exhibido con lentitud que adormece, performance sugerente y motivadas interpretaciones no complementadas por el atractivo negado de un guión que, menos su apreciado turbador desenlace, apenas despierta curiosidad, mucho menos miedo, terror o sentimientos parecidos. 
Tal vez sea yo pero..., "El silencio de los corderos" no está catalogada de terror y Anthony Hopkins me acojonó mucho más que este afligido esposo/padre devoto que intenta mantener la tradición en la unidad de la familia, la voluntad de un Señor que marca sus pasos y señala el camino pues "estábamos perdidos como corderos pero hemos encontrado la luz que nos guíe a casa".
Tal vez sea yo pero..., la ínfima investigación apenas da para nada, los sonmolientos diálogos no provocan expectativa de excitación, horror o pavor, las hijas tienen su seducción pero ésta no explosiona hasta su bienaventurada conclusión más un hermano que quiere cereales con la leche o comerse el dedo de la vecina, una casi irreconocible Kelly McGillis, tentación irresistible de un joven Tom Cruise en la ya mítica "Top Gun".
Tal vez sea yo pero..., la concurrida religión y ese Dios supremo como excusa de cumplimiento obligado ante la ley escrita de hermenéutica interpretación a gusto personal, no importa la repugnancia sentida, tampoco viene a ser un gran original y el supuesto remake de Jim Mickle sobre la mexicana de Jorge Michel Grau, tampoco vista, no despierta gran aliento, ni estruendo, ni sobresalto ni vigor de motivación para continuar su marcha a pesar de que es en la última cena donde se servirá el verdadero manjar.
Tal vez sea yo pero..., si quieres verdadero terror, un montón de cintas la superan; si quieres comida humana servida en mantel de lujo y plato de cinco tenedores, restaurantes de más categoría los hay a pares; si quieres adrenalina de misterio a resolver por policía afectado anímicamente , variedad a elegir y, si te gusta la acción de sustos combinada con misterio y rapidez de movimientos, mira para otro lado.
Tal vez sea yo pero..., ¿no han exagerado un poco con los halagos y alabanzas referidas a este película?
Porque si somos lo que somos, ésto no coincide con lo dicho y escrito sobre somos lo que somos, bucle gramatical más interesante que toda la narración oferida pues, seas quien seas, que sea confirmado por los demás con sinceridad y sabiduría de no ser petulancia o..., calla para siempre..., hazlo por consideración y respeto al público, hazlo por amor, hágase por la voluntad de Dios.



´71

"Cuidamos de los nuestros en el ejército", pues ¡imagínate de los otros!; sentencia de vaticinio maléfico y concluyente que abre los ojos a un joven recluta, ilusionado de su uniforme y forma de vida elegida, de destino martir recordado y venerado aún no confirmado, usado como ficha canjeable y reemplazable por ambas partes, buenos y malos, no tan decentes unos/no tan malvados los otros, en una barajada de tortilla escalofriante y al unísono donde se combinan e incluyen sólo los ingredientes selectos despojando el resto a la basura.
The Boomtown Rats tienen una canción "I don´t like mondays" que habla de un tiroteo de una escuela del estado de Georgia por un alumno a quien no le gustaba ese día de la semana; aquí, en la Belfast del 71, todo los días son lunes, un lunes que siempre acontece después de un "Domingo sangriento", menos explosiva, más rígida pero igual de mordaz y auténtica a a la cual mira con respeto, orgullo de esa recreación magnífica, franca y palpable en cada oscura y claustrofóbica callejuela de esa tirante ciudad nominada como "el vado arenoso en la desembocadura del río", dura, agónica y cruel, puro caos terrorífico, agónico y al límite donde nadie resulta ser quien dice ser sólo aquellos obreros rasos, manejados como títeres que corren el riesgo físico en su persona, con matanza del alma y su pura esencia incluida -fallezca el cuerpo o no- por unos ideales de venta patriótica, soberbia publicitada pero realidad apestada.
Porque empiezas la película esperando ese suceso accidental, o no, por el cual el novato soldado se convierte en liebre a cazar por sus perseguidores, unos 10 minutos de espera bien conformados, elaborados y proyectados que preceden al acoso apoteósico de tiro al blanco, de supervivencia extrema en tierra hostil, de coyuntura sobre cómo escapar de esa ratonera, laberinto asfixiante donde no sabes en quién confiar ni hacia dónde dirigirte sólo que, cuando ésta llega, resulta ser más un juego de estratagema, de maniobra y táctica al servicio de un conflicto bélico supervisado y controlado, toda una tensa y contaminada partida de ajedrez con su rey, alfil y torres ideando como salir airosos de la situación presentada sin perder la cabeza mientras los peones de base son movidos según necesidades y utilidades, ya sea como escudo, arma u objetivo a eliminar, más una asamblea bursátil de intereses ocultos a negociar/partida de póker para determinar el sacrificio de los corderos que un simple enfrentamiento católicos contra británicos porque, protestante o no, creyente o agnóstico va a resultar difícil digerir lo que tus ojos traicionados vieron así como la suciedad de despacho y capitanes con la que has topado.
Tras esa primera sorpresa de menos acción, gravitación y adrenalina frenética de lo esperado te acoplas a la situación y dibujas, a la vez que el aturdido y machacado protagonista, ese enredo de mapa donde quién es quién es una incógnita de descifre esperpéntico por la respuesta encontrada y donde, por momentos, te pierdes y distancias por tanta elucubración, secretismo y traición a dos bandas para reincorporarte al aparecer la desesperación, confusión y humanidad de quien sólo quiere sobrevivir a dicha pesadilla y horror encontrando, por el camino, que los previstos canallas no son tan perversos y que los honestos y virtuosos al mando de su vida y futuro son asesinos de guante blanco que nunca se ensucian las manos aunque tengan el corazón podrido.
Al igual que el virgen acorralado, estás dudoso ante su efecto provocado, ansioso por su resolución, expectante por su incredulidad, asqueado por la negociación de vidas, perplejo por el realismo vertido y no tan eclipsado ni satisfecho como la crítica de su venta había augurado; gran pericia, arte y habilidad en las angustiosas y ardientes interpretaciones, en la frialdad y hostilidad escénica, en la obsesiva militancia de ideales forjados a puñal y sangre, en la configuración del tablero donde se jugará la partida, en la destreza y talento expositivo de la verdad mancillada/la mentira como reina, en encumbrar la percepción y sensibilidad por encima de disparos y carreras, en el desconcierto de los hechos para poder etiquetar a cada uno según se esperaba, en la certeza atropellada de lo blanco no ser tan puro ni lo negro tan oscuro, un endemoniado estar todo el campo plagado de unos mareantes grises cual mina a punto de estallar si te equivocas..., todo ello con una mirada donde sientes con fuerza y vigor la ferviente lucha que tiene lugar a pie de calle, en su contacto 
persona a persona/cuerpo a cuerpo, la ferocidad de sus angustiosos sentimientos, la duda temblorosa de sus verdugos ejecutantes pero te separas y alejas de las argucias astutas y calculadas de los jefes mandamases, fidelidad sentida para los que juegan a ras de suelo, gélida y perdida sensación opaca para quienes dirigen el cotarro; aunque la narración confirma el notable reseñado, tus impresiones y vivencias no llegan tan lejos al absorber, con pasión y preocupación, al desnudo chaval de batalla y semejantes del otro lado pero no tastar con tan sentido sabor a sus gobernantes y dirigentes así como el complot que ocultan.
Una pequeña/correcta/perfilada muestra de lo mucho que dio de sí el conflicto irlandés, tantas veces reflejado con gran acierto y esmero en pantalla pero no es la mejor de ellas, te quedas con la sensación de esperar más sensaciones, valga la redundancia, furor y potencia, una inquietud, tubarción y conjoga no sólo mental, también a flor de piel con un corazón y alma que se sobresalten ante tanto estupor y desvergüenza de jugar a las damas a ver quien vive o muere, una parálisis de choque y eclipse consciente que no se percibe con la misma intensidad en tus carnes, en tu desasosiego, en tus emociones latentes.



sábado, 24 de enero de 2015

La reconstrucción

Apenas hace, dice ni ocurre nada destacable pero lo suficiente para coger con ganas y optimismo ese ínfimo pero válido mensaje de te-entiendo, se-por-lo-que-estás-pasando, vamos-a-ayudarnos que, en letra y voz más hermosa de Bebe dice "...,hoy vas a comprender que el miedo se puede romper de un sólo portazo...,hoy vas a hacer reír porque tus ojos se cansaron de ser llanto..., hoy vas a conseguir reírte hasta de ti y ver que lo has logrado"
La vergüenza separa/el dolor une y esa es, literalmente, la reconstrucción que vas a encontrar aquí, sin engaños ni promesas de venta falsa, el despertar de un sonámbulo huraño, pestilente, solitario dejado de si mismo con abandono depresivo de la vida, catarsis emocional que actúa como robot que renuncia a su humanidad y sentimientos por ser éstos tan humillantes y demoledores que mejor vivir a ciegas y no encender la luz no nos encontremos reflejados en el espejo y sea esperpéntica la imagen hallada, un visitante de nulo calor e incómoda presencia que se convierte en bote salvavidas valeroso y próspero de una nave que derriba a pique con posible hundimiento final.
Como ese desconocido, no se sabe por qué amigo de algunos, de aspecto lúgubre, mísero y desagradable que encaja perfectamente con su aspecto demacrado, distante, antipático y triste que, tras compartir una inesperada y sorprendente charla sincera, de breves minutos y parcas -aunque enormemente apreciadas- palabras cambia nuestra percepción y opinión de él, se gana tu respeto y consideración, al tiempo que el suyo propio, en esa cocción a fuego lento apenas apreciable pues habla susurrando, tan bajo y despacio que hay que agudizar el oído, centrar la vista y leer más alla de lo que muestra pues su acertijo se esconde en lo no dicho hasta ese instante decisivo donde se revela su carácter y personalidad.
Porque esto es lo que encontrarás, una primera parte indigesta, cansina, atroz anímicamente, de aislamiento ostensible y ruina comunicativa que devasta y lleva al límite tu paciencia, con una fotografía exquisita y hermosa de cortante asfixia y vasta extensión gélida, una melodía dulce y acompasada que envuelve con calidez esa frialdad de la cámara más, un portentoso y admirable Diego Peretti en un papel dramático duro de realizar, arduo 
de transmitir, en un impresionante y valeroso cambio de registro en su filmografía ya que su estilo es la comedia y el habla indiscriminada cuando, aquí, no dice más de dos palabras y su rudo y áspero porte echa para atrás a cualquiera, una sutil e íntima confesión del pecado más oculto y doloroso que, este interrogante llegado de la repentina nada a familia necesitada, esconde en su sentido y agónico interior negado más, un florecer a la primavera, un cantar al ruiseñor, un activar el alma cuyo corazón vuelve a bombear, un despertar al sonido, el movimiento y la luz dejando atrás las tinieblas, las culpas y los martilleantes remordimientos que paralizan, anulan y extinguen todo rastro de sensibilidad pues, a partir de ahí, se gana tu comprensión, tu aceptación y entendimiento de por qué era cómo era y su deje de cualquier tipo de roce y contacto humano que alterará su elegido castigo de desdén hacia su persona.
Volver a participar de una comunicación, engancharse al ritmo diario, convivir con los demás, escuchar y contestar, preocuparse y ayudar, manifestar estar vivo y para lo que se necesite, a pesar de no ser un gran guión cuyo camino y desenlace es obvio y moderado en su performance, 
una dirección discreta que vive de largos silencios que mezcla con escenas de ruido poco apetecibles incluso para el participante involuntario, mucha lentitud, parsimonia y nada a destacar con robustez y loable admiración, la verdad es que no dejas de mirar la pantalla, no dejas de prestar atención a sus secuencias y de seguir a este prototipo de neandertal, que sale de la cueva y logra energía y combustión que mueva su parada circulación, reanime la sangre de sus venas e ilumine unos ojos apagados de mirada inerte; sabes que no es un argumento notable pues no aporta nada nuevo no visto antes, la sencillez y poca amabilidad no se ganan tu entusiasmo, sabes lo poco que hay y que no habrá más, prevees la reconstrucción y su escasa aportación narrativa pero, este desaliñado, mugriento ser, protegido disfraz de quien todavía respira y vive dentro a pesar de todo el sufrimiento padecido se gana, me reitero, tu respeto, ese aprobado miramiento y justa deferencia que hace que, aunque no sea una exquisitez y transcurra, no siempre, con acertado ritmo, no lamentes haberte topado con ella y haberla escogido, elogio esquivo de difícil articulación pero sentida reseña que consiste en eliminar esa capa externa de suciedad grasienta y apreciar la belleza innata que luce tras su lavado, un confirmar lo que ya Aristóteles afirmó con rotundidad "..., el hombre es un animal social que necesita de los otros de su especie para sobrevivir", de lo demás para ser feliz.



viernes, 23 de enero de 2015

Autómata

"...eso es como decir que tú sólo eres un simio"; en muchos casos, el ser humano no queda muy lejos de ello.
Hace tiempo que circula el rumor de que van a rodar un remake de "Blade Runner", ¿te imaginas que es éste?, ¡eso si que sería una buena broma para el día de los inocentes!
Por otra parte, ¿Melanie Griffith no está demasiado joven comparada con su ya, ex marido, teniendo en cuenta que ella es mayor que él?, ¡lo que hacen los efectos especiales!, porque efectos los hay, al menos en cuanto a opiniones generalizadas sobre ella y un voluntario y obvio propósito de intento y esfuerzo; otra cosa es el resultado, y la eterna polémica que gira en torno a la cuestión de si es una buena película, dada la inversión y los medios con los que, de media -menos privilegiados aparte-, cuenta una producción española o, un fraude aburrido que copia descaradamente a la mencionada y a un poco sugestivo e inapetente, a pesar del cansino esfuerzo de Banderas -cuanto más se empeña más lagunas muestra- Will Smith mucho más efervescente y estimulante en una "Yo, Robot" que, hasta el más necio capta enseguida esa falsificación por falta de ocurrencias propias, tanto dilema y expeculación es vacuo ya que, la gran problemática es que ¡te resultará indiferente!
Que vale, excelente fotografía de grises desérticos y blanco arena mancillado, que de acuerdo, currada escenificación de la desolación humana y catástrofe futura de hecatombe con toque a un más original "Mad Max" -lo siento pero es que parece que Gabe Ibañez ¡no haya tenido una idea propia!-, que sin duda, una actor de la tierra de nombre internacional para atraer a los de casa y los de fuera -aunque ¡se olvidó de currarse unos aceptables secundarios!-, que nadie lo niega, el hombre es lo peor de este mundo y mira a dónde hemos llegado aunque, no todo está perdido pues "...la vida siempre encuentra la forma de abrirse camino" -la referencia a filmes diversos es tan enorme que ¡no acabaría de mencionarlos todos!- pero es que este aroma irrespirable de polución tóxica con protagonista depresivo por castigada melancolía y final ambivalente que deja las puertas abiertas a lo que quieras..., ¡me resulta indiferente! pues, si no se decide el director/co-guionista entre carne o pescado, con postre o sin él, ¡porque hacerlo yo!
Es seguir una historia que ya se dónde me llevará y donde, aunque mis ojos se entretengan con el respeto de esa loable inmensidad retratada con esmero, mis oídos se ausentan y distraen de una atención no ganada por su hecatombe guión, tanta interesante devastación y vasta llanuras de poca vida y ¡mi mente quiere coger el móvil y contestar el último whatsapp recibido!
Porque puedes admitir el gran logro de intento, el valor de un mérito atrevido de explorar la poco explotada ciencia ficción entre nuestra filmografía, optar por la condescendencia y decir que han sido extremadamente crueles con todo el jarrón de agua fría vertido sobre ella -y ha sido tanta agua que ¡ni el Niágara!-, que se puede ver, que la modestia es una virtud, que hay que valorar el sacrificio y ahínco, que tiene buenas intenciones con algún que otro momento bueno..., pero que te resulte indiferente que si blanco o negro, si claro u oscuro ¡es lo peor que se puede decir de una película!
La coges con ganas, sobretodo por haber sido tan machacada por casi todos, lo cual hace que tu ya predispuesto y condicionado ánimo vaya diciendo la retahíla de no-es-tan-mala, qué-exagerados, no-es-para-tanto cuya convicción optimista durará los primeros 50 minutos, a partir de ahí que le trasladen, que le deje la mujer, que se lo coma la radioactividad, que los robots se autoinmolen..., vale, ¡no es para tanto!..., ¡ves!, ¡ya lo he vuelto a hacer!
Es cierto que en cuanto a imagen tiene instantes muy logrados de aprecio consistente, de validez perceptiva sólo que, ese preciosa escena de foto artística se queda coja y vuida al ir acompañada de un argumento que vive de retales de otros y de diálogos que no son ninguna lumbrera.
La suerte de este desconocido director es que Antonio Banderas tuviera tiempo libre y dinero para financiar su idea pues, de otra forma, este relato va directo a DVD -eso si consigue llegar a realizarse-, en cambio, de esta forma tiene sitio en una cartelera que admite este producto y deja fuera joyas que no hay forma de localizar o ver.
¡Se lió la de San Quintín!, no por el valor de la película sino por el vapuleo recibido; que te valga o no es riesgo tuyo, no te pierdes gran cosa y siempre puedes. o ser benevolente al juzgarla, o ser uno más de los que la machaca, en el fondo, el resultado ¡te será indiferente!



Venganza 3

De todo lo visto, ¡me quedo con Liam Neeson jugando al golf!
Si la segunda parte ya dejaba mucho que desear, ¡no te digo ésta!
Innecesaria trilogía sacada de la manga por la suculenta taquilla donde, después de mancillar el grato recuerdo de la original, deja caer todo el peso sobre la estrella protagonista quien, por mucho que valga y lo bueno que sea, no puede hacer milagros pues ¡ésto no hay quien lo levante!
No todo es contar con el nombre de un actor de fuerza y respeto ganado, se necesita contenido que valga la pena con un mínimo de consistencia y misterio y no frases y diálogos tan poco apetecibles, motivadores y estimulantes que ¡duerman a las moscas!
Porque, incluso antes de matar a la ex, ya sabes quien es el malo y el motivo ¡no es que se lo hayan currado mucho!, porque no se puede ser más incompetente para elegir la música de acompañamiento, porque por mucha cámara que pongas para rodar las escenas de acción, en un intento de crear una vertiginosa sensación de adrenalina y furor que tape la mediocridad de lo expuesto, ésta sólo causa mareo, ardor de estómago y malestar, malestar por no poder disfrutar de lo único que se pedía, ¡buena acción!, golpes directos, persecuciones potentes, puños diestros, habilidad corporal, búsqueda interesante, sensación de peligro, rapidez de movimientos, atractivo cuerpo a cuerpo..., y no esta charlotada de poca imaginación que no da ni ¡para entretenerse con ganas!
Porque, ¡tan difícil es un argumento decente, digno y medio elaborado que quite este hastío a sosez y cansancio por falta de ingenio, ganas y trabajo!, si no tenéis ideas, tanto Olivier Megaton como Luc Beeson y Robert Mark Kamen, convocar un concurso de guionistas y dadles la oportunidad de la ocurrencia e inventiva que vosotros perdisteis ya antes, siquiera, ¡de idear este relato!; y, esta es otra porque, por momentos, vemos la deseosa y mancillada "Venganza" transformada en un "El fugitivo" que emula a Richard Gere con su querido poli a seguirle cual gato a ratón y ¡a verlas venir!, con un Forrest Whitaker de fan y mirrón que se aburre como un tonto siguiendo los pasos de su sospechoso, quien intenta demostrar su inocencia con ese manual facilón y previsible, hasta la ridiculez, de primero de acusado falso, ¡al menos Tommy Lee Jones se divertía más!, aparte de la abundancia de sentimentalismo, lloro y consejos gratuitos ¡del rincón de la abuela! que se observan por doquier, cuando tu público, quiere ver como repartes hostias ¡y ya está!..., bueno, y un poquito más.
Esperaba que todas las críticas negativas fueran equivocadas pues nunca pensé ¡me dormiría viendo a Liam Neeson en pantalla!
Mal sabor, peor recuerdo, tristeza de un deje que estropea la suculenta delicia y grata exquisitez que fue la visión de la primera, una "Venganza" que sedujo, encantó y complació a todo el personal para acabar, inexplicablemente, con este desaire de sabor agrio, gusto amargo y enfado por la incompetencia, que sufre el espectador, de sus responsables.
Si segundas partes ya no son buenas..., ¡imagina esta tercera!
Una espectacular canción de Eurythmics reza en su estribillo "..., there must be an angel playing with my heart! pero ¡a mala leche, con malicia y vicio! pues ¡menudo angelito, cómo ha destrozado la ilusión, esperanza e inocencia de tan sensible y delicado órgano!


jueves, 22 de enero de 2015

Whisplash

"Bravo por la música, que derrama lágrimas y después sonrisas despertando al amor...,bravo por la música, dama hermosa y cándida, lánguida, enigmática y a veces ciclón" todo un clásico cantado por Juan Pardo.
La magia de tocar un instrumento, el arte de crear vida de aquello que permanece inerte y apagado, cuando el placer se convierte en deseo obsesivo, la pasión transformada en locura desmedida sin control, la dificultad de graduar el talento, la inteligencia de conocer los límites, la impotencia de no alcanzar la meta, la adrenalina de superar las expectativas, el desconsuelo de no ser valorado, la admiración convertida en puñal que hiere, el abandono como descanso anímico, la inquietud perturbadora de no ser mediocre, el anhelo de ser un genio, cuando toda tu vida gira en torno a ser el mejor y te olvidas de disfrutar y saborear el camino no importa si llegues o no.
Un profesor y un alumno, sargento de hierro uno, elegido mandatario de descubrir y decidir quien vale o es rechazado, el otro desesperado chaval por un reconocimiento y ovación que le llevan a extorsionar la habilidad hermosa de la creación artística, el encanto de leer una partitura y casi matar a ese ruiseñor delicado que cree en sí mismo y conoce su valía, una relación expuesta con la exagerada tensión y abrumadora tirantez de que el dolor es imprescindible para el triunfo, que el sacrificio hasta desfallecer y que sangren las manos es requisito a pagar por los elegidos, por los grandes, por los únicos que serán recordados y pasarán a la historia discurso, por otra parte, más apetecible en el rostro y bastón inolvidable de Lydia Grant, profesora de danza y baile de la añorada "Fama".
Este cisne, no del todo negro, rítmico pasa por los pasos previstos: deseo, ansiedad, descubrimiento, alegría, trabajo, extenuación, consumición, mortificación, pérdida de la cordura, distorsión de la realidad, agresividad propia, desesperación elevada a descontrol y enfermedad..., todo ello expuesto con la sabiduría preferente de que la melodía, su dedicación y entusiasmo sean lo importante y a destacar por encima de esa noria sofocante de estímulos y vejaciones llevada al límite máximo de unos sentimientos plasmados con percepción agria y desapacible que mantienen la opresión del momento, dureza ofensiva y molesta que roza el maltrato psicológico y un atractivo masoquista de observar como se desvirga la pureza y se distorsiona un sano objetivo elevado a cima gloriosa que conquistar.
Preferentemente prefiero el estilo de "Once" con más oportunidad y gracia para apreciar y degustar el amor y pasión por este delicioso arte, palpable sencillez sin tanto giro mareante de señuelo motivador; aquí se reconoce el loable y soberbio trabajo de J.K. Simmons como martirizante educador que tiene el privilegio y la potestad de ver y encontrar al nuevo Hendrix de la batería en el presente/exquisito futuro por delante, despiadado y cruel por momentos/el más leal apoyo animador en otros, necesario y orgulloso ogro que sólo deja ver su amabilidad si te ganas su respeto y admiración, un elogio arduo de conseguir sólo al alcance de unos pocos dispuestos a dejarse la piel, el corazón y la razón por la cual luchara fervientemente, como un loco poseso, un genial y meritorio Miles Teller que representa la inocencia de amar tu arte llevado al algotamiento de destruirlo y odiarlo, desmadre psíquico de herida física y aborrecimiento mental donde todo tu estimable coraje e ilusión querida es vapuleada por el aprecio equivocado de buscar el halago y alabanza de los demás y olvidar el tuyo.
Se trata de acústica -bombo, platillos y palillos-, lo cual puede retrotraer la adicción completa por esta carrera frenética sin normas, barreras por doquier y una distorsionada exigencia por parte de una audiencia que reconoce, aplaude y admite su logro y valor pero no logra alcanzar ni sentir la suculenta gloria vendida aunque, sin duda, provocará la delicia de aquellos que adoran dicha sección de una orquesta.
Se excede en las enseñanzas del tutor-maestro, en las lecciones agónicas de martirio humillante, más dispuesta la parte relativa a la persuasión por el sonido, la armonía y la sensibilidad de aspirar ese aroma de quien vive por y para la música, se deja sin apenas desarrollo la dictatorial renuncia a una vida personal por la devoción a la profesión escogida y no se profundiza apenas en la relación paterno-filial y las secuelas de un progenitor cuya imagen es reflejo de fracaso en su pretendido estrellato.
Se disfruta, padece y mantiene tu interés, unas veces con sabor agradable, la mayoría de gusto desapacible y desabrido por la barbarie insinuada de que sólo con suplicio, tormentos y humillación se triunfa, película válida, más excepcional y lustrosa para amantes de este instrumento que roza el peligro de sobrepasar el umbral de la opresión admitida y colapsar toda la labor exhibida.
Vives los acontecimientos, valoras el resultado, reconoces el esfuerzo pero, este estilo militar de machaque, voces en grito, insultos, competencia insana y enfrentamientos los unos con los otros como que ¡lo disfruté mas con Clint Eastwood y sus maniobras a campo abierto!, tanto ardor tapa un poco la magnificencia de este arte, su encanto exquisito y su degustación suprema; me reitero, prefiero el amor incondicional y altruista de John Carney, en su obra maestra, a esta severidad reinante que azota sin piedad ni esmero, admito el valeroso trabajo de todos los participantes pero encuentro mayor goce en el otro enfoque.
Este Amadeus que tiene que bajar a los infiernos para conseguir entrada al codiciado cielo tampoco satisface tanto, se tiende a premiar y valorar con excesiva generosidad la pena, el calvario, los traumas y la tragedia.