domingo, 9 de noviembre de 2014

Cambio de ruta

"Los caminos se cruzan..., los destinos se encuentran"
Había una vez..., una bella, dulce, gentil y cándida doncella amante de la naturaleza, de su tierra y de la buena gente que vive en ella, que respira alegría, ternura y encanto, que ama su trabajo, a su familia y amigos y dar a conocer las maravillas que esconde su fantástico lugar de nacimiento, que se enfrenta a la malvada compañía capitalista que utiliza el engaño, el fraude y explota los recursos naturales para su propio beneficio, que encuentra a su príncipe encantador de sonrisa irresistible y mirada angelical con el que inicia una historia de amor verdadero sensual, inocente, hermoso y perfecto de fotografía de tarjeta postal para adoradores del romance, que se ve interrumpido por la maldad, juego sucio y cobardía codiciosa de quien usa las malas artes para tener el monopolio del turismo de la Ribera Maya pero que, en una sincera, dulce y enternecedora escena final de discurso de enamorado desesperado todo sale a la luz, se aclara y la hermosa y bella dulcinea y su espléndido caballero se funden en un precioso, sutil y venerado beso final muestra de ese amor verdadero que nada ni nadie puede frenar o evitar y ..., colorín-colorado, este cuento se ha terminado con un precioso para siempre donde fueron felices y comieron perdices.
Excepto la última escena final, pastosa y empalagosa hasta la saciedad de happy ending cursi y vomitivo, este cuento romántico de cenicienta, de raíz clásica y formato de telenovela, con sus guapos, guapas, buenos, malos, frases pueriles, escenas bobas, diálogos de fatal gracia, escenografía diseñada para el atraganto estético y música de romance ambiental que redondea toda la estudiada ceremonia de artificio para exhibir el paraíso traído a tierra mundanal es soportable con poco esfuerzo, agilidad leve y sonrisa amena dentro de su fantasía de recreación simplona para gustar a espíritus sedientos, encantar a corazones dispuestos y endulzar almas hábiles para ello.
No nos engañemos, los consabidos pasos simples e ingenuos reconocidos de memoria poco exigente de esta facilona fábula son de patrón diseñado con ojos cerrados, no es un Romeo y Julieta, es el mágico sueño de lectura tradicional donde ese ombligo solitario, huella de la unidad perfecta dividida al nacer según mitología contada, encuentra su otra mitad y recompone su destino de círculo completo con su alma gemela.
Es muy limitada, muy simple, muy banal, muy melosa, caprichosa, tonta, vacía, dulzona, acaramelada..., es para soñar, volar, creer y volver a la inocencia de una niñez donde creías en los cuentos, las hadas y en que todo era posible sino, sal de la sala inmediatamente y cambia de película porque corres el riesgo de indigestión por exceso de tortura enamorada, borrachera infantil y asfixia bonachona.



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