domingo, 30 de noviembre de 2014

In secret

Una película sin alma ni corazón se convierte en una sucesión de imágenes sin sentimiento que te cuentan una historia que nunca logras hacer tuya, de la que no participas, la que observas y oyes desde una lejanía emocional que anula cualquier posible fascinación por ella y rompe toda posibilidad de empatía, conexión y disfrute pasional hacia la misma.
Y esta película es el típico ejemplo de ello, correcta en la narración y en la interpretaciones, con una cuidada fotografía y una esmerada ambientación, todo ello sobre la base de una relato de época donde el sueño de la libertad de un matrimonio forzoso a través del asesinato para yacer de locura y frenesí junto al ardiente amante deseado se convierte en una cárcel insoportable de conciencia agónica que arrincona y maltrata a los verdugos hasta hacerlos desfallecer y transforma ese idílico y ferviente amor incondicional en odio, asco y repugnancia sobre uno mismo y su tan perseguido y devoto nuevo marido pero..., que simplemente no funciona.
Charlie Stratton cuenta con todos los ingredientes necesarios para realizar un ejercicio soberbio de seducción, frenesí, energía, emoción, con el atractivo juego de la mala conciencia, de los pesados remordimientos, de unos horribles pensamientos llevados a la práctica, la terrorífica sentida verdad de una realidad cumplida, la pesadilla de una lujuriosa fantasía que toma forma y se convierte en martirio insoportable con el que vivir pero..., falla.
La fuerza y trayectoria de la obra de Émile Zola debilitada en su formato de pantalla, pérdida incomprensible en una conversión que es fiel a la letra pero se olvida de su espíritu, de su carisma, de plasmar con potencia y carácter las ansiosas, desesperadas y furtivas sensaciones que mueven a los personajes, un descubrimiento del placer muy apagado y descafeinado, soso e infructuoso combinado con un infierno moral y ético más logrado pero que no mejora un resultado que se queda en 
ensayo no perfeccionado ni encumbrado cuya performance no motiva ni fascina, orquesta que actua de memoria sin lograr levantar expectación en el público o un entusiasmo llamativo, sólo un moderado observar y seguir uno pasos que tampoco sorprenden pues son un clásico dentro del género en el cual se mueve.
Saber tocar un instrumento no es sólo pulsar las notas en el orden adecuado, no si quieres la implicación e ilusión de la audiencia expectante, transmitir la esencia y vivencia de la historia narrada es mucho más que combinar los ingredientes de manera oportuna, es sentir-palpar-vibrar con cada suspiro y aliento, no recitar el texto sin excitar al oyente por mucho esfuerzo, esmero y dedicación que se tenga por parte de todos los implicados; algo falla ante tan enorme y garrafal distancia que provoca una desconexión anímica no compensada con la percepción visual que, sí, muy lograda y conseguida pero cojea de lo más importante, de haber perdido su sustancia y comunicación sensitiva por el camino, olvido que recae sobre el pobre y nimio recuerdo que deja en la memoria del espectador.
"In secret" está lo que pudo haber sido y no fue, "vox populi" es el lamento de su rendimiento pues ofrece alicientes certeros para un logro más consistente, sombra alargada que no encuentra su redil por mucho que lo intente y, empeño hay, sólo que no le sacas apenas jugo.
Sensación de tristeza, no por los hechos vistos sino por la amarga decepción y sensación dejada.



El corredor del laberinto

Iba bien la cosa hasta que he visto al penitente, esa triste araña mutante de hierro y pilas que tienen la osadía de comparar con la magistral ¡"Mosca"!,¡por Dios, que atrevimiento más banal, gratuito y vago!
El planteamiento empieza bien, buena esperanza de un laberinto que cause motivación e interés, fondo suculento que estimule y provoque expectación, después viene la cutrez asesina y..., como que baja su listón pero, bueno, siempre está la espera de la resolución, su ansiado por qué que puede arreglar y redondear todo desaguisado o estropear el guiso excelente hasta el momento preparado y, uummmm, ¿la verdad?, no convence mucho esa engañosa explicación apocalíptica y aniquiladora de ser los elegidos para salvar al mundo, encubierta de planes de juego perverso y prueba tortuosa del ser humano abrá-que-esperar-a-la-siguiente-entrega.
El reparto de los papeles..., previsto cliché que encuentras en todo grupo de recriminados, sometidos, exiliados, supervivientes, oprimidos etc, etc, etc, sólo hay que coger el manual de uso y confección de cualquier saga o serie, en la actualidad, copiados hasta la saciedad por un merchandising que parece no querer poner el freno todavía -la época de explotación de los superhéroes y cómics, por ejemplo, ya pasó- y, ya está, continuamos..., efectos especiales y recreación de otro mundo..., pieza clave importante donde no se suele fallar, por poca imaginación y habilidad que se tenga, dado los recursos técnicos al servicio y aquí, tienen un buen pase, continuamos..., actores jóvenes desconocidos..., parte de la misma imitada teoría y 
un acierto y gratitud que permite centrarse en la historia y guión y..., ¡ya no continuamos!, porque éste es el centro neurológico de todo el entramado, porque como no funcione el relato..., ¡a la porra!, con perdón, todo lo demás, a la basura todo el trabajo realizado por muy meritorio y currado que éste sea y..., ¡tachán!, tampoco es para tanto dada la aglomeración de blockbusters del mismo tipo que inundan la cartelera hoy en día pues, empieza a buen ritmo, se mantiene un tiempo la intriga pero, poco a poco, toda su emoción y seappeal ceden ante un simple correr y correr y más correr que, intenta arreglarse al final con un halo de misterio que no succiona en demasía creando 
expectación ante su próxima seguida, es decir, entretiene, sirve de ocio y esparcimiento, no es la mejor ni la peor de su género, su semáforo dictamen se mueve, fundamentalmente, entre el amarillo intermitente, con más de algún escarceo al aprobado verde y poco rojos supensos lo cual deja un aprobado válido o mustia según lo que esperarás encontrar, verla no será un gran sacrificio, dejar de hacerlo no será ningún placer perdido, tanto monta-monta tanto, la decisión no es complicada, que sí..., no te arrepentirás, que no..., tampoco lo lamentarás aunque, cuando algo ni blanco ni negro, ni diestro ni inesperto, ¿qué es?, ¡una más del montón!



The zero theorem

"...y entonces para qué nada, para qué tiene sentido todo esto?"
Escoges la película, director Terry Gilliam, cuyo nombre te retrotrae a "Brazil", donde una mosca cambia el rumbo del destino programado, a "Doce monos" donde, quien no se acuerde de ella mejor que no siga leyendo y, a "Tideland" donde, una niña crea su propio universo de imaginación, fantasía y ficción ante la pobreza y sequedad emocional que le rodean y, ¡allá vamos!,empieza la magia y..., aparece ante ti un circo mediático de personajes estrambóticos de todas las formas posibles, alucine desbarrado sobre inundado despropósito sin freno y un acelerómetro colorido, ruidoso y estridente que no tiene límites, payasos excéntricos de todas las apariencias, desfachatez de personajes llamativos que inundan la pantalla con bombardeos de mensajes atronadores de sentido sólo para el artífice de su creación que aturden tu mente, molestan a tu vista y ofenden a tus oídos, un no parar de fotogramas mareantes de cavilación absurda sin mayor propósito que la alarma visual, el estallido sonoro y el valeroso escepticismo propio de no abandonar con la esperanza de que, al titular de todo este teatrillo barato e insustancial, se le haya iluminado la 
bombilla a medio camino y de muestras de lo que sabe hacer y que, en el pasado, sin duda, hizo de modo que, ¡adelante mis valientes!, ¡no devolváis la entrada de tan cutre espectáculo y abrir vuestras mentes al verdadero sentido de la vida y al por qué de nuestra presencia aquí!. porque a ello se limita todo lo que sigue a tan disparate grotesco de comienzo, un dejar caer preguntas filosóficas, dudas trascendentales, alegorías existenciales metafísicas de gran pureza subliminal sobre el caos ordenado, el orden caótico, el todo en la nada y la nada que lo es todo y lleva a la nada, vaguería pensativa de la tienda de todo a un euro, reflexión absurda de rebaja en la tienda de los chinos, honda-atroz-mustia, por exceso de condimento, meditación sobre la vida que, puedes evitar con ¡la bola mágica 8!, a la cual le preguntas cualquier cosa y te ahorra la pérdida de 
tiempo de una decisión futurista que ella te ofrece sin tanta divagación, aquí, nuestro angosto y maniático protagonista, espera dicha ansiosa respuesta por ¡teléfono cableado!, porque, se ve que en este futuro fantástico de recreación soporífera, la tecnología es tan espectacular y deslumbrante que ¡desaparece el móvil y vuelve el auricular alámbrico de toda la vida!, ¡y yo que tiré el mío a la basura!
Conforme rueda el anómalo y ridículo mercadillo ambulante de todo a la venta-nada recatado se guarda en el almacén y que esconde un tampoco-tengo-nada-que-valga-la-pena, vas intuyendo breves apuntes de lo que quiere expresar, observando pequeñas gotas de lo que pretende insinuar y el esquivo camino que desea marcar pero, está tan rodeado de bromas bananeras, palabrería chavista, chistes fanfarrones de gracia no encontrada y vistosidad chabacana que, se pierde sin causar apenas efecto más allá de una estrafalaria suplantación del mejor espíritu kantiano que huele a licorería mercenaria de una tarde de resaca de indeseables consecuencias para el ingrato recuerdo y un, más que deseable, imposible olvido pues, tanto maquillaje, chapa y pintura no ocultan la evidencia de que..., la mona, aunque se vista de seda, ¡mona se queda!



sábado, 29 de noviembre de 2014

Paris-Manhattan

¿Qué se necesita para que te inspire una película a la hora de escribir sobre ella, para disfrutar durante todo su recorrido y que la rebaja de las perspectivas y de lo esperado por la misma no sea norma no escrita para evitar esa desilusión y desgana obvias, que admites, si no te dejas llevar por la gratitud compasiva?
¿Qué hay que hacer para salir satisfecho y complacido de una comedia romántica donde tus esperanzas de reír se anulan al transcurrir los minutos y tus ilusiones de amor deben conformarse con una pareja poco creíble que apenas alienta suspiro alguno y ni siquiera consigue que quieras empezar a soñar con volar y ser la protagonista de tan banal cuento?
Porque, estás viéndola y, aún con todas tus ganas, benevolencia y generosidad, ¡tu corazón apenas bombea para seguir respirando y poco más!
¿Qué le pasa a Sophie Lellouche que cuenta con un inicio perfecto, alentador e inspirador, con música adorable de encanto enternecedor, con una mujer estupenda de protagonista que, aún así, ¡busca amor en vez de sexo! -como diría el titular de referencia de todo el filme-, un aceptable hombre enamorado invisible a sus ojos que da margen para un buen relato, secundarios frescos y alegres de ligereza y jovialidad anímica en su relleno, un póster prestado del mejor Woody Allen del principio de su filmografía y al que pide prestadas frases, diálogos, su característico estilo, ambiente y aroma exclusivo y que hace acto de presencia, en alma o cuerpo, en todos los fotogramas y, aún así, nada de nada que no sea resignarse y poco más?
¡Y, aún así, no consigue ni acercarse a su espíritu, esencia ni a su delirio o frenesí alocado que te hace adorar, querer y venerar los personajes por su atropello, locura y desmadre emocional de vida sin pausa! 
En "Buscando a Eric" Ken Loach conseguía emocionar, sonreír, sufrir, llorar y volver locos de euforia a sus espectadores con un cartero en plena crisis existencia que recibía consejos de su ídolo Cantona; aquí, aún contando con el buen hacer de sus participantes, las iniciales aspiraciones no logradas de su guión y las buenas intenciones de su dirección, no hay mucho entusiasmo ni carisma ni deseo que realizar pues, falta solidez y consistencia en unos personajes que desfilan cual títeres destartalados a un ritmo frenético sin-ton-ni-son.
"Las cosas no se dicen, se hacen porque al hacerlas, se dicen solas", parafraseando al venerado director que ya podría tomar nota la presente directora que tiene la osadía de utilizar el clásico y premiado Manhattan como co-título de su historia y, dando por sentado que conoce y ha visto dicha película, ¿qué intenta presentar, decir, insinuar o dar a entender? 
¿Qué en su nimiedad pobre parisina hay una conexión con el fabuloso y excéntrico protagonista de 71 años que se enamora de la novia de su amigo a pesar de tener una jovencita propia y odiar a su ex?
Podría decirte que sirve para un rato breve de escarceo y pasatiempo fugaz, que su corta duración es ideal para observar sin absorber, digerir rápidamente sin efectos secundarios que te hagan pensar mucho, digna mención a la simpleza de tesitura liviana para pasar prontamente, sin rencor ni remordimiento, a otra cosa pero..., una empieza a estar harta de tanta comedia romántica -rótulo que sirve para cualquier filme ¡visto lo visto!-, de versión sobrante, de tan poca consistencia en el contenido, de tan poca garra y atrevimiento en las ideas, de tan poca originalidad en las formas, de tanta escasez en lo ofrecido, de tanta falta de talento, sorpresa, sobriedad, estilo, carácter, método, personalidad y, en general, algo válido que contar que no sea más de lo mismo pero en formato peor porque, ya llegados a este punto y como espectador, ¡conformarse es un insulto!



viernes, 28 de noviembre de 2014

The rover

"Sentir es mejor que pensar, sentir es mejorrr...", reza lo nuevo de Manolo García; ¡deseo inalcanzado en esta ocasión!
Una cautivadora e inmensa fotografía que golpea a la persona y fascina el alma, podredumbre, miseria, desesperación y la ley del más fuerte imperan en una tierra ahogada, hiriente y mugrienta donde se sobrevive a base de lucha individual, de enfrentamiento directo, de guerra suicida particular, imagen soporífera de la degradación, decadencia y nulidad de la vida, extremismo en unos personajes devastados, hipnóticos, inquietantes en su salvajismo, sonámbulos en su mirada gélida donde ya no se siente nada, lúgubre soledad inhóspita donde la crudeza y ruda realidad imponen un vaciado emocional de angustia perenne por la brutalidad y violencia escondida que llama ardiente a las puertas para estallar y hacerse la dueña de lo que un día fue humanidad, ahora ausencia de toda socialización o afinidad para con el semejante.
"Estoy buscando un coche con tres personas en él ¿lo has visto?", motor de arranque de la aniquilación perversa de quien está muerto, podrido y seco por dentro y le han robado su única posesión, ciego obsesivo de carente comunicación más allá de monosílabos que tiene un destino y un propósito, parálisis sensitiva que apenas emerge para acoger a ese ser indifenso e impotente, de limitada capacidad mental, abandonado a su suerte y que todavía no ha aprendido a defenderse, a ser fuerte y luchar como el protagonista.
Buenas interpretaciones y una empatía evidente ante la cámara para un espléndido Guy Pearce que pronuncia cuatro frases en toda la película -y dos de ellas ¡repetidas!- y un esmerado Robert Pattinson que sigue en su cruzada de dejar atrás la sombra vampiresa de su gran éxito para un argumento escaso de guión fallido en su progresión que se apoya en su vivencia de la angustiosa visión, del escenario espeluznante, de la acción hermética sin explicación, un deambular inerte de muerte y destrucción, violencia sin freno ni stop en una persecución catatónica de somnifera percepción pero que deja a sus personajes cojeando en su contenido, insatisfacción de faltar a un remate que contente la compenetración buscada pues son utilizados en la fúnebre caseta de la feria como tiro al blanco al servicio de la locura del titular del vehículo desaparecido sin más, sin acordarse de involucrar al espectador en tan macabro espectáculo.
Analizando sus elementos y partes por separado le das una buena nota, gran percepción cognitiva en su análisis detallado, en cambio, su conjunto es arduo, pesado y angosto, un perseguir-disparar-buscar-disparar-esperar-disparar para volver a perseguir-disparar hasta hallar y..., disparar, caza despiadada, sin motivación ni atrape, por falta de conocimiento de unos personajes por los que pasas por encima sin profundizar en ellos, sólo un único y breve monólogo del director de la venganza da esperanzas e información de su dolor y aptitud que, pronto se interrumpe para volver a la pared de hielo que ni logra transmitir apenas nada ni estoy segura que lo pretenda, simbiosis desesperante que nunca llega por mucho empeño que pongas en seguir, entender, conocer a este mártir de pistola en mano, cerebro cerrado y sensibilidad muerta hasta que la injusticia se ceba con el débil protegido y un estallido anímico recorre toda su piel aunque, para entonces, estás tan ausente, distante y dormido como este corredor compulsivo durante toda su trayectoria.
Desgana mercantil de transacción nula y sequedad inventiva de ideas, sinceridad expresiva de inapetencia a la hora de escribir pues no se percibe apenas estímulo que te haga desearlo; aburrida e ingrata en su visión a pesar del meritorio trabajo y esfuerzo de todos los participantes y de su perceptiva técnica lograda y, la comparación con relatos de McCarthey sobre pues está lejos de la fuerza, carisma e intensidad del mencionado y particular autor; se acerca pero ni le roza ni le hace sombra.



jueves, 27 de noviembre de 2014

Un golpe brillante

En su momento, concretamente finales de los 50/principios de los 60, Rock Hudson y Doris Day protagonizaron tres películas donde la chispa, afinidad y encanto de la pareja les llevó a ser nominados como representantes de la comedia romántica por excelencia; en esta ocasión, Emma Thompson y Pierce Brosman, rezuman dichas propiedades a simple vista, desprenden gracia, salero y una conexión y empatía muy sugerente y confortable de cara al público sólo que, se quedan lejos de alcanzar la nominación de los ilustres mencionados por una argumento débil e insustancial de guión infantil que sólo demanda de ellos escenas bobas de atropello banal, muchas tonterías, nimiedades, una tras otra, donde se pierde la oportunidad de explotar lo que esta deliciosa pareja avenida podría llegar a ofrecer.
Está bien, como actor/actriz, escoger un relato para relajarse, divertirse y reírse de uno mismo, especialmente cuando tu seguridad personal como intérprete de sobrada carrera conocida te lo permite, está bien ese desahogo que se obtiene de una comedia ligera, sencilla, breve, predecible, sin complicaciones ni sorpresas, simpática en la que puedes relajarte ante su simpleza, explayarte a lo grande ante su gesticulación exagerada, divertirte moderadamente y disfrutar con suavidad de las correrías absurdas medio entretenidas de este dúo protagonista, perdonar con amabilidad la escasez que ofrece su historia y pasar por alto evidencias y carencias obvias que tratándose de otros actores no dudarías en manifestar con queja razonable sólo que, ya puestos, un poco más de dedicación, trabajo y consistencia correlativa en la base del texto que mueve toda esta charlotada hubiera permitido encontrar una delicia, sorpresa de tesoro por las posibilidades que desprenden ambos en su unión inesperada.
Jim Carrey y Téa Leoni ya repitieron el mismo argumento, ahora expuesto desde la tierna y achacosa jubilación de dos encantadores divorciados de cuerpos doloridos, Pierce haciendo adulación de su porte elegante, Emma con libertad total para todas las excentricidades de las que siempre hace gala, reforzados por unos secundarios de larga experiencia que animan la fiesta al compás de las locuras permitidas a los cabecillas, una fotografía de venta turística sobre la belleza de la tierra del amor y ambientada con música bailable de marcha acelerada para amenizar tan querido despropósito.
Que sí, es bonita, alegre, válida como esparcimiento sencillo sin grandes pretensiones pero, deja un pequeño sabor amargo de lo que pudo haber sido y lo poco con lo que se conformaron, añoranza de perder la oportunidad de sacar todo el jugo posible de la interactuación de estos geniales veteranos; se han limitado a jugar a saltar en un charco cuando tenían a su disposición poder haber nadado en el mar entero, quedarse en un tentempié que mata el hambre pero que no sacia lo que una suculenta comida al alcance posible consigue, refrescarse en la ducha del hotel de vacaciones en lugar de ir de vacaciones y dejarse empapar por el frescor que desprenden las maravillosas vistas de las cataratas del Niágara y ese rocío espléndido que inmuta y te deja sin palabras aunque, al final, todo depende de la compañía y, aquí, la compañía es grata, por eso se les disculpa.
Jugar a la Oca, tiro porque me toca y haber qué sale y por dónde divago, está bien pero...., sabe a poco.



miércoles, 26 de noviembre de 2014

El tiempo de los amantes

"¿Por qué me sigues? No te he seguido..., te busqué y te encontré"
Cuando necesitas un descanso de la locura de ti misma, del atropello de tu vida, de todo el asfixiante agobio que te rodea, de la incesante incertidumbre, de la pesada duda, del fatídico descontento, detención del tiempo apresurado para respirar -parada necesaria para bajarse de la expiral rodante de la existencia creada- nada mejor que desinhibirse de las penas con un dulce capricho, con un extraño con el que intercambias tímidas y provocadoras miradas, con el que atreverse a volver a ser libre, sin cargas, sin historia, sin remordimientos, un breve descanso inofensivo que se complica al no controlar las emociones sentidas, los sentimientos vertidos pues lo que empieza como refugio temporal para no volver a casa termina siendo una gran tentación de creación de una vida que sustituya un presente arduo, complicado, lleno de miedos e interrogantes por su posible continuación o cancelación de la misma.
Emmanuelle Devos es toda la película, su madura presencia de espíritu pueril y cándido, su observación cautivadora y serena te atrapa, seduce y llena de curiosidad por entender un proceder infantil de comportamiento ingenuo que no sabes dónde va ni qué procura, una evolución lenta, delicada y elegante, a la vez que firme, de un día de nuestra protagonista donde se toma la osadía de renegar de su rutina y vivir un pequeño romance con un estupefacto, estático, seco e insustancial en sus acometidas, Gabriel Byrne, cuya presencia se limita a verlas venir, a dejarse llevar por los planes inexistentes de una compañera de tren que altera toda su tranquilidad existente y recoger los frutos imprevistos de lo que, a todas luces, parece ser algo más que un affaire inoportuno pues, esta persecución y acoso de la conocida del asiento de enfrente deriva en proyecto e ilusión de vida.
Es un romance extraño, ambivalente pues no cubre todas tus expectativas aunque, tampoco defrauda, toma una ruta alternativa distinta a la prevista que no anula su consistencia pues, esta doncella consigue retener tu interés y fisgoneo por escoltarla en una aventura que ni siquiera ella controla, modesta presentación de un desahogo espontáneo que se refugia en los brazos de quien le permite actuar sin cargas y con espléndida soltura en su pequeño rincón de felicidad y que abre el indeciso debate de si empezar de cero en esa oportunidad que le abre París, la ciudad del amor, o arreglar lo ya confeccionado, un mínimo aliento que recobra las luces de su breve pérdida al oír la voz de un presente que la despierta de esa ensoñación hecha realidad por escasas horas.
Existe la creencia, admitida o no, de que un inocente escarceo reaviva la llama de una relación, no muerta, pero sí en parada cardíaca, el problema es para quien es utilizado para ese necesario alivio y se queda en espera vacilante ante unas emociones que no solicitó y que perturban toda su pacífica existencia, un personaje que juega a coger lo que ve, le gusta y necesita ansiosamente sin pensar, preveer o anticipar las consecuencias de tan bello y peligroso juego.
Locura transitoria de una decisión intuitiva de volcán emocional ascendente, con aire continúo de escape y refugio de una hermosa fantasía ejecutada que complica la realidad, de inicio torpe y atolondrado que adquiere fuerza y solidez en las formas conforme avanza.
Su visión es neutra pero curiosa, indemne para un corazón que no se involucra, motivación frágil de mirada fija y constante en la pantalla por proseguir la insensatez cuerda de esta damisela en apuros que, no oferta lo esperado, pero valida lo ofrecido por la interesante demanda de atención que solicita y que otorgas gratamente.
Es sencillo y fácil seguirla en su traspiés, curiosear en su deseo y anhelo, reflexionar en su vacilación y permanecer en esa ansiedad resolutiva de presión auto impuesta, agradable sorpresa, de extrañeza suculenta y complacencia media, por la que te dejas guiar sin conocer muy bien que pretende o espera de tí. 
Simplemente, acompañala en su destartalado, perplejo e incógnito camino y ¡a ver qué obra en su intrépido día! 


martes, 25 de noviembre de 2014

Marsella

"Es importante saber por donde sopla el viento", pues aquí el viento parece soplar hacia un halago masivo a la directora, Belén Macías, por la delicadeza y miramiento, en este filme, de emociones sentidas que, prontamente, son aparcadas la verdad, y por la alabanza común hacia su protagonista, María León, en su espléndida actuación de madre coraje que lucha y no abandona.
Sinceramente, me parece todo lo leído sobre ella un poco exagerado y sobrevalorado pues le falta intensidad, garra, entusiasmo y fuerza a una historia que pasa por encima, demasiado suave, ligera y poco penetrante en un relato, se supone, traumático, agudo, reflexivo y acerbo sobre el abandono, la superación, la soledad de la decisión, la responsabilidad de la actuación, la tensión y rivalidad de dos madres , la pérdida de una hija, el encuentro de la misma, la confusión de ésta ante el cambio de hogar, la esperanza de un padre nunca conocido, el tráfico de drogas, la adicción a la mala subsistencia, la dureza de la vida en carretera, la herencia familiar no escogida..., y muchos más temas insinuados y dejados caer como si nada, como quien prepara la comida para el día de mañana.
Falta profundidad, esmero y empeño, brío y energía a la hora de abordar todo lo que plantea, más emoción, vigor y vivencia dramática pues la pasión y entrega exhibida es demasiado tenue, escasa y frágil, de comienzo muy frío y ausente, que sin duda, evoluciona hacia un mayor ímpetu y vehemencia sugerente pero, aún así, se queda pobre, un poco estéril y humilde dado el material con el que se trabaja y todos los puntos debate que pretende abordar; los personajes son un puro cliché, todo un clásico familia adoptiva-biológica, fatídico lastre de la lotería lugareña en que la vida te ha colocado, así como su previsible progreso y resolución, y la deseada rigidez y nerviosismo entre dos madres entregadas que luchan por el amor de su pequeña florece con tal tibieza y mesura que no logra dejar un sólido rastro ni huella de su marcaje emergente, solo sutileza y percepción leve de la gran apuesta que está en juego.
Más ambición, concesión, miras de alcance sobre la meta a alcanzar que no dejen la sensación de historia bonita, aceptable, bien planteada y realizada pero de ejecución liviana con una absorción que apenas logra rozar el paladar ni permite saborear su textura, este pequeño rincón emocional desplegado en plena ruta de carretera no remueve estómagos ni impresiona almas ni caldea corazones.
Visión plácida y cómoda que se aprecia, de guión válido pero no muy matizado ante las grandes opciones que tenía a su alcance y, una intérprete que evoluciona a mejor, sin duda, hasta rematar su inicio lento en explosión anímica perceptible y, muy valorada pero que cae, un poco, en saco roto ante la pobreza infértil y sequedad de su compañera de reparto y, a ambas, honestamente, las barre del mapa Eduard Fernández con sus escasos, pero siempre entregados y agradecidos, 10 minutos de aparición.
Marsella, lugar de encuentro con la figura paterna soñada, de trayectoria ascendente, aunque tráfico moderado, en la vivencia expeditiva de la relación maternal de origen y regalo, viaje de observada ebullición que no logra llegar a su punto culminante de cocción y, en general, un melodrama poco intenso dado lo escrito sobre ella y las expectativas levantadas; buena calidad de los materiales, acertada idea de proyecto pero, poco provecho del resultado obtenido pues la sólida estructura del edificio pretendido se tambalea ante la leve consistencia de la mezcla utilizada, poco arte y destreza escritora para exponer tanto dolor intuido. 


lunes, 24 de noviembre de 2014

John muere al final


¡Salsa de soja como arma mortífera de invasión alienígena silenciosa! A partir de ahí, ¡imagínate cualquier cosa!
Narrada en el mismo formato que "Entrevista con un vampiro" tiene diez minutos iniciales potentes, de intensidad atractiva y curiosidad innata por saber hacia donde deriva tanta fantasía frenética, sorpresa delirante y locura de desmadre, luego su tempo se acompasa hacia una estabilidad que aún sigue manteniendo la diversión y el entretenimiento, la desfachatez sigue picando esa morbosidad absurda y tontería de telaraña propia en la que se enreda uno mismo, voluntariamente, por conocer la siguiente banalidad cruel y vacía que se les habrá ocurrido para, hacia el final, perder parte de ese don inicial que te motivaba a seguir viéndola a pesar de estar a años luz de tus gustos cinematográficos y a pesar de no entender, muy bien, el motivo de querer acabarla.
Frikada total donde caben todo tipo de disparates e invenciones, libertad plena abierta a la imaginación más condenadamente estúpida que se les pueda antojar, ocurrencia catastrófica de plenitud de ideas, de idas y venidas del más allá, del futuro demoníaco, de hablar con muertos, ver mutantes invisibles, descifrar el código secreto de colonización de la tierra, salvar al mundo ignorante, cortar cabezas, desmembrar brazos, indigestión de insectos..., y un sin fin de desatinos de armas tomar y juerga inútil y bobalicona que consigue hacerte reír por momentos y renegar de tu cabal juicio temporalmente.
Un cachondeo de película que podrías sentarte a ver con los personajes de "Bing Bang Theory" y sentirte, por breves momentos, como ese bicho raro de gustos estrambóticos que disfruta con una memez que está aliviando ese martirio de día, un sinsentido ni propósito que, excepto a fieles adictos a este género que la juzgarán con más coherencia y lucidez, si te pilla con la disposición oportuna puede ser el amigo fanfarrón que anime la fiesta, y si ya estás en ese punto de partida, ¡imagina hacia dónde puede derivar el entusiasmo!
Si creas el ambiente oportuno y la motivación suficiente puede ser aliciente para una noche de sábado de charlotadas, burlas, nimiedades y sonrisas que recordaréis al día siguiente con frescura, alegría y alivio; si eres fanático de ellas, nada que añadir, ¡adelante!, y entra a las puertas de tu reino escogido.
Ni te se ocurra verla con enmienda de encontrar un filón no hallado hasta el presente pues sólo sirve si tu desfachatez y despropósito de ánimo están al nivel de la absurda narración contada.
La primera parte te valdrá, la segunda dependerá ya de la compañía en la que te encuentres pues, hasta ver el festival de Eurovisión puede ser una auténtica juerga de velada y jarana de celebración ¡si te lo montas bien!, y si es así..., ¿a quién le importa el resultado?
Pues lo mismo vale para ésta. 
Por cierto, ¡John muere al final!, ¿no lo sabías?; pues, en la misma sintonía, funciona el resto.
¡El que avisa no es traidor!



domingo, 23 de noviembre de 2014

Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1

Sin ajo, ni salsa, ni picante ni ¡nada que se le parezca!..., sólo una larga cháchara de guerra televisiva, de telegramas leídos, de manipulación de los medios, de objetivos al servicio de cada cual, de varietés que se mueven y bailan al compás de la música, de fotos, disfraces y mucho discurso propagandístico que resulta insípido, poco atractivo, demasiado apagado y soporífero dado el entusiasmo con el que acudes a verla y la estela de sus dos hermanas precedentes; imposible salir contento, enamorado y fascinado de tanto habla barato, vocablo de relleno para justificar dos partes que aporten más taquilla y, como entretenimiento ocasional, alguna escena de batallita que logre calmar el deseo, nunca colmado, por tanto desfile, viajecito, pensamiento y debate estratégico que, poco o nada, convence.
Desde la visión objetiva de no conocer el relato escrito en libro ni cómo continúa la saga, desde la neutralidad de mirada que juzga sin conocer el destino o desenlace del resultado, esta primera parte de la tercera entrega supone un bajón en la clara línea ascendente observada hasta el momento en las anteriores, sin acción ni intensidad ni pasión, adrenalina, miedo, pavor o sentimientos afines sólo queda un aburrido preparar el camino para la gran explosión de su venidera, un recordar el sitio de cada personaje, un memorizar cómo acabó cada uno para, a partir de ahí, mover poco las fichas de lugar, un único dar vueltas de estrella objeto que levante el ánimo, éxtasis y furor, nunca logrado, que le falta a toda la cinta.
Despedida, con mensaje en pantalla, para el siempre por siempre añorado Phillip Seymour Hoffman, la chica guerrera -Jennifer Lawrence- más sosa, nula y ausente de lo previsto, su amigo de infancia -Liam Hemsworth- de mirón doliente, la líder -Julianne Moore- de timonel poco logrado y, un repertorio de bulto que poco hace-menos satisface y que no compensa las dos horas invertidas.
Esa moda de un entrante previo antes de la gran ceremonia y el espectacular banquete como que fastidia, agota, no atrae ni seduce; que sí, todo muy formal-preciso-correcto-arreglado-preparado pero..., ¡dejémonos de rodeos y vayamos al tiroteo! 
Un catatónico pasearse por los distritos, rodar spots publicitarios, ruinas copiadas de una sede a otra, ponerse el mono de faena y dar una vuelta a ver lo que pasa por ahí, todo ello, lo dicho ¡sin ajo, ni salsa, ni picante ni nada que se le parezca!
La menos grata y placentera de todas las entregas vistas hasta ahora que es de suponer, todo lo indica, será compensado en la esperada conclusión pendiente de lo que, a todas luces, debería haber sido una única cinta, no de dos partes donde, una de ellas, no tiene el nivel de ejecución y complacencia de las anteriores.
¿Necesario como respiro explicativo antes de la gran tempestad? Puede, pero sigue sabiendo a poco lo visto, a película de transición, ¡sin más!



Shuffle

"Tengo 28 años de edad, ayer tenía 15, el día anterior a ese tenía 30, el día antes de ese tenía 8. Un día, recientemente, pasaba los 90. Todos los días me levanto con diferentes edades, en diferentes años, en diferente día de mi vida y me estoy asustando a muerte. Quiero que esto termine... ¿Puede ayudarme?"
¿Nada más leerlo no te da un subidón de adrenalina efervescente, un recuerdo sabroso a "Memento", un regocijo de curiosidad por saber que encierra tan suculento comienzo?
De modo que te lanzas a la aventura apasionante de jugar con el tiempo, de bailar en diferentes espacios para hilvanar la línea histórica de la vida rota en pedazos alternos de nuestro protagonista que se mueve en una ambientación grisácea que ¡aún mejora sus ya altas expectativas!
Sólo que conforme avanza pierde gasolina, fuelle y todos los elementos seductores que, en un principio, atraparon tu atención para convertirse en una encantadora excursión romántica que precede a su evidente desesperada ruta agónica por salvar a su amor verdadero y finaliza en un "¡Qué bello es vivir!" sobre la belleza de la existencia, sobre lo hermoso de estar vivo, perdonarse y perdonar, amar y ser amado para volver a amar de moraleja para ser aprendida.
"Cuando estás a punto de morir, toda tu vida pasa ante tus ojos", parábola regalo clave para entender esta fábula filosófica sobre cómo encontrar la felicidad, superar las vicisitudes, quererse uno mismo, bla, bla, bla con un T. J. Thyne de protagonista con evidentes carencias interpretativas en variadas escenas que se mueve entre la esperanza de algo intenso, penetrante e innovador y la ñoñería ofrecida, persecución interesante y misteriosa por saber qué pasa y la cursilería de una explicación de cuento para niños y almas puras e intactas sobre el valor de la vida y la importancia de la familia.
Navega en mares dispares hallando una conexión que sabe a arreglo bienintencionado para corazones tiernos, suavidad de memoria "happy ending" de tono dulce y entrañable similar al de Rose Dewitt Bukater recordando a su amado John Dawson en la inolvidable, pesada por sobreexplotación, Titanic, toda la fuerza-carisma atractivo-potencia de inicio se apaga, poco a poco, cual desilusión por ese deseado regalo que a resultado ser menor de los esperado, que se acepta, sirve y tiene pase pero ..., ¿dónde quedó ese lanzamiento magistral de bola veloz en jugada maestra? Porque, a portería ¡no entró!
Gol que no subió al marcador y se queda en tibieza de empate que no anula el partido ni desprecia el juego exhibido pero..., ¡que lejos del gol histórico de la mano de Dios de Maradona en el ya mítico Argentina-Inglaterra del 86 en el estadio Azteca de México que pudo haberse repetido!
De lo que iba a ser a lo que ha sido va un trecho, cotillón desinflado de burbujas vacías e interés escaso, una carta de cinco estrellas para una cena de dos tenedores que, no se lamenta pero..., Kurt Kuenne ¿qué pasó?, te se torcieron las ideas de la furia y nervio de arranque a ¡pastelón edulcorado!


sábado, 22 de noviembre de 2014

Nunca es demasiado tarde

Que nunca es demasiado tarde no siempre es cierto pues, en ocasiones, te acercas tanto al límite, al borde del acantilado que, simplemente, te caes.
Personaje arduo y pesado de seguir, más difícil de apreciar por su circular, pulcra, ordenada y angosta rutina que puede llegar a asfixiar tu esperanza de afinidad, tus ansias de gusto, tu deseo de acogida de una subsistencia austera y meticulosa, ejecutada con detallada precisión, practicidad y armonía estéril en una sombra de vida cuya existencia guarda un gran respeto, delicadeza y sentida dignidad por las vidas de quienes hoy son olvidados-algún día fueron queridos, una bienvenida seca, monótona y lenta de abrazo tibio y moderado en su infértil intensidad para una persona vacía de relaciones con los vivos pero llena de cariño, compasión, consideración y sentimiento por los ya desaparecidos-a nadie importados, sutil evolución de percepción tenue cuya vivencia, cuando apenas empieza a rodar y evolucionar hacia puerto deseado, la crueldad irónica de una vida que se ríe y ceba con él le estalla en sus manos relegando todo su ser al lugar tan temido y ausente de donde procedía, la pesadilla hecha realidad a pesar del esfuerzo emocional y humano realizado para salir de esa concha protectora a salvo de las inestables e incontrolables relaciones humanas, la superación de 
un no sentir, que era mejor que el atropello caótico de las emociones, que camina con decisión hacia un atreverse a respirar en compañía y compartir el espacio para volver forzado, sin voluntad propia, al habitáculo pequeño y cerrado donde la comodidad y seguridad de su única pertenencia lo impregnaba todo, absorbía toda su esencia y toda su posibilidad de ser.
Uberto Pasolini solicita paciencia y tiempo por tu parte, demanda tranquilidad sin precipitación para un personaje frío, áspero y distante en su inicio, que sin ruido y calladamente empieza su andadura hacia la sobriedad de un vivir con posibilidad de futuro y cuyo repentino mordaz desenlace te pilla medio dormido-medio estancado-medio ilusionado por oír, por fin, la voz de este lúgubre espíritu andante en una conversación de más de dos palabras seguidas, ritmo soporífero que se ve aligerando suavemente, sin prisas pero con firme paso, y que llega a su destino previsto no importa qué se haga o cómo se evite su recorrido pues tú no eliges la ceremonia ni cuándo ésta comienza.
La soledad elegida como ley de vida, santo patrón que un día despierta de su somnolencia y tiene la osadía de relacionarse y convivir con el resto de los mortales, la ley moral no escrita, pero tan predicada, de dar para recibir nunca fue de tan falsa reciprocidad e injusta ejecución, el intento de escape de la prisión anímica de Alcatraz nunca fue tan infructuoso y devastador para el dueño de tan mísera existencia, cuya vigente mortalidad no está en sus manos por mucho que corra y acelere al encontrar el valor y coraje para salir de esa morada de catatónico andar martilleante para el protagonista y, el espectador, quien debe reducir su anhelo de visión al compás mortecino y precavido de este supermán silencioso que lucha en una batalla dura contra si mismo y sus miedos.
Reserva energía para este Mr. Bean sin gracia pero mucho dolor y anhelo escondido, mantén el carisma y no abandones el esfuerzo por este McCain en su personal jungla de cristal que no se gana ni tu simpatía ni tu lástima y cuyo tiempo de espera es simple, sencillo y llano. 
Para público selecto que saborean a quien no demanda nada-oferta poco, que disfrutan del inesperado placer de que alguien se fije en ti y te despierte de tu acostumbrado lecho durmiente, que se alegran ante la probabilidad de futuro posible y sufren ante ese desconsuelo de sueño alcanzable-interrumpido y roto en mil pedazos, macabra dirección que te lleva de vuelta al lugar de origen.
Aburrirse con él es opción fácil, tacharle de soso e insípido recurso a la mano, descifrar su encanto y degustar su esencia guerrera, lujo de unos pocos bendecidos con la sutileza de ver ese puntito minúsculo que te lleva a la grandeza silenciosa que pasa inadvertida para la mayoría.
Si la eliges, elígela sabiendo observar, leer e interpretar, buscar su corazón y apreciar el compás de su ritmo cardíaco; sino, a otra cosa y no desprecies lo nunca hallado-por siempre perdido.



Hamilton: en interés de la nación

Gusta, engancha y es efectivo él, no así el hilo argumental.
Hamilton es un espía sueco que lleva 20 años al servicio del interés de la nación, que está cansado y quiere cambiar de vida pero, un espía nunca está inactivo por mucho que él quiera pues los intereses de la nación están por encima de la persona; en esta caso, hay que proteger la honorabilidad y prestigio de su país que vive bajo el lema "Suecia no vende armas a países en guerra" y cuyo error, pues hay unas armas suecas en Afganistán en manos rusas que acaban siendo robadas por contrabandistas americanos y usadas en un atentado político en Somalia, le da carta blanca para matar en nombre de su país y por interés de la nación, única excepción en la que se permite asesinar y ejecutar a un espía al servicio de su país.
Una introducción jugosa que no resultará tan deliciosa ni suculenta en la práctica pues a pesar de contar con un protagonista atractivo, frío, cortante y efectivo de movimientos firmes, rápidos, contundentes y efectivos y una acción medida, decisiva, adecuada y efectiva su trama no es ni agradecida, ni apetecible ni sabrosa ni efectiva -de ahí que me permita esta pequeña introducción- y aunque es característica de este país ofrecer relatos complicados, arduos y pesados cuyo camino diverge en muchas ramas y canales diversos todos ellos conectados conforme avanza la investigación y resolución, en esta ocasión, el intento de provocar una guerra para continuar con la venta de armas por parte de empresas sueco-americanas con intereses políticos añadidos -vuelvo a excederme en la explicación porque incluso a mi misma me ha resultado costoso llegar a ella durante su proyección- 
resulta de una nimiedad escasa y pobre dada la dificultad de su seguimiento y entendimiento, trabas que van en detrimento de un relato que cuenta con ingredientes propicios, adecuados y efectivos para ser un thriller de acción de gusto inminente y, esa es la percepción que obtienes al leer la sinopsis, visionar el tráiler e informarte de que está basada en un relato de Jan Guillou dirigida por Kathrine Windfeld y, con el estilo propio observado en ejemplos precedentes dentro del mismo género para el país de procedencia del que parte.
Sin embargo, a pesar de contar con un perfecto Mikael Persbrandt de mirada gélida, pasos convincentes de peso rotundo y percepción muy efectiva vinculado internacionalmente en el cumplimiento de su deber patriótico y seguir sus pasos con esmero y empeño, dedicación e interés, la gratitud de lo obtenido se desvanece al no captar con precisión y al ritmo que se mueve nuestro héroe solitario y al compás que ocurren los hechos esa intensidad, estímulo y adrenalina que debería surgir espontáneamente, una pasión que se reduce a observarle actuar sin degustar su por qué pues la seducción de su motivación se pierde y transforma en un simple verle trabajar y ejecutar, en tibieza poco gratificante y estimulante.
Sabes por dónde va, intuyes su proceder pues no difiere su historia de muchas otras similares pero, no logra alcanzar las cuotas de cautividad y emoción deseadas, no nutre el alma ni despierta sensaciones profundas acordes a lo narrado, vale como entrega rutinaria de un paquete acoplado al standard generalizado utilizado en la mayoría de los casos pero, no deja huella, explosión ni recuerdo o asombro perplejo, más de lo mismo con el acople del estilo afilado, seco y punzante de la filmografía sueca y una confusión añadida dada la torpeza explícita y expositiva de la trama que se pretende aleccionar.
Atrapa el protagonista, el carisma de su ser y su persona, la efectividad de sus manos, la contundencia serena de su ánimo, espíritu y su maltrecha y castigada conciencia, no tanto la misión encomendada que no necesita de tanto giro de tuerca poco efectivo ni la escasa tentativa de quienes la ordenan, tal vez por ello este James Bond sueco había decidido abandonar y luchar por una vida propia, teniendo en cuenta ¡cómo le usan!, ¿quién no lo haría?



viernes, 21 de noviembre de 2014

The longest week

"Cómo voy a simpatizar con unos personajes donde nadie sufre las consecuencias de sus actos, nadie aprende nada y nadie cambia"
Conrad Valmont, 40 años, vive en un hotel desde la edad de nueve mantenido por unos padres que le dan sustentación económica para compensar su ausencia física y que dejaron su crianza en manos del personal del hotel; en plena crisis de divorcio parental le retiran su asignación mensual con lo que se queda en la calle sin dinero, oficio ni ganas de buscarlo; a pesar de su situación angustiosa pretende seguir con su vida vacía, artificial, de infertilidad y ausencia emocional por nadie; un accidente imprevisto pero muy oportuno le hace razonar, verse a si mismo, sentir la soledad y buscar un cambio interior que llene tantas carencias sentidas. Siete días de una larga semana de epílogo por-fin-me-he-encontrado-conocido-aceptado-crecido, narración de moraleja para consulta privada de psicología en adultos de madurez no iniciada o retardada.
Jason Bateman, que tiene habilidad especial para encarnar personajes que sufren en silencio pero encuentran su salida, resignación y acomodo final, es el encargado de interpretar este personaje desaforado, necio y desaborido que sufre el síndrome de Peter Pan junto a un efecto Pigmalion -profecía autocumplida cuya expectativa incita a actuar y superar lo que se esperaba de si mismos al convertir dicha probabilidad en realidad- que, también sea dicho, es lo único interesante y atrayente pues este relato, proyecto existencial de descubrir la verdadera motivación de vida, de lograr los sueños de una real subsistencia y superar traumas infantiles, con un aire pretencioso al mejor Woody Allen de Nueva York y una voz en on que te va describiendo los personajes, sus sentimientos y variaciones va perdiendo atractivo conforme avanza y te cansas de esa constante imagen ideal y superficial creada, un inerte contenido de la obra artística que se ha fabricado para sí de estéril lectura e infructuosa visión que gracias a su corta duración, su posible cansancio y aburrimiento es de percepción ligera, tenue y vana al igual que todo lo narrado.
Tiene aires de grandeza y originalidad en sus andares, de magnificencia en el conocimiento encerrado, de piedra filosofal con epílogo final donde descubre esa verdad oculta clave de la felicidad, sermón espiritual de hallarse en soledad y hacer las paces con el mundo y uno mismo, despertar de la ensoñación y abrirse a la realidad cumplida, todo un recetario glamouroso que no resulta motivador ni estimulante, insensible personaje que transmite su defecto de empatía al propio espectador, "Un niño grande" de tintes freudianos que obra la magia de conseguir su preciado juguete y que fue más divertido, atractivo y emocionante en la piel de Hugh Grant que no pretendía tanto y obtenía mucho más rendimiento y beneficio; aquí, aparte del baile retro que se marcan, el estilo teatral de fantasía moldeada y recreación encantada de nulidad profunda no complace ni seduce ni contenta.
Con un inicio esperanzador que se diluye al ritmo de su ahogado avance su pretendida recitación de una crisis personal, emocional y presencial es presuntuosa, de sentimiento ausente y vivencia perdida para el vidente, una "enfermedad de la broma" cuya representación no hace gracia y cuya curación de ese "tumor cerebral" que la provoca no es aliciente suficiente para su gozoso visionado. en realidad, poco o nada lo es en este primer filme de Peter Glanz que abarca más de lo que puede y no controla los recursos utilizados.
Con más experiencia será otra cosa, hasta entonces, sabe a poco y escaso esta nimia representación sin ingenio ni vivacidad, enamorada sólo por el creador que le da forma y cuya semana no ha sido ni tan larga ni tan complicada ni tan expectante como se esperaba.
Figurar y significar, aquí, no parecen sinónimos pues desfiló el primero pero, el segundo nunca se certificó más allá de su soberbia e insustancial insinuación.