lunes, 30 de noviembre de 2015

Absolutamente todo

Farsa de ciencia ficción en la que un grupo de extraterrestres conceden poderes a un profesor de la Tierra. El profesor descubre que sus nuevas habilidades le permiten hacer cualquier cosa, desde dar una lección a sus peores estudiantes hasta resucitar a los muertos.

Puedo hacer cualquier cosa, ¿qué es lo que realmente quiero hacer?

Hace ya un tiempo se presentó la extraterrestre Kim Basinger, como novia con bello cuerpo de mujer terrestre, para conocer nuestra especie y decidir si éramos una especie que valía la pena o no; años más tarde un Morgan Freeman, como benévolo y guasón Dios, le cedía a Jim Carrey sus poderes y trabajo para que dejara de quejarse y demostrara que era mejor que él en su cometido y labor; en esta ocasión, un individuo, profesor frustrado y enamorado de su vecina de abajo, será escogido, entre toda la población terrícola, como representante de ella para recibir el poder de hacerlo todo absolutamente posible y demostrar, a los alienígenas de la división superior del conocimiento, que los humanos somos válidos, sabemos distinguir entre el bien y el mal y utilizar nuestras habilidades para mejorar el mundo; diez días durará la prueba -Cenicienta únicamente contó con una noche de aventura!- y luego sentencia salvadora, puño al alza o, como los romanos a los gladiadores en el circo, muerte sin perdón, destrucción del mundo entero, de nuestra conocida tierra.
La pregunta clave es, si pudieras hacer cualquier cosa realidad, todo lo que siempre alguna vez hubieras deseado ¿qué es lo que realmente pedirías y
harías presente?, de todo lo posible imaginado, ¿qué es lo único que verdaderamente quieres?; pregunta sencilla ¿no?, a la que todos hemos jugado alguna vez, con la que hemos fantaseado, ese verbo en condicional que permite libertad de inventar y recrear un mundo alternativo, situación distinta a la pesada rutina que se posee pero... cuidado con lo que se desea ¡no se haga realidad!, porque, incluso las buenas voluntades tienen una práctica catastrófica de resultado esperpéntico donde, ¡hubiera sido ideal estar callado, en vez de hablar tanto sin pararse a pensar!
Hasta el genio de la lámpara reducía sus deseos a tres -es bueno poner límite al campo, no perdamos la cabeza-, aquí un fresco, cómico y simpático Simon Pegg tiene libertad infinita, en cuanto a su voluntario expresar y mover la mano, para traer a la actualidad todo lo que alguna vez ha anhelado o echado en falta, un guión burlón, dicharachero, de ritmo atropellado y caótico, de ligero y superficial consumo
que busca la sonrisa leve y fugaz a través de la tontería y la memez como motor de andadura, con escenas de diversión conseguida, otras mucho más flojas, humor por momentos inteligente, por otras torpe y pésimo que deja una balanza media, de entretenimiento flojo y lelo, para jornada de relax donde olvidar la mente, sus exigencias y quehaceres y compensar, con bobería útil para reír sin complejos cuando tercie, en otras lamentar la bajada de nivel y en las siguientes apreciar la desfachatez de lo visto, un mal día de sentimientos aciagos donde, hicieras lo que hicieras, nada parecía mejorar ni salir bien.
Y he aquí que escoges una estúpida y desapercibida cinta -de antemano es sincera, sin engaño- de diversión baja, con mayores o peores efectos según va transcurriendo, de compás destartalado que no osa otra cosa que intentar tu distensión corporal y descanso racional, a través de un argumento que tampoco es ninguna novedad.
Comedia intergaláctica, que esconde romance entre sus venas, lejos del estilo de los Monty Pynthon,
excepto por brevedades ocasionales del guión, que busca la sencillez del desahogo, la distracción y el recreo con dosis medida de logro efectivo, más otros tantos intentos que se quedan en opción no hecha realidad; “un absoluto poder no te corrompe, te vuelve loco” dinámica de camino que, por momentos pesa y se lamenta no haya continuado la estela de los fotogramas más logrados donde se intuye, un conformismo de ausencia de indagación en algo más rotundo y auténtico a cambio de menudencia con contados toques de gracia, ironía y acierto receptivo.
“No soy un perro, soy un hombre” “¡Nadie es perfecto!”, como tampoco lo es esta cinta de Terry Jones que obra el milagro de alguna carcajada esporádica, o más constante de lo descrito según sea tu disposición y acogida, a quien acompaña una mueca optimista, de risa grata de continuo y buen rollo, que no pretende más que pasatiempo de ocurrencia graciosa donde se demuestra que el perro, aparte de ser el mejor amigo del hombre, es mucho más listo que su necio dueño.

Lo mejor, busca hacerte pasar un buen rato.
Lo peor, no se esfuerza con intensidad en dicho proyecto.
Nota 5


domingo, 29 de noviembre de 2015

Pistas para volver a casa

Dina trabaja en el turno noche de una lavandería; vive sola, es bastante devota y fuma sin parar. Pascual no trabaja. Tiene un hijo y una hija, y, desde que su mujer se fue de casa, una vecina veterana lo ayuda a criarlos a cambio de sexo. Dina y Pascual no tienen mucho en común, salvo que son hermanos, cuarentones y que fueron bautizados con nombres de cantantes italianos de los sesenta. Y también que no están muy emocionados con el viaje que deben emprender en el auto destartalado de Dina: papá salió a la búsqueda de mamá, pero un accidente lo dejó postrado en un hospital de pueblo.

Hermanos en lo bueno y en lo malo

Hermanos en busca del tesoro, económico y sentimental, físico y emocional pues ¡por qué elegir si se puede tener un dos por uno!, desconexión de hace tiempo sufrida que se reduce a esa restablecida relación de quien se ve obligado a pasar tiempo juntos por circunstancias del momento.
Porque no hay otra, aunque no guste ni se quiera, un padre enfermo y necesitado solicita de sus moribundos hijos cuyas vidas, en paralelo, circulan con tristeza, desolación y un abatido agarrarse a lo que se pueda que no ofrece muchas alegrías y esperanzas sino soledad y desespero de quien trata de sobrevivir a su propio desorden, desgana y ansiedad.
Una dura historia familiar, abandono materno sin aviso ni explicación en una niñez que quedará por siempre marcada, un caótico relato paterno que no se sabe si procede de su novedosa alucinación, de una fantasía de viejo o es verídica la existencia de lo que cuenta, cuatro oídos que atentos escuchan mientras se miran atónitos y, a partir de ahí, a seguir los indicios que nadie, ni ellos mismos, tienen claro en que desembocarán o a dónde les llevarán.
Únicamente es obvio esa oportunidad de conversación sincera que les ofrece la vida para
entenderse, de recuperar el tiempo y saber del otro, de unir lo distanciado, más una serie de destartalados pasos de una trágica pareja que lleva la comicidad apostada a su desgracia.
Un guión sencillo, que funciona en su dejadez de andadura, en su simpleza de requerimientos, en su franqueza de reproches, acudir a auxiliar a un padre impedido más ese camino de conducción por carretera, de parada imprevista, de estancia aburrida que da para intercambiar existencias, rememorar el pasado, intercalar anécdotas y volver a sentir que se tiene un hermano, incluso puede que el hallazgo de esa familia disuelta que resurge para aportar pistas de cómo volver a casa.
Porque están perdidos, solos y extraviados, porque tras una ingrata obligación se puede esconder un encanto de experiencia, esa precisa solicitud que parte del fastidio ingrato, irrepetible, entrañable,
sólida y solicita por las carencias de años que cubre y resuelve con ese inesperado encuentro; Jazmín Stuart escribe y rueda una narración intimista e introvertida, con esparcidos toques de ridiculez humorística, que poco a poco se abre para no comunicar mucho pero sí lo mínimo y válido para volver a mirarse y realmente verse, eliminar la distancia de años y encontrar al ser querido, ese abrazo que tanto se echaba de menos.
Quiere ser tierna y lo consigue a su manera, quiere ser divertida y por tramos lo logra, quiere ser dramática y con esa carta se presenta, más gotas de cinismo, de culpa, de crítica y de olvido, Erica Rivas y Juan Minujín simpatía actoral que queda reflejada en su buen entendimiento ante la cámara más un espectador que conoce a los personajes con interés, sigue su trayectoria con curiosidad y es testigo de su devenir con grata apetencia, alguna sonrisa de por medias y una aptitud abierta y disponible a digerir con gusto lo que el argumento ose y desee construir.
Dos monedas antagónicas, él ateo, seco, deprimido y apático, ella religiosa, conformada y apaciguadora
buscando la tregua y el consenso, uno afronta lo que el difícil destino le trae, con lamento, pasividad pero sin abandono, la otra se esconde temerosa de participar y perder en lo que ni siquiera le hace feliz, Buenos Aires queda atrás, presente hay un viejo hospital que se cae a pedazos y la cabeza poco lúcida de un patriarca que ya no es el que era, se mueven los dados, se apuesta a la ruleta y van surgiendo notas absurdas que facilitan la aventura de ir en busca de una fortuna y hallar a una madre.
Reconciliación de un clan perdido, unas veces con oferta espesa e inmóvil, otras con logradas escenas graciosas que mezclan lo inverosímil, lo afectivo, lo místico y la creencia y, en resumen, un conjunto ameno, apetecible, que se consume con facilidad y atrapa por lo ofrecido, que hace buscada mezcolanza de lo patético, lo dramático y lo irrisorio, que encuentra su punto sensible sin profundizar y crear un ambiente positivo, emocional, de bonanza que permite no te arrepientas de haber seguido sus pistas y llegada a casa; no es gran mansión, no es de lujo, ni tiene gran decorado, sus pisadas son pobres, austeras y surrealistas pero oferta acogedor afecto sin apenas darte cuenta.
Dos perdedores que saben ganar la victoria de su tiempo y estima.

Lo mejor, la honestidad y sensibilidad de su trama
Lo peor, la mezcla de géneros hace que ninguno de ellos prevalezca, se diluyen sin comandar ninguno
Nota 5,5


sábado, 28 de noviembre de 2015

Encubrimiento

Bruce se encuentra perdido. Su mujer ha fallecido y él se ha quedado sin empleo. Mientras intenta como puede pasar el duro invierno canadiense, conoce a Paul. Bruce tardará demasiado en descubrir que el recién llegado es algo más de lo que aparenta ser. Cuando las cosas se complican, Bruce se aísla aún más en los bosques de Quebec, debatiéndose con sus sentimientos de culpa y creando una cárcel de la que no podrá escapar.

Un encuentro mortal.

Cuando ayudar a quien lo necesita se convierte en tu peor pesadilla.
“El principio del fin”, esa mano amiga que tiende su buena voluntad sin intención alguna excepto socorrer a quien está en las últimas, esa tortura en que se convierte dicho acto, carrera veloz al aislamiento y la soledad de quien está huyendo como animal salvaje y acorralado sin lugar donde esconderse ni alma humana en quien confiar.
Con saltos temporales intercalados entre presente y pasado va dando pistas del por qué de la actualidad y el accidente que le arrastra hasta el delirante foso en el que se halla, ese desdén y martirio donde “la vida puede convertirse en un velado; un día estás casado y feliz y al siguiente completamente solo”, un día tomando cervezas con ese desconocido familiar a quien acoges en casa con bienvenida y gusto y al siguiente ese fugitivo que acumula previsiones pues la cacería será larga, dura y al límite de lo humano.
Su inicio es potente y directo, fuerte y sobrio, dilema que pone en marcha toda la sucesión de acontecimientos posteriores, luego juega a dar pistas
sueltas de ese choque fortuito no tan azaroso, imprevisto ni ingenuo, pasar de un inesperado atropello a descubrir lo que encierra esa corta pero decisiva relación dual que se establece entre dos acervos huéspedes que ven su transcurrir mutuo de manera muy diferente.
Excelente fotografía de esa maravilla de Quebec canadiense, helada, aislada, oculta e inaccesible, aterradora en las congeladas noches de venticas, pasional y arrebatadora a la luz de un sol que apenas calienta lo que la oscuridad petrifica y quiebra, personaje decisivo que pone a prueba la valía y resistencia de quien estaba solo, encontró compañía y volvió súbitamente a su soledad porque más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, y cuando más sabe del invitado, más habla, comparte y se expone al riesgo y peligro de ser atacado.
“Sabes lo que me incomoda?, juraría por Dios que estaba sonriéndome”, esa sonrisa de la ironía y de
ese obvio sarcasmo que todo lo enlaza, donde reina una conclusiva resolución a evitar por todos los medios pero de cuyo veredicto y atrape es imposible huir o sortear.
Cautivador y penetrante Thomas Haden Church como vagabundo solitario sin abrigo ni auxilio por la torpeza de amparar a quien estaba herido, un thriller lento, seco, áspero y austero con agudo ingenio relatado por Emanuel Hoss-Desmarais que vierte la información disparmente para prender esa minúscula llama que te mantendrá atento al por qué de este desahuciado lobo, en el abismo de su propia cárcel sin poder liberarse de esas amargas cadenas que un burlón destino de humor ácido y negro le lanza alrededor de su desvalido cuello.
Dos espíritus de mismo rostro pueden observarse en el panorama, en antes social, ameno y distendido y el ahora asfixiante, esquivo y agonizante, obligado cambio de personalidad para quien únicamente cuenta con sus quitanieves y una conciencia que se repite “..., juraría por Dios que estaba sonriéndome”
“Dicen que toda persona culpable es su propio verdugo, también dicen que mañana será un día mejor. ¿Sabes lo que yo digo?, ¡maldita sea, está
helando!”, porque ya nada más queda que ese destierro hacia ninguna parte excepto el encierro en uno mismo y lo que la cabina aguante, resistencia de un corazón y una razón que sobreviven intentando no hallar culpa, ni remordimiento ni juez interno, sólo aguante de una existencia dura, hostil e incomunicada del ratón a la espera de que el gato aparezca.
Tiene mucho fondo reflexivo que impacta por la escasez y sencillez de su porte estético, la presencia de un hombre único y su recuerdo que hace memoria contigo de su castigada y abrupta situación, interesa saber su por qué, desenredar lo que esconde tanta escapada frenética, sin florituras ni condimento que suavicen su visión, sin cordial diálogo que facilite su apetito, sin extras que animen la velada; estás tú, presente ante la visión feroz e insondable de quien es y en su tiempo fue para que valores, te intereses, te acoples y absorbas el miedo de quien actuó sin recelo pero con catastróficas consecuencias que ante ti, con sinceridad pasmosa de quien confiesa para si, se muestras y expone como libro abierto.
Se los ojos acechantes que le observan sin que él lo sepa, se los oídos que aceptan sus excusas, se su yo y sus circunstancias, se el cómplice de su encubrimiento.

Lo mejor, la paciencia de observar para obtener respuestas.
Lo peor, la involuntaria tentación de ceder y no esperar.
Nota 6


viernes, 27 de noviembre de 2015

Results

La vida de dos entrenadores personales se cruzan por las acciones de un nuevo cliente rico.

La cautivadora locura de ser el alumno, quien enseñe al maestro, que el amor no se puede controlar.

Un multimillonario, deprimido y aburrido, se cruza en la vida de una vitalista entrenadora personal y su enérgico jefe mentor, que cree a pies juntillas en la prosperidad de su iniciado negocio, en visionar el sueño para posteriormente hacerlo realidad con trabajo, esfuerzo y férrea fuerza de voluntad, la misma constancia que le hace querer mejorar la vida de sus clientes a través de la autodisciplina y el control, clave para una vida feliz y dichosa.
Pero he aquí que su último fichaje práctica la desgana, el abandono y el pasotismo, incoherencia inexplicable que, entre gordito y afable, o musculado pero frustrado y lleno de ira se queda con lo primero, pues de la perfección de los cuatro puntos específicos a conquistar y trabajar -el físico, lo mental, espiritual y emocional- ninguno parece aportar la prometida complacencia o ventura vendida ya que, el pretendido maestro zen del cuerpo, la mente y el espíritu está tan perdido, nublado y obstruido como su perezoso alumno, que no tiene problemas en admitir que está solo y es un desastre.
Porque este drama cómico con tintes destartalados
de pasos dispares va sobre la soledad, el acoplamiento, el fracaso, la desdicha y vacío de conseguir los logros, la bonanza y relax de abandonar y admitir que no llegas, encorsetados personajes de presencia óptima, saludable y teledirigida a la alegría y bienestar de una existencia positiva frente al relajamiento y sus excusas, más ese revés que llegará como mazazo de desidia, aceptación de los límites y conformismo de no buscar más y estar cómodo en la ruina; porque hay que renunciar a dejar de progresar cuando ello te hace más mal que bien, cuando impide expresar tus sentimientos y oprime tu alma, cuando tu espíritu y emoción protestan al ser asfixiados, al ser testigos de como tratas de dirigir y dominar su existencia al igual que haces, obsesivamente, con la mente y el cuerpo, inevitable choque que traslucirá y se estrellará gracias a un torpe, remolón y excéntrico personaje que no halla destino ni camino, pero que tampoco
pretende ocultarlo tras esa perfecta apariencia que por dentro se ahoga y muere lentamente.
Calidad actoral para un guión diferente, estrambótico por momentos, cómico por sentencias, irregular por escenas y extraño como nota discordante general que expone, con esa claridad difícil de captar, el mismo repartido y sufrido dolor para todos; nadie se salva, desde quien indescubriblemente lo lleva escrito en la cara, a quien lo oculta tras una lúcida y cuidada presencia, donde resultará curioso y atrayente comprobar quién es más sano de ellos por mirarse ante el espejo y no tener problema en apreciarse por dentro.
Ritmo ligero, de desfachatez seria para una dejadez y apatía que gana al empuje, nervio y empeño, desmadre situacional para soltar una dirección que se escapa y un poder autoritario y reprimido que no
ofrece los resultados esperados, pues de eso trata este caótico argumento, que utiliza la ironía y burla escénica para que te intereses por el desenlace de sus personajes, tanto de quien contrata un calendario privado de ejercicios, como de quien lo confecciona pero se olvida de revisar el suyo propio, donde ha dejado de lado las sensaciones y esencia que le acompañan pues no se doblegan a la impuesta rigidez de la obediencia repetitiva.
Los diálogos compartidos son la salsa de su juego, combinar la rareza de individuos asimétricos juntos en misma habitación y seguir esa estela que te lleva a la comprobación de sus muchas similitudes, protector aislamiento echado abajo por el capricho, incoherencia y acierto de un rico, con mucho tiempo libre, y ninguna gana de hacer nada.
Es divertida, simpática y rocambolesca en su
estructura y composición, grata alternativa donde las piezas están sueltas, desorganizadas y con desatino a su son pero, a paso de juerga, frescura e insolencia ridícula compone un puzzle armónico donde todo encaja, la música suena, te olvidas de las rígidas normas y metódica organización a cumplir a rajatabla y, simplemente bailas, con el corazón, siguiendo el compás de tus pies y con la libertad de estar jodido, ya de antemano, y poder fastidiarla en cualquier instante.
No facilita su entendimiento, no lo pone sencillo para dilucidar lo que cuenta y a dónde va, lástima de aquel que se quede por su camino extraviado y desorientado, o tal vez no, pues como a los portadores de esta peculiar narración, nada como no saber dónde ir para llegar a sitio alguno ya que cuando se tiene la dirección e indicación, únicamente
das vueltas y giros en círculo sin progresar y agrandando tu miseria e infelicidad.
Da igual si la entiendes, si eres capaz de continuar y asimilar lo programado, una obra de arte cuando se finaliza y ofrece al público ya no pertenece a nadie, es de cada cual que le de su generoso tiempo y la oportunidad de su prestigio y querencia; hazla tuya, disfrútala captes lo que sea, y no olvides la confusa sonrisa de un relato que se mueve por vertiginosos estragos.
“Men sana in corpore sano”, pero si no atiendes a las emociones y esencia que les escoltan, éstas llamarán incesantes a tu puerta para destruir toda previsión y marcar su propio camino sin trazado.
Y, sorprendentemente, todos logran mejoría, alivio de lograr un punto medio reconfortante que se nutre de transtornada aventura con excelente resultado.


Lo mejor, su guasón aroma sin vergüenza expositiva.
Lo peor, no acabar de descifrar lo que se expresa con sorna, humor y gracia
Nota 6,5




jueves, 26 de noviembre de 2015

Sicario

En la zona fronteriza que se extiende entre Estados Unidos y México la joven Kate Macer, una idealista agente del FBI, es reclutada por una fuerza de élite del Gobierno para luchar contra el narcotráfico. Bajo el mando de un Matt Graver, un frío miembro de las fuerzas gubernamentales, y de Alejandro, un enigmático asesor, el equipo emprende una misión que lleva a la mujer a cuestionarse sus convicciones sobre la guerra contra los narcos y los límites de la ley.


Tierra de lobos, si no eres capaz de ser uno de ellos ¡ni aparezcas!

Tus oídos lo cuestionarán, tu mirada se desviará, tu estómago vomitará pero “al final lo comprenderás”..., da miedo que dicha sentencia final sea fiel a una generalizada actitud que todos, o la mayoría, comparten en silencio y sin protestar.
De menos a más, como el buen vino que, cuanto más tiempo pasa, mayor es el placer de su degustación, ofrece sus pasos con concienzuda firmeza de saber el terreno que pisa, esa bestia Juarez, con sus enrevesadas calles, trampas mortales para ratas no invitadas donde se juega al apunto y tiro sin dubitación, sin previa pregunta, sin cuestionado debate posterior, el verdadero enemigo a batir por la encerrona y ventaja que aporta a quien juega en casa, ese cartel -ya no se sabe ni el nombre pues proliferan como las alimañas-, devorador parásito que tiene en frente un contrincante que tampoco se queda corto en cuanto a trampas, perversidad, actos deleznables y malas prácticas.
Porque si no soportas estar en primera línea, retírate; si no puedes con la presión, finge no estar capacitado; si no quieres presenciar la inmoralidad de
resolución efectiva y provechosa para la sociedad ética y digna, calla y no protestes, no se te pide colaboración activa, sólo que no dificultes lo que funciona según los objetivos previstos.
El gran debate de si el fin justifica los medios, si todo vale por el bien de la nación, de si tienes valor y resistencia para ser de los permitidos buenos, con malas formas, que mantiene a ralla a los odiosos y aberrantes malos, o no hay diferencia y todos, canallas, dentro del mismo saco.
“Nos tenéis totalmente a oscuras”, pero ¿quieres realmente ver la luz?, ¿la porquería que se esconde cuando el sol ilumina y los rayos despejan la confusión nocturna, para traer ese escalofriante proceder de abrumador encontronazo, pero necesario presente, para la quietud que te permite llevar tu vida?, ¿tienes coraje para cambiar las cosas y aguantarlo?, u oídos sordos, mirada al vacío, sentimientos al aire y ¡que hagan lo que tengan que
hacer!, yo a mi casa y a mi cerveza de los domingos con los amigos.
“Ahora vas a saber lo que es conocer a Dios en tierra yanqui”, libertad absoluta a la violencia, barbarie, horribles artes de métodos idénticos al rival, sucia acción, de adrenalina ascendente, que hipnotiza e indigesta por su rienda suelta a la tortura y muerte no importa cómo, dónde ni quién muera o apriete el gatillo, avanzamos hacia el blanco perseguido, los peones del camino no importan, cadáveres sin nombre que se acumulan y a nadie preocupan excepto a una lejana y desconocida familia que, sinceramente ¡que se busquen la vida! pues, no soy yo, no es de los nuestros, eso es ¡lo que sí importa!
Espléndida fotografía de majestuoso territorio que se extiende como hambrienta telaraña a la espera de que caigas en sus redes y sin remedio te atrape, paciente observa, tienta, oferta calma en su aspecto, inofensiva presencia de quien parece no mueva ficha
pero, como magnífica gacela está al acecho de todo, atenta, meticulosa para echarse encima de su víctima y que sea imposible su escape.
Y así actúa esta inquietante cinta de Denis Villenueve, con tranquilidad, duda, tensión y confusión de no saber el suelo por el que se anda, sólo observar la hora y no perder detalle del minutero, para más adelante informar de cómo funciona este feroz y aniquilador reloj de fuerza y respuesta contundente que no se detiene por nadie, únicamente tiene vista para esa presa que está en la lista y, a salir a su caza, caiga quien caiga.
Las interpretaciones son fulminantes, cautivadoras e impactantes, todos ellos te seducen y sugestionan para evitar tu parpadeo conforme ruedan y cada uno va tomando posiciones, electrizante intercambio escénico cuya calidad registrada va en aumento según evoluciona una historia que te hiela y repugna, atrae y horroriza, esa verdad oculta que, básicamente no quieres conocer por no poder tolerar su maldad, crueldad, horror, impiedad y atrocidad pero que existe aunque, el marrón ¡que se lo coma otro!
Vas a salir convencida, totalmente rendida a sus pies,
su comienzo es lento y pausado, hormiga que va acumulando datos hasta tejer el telar que muestra todo el tinglado, da igual estés o no preparada, te has dejado guiar por los titulares, arrastrar por la curiosidad, por el morbo del ajetreo y espectáculo, confías en el comandante de este frenético navío, la inhóspita misión está en marcha y llega a esa explosión de angustia, dolor, emoción y acongoja estando al frente, en pleno campo de batalla, inmersa en su devenir, eclipsada por la narración, estupefacta por los hechos, impresionada por el trabajo, petrificada por el resultado, conmocionada tras su finalización y debatiendo sobre ella tras su posterior digestión..., ¿cuál es tu postura?, ¿hay una única?, ¿tengo que elegir?, ¿no puede ser un poco de cada?..., difícil conformar esa dignidad de certeza de lado correcto.
Sicario, asesino a sueldo, según quién pague parece más comprensible y perdonable, él aprieta el gatillo pero no por ello los demás resultan menos culpables pues, si sales beneficiado de su actuación y existencia, entonces apruebas su mano ejecutora aunque nunca sea dicho en voz alta pues, nunca se estuvo allí y nunca existió nadie.
Confirmado, mejor vuelvo a la tranquilidad de mi ignorancia.

Lo mejor, va introduciéndose, en tu revuelto corazón y angustiada alma, con calma de rotunda eficiencia.
Lo peor, un publicitado tráiler puede hacer que desesperes en su instrucción inicial.
Nota 7


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Ocho apellidos catalanes

Las alarmas de Koldo se encienden cuando se entera de que su hija Amaia, tras romper con Rafa, se ha enamorado de un catalán. Decide entonces poner rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de los brazos del joven y de su ambiente. Secuela de "Ocho apellidos vascos".


No fue buena idea el intento de cambiar de provincia.

“Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón, lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y emoción...”
..., porque una locura circense es lo que se ha desatado alrededor de esta hermana pequeña de la apellidada vasca, en atención mediática, expectativa de deseo, en previsión de audiencia y en querencia de risa y diversión por parte de un espectador esperanzado en hallar la genialidad mixta que tanto funcionó en su momento, cosa que, por otra parte, no le va nada mal al cine español, contar con esa alfombra roja de abrazo y bienvenida, ya en pre estreno, que tanto se echa de menos en demasiadas ocasiones anteriores.
Y cuando un producto está tan publicitado y es tan ansiosa su recepción caben dos posturas, ambas innegablemente unidas a la maldita comparanza con su antecedente familiar, ¿mejor?, ¿peor? o ¿lo dejamos en tablas y la damos por válida?
Vaya por adelantado la predisposición del vidente a sonreír y emitir sonora carcajada a la mínima que el guión valga la pena, locas ganas de entretenimiento, disfrute y distensión propia de la tierra con ese típico acento catalán que tanto parece querer huir del clan español últimamente, tan pesadamente dado y con el ensordecedor ruido montado.
Así que se espera que la ficción de esta bonachona comedia romántica supere en espectáculo, títeres,
tonterías y banalidades de palabra dicha a la presente realidad; y por ahí andamos cuando lo visto nos dice que..., con lamento y tristeza, la magia del efecto de la primera se ha perdido, por nunca más existe, que la ingenuidad del inicial encuentro, esa inocente sensación que dio paso al inesperado enamoramiento de una película sencilla, de argumento chispeante, que complació de manera sorprendente, no hay forma de que vuelva a repetirse.
Y buena voluntad hay, por ambas partes, tanto de los currantes como del cliente que compra y prueba el producto, pero la risa no surge en abundancia, la carcajada es un poco forzada y a la mínima que puedes emites esa sonoridad tan deseosa de salir y explosionar donde, da igual si la escena o la sentencia intercambiada lo merezca, por Dios, Cataluña y España ¡que voy a reír comos sea!
Dicen que virtud del español es saber reírse de si
mismo, sólo que repetir misma fórmula sin aportar nueva gracia u ocurrencia, o al menos mantener la ya juzgada previamente, como que no funciona, como que miras con cariño y buenos sentimientos, gratitud del intento pero, sinceramente, tu humor no ha salido de fiesta y no hay disgregación ni independencia, unánime sentencia se establece en esta cinta de Emilio Martinez-Lázaro y de todos sus estimados participantes; se os quiere mucho, grata estima de ir a vuestro encuentro, de acogida entusiasta pero la referida, con su inepto guión a cuestas, es escasa en cuanto a ingenio y agudeza, seducción o garbo, tiene más de simpatía emotiva por parte del receptor, de empatia sensible ya presente de antemano, que de fruto gracioso y chiste cómico sentido.
“Te voy a dar un remate que ¡Pablo Neruda se va a quedar nadando!”, ya me hubiera gustado a mi que los oídos lo hubieran recibido, el corazón captado, el
alma sentido, por lo visto se confirma que segundas partes no son buenas y que en casa del herrero no hay forma de encontrar el cuchillo de hierro que rompiera tan puñetero refrán pues, a todas luces es de palo; por mucho que se quiera rebuscar Dani Rovira y Clara Lago ya no brillan como en Argoitia, Karra Elejalde sigue manteniendo su toque, único que vale la pena, pero no puede tirar del carro en solitario, es demasiada carga para tan pocas hábiles herramientas proporcionadas por un texto que atrozmente falla en su contenido, porque de las nuevas incorporaciones, únicamente dan juego la irrepetible Rosa Sardá, con su salera replicante Carmen Machi, como pareja dialéctica y, la verdad, tampoco han sabido sacarle gran gusto al dueto.
Señoras y señores, niños y niñas, padres y solteros tomen asiento, apaguen sus móviles y permanezcan en silencio lo mínimo que puedan antes de emitir alegre estruendo de gozo, juerga y bienestar ante el recreo y la jarana expuesta... bueno, sinceramente
no será para tanto, se quedará en tibieza de cómoda visión y comicidad media tirando a la baja; ya no es lo que era, ha perdido fuelle y garra por el camino, tanta presión de listón alto ha pasado factura, pero se nota el esfuerzo y la buena voluntad de su empeño, que valga como compensación por la ausencia de lo no recibido, del fiasco burlesco de cachondeo plano ofertado es cosa a valorar por cada uno.
Personalmente no me vale un compasivo “no ha estado mal ¿no?” pues estás confirmando que la balanza se inclina más hacia ese lado que el opuesto, que de mejor nada, y que entre peor o tablas, estas últimas se resquebrajan al intentar apoyar todos los pobres argumentos sobre ella, por tanto no queda otra que pe..., ssshh, el espectáculo va a empezar, ya no hay escapatoria.

Lo mejor, querer rememorar el espíritu de la primera, su osadía y bufonada vasca, ahora en república independiente.
Lo peor, asesina dicha esencia con un guión que no supo sacar, ácida guasa ni pitorreo jocoso a lo catalán.
Nota 4



martes, 24 de noviembre de 2015

Güeros

Sombra y Santos viven afincados en un apartamento al que hace tiempo ya le cortaron la luz por no pagar la renta. Reciben la visita del hermano menor de Sombra, Tomás, enviado por su madre porque ya no se soportan. La llegada del chico cambia las cosas y deciden todos emprender un viaje para rendir homenaje a un músico mítico que oía el padre de Sombra y Tomás, que nadie conoce, y que según ellos pudo haber salvado al rock mexicano.


Una imponente presencia, física y visual, que se evapora al conocerla con confianza en su intimidad.

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción”; una rebelión interesante y extraña, de aroma independiente, que no remueve ni altera a su observador es un fracaso.
El alma es su fotografía, ese exclusivo e intimista uso de la cámara, su delicada y escogida melodía, su minucioso guión lleno de sinceridad trascendental y banalidades al uso, la querencia por la aptitud de los personajes, su provocación experimental, esos enfoques tergiversados, su desorden de correlación..., pero lo único que sientes es vacío, distancia, frialdad receptiva e ignorancia de su esencia pues no da pie con bola; no capta el interés del vidente, resulta hueca y lejana, seguir su hilo y estela no causa mayor emoción, fascinación o estima que terminar, por empeño y obstinación, lo empezado.
“Para qué nos vamos, si al rato vamos a regresar”, para apreciar su estilo, para incorporar su formato, para integrar su espíritu individual, altruista y llamativo, veracidad de una estructura que respira sola y no necesita consejo de andadura pero..., sigo con el mismo dilema, no entusiasta, no atrapa la atención, no excita la curiosidad por saber de ella, la empatía reina en este grupo de estudiantes que, con rumbo certero y tendencia provocativa, se desvían,
pierden y sucumben a su propia parsimonia y apatía.
La historia no acompaña a su magnética imagen, ese hipnótico blanco y negro que oferta sublevación y pasotismo, esa juventud que no quiere liderar ni estar a la cola, únicamente pasar desapercibido en el medio, cómodo centro que igual vira hacia importantes lemas reflexivos, que hacia la incoherencia de sentirse desorientado y deambular haber qué surge.
¿Qué quiere expresar Alonso Ruizpalacios?, difícil saberlo pues su entonación posee altos grados complacientes, así como tantos otros de desapego y ligazón rota que provoca, a pausado ritmo, que desconectes y te establezcas en una indiferencia sensitiva que sólo continúa por saber qué oferta, lo cual, una vez recibido, confirma el abandono ya hace tiempo emprendido.
Los críticos la encumbran/el personal la relega porque, aún dando la razón a todas las alabanzas y análisis de la obra realizados -inteligente, divertida,
audaz, capta con precisión y modestia el estado anímico del joven actual- su global efecto pierde todo el atractivo de la originalidad óptica para desfallecer ante una razón que se aburre, una cognición aturdida por no poder deleitar la magnífica pieza vendida, motivo de tu elección y búsqueda.
Güeros, rubio, de piel blanca o pálida, frente a su hermano Sombra, más un tercero intermediario y quien se una de camino, los instintos no fallan y aunque valoras su presentación, estética y vanguardismo narrativo, cae en saco roto ante la dejadez de tus sentimientos por ella, cavilaciones filosóficas traídas a colación como la galleta de la fortuna de un restaurante chino, la escuchas y digieres pero se diluye en ese ambiente creativo que intenta ser ameno y cautivo pero que, con lamento de experiencia vivida, harta por desgana y fastidia por el nulo aliciente hacia su causa, vida y hazañas.
Formato 4:3, cultura mexicana, hermosos planos,
química interpretativa, alabado montaje técnico, guión trabajado con detalle, ironía por trazos, humor según momentos, apertura a ese ejemplo familiar mayor que se gana su cariño y respeto..., todo lo que se quiera pero la conclusión no varía, tediosa, pesada, sin inspiración nutritiva que vote por su compañía y disfrute de ella, pues ésta nunca surge ni llega.
En plano teórico una maravilla, osadía a aplaudir y alabar, coraje de diferenciarse con identidad propia; en la práctica, sirve de poco ante las negativas y contrarias sensaciones evocadas, todo un lamentable conflicto, el mismo que sentirás al leer sobre ella y después visionarla.
Dividida en ingredientes, soberbia; la mezcla de todos ellos en plato único, ni alimenta ni reconforta la velada.
¡Cómo duele no habernos entendido!

Lo mejor, toda su estética, técnica y valentía de marcar personalidad.
Lo peor, la ruptura o ausencia comunicativa con el espectador.
Nota 4,5



lunes, 23 de noviembre de 2015

Mistress America

La vida de Tracy, una joven solitaria y muy poco popular estudiante de primer año, sufre un completo cambio cuando aparece en escena la impetuosa y aventurera Brooke, una treintañera que se va a convertir en su hermanastra, pues la madre de Tracy está a punto de casarse con el padre de Brooke.

Ensalada mixta cuya textura y consumo no enriquecen.

Y sigo esperando que tanta cháchara me cause algún tipo de emoción, interés o frenesí..., y sigo pensando dónde quedó la gracia hilarante, diversión brillante, ingeniosa ocurrencia vendida en palabra escrita..., y sigo preguntándome qué es este teatro de marionetas, de incesante movimiento pero poca atención prestada por parte de una espectadora que mira, escucha, sigue todo el proceso y trata de adaptarse al baile circense pero los pasos la agotan, desactivan y cansan pues ni tienen motivación, ni conexión, ni seducción para con unos oídos que sólo presencian adulación hacia el propio artista creativo que escribe, produce y dirige una presunta inteligente comedia que a la presente se le escapa pues, continuo e inacabable parloteo, respirado con pérdida afectiva y apenas atrayente, es lo único que encuentro.
Verdad es su rapidez escénica, sus afiladas sentencias, su jovial ritmo de caos frenético, su loca vitalidad, su acelerada marcha, sus pasionales ganas, su inagotable espíritu, su delirante camino, su animoso carisma con el que se presenta y lleva todo

el recorrido, su ambiente cool..., pero entiendo que no es mi estilo, única explicación que hallo ante tanta elocuente alabanza donde yo no pillo el humor, ni la ironía, ni la diversión, ni la gracia, sólo mirada ofuscada por no hallar estela cautivadora o sugestiva que digerir con gusto.
Y el problema no radica en que no sea admiradora o conocedora del trabajo de Noah Baumbach, adoré la frescura de “Frances Ha” y me entusiasmó el retrato generacional que realizó en “Mientras seamos jóvenes”...,
...,tampoco reside mi falta de acoplamiento con la cinta, esa escasez de enganche y nexo para con la obra recreada con el retrato de la juventud neoyorquina que ofrece, emprendedores y hambrientos, de vida impredecible y abrupta buscan destacar entre tanta luz desbordante que ilumina un segundo para olvidarse al siguiente de su paso por su centro, brillar como sea, ingeniar sin parar, moverse continuamente, fingir y actuar, competir con quien se oferte, todo vale por no abandonar su sueño y seguir
vivo al pie de la gran manzana, por la oportunidad de estar y no fallar, de inventarse, de ser obsesivamente autodidacta...,
..., esos personajes radicales y excéntricos que rodean a la hiperactiva protagonista para adornar esa relación de admiración, amor y tristeza que se establece entre las hermanas, aún no políticas, donde la impopular, aislada y desencajada co-protagonista observa, al tiempo, el escudo protector que presenta tan hermosa figura para que nada le haga daño y poder seguir en la cumbre de las redes sociales, donde tiene lugar lo realmente importante, hasta ese momento catastrófico de interior lectura donde uno reconoce el error, la caída y el cambio de actitud y ruta pero...,
..., aún con toda la referida presentación de lo captado y leído por el intelecto, sigo con la misma
tortura, se sigue sin hallar la agudeza, sabiduría, salero, exquisitez o disfrutada complacencia de una visión que únicamente es consciente del pase de alterados personajes que copian mucho de un añorado Woody Allen -también es sabido el honorífico título que se le otorga, al comandante de esta amante americana, como heredero natural del cine del ahora, más clarinetista que loable director y escritor de excelentes tiempos pasados; de ahí mi apetencia por el encuentro-, y...,
..., tampoco está la enigmática cuestión, la distancia emocional y cognitiva respecto la representación exhibida en las logradas interpretaciones -magnífica y deslumbrante Greta Gerwig-, o en el sentido de la dirección, o en la cuidada y meticulosa fotografía, o en su dinámica banda sonora..., simplemente el guión no logra encender ninguna llama ni provocar fascinación o atracción por sus palabras y gestos,
más bien saturación de exponer en demasía cuando menos de más enlace, apego y unión hubiera sido más agradecido.
“El camino es el camino, no tiene nada contra ti”, pero puede que yo si tenga queja de una superheroína vigorosa y exuberante y de su recién adquirida hermana del alma, de sus amigos y de todo el recreo, alboroto y tiovivo ofrecidos porque estoy al margen de su alegría, distracción, alteración y entretenimiento viendo como la marioneta principal circula por esa etapa de madurez, los fatídicos y necesarios 30, respaldada por veinteañeros que llegarán igual de aturdidos y acelerados a tan gloriosa edad y no logro evocar ni mediana sonrisa, ni mínimo escarceo de aprecio por la jarana o de degustación sabrosa por la escurridiza juerga presentada.
Todo se esfuma y evade, sólo confundida desgana
aspirada se establece, tanta sabiduría argumental para dibujar esa inmadurez obligada a crecer y perpetuarse en su lugar correspondiente es experiencia inmune que se percibe con distancia, ni excitación, ni curiosidad ni embriaguez ni arrebato ni simpatía ni devoción ni cordialidad por su desenlace, únicamente lejanía y ausencia receptiva ante un filme del que esperaba mucho y del que, con admitido dolor y desilusión, he salido vacía y apagada, defraudada por la ilusión frustrada.
“Si no estoy en mi cuerpo ¿dónde estoy?, un metro a la izquierda siendo infeliz”, óptima y acertada descripción de mi estado de ánimo e impresión tras el paso por su compañía y visualización.
“Tienes que habitar en tu propio cuerpo”, en esas estamos pero, me has dejado poco margen para poder rebatir que no eres la interesante ni deslumbrante cinta prometida.


Lo mejor, el retrato de la juventud neoyorquina, su protagonista, fotografía y música, su intento de fresca mezcolanza.
Lo peor, su guión, como texto pronunciado, te deja cojo y desamparado al no poseer el carisma envolvente de los demás elementos.
Nota 5,5


domingo, 22 de noviembre de 2015

El clan

La historia se basa en el caso policial del Clan Puccio, que conmocionó a la sociedad argentina a principios de los 80. Tras la aparente normalidad de los Puccio se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y al asesinato. Arquímedes, el patriarca, lidera y planifica las operaciones. Alejandro, el hijo mayor, estrella de un club de rugby, se sirve de su popularidad para no levantar sospechas.

Trabajo en negro muy bien remunerado.

¿En qué trabaja tu padre? En su tiempo libre es secuestrador, ocasionalmente asesino si se tercia el asunto; y en esas inicias un relato curioso e interesante, llamativo y peculiar, historia verídica de Argentina que no deja de ser sorprendente por lo macabro del asunto y la sencillez de una ejecución que aturde e impresiona.
Mientras unos celebran, otros preparan la maldad, ese imprudente e ingenuo plan donde el dinero recibido recompensa y lava conciencias, complicidad de un reducido grupo cuya inquietante naturalidad e integración en la comunidad sobrecoge y perturba, su perfecto y asequible convivir con esos dos lados de la familia, el amor, la cotidianidad y su ferviente creencia religiosa, típica de cualquier familia feliz, más el trabajo de elegir a la víctima, preparar el encargo, amordazar, retener, golpear, cobrar el rescate y liberar o ejecutar según sea necesario, obligación de una tradición familiar que se hereda como cualquier próspero y rentable negocio.
La familia que roba unida permanece unida, aunque por el camino puedan existir pequeñas desavenencias que se arreglan cuando llega el botín y hay reparto, el padre parece no tener dilema moral que le cuestione su proceder, los hijos le han salido dudosos
de la elección entre el bien y el mal, quisquillosos interrogadores de lo correcto de su acción conjunta cuando no entienden que son un clan, hermanos de origen y andanza cuya lealtad ni se pone en duda ni se cuestiona; los de fuera, mártires elegidos, colaboran al mantenimiento y progreso de la institución, un santo y seña de identidad que limpia las calles de la inmundicia y porquería que ensucia su honorífico país a través de un mal comportamiento que engranda la corrupción y degradación de sus respetadas instituciones y esa humilde gente que no merece vivir con quien corrompe y perjudica su hermosa tierra; que ellos se enriquezcan es secundario y está aparte..., ¿ironía percibida?
Es cine documental, informativo, importante reseña de un tiempo histórico que merece y debe ser contada; el comprometido director, Pablo Trapero, elige breves y sutiles saltos temporales para que sea el espectador quien una las piezas, desde su evidente resolución a ese siniestro descubrimiento de la asunción tan lógica, evidente y tranquila de los quehaceres del padre.
Terminada la dictadura se sigue contando con el apoyo del comodoro, permitidas desapariciones
cuyos gritos, en la habitación del lado, no molestan a la hora de cenar o ver la televisión todos juntos, locura espeluznante de la cual te sigues preguntando cómo fue posible, no por los tiempos o los hechos, sino por el surrealismo del planteamiento, lo desbaratado de su puesta en escena, la desfachatez de toda su visión y la simplicidad de un resultado positivo en lo que, a todos luces, era una torpeza garrafal difícil de creer.
Excelente la banda sonora -genial el sonido envolvente de “Sunny afternoon”- como festivo enlace discordante de esos trágicos momentos que todo lo arrasan y nublan, correctas interpretaciones lideradas por un sobrio y helado Guillermo Francella, cuya serenidad gesticular y firmeza convincente de su autoritaria voz dicta sentencia de las formas y maneras de crecer y convivir en dicha parentela.
“Yo nunca voy a poner en riesgo a la familia” le dijo
el padrino a su vástago heredero, como convencimiento de un paso cuyas dudas el patriarca no entiende; no hay dilema, no hay disyuntiva, no se abandona a los nuestros, se está a las buenas y las maduras. Película que batió todos los records de recaudación de taquilla en su estreno en Argentina, conmoción de unos hechos que en los 80 fueron un impactante escándalo emocional y aterrador de quien era su educado vecino, gélida simpatía de unos miembros que alteraron la tranquilidad del país por su sangre fría y ausencia de lamento, todo un ávido reclamo para ser contado y filmado pues es crónica estremecedora y seductora que interesa, abruma, capta tu atención y reporta sobre la maldad encubierta de quien te saludaba, con amabilidad, al pasar por tu lado.
Nos hallamos en el complicado momento de implantación de una democracia que todavía tiene trapos sucios que lavar y varias rasgaduras en su nuevo y estrenado vestido, terrible visión de esa aceptación y despreocupación de lo que tenía lugar
en el cuarto adyacente, mientras se seguía con la querencia de una rutina familiar pues, sólo es trabajo, no debe traerse a colación en la bonanza y cariño del hogar.
Nivel de mafia de primer orden, la historia de los Puccio es adecuada, medida, oportuna y simbólica, acorde a los hechos y con buen toque en su montaje para atraer tu percepción y que se mantenga hasta su final, su formato es de apropiados pasos milimétricos para recrear esa horrible lectura de quien existía con normalidad, loable ejemplo de un hacer argentino que se mira y denuncia lo encontrado.
Es anécdota complaciente a recoger y averiguar, la violencia como arma de enseñanza, de disciplina, de enriquecimiento de un padre que utiliza su fuerza mental, como chantaje y presión, en un drama cuya recreación estética de la época, ayuda a la integración en las circunstancias y maneras de actuar
de un sombrío clan, que se movía con impunidad a través del orgullo de una extorsión que venía incluida con el apellido.
“¿Estás bien?” “Si papa, estoy bien”, aunque la cuestión es cómo puede estar bien después de lo visto y sucedido, de la labor extraoficial de su particular familia; de la que se sigue ¿eres culpable si conoces los hechos pero no intervienes?, ¿si el ruido contiguo te incomoda pero haces oídos sordos? La cojas por donde la cojas su sólo pensamiento es turbador, espantoso y escalofriante; sin duda, se vuelve a cumplir: la realidad supera la ficción.

Lo mejor, el acierto narrativo de Trapero, con su toque personal, estético y sonoro, más la elección del protagonista.
Lo peor, se echa de menos mayor intensidad para eclipsar e impactar, como sólo Arquímedes merecía.
Nota 5,7


sábado, 21 de noviembre de 2015

In bloom

Durante un caluroso verano en Chicago, dos chicos experimentan la tristeza de la separación y el corazón roto del primer amor.

Aprender a amar y dejar marchar

La dificultad de la amistad, del contacto informal cuando se ha compartido intimidad, y los ecos de ésta aún resuenan en la piel y el alma.
El problema que se deslumbra de estas historias pequeñas e intimistas es que plantean unas parejas unidas únicamente por el atractivo físico, rostro seductor de cuerpo joven y piel tersa y suave, siendo el agotamiento por este, por haber saciado la curiosidad y haber pasado ya de largo el nerviosismo de ese primer beso e inquietud del inicial roce lo que provoca el entusiasmo por otra gente y esa tentación de volver a ser libre para probar, jugar y coquetear de nuevo, volver a ser espíritu solitario que elige cuándo, dónde y con quién.
Ya no te excitas con tu pareja, ya no compartís hobbies ni apetencia por hacer cosas, cada uno tira hacia un lado, uno más que el otro, sólo es cuestión de tiempo que surja tan temida sentencia, que se diga en alto ese tenebroso tenemos-que-hablar, necesito-espacio, no eres tú-soy yo, mientras el otro componente mira incrédulo al haber sido sacado, a la fuerza, de su estimado paraíso romántico y ser
expuesto a la realidad que le dice y repite, para que acabe de creérselo, “ya no te amo, ya no me haces feliz”.
Chris Michael Birkmeier ofrece la evolución simple de una pareja que deja de serlo y se mueve en el interrogante constante de si volver a darse una oportunidad o, a lo hecho pecho y ya no hay vuelta atrás, si segundas partes nunca fueron buenas, o hay que reformar el refranero porque los tiempos han cambiado y con ello la gente que vive sus emociones sentenciado por el mismo, o puede que en el fondo los sentimientos de amor, odio, amistad y traición, y los múltiples colaterales que siempre les acompañan, sean los mismos desde le época del perro del hortelano, y muchísimo antes.
Porque el dilema que se mueve aquí es si comer de todo un poco, picando donde apetezca, sin permitir
que el anterior comensal coma en plato extraño ni deje de sentarse a nuestra mesa, egoísmo o confusión de no saber qué se quiere hasta que se ha perdido y distanciado el ser amado, y la claridad obra presencia y todo vuelve a estar claro; interpretaciones cercanas, naturales y sentidas que cuentan con diálogos humildes y moderados, de un guión que no pretende profundizar en el dúo protagonista, sólo narrar ese desdén y aburrimiento cuando se posee lo que se codicia, esa ansiedad y desespero cuando ya no está al alcance, más el estrago que provocas en la persona receptora que nada sabía y, sencillamente, las ve venir y recoge como puede.
Modestia de poca ambición, relajación de planteamiento que, aún así, lo deja todo obvio y estructurado, tentación de vivir rodeados de personas que cautivan donde siempre habrá alguien
mejor, más guapo, gracioso y divertido, interesante y provocador aunque, la verdadera cuestión es si la felicidad te la aporta la persona que come, duerme y vive contigo.
“In bloom”, floreciendo, una vida llena de opciones y sensaciones diversas, complicado crecimiento cuyo aprendizaje duele en el corazón y alma, arrepentimiento de haber elegido mal/sensación frustrante por haber sido la correcta decisión en su momento, ahora irrecuperable, o puede que no pues la existencia marca pausa, opta por cuando parar su noria y si volverás a coincidir en repetida oportunidad de conquista, u olvidar y pasar a la siguiente, si es que la hay.
Es leve, cauta y poco intensa, emotividad mínima para asumir posturas y mover ficha según acontecimientos, bajo presupuesto para recatadas expectativas que dentro de su nula novedad, narran con decoro, solvencia y buena aptitud la aparición, vivencia y pérdida del primer amor y esa inquisidora pregunta de si se acierta o erra con la decisión tomada.
La brevedad de su duración va correlativa a la fugacidad de lo mostrado, suficiente para gustar sin colmar y dejar un recuerdo cálido, que templa sin llegar a llama ni provocar calor.
“Gracias por cuidarme”. “De nada”.

Lo mejor, su cercanía compartida.
Lo peor, no explora con rotundidad en ella.
Nota 5,5


Stockholm Pennsylvania

Una joven mujer que fue criada por un secuestrador ahora lucha para aclimatarse a sus padres reales, después de 20 años de separación.

Ángel caído que nunca volverá a ser el mismo; por siempre perdida.

Lo conocido ya no existe, el presente es extraño, por delante un huraño porvenir para observar con curiosidad y paciencia.
Síndrome de Estocolmo, reacción psicológica en que la víctima de un secuestro desarrolla una relación de complicidad y vínculo afectivo hacia su secuestrador, distorsión cognitiva que presenta sentimientos positivos y de preocupación hacia el mismo, mientras sienten miedo e ira por policía, médicos y propia familia que les acoge e intenta ayudar.
Liberada de su raptor de 20 años se sigue sintiendo atrapada, sólo que ahora por quienes dicen ser sus padres, desconocidas personas con las que se ve obligada a vivir, en casa ajena, que se empeñan en llamar hogar cuando de éste, el único poseído, fue sacada a la fuerza para ser llevada a un inhóspito presente, no querido, pero impuesto sin remedio.
Y deambula complaciendo a quienes la rodean, siendo buena chica y haciendo todo lo que se le pide, sin confiar en nadie por nadie le es familiar, el único pariente cercano se halla en la cárcel y los periódicos, acusado de herirla, cuando ha sido su salvador y apoyo durante su programada vida.
¿Cómo querer a quien no se conoce?, ¿cómo odiar a
quien se estima?, ¿cómo olvidar lo cercano vivido y aceptar lo nuevo ignorado?, mirada perdida, fija y autómata para quien está en cuerpo, pero cuya presencia anímica y mente reflexiva regresa a sus vivencias, sus recuerdos de vida que conforman lo poco que comprende, ahora mentira.
Un trabajo austero, hipnótico y frustrante por su opaca ambientación definida, todos sufren, todos se sienten cautivos, no hay forma de volver atrás, de recuperar a una hija que no existe cuando la que se presenta ante la puerta es una joven impenetrable, rígida, hostil y distante que no permite el acceso a esa confusión lógica que reina en su cabeza.
Saoirse Ronan, firme, sólida y cautivadora como regalo bendito de un previsto paraíso que se vuelve infierno, al no hallar modo de comunicación ni puente
en construcción que permita recuperar la relación abruptamente interrumpida; Cynthia Nixon fuerte, desesperada y enérgica como esa desconsolada madre que, tras recuperar a su querida niña, se dará cuenta de la ausencia de ésta que nunca más volverá a ser; tensión silenciosa a quien la rutina de seguir adelante no engaña, pero seduce e interesa con áspera fuerza para no perder el hilo del siguiente paso a dar.
Nikole Beckwith sabe escribir y rodar una historia simple en actos, complicada en emociones que esconde mucha oscuridad y secretos no compartidos de quien es liberado de la penumbra para recaer en una luz que ciega tanto como el sótano donde se encontraba, pues sigue encerrada y ausente al
margen de ese mundo que ni conoce ni sabe si quiere conocer.
Profundas y sentidas interpretaciones que viran hacia un radical cambio inesperado donde, si no puedes con tu enemigo, imítalo, veracidad que va perdiendo enteros por extremar una tragedia que no lo necesita, inflexible resistencia de planteamiento que se deja llevar hacia la incredulidad de quien, siendo víctima aclamada, se transforma en martir y delirante agresor, padecimiento sin respiro donde la niña de 4 años, ahora adulta de 23, ofuscada, tirante y gélida, se presenta tan desconcertada como el ensimismado espectador que mira pero no recibe consuelo.
No opta por la lágrima ni por la sensiblería, establece numerosos puntos de conexión inaccesible como protección de ese lugar que no se conoce, porque la narración va sobre conocimiento, sobre incómoda
tensión de la convivencia forzada, la nulidad de lo aprendido y la inseguridad que proporciona, al tiempo que un montón de información y personas dispares que nadie son, por mucho que se empeñen en que sea desleal con su exclusivo sustento, aquel a quien le debe la vida pues la escogió para salvarla.
Auxilio sereno, mesura agónica de un pajarillo que sigue en su propia jaula, obediencia de premios y castigos como educación silenciosa que nunca cuestionó pues era su verdad de crianza, te eclipsa por la dureza de lo que no cuenta, por esa momificada habla aprendida que no expresa emoción, ternura ni afecto pues sólo vacío posee en su interior; ¿cómo reparar las alas rotas de esa delicada criatura inocente, que se mueve sin hacer ruido, y sin averiguar las maravillas que tiene a su alcance?, pregunta doliente que te engancha a su ser, que conmociona tu alma y mantiene candente una perpleja preocupación que no descansa.
Comedida pero letal, piadosa en su intensidad, inquietud para un cuadro melancólico de pausados y lentos movimientos que se tuerce levemente en la sobriedad de su expuesto camino, diálogos secos y cortantes que mantienen tu apego por su evolución, sencillez amarga para quien continua sin despertar de su trampa pues es lo único conocido, ahora roto en mil pedazos.

Lo mejor, el tema que aborda.
Lo peor, no explorar con contundencia en su dramatismo congelado.
Nota 5,5