viernes, 28 de noviembre de 2014

The rover

"Sentir es mejor que pensar, sentir es mejorrr...", reza lo nuevo de Manolo García; ¡deseo inalcanzado en esta ocasión!
Una cautivadora e inmensa fotografía que golpea a la persona y fascina el alma, podredumbre, miseria, desesperación y la ley del más fuerte imperan en una tierra ahogada, hiriente y mugrienta donde se sobrevive a base de lucha individual, de enfrentamiento directo, de guerra suicida particular, imagen soporífera de la degradación, decadencia y nulidad de la vida, extremismo en unos personajes devastados, hipnóticos, inquietantes en su salvajismo, sonámbulos en su mirada gélida donde ya no se siente nada, lúgubre soledad inhóspita donde la crudeza y ruda realidad imponen un vaciado emocional de angustia perenne por la brutalidad y violencia escondida que llama ardiente a las puertas para estallar y hacerse la dueña de lo que un día fue humanidad, ahora ausencia de toda socialización o afinidad para con el semejante.
"Estoy buscando un coche con tres personas en él ¿lo has visto?", motor de arranque de la aniquilación perversa de quien está muerto, podrido y seco por dentro y le han robado su única posesión, ciego obsesivo de carente comunicación más allá de monosílabos que tiene un destino y un propósito, parálisis sensitiva que apenas emerge para acoger a ese ser indifenso e impotente, de limitada capacidad mental, abandonado a su suerte y que todavía no ha aprendido a defenderse, a ser fuerte y luchar como el protagonista.
Buenas interpretaciones y una empatía evidente ante la cámara para un espléndido Guy Pearce que pronuncia cuatro frases en toda la película -y dos de ellas ¡repetidas!- y un esmerado Robert Pattinson que sigue en su cruzada de dejar atrás la sombra vampiresa de su gran éxito para un argumento escaso de guión fallido en su progresión que se apoya en su vivencia de la angustiosa visión, del escenario espeluznante, de la acción hermética sin explicación, un deambular inerte de muerte y destrucción, violencia sin freno ni stop en una persecución catatónica de somnifera percepción pero que deja a sus personajes cojeando en su contenido, insatisfacción de faltar a un remate que contente la compenetración buscada pues son utilizados en la fúnebre caseta de la feria como tiro al blanco al servicio de la locura del titular del vehículo desaparecido sin más, sin acordarse de involucrar al espectador en tan macabro espectáculo.
Analizando sus elementos y partes por separado le das una buena nota, gran percepción cognitiva en su análisis detallado, en cambio, su conjunto es arduo, pesado y angosto, un perseguir-disparar-buscar-disparar-esperar-disparar para volver a perseguir-disparar hasta hallar y..., disparar, caza despiadada, sin motivación ni atrape, por falta de conocimiento de unos personajes por los que pasas por encima sin profundizar en ellos, sólo un único y breve monólogo del director de la venganza da esperanzas e información de su dolor y aptitud que, pronto se interrumpe para volver a la pared de hielo que ni logra transmitir apenas nada ni estoy segura que lo pretenda, simbiosis desesperante que nunca llega por mucho empeño que pongas en seguir, entender, conocer a este mártir de pistola en mano, cerebro cerrado y sensibilidad muerta hasta que la injusticia se ceba con el débil protegido y un estallido anímico recorre toda su piel aunque, para entonces, estás tan ausente, distante y dormido como este corredor compulsivo durante toda su trayectoria.
Desgana mercantil de transacción nula y sequedad inventiva de ideas, sinceridad expresiva de inapetencia a la hora de escribir pues no se percibe apenas estímulo que te haga desearlo; aburrida e ingrata en su visión a pesar del meritorio trabajo y esfuerzo de todos los participantes y de su perceptiva técnica lograda y, la comparación con relatos de McCarthey sobre pues está lejos de la fuerza, carisma e intensidad del mencionado y particular autor; se acerca pero ni le roza ni le hace sombra.



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