domingo, 23 de noviembre de 2014

Shuffle

"Tengo 28 años de edad, ayer tenía 15, el día anterior a ese tenía 30, el día antes de ese tenía 8. Un día, recientemente, pasaba los 90. Todos los días me levanto con diferentes edades, en diferentes años, en diferente día de mi vida y me estoy asustando a muerte. Quiero que esto termine... ¿Puede ayudarme?"
¿Nada más leerlo no te da un subidón de adrenalina efervescente, un recuerdo sabroso a "Memento", un regocijo de curiosidad por saber que encierra tan suculento comienzo?
De modo que te lanzas a la aventura apasionante de jugar con el tiempo, de bailar en diferentes espacios para hilvanar la línea histórica de la vida rota en pedazos alternos de nuestro protagonista que se mueve en una ambientación grisácea que ¡aún mejora sus ya altas expectativas!
Sólo que conforme avanza pierde gasolina, fuelle y todos los elementos seductores que, en un principio, atraparon tu atención para convertirse en una encantadora excursión romántica que precede a su evidente desesperada ruta agónica por salvar a su amor verdadero y finaliza en un "¡Qué bello es vivir!" sobre la belleza de la existencia, sobre lo hermoso de estar vivo, perdonarse y perdonar, amar y ser amado para volver a amar de moraleja para ser aprendida.
"Cuando estás a punto de morir, toda tu vida pasa ante tus ojos", parábola regalo clave para entender esta fábula filosófica sobre cómo encontrar la felicidad, superar las vicisitudes, quererse uno mismo, bla, bla, bla con un T. J. Thyne de protagonista con evidentes carencias interpretativas en variadas escenas que se mueve entre la esperanza de algo intenso, penetrante e innovador y la ñoñería ofrecida, persecución interesante y misteriosa por saber qué pasa y la cursilería de una explicación de cuento para niños y almas puras e intactas sobre el valor de la vida y la importancia de la familia.
Navega en mares dispares hallando una conexión que sabe a arreglo bienintencionado para corazones tiernos, suavidad de memoria "happy ending" de tono dulce y entrañable similar al de Rose Dewitt Bukater recordando a su amado John Dawson en la inolvidable, pesada por sobreexplotación, Titanic, toda la fuerza-carisma atractivo-potencia de inicio se apaga, poco a poco, cual desilusión por ese deseado regalo que a resultado ser menor de los esperado, que se acepta, sirve y tiene pase pero ..., ¿dónde quedó ese lanzamiento magistral de bola veloz en jugada maestra? Porque, a portería ¡no entró!
Gol que no subió al marcador y se queda en tibieza de empate que no anula el partido ni desprecia el juego exhibido pero..., ¡que lejos del gol histórico de la mano de Dios de Maradona en el ya mítico Argentina-Inglaterra del 86 en el estadio Azteca de México que pudo haberse repetido!
De lo que iba a ser a lo que ha sido va un trecho, cotillón desinflado de burbujas vacías e interés escaso, una carta de cinco estrellas para una cena de dos tenedores que, no se lamenta pero..., Kurt Kuenne ¿qué pasó?, te se torcieron las ideas de la furia y nervio de arranque a ¡pastelón edulcorado!


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