jueves, 8 de enero de 2015

Fermín

"El tango es caminar y abrazar"
Película argentina que tiene de protagonista a un enfermo anciano recluido en un psiquiátrico que sólo se expresa a través de frases de canciones de tango, que enlaza con escenas de su pasado para componer su frustración del presente y de su divino amor hacia su obsesiva pasión sufriente, que se remueve en vicioso círculo de tres eternos amigos y una amistad puesta a prueba por el deseo celoso de una mujer no correspondida y que despierta la curiosidad de un alclado y estático médico que, en el afán de realizar bien su trabajo, descubre este baile que habla sin palabras, que emociona sin voz, que se comunica con los pasos suntuosos de unidad y simetría para con la pareja y que es poesía en movimiento de precisión hermosa y técnica hechizadora que suspira con el alma y corta el aire a cada avance majestuoso y elegante de su gustosa mirada, danza sensual y pasional con pareja abrazada que propone una relación afectiva cuerpo a cuerpo, un delicado y exquisito acto de amor de expresión a flor de piel, manos entrelazadas, pies que se rozan pero no tocan y una seductora cadera que se mueve y desliza a ritmo de gloria celestial alcanzada y donde sobran las palabras y manda el arte de un espíritu ardiente de corazón en plena ebullición.
Argentina/cháchara/tango..., ¡más vale que la unión sea perfecta!, deliciosa y de efecto fructífero aunque, ya se sabe, en casa del herrero ¡cuchillo de pala! y, en esta ocasión..., buen empeño, mucho carisma, generosas intenciones, entrañable ternura y calidez en el ambiente y delicadeza de buena fe en las formas y el propósito pero, su mayor y único atractivo es la presencia de un grande de la pantalla y los escenarios, Héctor Alterio, y una pretendida muestra de las habilidades de este bello baile mientras se cuentan historias del ayer y hoy que endulzan pero no colman, rellenan pero no sacian, entretiene modestamente con obvias carencias de un guión flojo que no pretende abordar con profundidad su proyecto, sólo ofrecer un bosquejo de intenciones gratas y amenas en un argumento que se conforma con estar y no ser.
Si te gusta esta modalidad artística, tendrás oportunidad de distraer tu vista con escenas logradas de placer medio, respecto los personajes, éstos deambulan como títeres, aún no parejos, a la espera de mover unos hilos que Hernán Findling y Oliver Kolker no manejan con demasiada originalidad ni hábil inventiva, un desarrollo común, acogedor, dulce y encantador de final de rencillas, superación de tormentos, cura de heridas y un despertar del nido del cuco llano, compasivo, recatado y escueto, sin grandes miras ni más opción que encantar al personal y gustar en términos generales.
"Después de tanta desilusión, no me convence ninguna frase de amistad", sentimiento emocional con peligro de amanecer y surgir ante tanto oportunidad dormida pues, ¡ay fermín!, que debo hacer uso de mi condescencia peyorativa para apaciguar esa verdad remilgada que me cuenta que haces uso minorista de tus capacidades, que me susurra que este baile que te marcas es tan pobre y escaso que vale para novatos principiantes cuyo corazón pone más de su propia voluntad que de otra parte, vale como recreo tenue de tentempié ocasional pero, no busques encantamiento ni embrujo en este trivial cuento pues, nunca pretendió aprender a bailar tanto con maestría y precisión, se conformó con ir a unas cuantas clases y a observar como lo practicaban los verdaderos artífices de esta legendaria maestría, planchazo que se aplana y esquiva si te conformas, tú también, con ser el que mira junto al primer contratado que mira, ya que " la parte contratante de la primera parte será considerada la parte contratante de la primera parte..." y, de ahí, ni salimos ni avanzamos.
Complaciente en su buscada moderación pero, no exigua ni exigente consigo mismo aunque, creo que es más mi corazón no principiante, pero si inocente, que se encandila en expresar su buena voluntad y fe que otra cosa.



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