lunes, 10 de noviembre de 2014

Los niños del cura

Un cura, derrotado y vencido, se confiesa: perdóneme padre porque he pecado....
La ironía y la sagaz mordacidad para exponer a la luz pública los grandes pecados de una iglesia retratada a través de la comicidad y la burla de sus devotos y santos representantes, la voluntad del señor como blasfemia atroz y contundente de una vida religiosa que esconde sus vergüenzas dentro de sus muros y debajo de sus escandalosas faldas, golpe letal a un retrato cruel de unos mandatarios de Dios que a más de uno le dolerá en el alma mientras que para muchos otros será motivo de diversión, risa y espeluznante verdad por fin dicha, manifestación teatral de bufones hipócritas juzgados a través de una payasada de relato que con inicio pueril de buena voluntad y bendición del santo padre avanza hacia la tristeza y reproche de jugar a ser la mano que mece la cuna, a ser Dios que todo lo puede y todo lo dirige, mortífera y letal combinación diabólica de la cúspide del perdón y el sacramento de la confesión desechados al suelo, pisoteados y mancillados por sus propios graves actos que ocultan la negra maldad de un hábito que no protege ante su propia conciencia.
La mentira y el buen propósito como apertura al juego de la ruleta rusa donde se reparte a domicilio sin previo aviso y sin pago de embalaje o gastos de envío excepto la ruina, muerte y dolor que van dejando por el camino las consecuencias de sus actos impunes gracias a la coartada del santo perdón celestial, relato agudo y doliente en tono de comedia ácida y ocurrente que deja un olor pestilente de insoportable respiración y sabor amargo donde que se cumpla la-voluntad-del-señor nunca fue una frase tan terrorífica y terrorista en manos más peligrosas, miedo y terror en clave de humor banal y torpeza simplona pero de designio inteligente y atrevida, la reconocida personalidad de satanás en la bella identidad de una bendición podrida y una cálida sonrisa fingida.
"..., usted sólo dígame que no lo hace con niños porque sino ¡tendría que cambiarle de parroquia!", o ascenderle como premio a una vida pulcra por fuera, asquerosa y morbosa, detestable y deleznable por dentro que no parece causar grandes estragos en sus malhechores -no así en sus indefensas víctimas-,una sentencia tan breve y mortífera como la sinceridad que desprende en la cual muchos espectadores de corazones sensibles y alma delicada se verán heridos y repudiados mientras que otros verán un cuadro de jolgorio y mangoneo de una apestosa verdad silenciosa que todos conocen y ante la cual ya nadie calla.
Una breve historia sencilla y simple que abre sus puertas con timidez y modestia para tomar el camino de la risa nimia y facilona con personajes bonachones de efecto corto y reducido y carcajadas esporádicas contadas, no siempre conseguidas, en una andadura inocente, pueril y servicial a lo Paco Martínez Soria o Roberto Benigni para transcurrir por la necedad de la bobez y la tontería accidental pero que finaliza en la laguna infernal de una sinceridad aplastante y dolorosa al ser expuesta y narrada con tan bello, dulce y angelical cuento de gracia dudosa pero certero tiro en la nuca donde la fiesta-alegría-cachondeo patético de despropósito servido y movimientos accidentales de jaimito son arma que expone la feroz manipulación y el asqueroso convenio para salvarse uno mismo, culpabilidad de mancillar la inocencia más pura, arrepentimiento fingido que no detiene los malvados actos, bendición y absolución que limpia la porquería superficial pero no sanea el espíritu infernal que vive dentro, una condena corta y práctica de rezo cumplido dos padres nuestros y tres ave marías llave para el perdón y la salvación, fácil ¿no? 
...,Dios acoja a todos sus siervos en su reino, amén..., lástima que, en ciertos casos, no eche el cierre y ¡tire la llave!


No hay comentarios: