jueves, 15 de enero de 2015

Gato negro

"Acá no pasa nada, Claudio", gran verdad que asfixia la seguida y consumo de una historia que tarda en arrancar y cuesta disfrutarla, escasa y limitada performance que no alcanza gran gloria ni un deslumbre apasionante durante la mayor parte de su recorrido.
Dicen que la infancia marca para siempre, que las vivencias felices o amargas experimentadas durante dicho periodo te acompañan de por vida certificando tu comportamiento y obsesiones del futuro, que somos lo vivido y sufrido en el pasado/firme posibilidad de arrastre en el futuro; en este caso, un "...,vos no sabéis lo que es no tener nada" guía los pasos lentos y apagados, en un principio, más apetecibles y sagaces cuando coge forma, aunque nada que quite el sueño o despierte de tu letargo, de un frenético niño abandonado de sentimiento y famélico de cuerpo, adulto de resquemor sentido, amargo en sus emociones y de resentimiento no superado que adquiere poder, dinero y posición en el arte del tejemaneje y business más, un "usted es un equilibrista y su circo está cada vez más famoso", como primera amenaza visible y esperable en la subida a la cima para tocar el cielo tan deseado y, previsible derrumbe y estrellado cuando más alta es ésta.
Las deudas se devuelven y los rencores matan, rencillas acumuladas que se revuelven y fantasmas del pasado de aparición inesperada, una carrera de la nada al todo para volver a la destrucción, sin piedad ni consuelo, del vacío ya vivido, todo es válido para mantenerse y escapar del regreso de donde se vino sólo que, de las dos horas ofertadas, sólo son interesantes 40 minutos de la misma donde la desgracia, pena y locura hacen aparición tras el desenfreno y la mala praxis de sus actos.
"..., y por fin el  patito, contento, encontró su familia y, a partir de ese día, lo iban a querer y cuidar por siempre", fábula final de remate de un cuento no muy agraciado sobre la escalada a lo más alto y su caída en picado, la historia de este obsesivo y feroz superviviente, desde su niñez de penurias en Tucumán hasta el hombre próspero de negocios envuelto en asuntos sucios no convence, ni anima, suspira o causa gran conmoción ni alarde afectivo de afinidad o simpatía, grandes carencias en su puesta de largo y obvia escasez en su intento de abarcar más de lo que podía pues, el aburrimiento y la desconexión deambulan cual espíritu de losa pesada ante un argumento loable en su empeño aunque austero en su práctica de mira pobre.
El guión no seduce, los personajes no destacan y hay demasiada nimiedad y sosiego para narrar la hazaña de una existencia rota ya antes de sus inicios, Gastón Gallo no ostenta demasiada habilidad ni maestría para plasmar con eficacia visual y eficiencia auditiva un relato que se apaga lentamente al poco de rodar y q se suicida el sólo antes que su propio personaje, un gato negro solitario esquivo, leal consigo mismo que nadie consigue querer, que ronronea sin descanso, maulla sin piedad pero nunca encuentra la fuerza, garra y sagacidad para ser deseado y amado más allá del corto y breve tiempo que duran sus caricias pues, a la mínima se revuelve y escapa para así volver a perder su hilo y atractivo.
"Vuelve, a casa vuelve, por Navidad" dicen un eslogan publicitario, sólo que aquí es una existencia que retorna, se repliega y no sale de si misma, solitaria, esquiva, leal consigo misma que nadie consigue querer.



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