jueves, 19 de noviembre de 2015

No way Jose

Adam Goldberg es Jose Stern, un músico a punto de cumplir 40 años y que vive en una encrucijada en su relación. Cuando su prometida descubre un oscuro secreto, lo deja, y su mundo se colapsa. Sin otras opciones, Jose se ve obligado a quedarse en la caótica casa de un amigo que está casado y tiene hijos y que está más perdido de lo que parece. Cuando Jose se desespera más y no tiene a donde ir, busca consejo de sus gastados amigos, su disfuncional familia y su exnovia alcohólica, esforzándose por encontrarse a sí mismo, encontrar su música, y quizás al amor de su vida.


Palabrería sin efecto.

Malogrado músico, en plena ruina sentimental y existencial, que huye del compromiso; sin buscarlo ni provocarlo, pero con lamento de efectividad sentida, también huye de ti.
Aquí procede el análisis deductivo y la conclusión emocional, tan distantes la una de la otra como para dudar de tu valoración final; por un lado es obvio el referente que le sirve de inspiración, un judío “woody allen” -de nombre mexicano Jose- de neurótica verborrea en plena crisis de los 40; por otra es clara la evidente y distante conexión que sufres y padeces, no estando muy claro por qué...,
...,pues Adam Goldberg, experto actor de televisión que, en esta ocasión dirige, escribe y protagoniza y que, sinceramente, lo hace todo bien, al dedillo, todo adecuadamente, una dirección que instiga a focalizar la atención en el deprimente sujeto perdido, sin sustento ni base donde apoyarse tras perder a su novia, una interpretación que realiza con humildad y acierto de plasmar ese vacío catatónico de quien no posee rumbo ni se atreve a marcarlo, con diálogos de
incesante ritmo que esconden, entre líneas, ironía, burla, escepticismo y situaciones ridículas llevadas al extremo del caos y del sin sentido, surrealismo para exponer la ruina moral y física de quien avanza en cumplir años pero se niega a aceptarlo pero...
..., poco a poco quedas desligado de su interés, la apetencia por acompañarle, conocerle en su pena y aventurarse en su desconcertante e irreverente tragicomedia ceden al no lograr aliciente, afecto o inclinación alguna por formar amistad con él, deambula de lado a frente, de tropiezo a error, de fiesta infantil a bar adulto con su guitarra a cuestas y sus dudas empíricas sin lograr tu risa, sin perforar en tu sagacidad, sin provocar gracia, sin enlazar con tu incredulidad, simplemente entregas lentamente tu avidez y fascinación inicial por él; sin más explicación sueltas rienda para finalizar con un desapego no muy
tremendo gracias a la justa y medida duración de la cinta pero, con un determinante y definitivo estoy-tan-extraviado como el susodicho y ¡no me lo esperaba!
Tal vez porque, en demasía, recuerda a esa época dorada del director-escritor-actor neoyorquino que tanto le sirven de musa e inspiración, puede que para imitación mejor acudir al original, puede que sencillamente sea uno de esos peculiares casos donde, contando con los apropiados ingredientes en su conveniente combinación y manejo, incomprensiblemente el resultado sea desgarrador por su pobre eficiencia y positividad en la recepción por parte del vidente; escaso provecho para buenas intenciones en un valorado trabajo que transmite poco, que comunica con torpeza con su audiencia, que se olvida de la ocurrencia chispeante y vivaz que
tan artísticamente manejaba su sugerente y obvio numen.
El estrambótico escenario de funambulista sin equilibrio y desaforado, rodeado de desastrosa organización, que con incógnita asombrosa rueda y hace camino, acaba contagiando su desgana en lugar de incentivar su descernimiento como hacía su mencionado maestro, en lugar de cosquilleo y entusiasmo por su traumático enredo, surge la dejadez por una andadura que ni motiva ni capta adeptos.
Puede que los secundarios no terminen por arropar con solidez al inepto sujeto, puede que el aroma inconsistente, que utiliza el tiovivo como conducta de maniobra, no encadile lo suficiente como para que la estima brote y logre una raíz potente, puede que...,
no puede, honestamente ¡lo obtiene!, porque no entretiene, ni divierte, ni estimula en su contacto, como si quiere seguir circulando sin-ton-ni-son ¡más rato!, como si quiere continuar con su agonía, como si quiere sustituirla por mayor angustia o por fin hallar la dirección que le proporcione algo de sosiego y calma, llegados a ese punto que no importe cómo queda es sentencia definitiva de tu ausencia afectiva e ignorancia sensitiva respecto al ejecutante, y ese inoportuno sentimiento que se cuela, sin pretenderlo pero con decisión, ¡no es nada bueno!
No acabas de entenderle, ni de percibirlo, ni de captar su esencia, ni de hallar aprecio o empatia por el mismo lo cual propicia la tan temida, pero presente, ruptura y alejamiento de su andadura y narración donde, de nada sirve el deductivo análisis ante tan conclusiva emotividad; ¡es lo que hay!
“No way Jose”, de ninguna manera y sin salida, así se siente también ¡el espectador!


Lo mejor, aspira a comunicar mucho de manera inapropiada.
Lo peor, su inadecuación puede terminar no comunicando nada.
Nota, 4,6


No hay comentarios: