domingo, 15 de noviembre de 2015

Love & Mercy

Biopic sobre el músico y compositor Brian Wilson, fundador de los Beach Boys, sobre su influencia en la música, y sus problemas nerviosos que propiciaron su relación con el controvertido terapeuta Dr. Eugene Landy.


Cuando el éxito procede de una locura insana de creatividad

El niño empezó a sufrir, el joven tenía señales obvias de quebrarse, el adulto surgió ya roto, sólo queda el auxilio y la supervivencia; “love & mercy”, amor y misericordia para quien sigue vivo a pesar de todo.
Sin duda alguna, no hay película parecida que cuente la dicha y desgracias de un real personaje de nuestra historia reciente, ya sea músico, deportista o de cualquier otra modalidad consabida, de modo tal y como aquí se plantea y manifiesta.
Y todo el mérito, completa responsabilidad de ello es para un eficaz y ocurrente Bill Pohlad, que plasma la caída al infierno y el terrorífico sentimiento de permanecer cautivo en el susodicho averno con una sorprendente gracia, acertado esmero y sabia composición de sus diversos y alternos tiempos, combinados con esa maestría y lucimiento de encaje que muestra la concatenación de los alucinantes y alarmantes sucesos, reacciones y síntomas surgidos al compás de la maravilla de creaciones que su mente no podía dejar de construir y tocar.
Porque Brian Wilson era, es músico, artista de talento compositivo reconocido, es la único claro y perceptivo que obtienes de su narración, esa calma y

aislamiento que le concedía su don creativo cuando éste se ponía en marcha, más ese temor constante de perder el contacto con su necesitada e imprescindible inspiración pues ella manda, ella controla, ella decide cuando surge y cuando se repliega; y esa dependencia emocional y cabal sobre esencia tan fugaz y esquiva, que a nada ni nadie responde, es sublime y peligrosa, grandiosa e inquietante, riqueza de musa personal con la que es difícil coexistir pero es la única con la que se entiende, la única que le proporciona estabilidad de saber qué hacer, seguridad de sosiego y paz mientras sea ella la que ordene y mande.
Luego está esa segunda parte, la de persona carnal que cohabita con otros conciudadanos, familia y amigos con quienes tiene problemas de equilibrio
emocional y de procedimiento racional, enfrentamiento de quien no posee cabeza ni lógica cuando no gobierna su numen interior y tiene que lidiar solo, consigo mismo y con la rutina, con su arduo y peliagudo día a día que, a cada segundo se presenta más oscuro, siniestro y desconocido.
Excelente crónica, de una peculiar existencia, narrada con exceso y armonía de mostrar como su propio monstruo anímico comienza a devorar la conciencia inventiva de un genio compositor de la música, como deshace su realidad y le convierte en un monigote sin voz, voto ni opinión que no se ajuste a la de su doctor y tutor que dicta quién es y qué puede hacer ahora; solitario y asustado, como maltratado crío abandonado por sus padres y seres queridos, yace sometido a la voluntad de quien se presenta como su dictatorial dueño y salvador.
Admiración hacia la figura, asombro hacia el hombre,
conmoción por lo sufrido, fascinación por lo relatado, un compendio de sensaciones inesperadas que hacen de esta cinta todo un inaudito descubrimiento de placer desordenado, al tiempo que exquisito; un amor agradecido y misericordioso, que otorga misericordia y sinceras gracias de querer sin solicitar nada, rareza visual de composición inédita que permiten un conglomerado confuso y sobresaliente, cortés recepción que con entusiasmo, curiosidad y perplejidad va introduciendo su relato para trasladarte al doloroso sentimiento de quien está perdido, hundido y destrozado desde hace años.
Los Beach Boys y su inestable componente y co-fundador, años locos cuya inspiración era lo único estable e íntegro, los sonados años 60 con sus desbordantes emociones, con un fantástico, en su libre y demente interpretación, Paul Dano, junto a un John Cusak, en el presente, que le va a la zaga y el
recordatorio apesadumbrado de una niñez doliente y castigadora, verosímil plasmación con su excelsa música de acompañamiento que ofrece el tormento de la creatividad y la añoranza de su pérdida.
No hace un repaso por toda su vida, toma dos momentos concretos y partituras esporádicas de lo que con antelación tuvo lugar, no resume, no juzga, no usa el convencionalismo lineal de biopic de estrella, la joven parte exhibida con más deleite y pasión/la adulta más densa y carcomida, cojea respecto el doctor y su por qué, deja sin resolver dudas que cualquier vidente avispado se pregunta; algunas escenas son evocadoras y efervescentes/otras menos deslumbrantes y motivadoras, un filme caótico por momentos, incomprensible por otros, lunático en su mayoría, interesante en su originalidad, psicodélico en su costumbre de andadura, enigmática en conjunto no es biografía tradicional, profundiza en la mente de un creador, en sus miedos, desequilibrios y lucha interna y deja sin cerrar muchas puertas abiertas que no enturbian lo que realmente se desea contar,
instantes puntuales de una realidad agónica que parece, por fin, logra placidez y bonanza.
Tenebrosa y transtornada vivencia que bien merece tu atención y tiempo, es distinta, desigual, imposible te deje indiferente y al margen de su disparidad; te gustará por trozos, te chocará en su acervo, te impactará en su depresión y ego, te desconcertará en su excentricidad; genio y figura que compuso “God only knows”, por tanto, “Love & mercy” Brian, de corazón.

Lo mejor, su original formato, sus dos actores principales y el interés por saber de su protagonista.
Lo peor, deja cabos sueltos sin resolver ni matizar.

Nota 6,8


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