sábado, 24 de diciembre de 2016

La comuna

Dinamarca, años 70. Un matrimonio decide convertir su casa en una comuna. La pareja descubrirá así las peculiaridades de la vida colectiva.


Honestidad sin límites.

Interesante..., tú lo iniciaste/tú lo arruinaste, al desear más sin valorar lo que se tiene, al crear un paraíso que supone la desaparición de tu persona, al quedar relegada al olvido de un aislamiento, no tocada por nadie.
Cuando ya no compartes la idea de vida con tu pareja, cuando se abre el espacio y la comunicación cesa, cuando ya no se aprecia el querido sol por un indeseable nubarrón afectivo que implica la soledad, amargura, tormento y desquicio de tu alma, pues la locura se ha apoderado de ti, ya no eres la que eras, has sido traicionada por tu vanagloria de apreciar el oír a otros y obviar a tu pareja.
Cercioro, interesante..., ese observar la llevada de la peculiar teoría a una equilibrada y curiosa práctica, más esas determinantes emociones que nacen y fluyen sin control, pausa ni patrocinio y que son la expresión involuntaria de quien ha perdido su norte, al apostar por todos los puntos cardinales y desbaratar el sentido orientativo de su propia brújula.
Una grata sorpresa, mucho mayor de lo esperado, de buen espíritu, abrazado por esa estupenda música y ese inocente experimento de querencia y vivencia en
comuna de los 70, donde entre todos, a buena fe, se decide/donde uno, a necesidad personal, puede cambiar el balance y desafiar toda la estructura.
Egoísmo y generosidad conviven en un proyecto nacido de la urgencia de saber y convivir con más personas, de la petición de enriquecimiento del tiempo y espacios compartidos a tres bandas entre una esposa, su marido y amada hija; deseo concedido, que conlleva inesperados sobresaltos anímicos, al descubrir la reina de la colmena que su súbdito rey, ha hallado reclamo nuevo de mayor apetito, estímulo y cariño.
“Tiran más dos tetas que dos carretas”, más si son suaves, firmes y prestan atención a los requerimientos de las manos que las solicitan; entusiasmo y vitalidad, para una atenta mirada que disfruta con el avance y desarrollo del formato; ojeo persuasivo, que se introduce con la festiva alegría del comienzo de una alternativa familia, de adopción y convivencia.
Humor para la indagación absorbente, sobre las
consecuencias de lo que decidimos y hasta dónde se puede soportar sin perder la lógica, el respeto, la mente y, así, dejar de torturar a un devastado corazón, que no esperaba tal vuelco.
Concluyo, interesante..., solidez argumentativa, para esa ironía conclusiva que se lleva por delante las esperanzas y anhelos de su portadora, mientras la vida sigue y los demás disfrutan de su ocurrente idea, puesta con éxito en marcha.
Nadie es imprescindible, el grupo no se detiene por el desencaje de una pieza; acoplarse a los cambios y reajustar posiciones, y el miembro sobrante, que abandone la casa.
Motivadora, refrescante, ingeniosa distribución asociativa de un edén, que tiene su exquisita manzana tentadora, aquí, resuelto con el efectivo raciocinio de lo mejor para la mayoría...lo dicho, interesante.
Sol, sexo, amistad y algún desacuerdo, diversión vuelta tragedia.

Lo mejor; la evolución de su núcleo.
Lo peor; despreciarla por su procedencia y venta.
Nota 6,1
interpretación 6 guión 6,5 música 7 fotografía 6 realización 6 montaje 5,5


miércoles, 21 de diciembre de 2016

El contable

Christian Wolff es un contable y genio matemático, un hombre extremadamente tranquilo, obsesivo con el orden y con mucha más afinidad con los números que con las personas, que lleva una doble vida como asesino despiadado.


Matar y contar, su especialidad.

Puede que sea culpa mía, pero esperaba más acción y menos explicación psicológica, más movimiento presente y menos regresión al pasado, más vitalidad letal y menos currículum de los actos realizados; incluso parece poco estimulante, e incluso en ocasiones ridículo y obtuso, el por qué de decisiones y búsquedas que no acaban de encajar con esa altura que, al final se acopla de forma poética pero que, supongo, como buen panorama autista, es difícil de admitir en todo su entramado de corazón rígido y cabeza fría, dada su distancia emotiva para expresar y ser aceptado por el público.
Porque aprendió bien la lección, “eres distinto, y lo distinto asusta a la gente”, de ahí su aislamiento, protección y desconfianza ante cualquiera que se le acerque; pero este áspero, pulcro, conciso, meticuloso contador allá una pieza distinta en su último puzzle a confeccionar, esa que le hará alterar su patrón y rumbo cronometrado; saltarse su rutina ya es un logro, de escaso aliciente para el espectador, la verdad, que se refleja en esa tímida mueca labial, que altera su inexpresividad perpetua.
Es extraña, en sintonía al singular personaje que retrata, aún así sería poco sincero decir que se
disfruta plenamente/sería poco verdadero decir que desilusiona completamente; un acicate incómodo, poco manejable, de dificultoso deleite y asunción interrogante.
La atención se distrae, de eso no hay duda, aunque tampoco le entregas tu interés completo, sin ese pero retroactivo que echarle en cara; es un artístico baile -muchas otras veces representado- de similitud acoplada -convincente a medias- una vez se finaliza el trabajo y cada cual tiene lo dado; en caso del protagonista esa calma y control de terminar lo empezado y descansar una mente, que sólo él sabe cómo se maneja.
Ben Affleck, juzgado como actor/elogiado como director para un individuo de enormes carencias afectivas, maniático genio de las matemáticas, estricto y violento por herencia educativa, antisocial por represión sufrida, lo cual me lleva al interrogado
debate de si gustó o algo menos, por el cual me estoy decantando hacia lo segundo; un acertado guión, o que peca de cierto convencionalismo, para un personaje gélido, tirante y nulo comunicador, de brazos letales y pulgar firme para apretar el gatillo, que aspira a ser revulsivo y ansiar tu logro aplaudido.
Mucho drama familiar, algo de humor negro y conversaciones de oficina, más ese thriller anómalo por el tirador que lo lleva a cabo; intenta dar la sorpresa y aglutinar una pizca de todo a través de estereotipos, del cual el ejecutador contable pretende salirse con su falta de empatía y carencia sensitiva hacia los demás, lo cual no deja de ser otro estereotipo, dada la última moda de asesinos fríos y sin escrúpulos, por enfermedad discordante y recurrente.
“Rayman”, en versión más pacifista, contaba palillos
y cartas, Sheldon, “The big bang theory”, tiene como modelo a Spock, para llevar una vida al margen de las emociones; Christina Wolff parece juntar a ambos, con su inteligencia suprema y carencia de afinidad humana, sólo que aquí Spock es un duro e intransigente padre militar, que perfeccionará su distanciamiento y resguardo de la sociedad envolvente.
Es entretenida, aunque tampoco tanto; no acaba de cuajar lo que Gavin O’Connor quiere ofrecer y vender, más bien parece un modelo clásico de pistolero a sueldo, con identidad oculta, que se vale de su toque rarito para ser más original y exclusivo; “¿le gustan los acertijos?”, sí, distraen y hacen reflexionar, pero aquí no hay tal iniciativa curiosa, se deja ver, sin llegar a remate de ser única en su contenido, realización y acabado.
Mucho síndrome de Asperger, como nota alterante y seductora, pero su ojeo es banal, pasajero, no convence en demasía.
La diferencia, como excusa para la violencia; no es novedoso y el retrato confeccionado no sabe captar, ni intrigar a su audiencia; “Tengo que finalizar el trabajo”, es lo que hace, poco más.

Lo mejor; la acción y humor de su tramo final.
Lo peor; la cháchara previa para encajar las piezas.
Nota 5,9
interpretación 6 guión 6 fotografía 5,5 música 6,5 realización 6 montaje 5,5


sábado, 17 de diciembre de 2016

Sully

Chesley “Sully” Sullenberger es un piloto aéreo que en 2009 se convirtió en un héroe cuando, al poco de despegar, su avión se averió y logró realizar un aterrizaje forzoso del aparato en pleno río Hudson, en Nueva York, con 155 pasajeros a bordo.


Insuficiente, dada la proeza.

Clint Eastwood, ¿no podías haber hecho una cinta más interesante?, ¿no había material, en ese libro del que partes, para una película más plena, grata, apetecible y estimulante?; porque la sensación de corrección en los hechos/pobreza en el sentimiento despertado, no deja de rondar en el ambiente.
“Hicimos nuestro trabajo”, y Eastwood parece limitarse a hacer con simpleza el suyo, en un rodaje informativo que se olvida del alma, de la emoción, del suspense, de la plenitud aventurera, de un excepcional e inolvidable aterrizaje como éste.
Un capitán abrumado, acosado, sobrepasado y cuestionado por todas bandas, por esa investigación posterior que se llevo a cabo, en ello se centra toda la cinta, sin enigma o misterio que persuada a la audiencia; el debate gira sobre si fue acertada la decisión, o fue una errónea salida que salió bien, para alivio de todos los participantes, pero es ofrecida sin energía o motivación que seduzcan.
Remordimientos, dudas y pesadillas agobian a este experimentado capitán, que tiene la atención del mundo entero sobre sus hombros; héroe o fraude, valiente o temerario, experto o imprudente, es el
factor humano el que no entra en consideración, cuando los datos se introducen en ese simulador que reproduce las circunstancias del vuelo, pero se olvida del desconcierto, del temor, del pánico y del escaso tiempo en el que proporcionar una respuesta rápida, solvente y la más acertada, dadas las inesperadas circunstancias.
“Tenté a la suerte” y salió bien, todos lo sabemos, pues se conocen de sobra los hechos, de modo que la narrativa se centra en ese perfilado análisis de los detalles, de cada reacción y decisión tomada, en cada segundo, por los responsables de la aeronave, más esa ola aduladora y agobiante que se cierna alrededor del capitán y cómo perturba su tranquilidad, al hallarse perdido entre tanta multitud atenta.
Pero la verdad no hay pasión, atractivo o aceleración que te coja de la mano, incluso los saltos temporales al pasado parecen más, un relleno de minutos, que un aporte nutritivo, válido y sugestivo; no hay drama que afiance ese patriótico orgullo americano, que Eastwood suele imprimir en sus trabajos; es una
verídica hazaña, ideal para ser impactante, intensa y admirable y únicamente Tom Hanks luce, al lograr esa cercanía y humanidad entrañable de quien hizo su trabajo con cálculo, destreza y coraje, de ese asumido riesgo que entraña estar a los mandos.
Solidez que transmite poco, excepto ese protocolo de análisis, de los pormenores, a un serio y dedicado capitán que desconfía hasta de si mismo; como he mencionado antes, es labor magnífica de Hanks la volátil afinidad que sientes, hacia este apagado y formal relato.
“Una demora es mejor que un desastre”, ir de sobra es mejor que no llegar y quedarse corto y aquí, como paradójica a los hechos narrados, el motor de la cinta hace aguas, pierde propulsión y no llega a destino esperado por su clientela; su viaje está falto de aliciente, insuficiente, dada la proeza.

Lo mejor; Tom Hanks,
Lo peor; muy recta y estéril, para ser una hazaña tan espectacular y llamativa.
Nota 5,7
interpretación 6,5 guión 6 fotografía 5 música 5 realización 6,5 montaje 5,5


lunes, 12 de diciembre de 2016

Inferno

Robert Langdon, el famoso profesor de simbología se encuentra tras el rastro de una serie de pistas conectadas con el mismísimo Dante. Cuando Langdon despierta con amnesia en un hospital italiano, hará equipo con Sienna Brooks, una doctora de la que él espera le ayude a recuperar sus recuerdos. Juntos recorrerán Europa en una carrera a contrarreloj para desbaratar una letal conspiración global.


El “inferno” ya no es lo que era, ha perdido potencia.

Es un rompecabezas y, como tal, sólo cabe seguir sus pistas y dar en el blanco.
El acertijo parte de la inhumanidad de la humanidad, de ese cáncer en que se ha convertido el ser humano para si mismo; hay que reducir población drásticamente y únicamente cabe hacerlo por la fuerza pues, “nada cambia el comportamiento de la gente como el dolor” así que dejémonos de tanta cháchara y pasemos a la acción.
Tom Hanks está oportuno y su confusión de inicio es lo bastante acertada, como para indagar con gusto sobre ella, percepción que se desvanece conforme se avanza; “sufran pecadores, paguen por sus pecados”, maldición impuesta por el cual “buscar y encontrar”, será el forzoso trabajo de este pródigo protagonista.
Dante y su infierno, con su belleza y alma, y el amor rondando a su recuerdo; una teoría convincente, proveniente de un psicópata retórico con mucho éxito entre sus fans, dispuestos a todo por el nuevo alumbrado y su profecía, más los que buscan dinero, más los que buscan su propio beneficio, más los preocupados por la salud mundial, más ese héroe de olvidadizo cerebro, clave de todo el entramado.
Entretiene, con más mérito en su primera parte pues,
a partir del destape total de máscaras, la resolución y sus pasos pierden cierto atractivo y convicción, de intensa mirada.
De nuevo Dan Brown como referencia, y la colaboración entendida de Ron Howard y Hanks aunque, aún cubriendo con corrección los diferentes niveles de misterio y enigma, ésta no posee tanta fuerza y carisma como sus predecesoras.
Un thriller de ritmo trepidante, en artísticos escenarios de enorme belleza, pero la trama ya no posee el oscuro encanto poético del santo grial, o los enredos ocultos de la retorcida iglesia católica.
Todo encaja como un pie a su zapato, incluso es tal la rapidez de desenredo y escape, que se puede llegar a cuestionar su crédito; muy mecánica, con ausencia de propósito para recrear una esencia firme y vigorosa; puede que esta tercera entrega ya estuviera de más, no porque no contribuya a pasatiempo ligero, de suspense automático, sino
porque cuando se elabora una cinta, de manera autómata y estéril, es indicativo de cansancio y aburrimiento en dicho trabajo repetitivo.
La primera “El código Da Vinci” fue una revolución -mucho menos para quien acudió tras haber leído previamente el libro-, “Ángeles y demonios” siguió con misma altura la secuencia, ésta supone toda una bajada de escalafón, advertencia de que ya hemos abusado de la franquicia.
Esta vez acudí sin noción previa en letra impresa, hecho que juzgué sería una ventaja, al no haber comparativa exigente por mi parte y, aún así, la noción de dejarla correr, sin más, no se me iba de la cabeza; rodar de memoria, actuar sin esfuerzo y la penosa química de los protagonistas rematan una visión cómoda, nada estimulante, que ocupa tiempo;
se puede ver/se puede obviar, y en ambos casos quedarás igual, pues al olvido pasará.
Ni siquiera dan ganas de informarse de ¡Dante y su obra!
“El día del renacimiento”, se halla en horas bajas.

Lo mejor; la expectativa al elegirla.
Lo peor; tu opinión tras verla.
Nota 5,4
interpretación 5,5 guión 5,5 realización 5,5 música 5 fotografía 6 montaje 5


domingo, 11 de diciembre de 2016

El editor de libros

Una crónica de los tiempos de Max Perkins, el editor de libros más admirado en el mundo, que presentó al público a los más grandes escritores de este siglo, revolucionando la literatura americana. Incasablemente comprometido con el fomento del talento, fue la fuerza detrás de grandes estrellas literarias como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Thomas Wolfe.


El placer y la crueldad de conocer a un genio.

Y justo cuando empezaba a mover los pies, al son de la música, ésta cesó, sin posibilidad de vuelta.
Eran Tom y Max, Wolfe y Perkins, en esa especial amistad entre editor y escritor, que se forja desde ese primer e hipnotizador encuentro que les atrapa y engatusa irremediablemente; uno introvertido, pausado, callado, ordenado/el otro extravagante, dicharachero, exuberante, impulsivo, encaje que dio su literario fruto, de manera espléndida y gustosa.
Una maravillosa fotografía de gran elegancia, encanto y añoranza, en ese apagado grisáceo, culminado con leve color atenuado, para atestiguar a los personajes y atenuar todo lo que les rodea, que no sea su colaborativa relación, de días y obsesivas horas.
Son sus actores y honesta actuación las que aportan ese aliciente devorador, del que carece el argumento, es la mirada la nutrida y beneficiada dejando de lado, a menor escala, ese ojeo por sus individuos y nacida convivencia; un biopic sobre el más respetado editor
y su descubrido escritor, cuya confianza y compañerismo lleva a tratarle como un estimado hijo.
Colin Firth y Jude Law, mano a mano, de forma excepcional en su dueto compartido, más secundarios de lujo, para una cinta de técnica loable pero pasión inexistente; no fluye el intercambio de sentimientos atractivos o intimistas hacia ellos, únicamente una visión lujosa en su cara externa, pero sin corazón latente, que alimente en sus entrañas.
“Mi trabajo es poner buenos libros en manos de los lectores”, y el relato apetece, es sabrosa la idea de lectura y conexión con el texto, pero sólo se produce a medias, pues el espíritu de la letra impresa, no obra la magia de convertirse en engullido placer por lo exhibido.
Un interés inicial que se desea mantener, pero que es harto difícil permanezca sólido e intacto durante toda
la velada, el escritor crea/el editor moldea/el espectador observa sin emocionarse o enamorarse por ella; tal vez era pedir demasiado y sea suficiente con saber de la compartida estrechez entre ambos pero, no se, tan escaso rendimiento ni satisface, ni convence.
Una película más, correcta, para dos individuos únicos y excepcionales, parece que lo justo hubiera sido una cinta más memorable, sentida y estimada, no únicamente cumplir con estar, relegando el ser al olvido inmediato.
Leyó su obra y ya no pudo parar, hasta que el vaticinado silencio hizo presencia y sus palabras
dejaron de apabullar..., ¡cómo no echarle de menos!, si iluminaba la oscuridad para, a continuación, ennegrecer el sol del día cuando se terciaba; pura ofuscación, de incesante inventiva magnífica.
Ensimismado por su inacabable locura, su atrapada devoción por la persona, por siempre quedó huérfana.

Lo mejor; el grupo de actores.
Lo peor; apenas tiene alma.
Nota 6,3
interpretación 6,5 guión 6 fotografía 7 música 6,5 realización 6 montaje 6


sábado, 10 de diciembre de 2016

Sabrás qué hacer conmigo

Nicolás es un fotógrafo que padece epilepsia desde su infancia. Isabel tiene una madre enferma y hundida a la que no le queda más remedio que intentar salvar. Isabel y Nicolás se enamoran a pesar de ellos mismos, de sus demonios, sus fantasmas, sus debilidades... Viven una relación que ninguno de los dos se había imaginado.


La amada belleza de la herida.

Primero sabemos de Nico, luego de Isabel, para acabar con Isabel y Nico combinados; él vitalista/ella quemada, ambos juntos/ambos supervivientes, ausentes por separado -descansando de lo que sea que les pase-, presentes con coraje y valentía, al estar acoplados y unidos.
Un guión natural, cercano, sensible y convincente para dos opuestos heridos personajes, que al encontrarse, hallan la fuerza de una energía que les impulsa y fortalece; una inofensiva “quedada a primera vista” y ya están perdidos, sus miradas se han cruzado, sus voces intercalado.
¿Qué significa estar vivo?, ¿qué engloba vivir, y no simplemente sobrevivir?, ¿no desfilar por el mundo, sino ser partícipe del regalo concedido?, pero ¿se vive cómo se quiere o cómo se puede?, ¿hay elección?, ¿hay alternativa?
Difícil soltarse cuando se ha estado tanto tiempo solo, arduo seguir a quien no se deja conocer, a quien se encierra, a quien no permite acceder a su interior más sensible y complejo; pero hay espacio para la esperanza, para la felicidad, tan fugaz como imprevista, tan querida como asustadiza, esa gloriosa paz, de silencio protector, cuando la mano del otro te sostiene y sus brazos te contienen, un envolvente cálido mar cuyas olas aportan frescura, alegría y un renacer a la sonrisa olvidada, de amor profundo.
No hay seguridad, no hay garantías, se convive con la pícara ironía existencial que marca la pausa; el ser humano nada sabe sobre ello, la injusticia reina, no hay cláusulas preventivas, el amor llega, te lanzas y
lo aceptas con todo incluido, sea lo que sea.
Sencilla pero muy sentida, tranquila pero estimulante, pues te brindas con generosidad gustosa a saber de ellos, a explorar en su pasado, a percibir su contacto, a descubrir su trayecto, a disfrutar serenamente de ser testigo de sus vidas, uno a uno o acoplados.
Atípico romance mexicano de quien parte del miedo a la vida, para aferrarse a ese sólido enamoramiento, que desdobla y derrumba toda la fortaleza afectiva construida; la carga desagradable y desafortunada del semejante llena las escenas, hechos adversos en lugar de circunstancias bonitas y favorables, para afianzar ese férreo nexo establecido, ese vínculo que se desliza entre el amor y la muerte, que los remueve y tantea, para hacer incómoda toda presencia observadora y hacer que trabajes esa
complicidad, poco accesible, pero gratificante si se reflexiona sobre ella.
La soledad y el acompañamiento, ambos necesarios/ambos parte de la misma moneda, esconderse/buscar, aislarse/necesitar, todo entra en la misma partida, en esa carrera por la cual, mientras se está vivo se sufre, se llora, se lucha, se ríe, se ama, se tiene presencia para afrontar el ahora.
Vivaz tragedia que se consume con honestidad dramática, para una energética pasión que sabe dónde encontrarse y qué hacer con el otro para sanar de sus heridas y afrontar, con aptitud esperanzadora, las dificultades que están por llegar.
Lúcida, pausada, dura, diferente, sobriedad veraz
para una realidad nuestra, que deja las florituras rosas de adorno y se centra en la amargura del dolor, de la pena, de las dificultades y los sinsabores, que de ello se desprende.
Un paso adelante/otro tanto de retroceso, para volver a marchar y hacer planes, quién sabe qué vendrá, qué pasará, quién sobrevivirá y a qué lo hará; Katina Medina Mora rueda, con agresividad sensitiva y doliente, un frágil relato sobre la resistencia, el ánimo, la fuerza y la revelación del sentimiento actual, tal y como éste se conceda.
“Nadie quiere ésto.... Quédate, no te vayas....Sabrás que hacer conmigo”, quererme, ¡sin más!

Lo mejor; no es la típica película romántica, es mejor.
Lo peor; que no la aprecies por ello.
Nota 6,2
interpretación 6,5 guión 6,5 fotografía 6,5 música 5 realización 6,5 montaje 6,5


viernes, 9 de diciembre de 2016

Al final del túnel

Joaquín está en silla de ruedas. Su casa, que conoció tiempos mejores, ahora es lúgubre y oscura. Berta, bailarina de striptease, y su hija Betty, llaman a su puerta respondiendo a un anuncio que puso Joaquín para alquilar una habitación. Su presencia alegra la casa y anima la vida de Joaquín. Una noche, mientras trabaja en su sótano, Joaquín escucha un ruido casi imperceptible. Se da cuenta entonces que una banda de delincuentes está construyendo un túnel que pasa bajo su casa con la intención de robar un banco cercano.


La curiosidad que sanó al melancólico gato.

No deja de ser curioso que, contando con todos los ingredientes para un thriller emotivo, atractivo e impactante, ni logre crear enorme suspense, ni consiga afección sentimental alguna, ni impacto o atracción que se tercie, más bien una correcta visualización que nunca alcanza grados altos de interés, entusiasmo o devoción por ella.
Ya desde el principio intuyes que todo es muy clásico y obvio, puede que en exceso para despertar ese enganche y aprecio, de entregada inspiración y fervor por ella, pues conforme vas descubriendo sus más, también, como contrapunto, hallas sus menos.
Un aprobado que se mueve entre su poco crédito y la querencia media por ella, dejando ese sabor de validez conformista que no alcanza ningún punto intrigante, escabroso, misterioso o violento de quien, desesperado por un motivo para vivir cada día, recibe todo un salvador plan de atraco, al banco de al lado, con compañía imprevista de regalo.
Las actuaciones son sinceras, gran esfuerzo, de meritorio logro, el de Leonardo Sbaraglia como centro y peso de toda la trama, la cual va cogiendo forma adecuada, a partir de las esparcidas partículas de inicio, para recrear esa tormenta de tierra polvo que se desenreda en el edificio contiguo; estrategia
hábil, que ayuda a matizar cada parte y situar a cada figura en el tablero de juego, pero el jaque mate al rey y sus predecesores movimientos no apuran los sentimientos de la audiencia, se esperan, llegan al tiempo prometido, con su enredadera prevista pero, la carga detonada no inunda de energía, pasión y convicción al atento vidente.
Un valiente guión, que tiende hacia la pared indiscreta del maestro Hitchcock, pero cuya pretensión se anula, por su propia torpeza e incoherencia al no saber seguir con firmeza y elegancia la ruta marcada y, a cambio, inundar la pantalla con escenas sobradas por su innecesario equipaje.
Claustrofóbica atmósfera, de excelente retrato, que aprueba en deseo de efecto medio; no se puede negar que gusta/no se puede admitir que satisfaga,
entretiene sin maximizar su efusividad ni extraer, de la idea de partida, todo su posible beneficio.
Un túnel irregular, cuyo final adereza una velada agradable, de nula entrega completa en la urdida trama; hay un héroe solitario, hay una niña desvalida, hay un despreciable malo, hay una guapa chica de por medio y mucho traumas escondidos, que se revelan al oportuno espacio concedido, aunque sin excesivo resultado o éxito; mentiras, secretos, acción y violencia, más un escape solvente que echa el
freno, para remarcar ese estándar afectivo que no pretende ni ostenta abandonar.
Convencional/no muy sugerente, cumplidora/poco creativa; fallos y aciertos se combinan en este thriller, de expectante panorama, pero cuyo botín es inferior a lo intuido y querido.
“Todo depende de una mina o de la suerte”, o de rematar, con contundencia efectiva, la idea y no añadir possit decorativos que no rinden, sino entorpecen y frenan.
Un asimétrico acompasamiento.

Lo mejor; Sbaraglia, la fotografía y las miras intrigantes de su guión.
Lo peor; este último no logra hacer pleno, pues su designado objetivo nunca se confirma.
Nota 6
interpretación 6,5 guión 6 fotografía 6,5 música 5,5 realización 6 montaje 5,5



martes, 6 de diciembre de 2016

I smile back

No todo está bien en los suburbios. Laney Brooks, una esposa y madre al límite, ha dejado de tomar sus medicamentos, sustituyéndolos por drogas recreativas y los hombres equivocados. Avecinándose la destrucción de su familia, Laney hace un último y desesperado intento de redimirse.


Camino a la perdición.

Les quieres pero te importa un carajo, tu familia es importante pero no lo suficiente para pararte, tu egoísta necesidad adictiva te lleva por delante.
Oyes pero no escuchas, miras pero no estás presente, te esfuerzas por ser pero te tienta perderte; la rutina te agobia, nada tiene sentido excepto liberar el ansia, el descontrol, la perdición de enviarlo todo a la porra.
Una auto destrucción placentera de dolor continuo, que vuelve incesantemente a su loca noria, para revivir sentimientos extremos de castigo/bonanza de forma constante, en una agotadora tortura sin fin, que aumenta su velocidad y demanda, a cada paso, de mayor hambre.
Cambios de humor repentinos, de apatía a júbilo, de depresión a éxtasis de una energía en exceso, que lleva a fatales actos de consecuencias desastrosas; impredecible, eres una bomba a punto de explotar en cualquier momento, quieres ayudarla, quieres entenderla, quieres seguir amándola pero todo tiene un límite, que ella se empeña en poner a prueba hasta destrozar tu persona.
“¿No quieres ser feliz?”, sí, por supuesto, y parece sencillo, y lo intenta, y lo desea, y pone todas sus fuerzas en esa esperanzadora recuperación y adaptación a la nueva persona, de serenidad lograda
con voluntad y empeño; pero es débil, es frágil y la ansiedad golpea con delirante insistencia, para volver a tocar fondo y llevarte a quien sea por delante, incluso a ti misma.
Y se ve reflejada en los ojos de quien la observa humillada, rebajada y convertida en un desperdicio, en una completa desconocida, sin respeto por ella ni por nadie que la conozca.
Un ser humano, madre culpable/esposa infiel, que acierta y erra sin propósito ni dominio, que se ama y odia por igual, que quiere vivir pero se está matando anímicamente; una típica historia de drogadicción, de enganche personal a un doloroso pasado, que marca en un presente inestable incapaz de manejarse con éxito, de progreso positivo.
Es llevadera, fácil de ver y consumir, atrae lo suficiente para verla con interés aceptable y acompañarla con gusto en su balanza de devastación y construcción ininterrumpida; templado desasosiego que juega con corrección sus estragos, demolición conocida para una herida
familiar, que se aprecia con honestidad y cumplimiento de tarea.
Un pulso a los coercitivos instintos que devoran y atormentan, una lúcida Sarah Silverman como sobrio escaparate de ese desenfreno de sexo, alcohol y drogas que comen y mutilan, para sentir un dolor físico que apacigüe la ruina emocional que oprime por dentro; Josh Charles, como pareja soporte, redondea un filme sencillo, sincero y capaz, que se gana esos modestos halagos de quien cuenta una historia atractiva y entretenida, con certeza en su plasmación y sólida credibilidad narrativa e interpretativa.
“I smile back”, sonrío de vuelta, sonrío de lado, sonrío de cara, sonrío mientras me estoy muriendo por dentro, hasta que desaparece la sonrisa y ya no hay vuelta.

Lo mejor; su veracidad y actriz principal.
Lo peor; su modestia impiden que alcance marcada profundidad de tema.
Nota 5,6
interpretación 6 guión 6 música 5 fotografía 5,5 realización 6 montaje 5,5


domingo, 4 de diciembre de 2016

SuperBob

Historia de un superhéroe en su día libre. Robert Kenner ha conseguido su primera cita en 6 años, y es un tipo solitario que busca amor, así que tiene que conseguir como sea que su jefe le dé el día libre para ir a su cita. Ah, por cierto, además Robert es el único superhéroe del mundo.


“Un superhéroe para el mundo real”, sin vida propia.

¿Qué pasaría si a un tonto le tocaran súper poderes?, ¿si el ingenuo del barrio acabara siendo el supermán de la metrópolis? ¿sería una bendición o una maldición para sus conciudadanos?, ¿un acierto o un estropicio de funciones poderosas desperdiciadas?
Un tipo normal y corriente, que por accidente metereológico adquiere la habilidad de volar, de rayos X, de ser invulnerable y tener una fuerza descomunal, pero que más allá del traje no queda nada, excepto ese hombre común, sensible y perdido que se siente solo, incomprendido y que no tiene vida propia, pues ni siquiera en su día libre es respetado en su vacía intimidad.
Porque este inesperado superhéroe trabaja para el gobierno británico, sigue órdenes y pide que se firmen formularios burocráticos para cada rescate, un servidor civil del cual los otros países no se fían, tratan de sacar ventaja y luchan por hacerse con él, o hundirle según casos, mientras el susodicho adalid se debate entre poder tener, o no, por fin, una cita de verás.
No tiene novia, no tiene vida social, no tiene tiempo para ello, estrés de una manipulación empresarial
ejercida por su jefe, que le controla, no respeta sus opiniones, ni le pregunta antes de decidir sobre él y que abusa de su establecida jornada laboral.
Original y patética, razonada y ridícula, aborda un día entero de una persona con habilidades magníficas, que no deja de ser un individuo de a pie con dudas, ilusiones, querencias y rechazos, con ese querer encajar en una sociedad, cuyos miembros lo utilizan y aíslan.
¿Peligroso o torpe?, ¿manipulable o firme?, ¿con carácter o sumiso?, sensible protector o burócrata protegido?, ¿con derecho a vida personal o totalmente servicial y pública?; peculiar comedia romántica que rompe el prototipo de salvavidas del mundo, al colocar las mallas y la capa voladora a un ordinario individuo que se ve superado por ello, que
no posee amigos ni privacidad, únicamente está para servir y cumplir las reglas impuestas.
Es entretenida y divertida por momentos concretos, más reflexionados que espontáneos; la primera parte vive del curioseo de conocer, la rutina y personalidad de este alternativo salvador de gentes y catástrofes, mientras que la segunda ya incide en los sentimientos y el carisma de decidir por uno mismo lo que se quiere, de decir no, o atender la llamada de urgencia, según mandato propio.
Irónica y simpática no desborda tus ganas de reír, únicamente logra el esbozo de esa sonrisa que confirma es gracioso el planteamiento, interesante lo pretendido, atento lo manifestado, pero siempre desde esa mirada tranquila cuyo corazón no se exalta de alegría y diversión, y cuya alma no produce
naturales carcajadas de pasatiempo genial, por lo visto.
Una cinta pequeña y modesta, cuya ingeniosidad de idea no logra la efusividad deseada; es amena, bonachona, amable, sentimental y carismática, aunque nunca logra envolverte, con esa firmeza de haber pasado un tiempo estupendo a su lado; gusta, es cordial y llevadera pero, no despunta como debiera, a pesar de contar con una genial y novedosa propuesta de fondo.
“SuperBob”, no eres súper, más bien anecdótico; estás bien, pero no eres ninguna juerga.

Lo mejor; la idea planteada.
Lo peor; su llevada a la práctica dista de ser tan excitante y divertida como cupiera.
Nota 5, 1
interpretación 5,5 guión 6 música 4,5 fotografía 5 realización 5 montaje 4,5


sábado, 3 de diciembre de 2016

Dentro del dolor

La desaparición de un niño en una gasolinera llevará a sus desolados padres a tomar decisiones que marcarán sus vidas. La madre, una profesora de literatura, buscará en la relación con un chico especial de la escuela donde trabaja, una salida a su trauma.


Lágrimas secas, que buscan una salida a su dolor.

Muertos en vida, siguiendo una rutina vacía, almas vagabundas cuyo corazón se extravió con la pérdida de su hijo, cuya ausencia de ánimo se perpetua en una presencia corporal, que se mantiene al límite de unas acechantes tinieblas de somnolencia eterna; no sabes cuando habrá luz de nuevo, la oscuridad podría aumentar su férreo atrape, no tienes datos, imaginas pero nadie certifica, ahuyentas tus peores presagios pues sólo estás flotando, ocupando espacio, hasta esa respuesta que determine la resolución del caso.
¿Cómo se alivia el dolor más profundo?, ¿ese que ningún padre debería sentir, por sobrevivir a su amado retoño?, ¿acaso cesa en algún momento?, ¿sirven de algo el paso del tiempo y su resignado conformismo?
Sentidas interpretaciones de Olivia Wilde y Luke Wilson, una pareja que deambula por separado, en su forma de encarar el horrible presente; la necesidad de alivio mental marcan la pausa de cada uno, en un asfixiante día a noche que no mejora, por mucho que el calendario avance.
Es triste, es observativa, es un lánguido drama que se centra en el maltrecho rostro, de quien sufre lo indecible; su recorrido es válido, aunque el caminar de ambos personajes es inconexo, no llena en exceso pues, tanto la caótica locura, de sensitivos extremos de una parte, como la racionalidad controlada, de
quien deja escapar tímidamente negrura oculta, de deseada violencia, sirven de oportuno relleno, pero no marcan con la intensidad devoradora de quienes destrozados, se continúan machacando sin freno.
Thriller psicológico sobre la aceptación de los hechos y el peligroso viaje al abismo, que ello conlleva; la moral, la inconsciencia, la rectitud de comportamiento a debate, ante ese hundimiento de no saber, de no tener, de añorar desesperadamente, de morir en cada recuerdo, de desfallecer si éstos desaparecen.
Reacción humana dispar, ante la desaparición de un ser querido y su contrapuesto duelo, para una cinta de veraces emociones y amarga sensibilidad, tratadas con convicción de envolvente sentimiento traumático, en un argumento que tiende más al formato televisivo aunque, aún con dicha percepción,
cumple con su labor reflexiva de una transmisión auténtica, nada simplista.
Denso, lento, trágico más que misterioso; no hay suspense, hay martirio y agonía, la visión desgarradora de un roto matrimonio intentando continuar, a pesar de faltarles aire para poder respirar; no interactúan, se dan de bruces cada uno por su lado, para terminar en punto común de fractura y desconsuelo.

Lo mejor; sus intérpretes.
Lo peor; poca intensidad argumentativa.
Nota 5,8
interpretación 6,5 guión 6 música 5,5 fotografía 5,5 realización 6 montaje 5,5


jueves, 1 de diciembre de 2016

Permitidos

Camila y Mateo son novios, se quieren y viven juntos. Una noche, cenando con una pareja amiga, surge el tema de los «permitidos». Cada uno menciona un elegido famoso con quien tendría permiso para una noche de amor. Y días más tarde, accidentalmente, Mateo conoce a su permitida. Pero lo mejor que le pasó en la vida puede convertirse en todo lo contrario.


Perjudicial charla, de arrepentimiento a corto plazo.

Permitidos, ese inocente juego de probabilidad casi imposible, de importación americana -sus series pueden hacer mucho daño en la estabilidad emocional de la pareja, al infundir irreales pronósticos sobre ésta-, que ofrece mucha diversión de perspectiva en su atolondrado planteamiento, pero que se convierte en dura carga a soportar, en caso de efectividad práctica.
Porque nos separan seis grados de conexión con cualquier ser soñado, y en ocasiones, por fortuna o mala leche de un azar caprichoso, ese ansiado deseo se convierte en opción plausible, sin consecuencias venideras, según contrato oral establecido.
Y es que el engaño duele, aunque esté disfrazado de permiso concebido, por inalcanzable probabilidad según estadísticas, pues si no te toca la lotería, con la dedicación semanal y monetaria que le otorgas ¡cómo vas a tropezar con tu ideal de chico famoso y que éste, tenga el detalle de fijarse y estar por ti!; mucho pedir ¡decir que no! al George Clooney de cada una, más con la bendición de la pareja.
Pero la carne duele y la mente tortura, y maldices para ti, sin poder echarle a nadie la culpa, y a partir de entonces ya no controlas tus sentimientos, se desbordan las emociones y tomas decisiones de precipitados actos, producto de un cabreo
generalizado, donde ya nada ni nadie es el que era.
La pareja es simpática y está muy bien avenida, distendido humor argentino de buenachón ambiente, que con su gracia y salero, cuela una romántica tragedia; de grato entusiasmo y medido delirio es más lo que promete que lo que cumple, empieza con aptitud y ganas/pronto emprende esa cómoda ruta, donde se ha perdido la iniciativa y, aunque cubre para relajada velada de amable tono, ha cedido en su alegría, desparpajo y habilidad de reparto de cartas, a cambio de gansadas, burradas simpaticonas y
coordinación enamorada, de final esperado.
No es la diversión que esperas, pero puede colar para tiempo aburrido, de ver algo sin ver nada; no es mala/podría haber sido mejor/juega a tonterías dulces, de atropello leve.
“Permitidos”, se permite soñar, aunque no se permite consumar el sueño.

Lo mejor; comedia argentina con posibilidades.
Lo peor; se conforma con piscolabis, de recursivas bobadas.
Nota 4,5
interpretación 5 guión 5 fotografía 4,5 música 4,5 realización 4,5 montaje 4



miércoles, 30 de noviembre de 2016

Snowden

Basada en el libro "The Snowden files. The inside story of the world's most wanted man" escrito por Luke Harding, y en un libro escrito por Anatoly Kucherena, el abogado ruso de Edward Snowden. Narra los acontecimientos que siguieron a la publicación por parte del diario The Guardian de los documentos clasificados que aportó Edward Snowden sobre el programa secreto de vigilancia mundial de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en 2013.


En aras de la verdad, en aras de su tranquilidad.

A veces es mejor no saber, más si se sabe teniendo moral propia, pues no es buen complemento a tener en cuenta; “libre de opresión” es su lema, y al final de toda esta aventura lo consiguió, pero ¡a qué precio!
Un autodidacta, demasiado inteligente para ser clasificado, que como buen patriota amaba a su país, quería ayudar a su vigilancia y defensa y no gustaba de criticar lo que se hacía en casa, pues ningún padre se saltaría la ley, ni haría nada contra sus propios hijos, excepto protegerlos de los peligros de fuera.
“Un individuo puede detener el motor del mundo”, y allá que se lanzó, sin paracaídas, este imprevisto héroe, después de ser testigo de múltiples atropellos contra la intimidad y libertad de las personas, e incluso después de crear el invisible programa, que permitía hacer realidad tal abuso y ultraje, en nombre de la seguridad nacional, cuando todo estaba dirigido a adquirir ventaja económica, política y militar, respecto al resto de países.
“Todo huele a podrido en Dinamarca”, aunque shakespeare se quedó corto con su Hamlet, pues es el primer mundo actual el que huele a rancio y corrompido; la política del miedo se nos vende, en
aras de proteger nuestra libertad, cuando ésta ha sido vendida al postor con más ventaja adinerada, y de poder capitalista.
Nadie está a salvo, todos entramos en el grupo de posibles espiados, incluso todos aquellos ingenuos que pensamos, para qué molestarse en observarme, cuando nada tengo que decir ni ocultar sobre dichos temas; pero quien ostenta el poder no opina igual, pues cualquiera puede ser un potencial peligro, o puede ser usado como moneda de cambio o chantaje para obras mayores, el negocio no se detiene por el peón de abajo, ese sustituible anónimo ciudadano, y sobre ésas que actúan.
Un blancanieves, a quien la bruja del gobierno dio a probar la envenenada manzana pero, a pesar del inicial mordisco, se libró del corrosivo veneno, y pudo sanar su alma.
Necesario ser contada y nadie como Oliver Stone, para llevar a cabo dicha tarea informativa; el hombre
es de sobre conocido, también la hecatombe que tuvo lugar con sus actos y declaraciones, por tanto, la parte motivante y curiosa es descubrir sus inicios y progresos, su vida personal y el cambio de actitud y personalidad que experimenta.
Necesarios todos sus minutos, válido el intercambio temporal de situación, para descubrir cómo se llega a esa inhóspita habitación de hotel, centro de toda la explosiva polémica; es lo que se espera, no hay intensidad ni giros apasionados de elección de dilemas, pero a cambio te acerca a Edward Snowden, lo convierte en alguien más familiar, entendible y afianzado, que la figura famosa que se tenía en mente.
Es cierto que el clásico sello, forzado hasta las últimas consecuencias, de Stone ha perdido gravedad
y fuerza en sus últimos trabajos, y que aquí ofrece únicamente una postura positiva y encumbrada del personaje, sin contraste de punto de vista alternativo que le haga sombra; se centra en el debate ético sobre lo que ve y hace -para los hechos, remitirse a los muchos documentales sobre el asunto-, sobre el malestar que se siente y la fobia que desarrolla, le importa más el hombre que la figura mediática y es esa parte la que se agradece, a pesar de la suavidad y permisividad del encaramiento.
Deja fuera de cámara, la posible escondida oscuridad del adalid informático, deja fuera del guión, cualquier intriga o nerviosismo sentido, deja fuera de la cinta, cualquier novedad documentaria; opta por la llaneza, por un cordial camino recto, sin curvas mareantes, reproche del que dejo nota aunque, con todo, la película se consume a gusto y digiere con agrado..., es lo que tiene una comida sana y baja en calorías, el estómago ni se entera en su digestión posterior.
“Snowden”, “morirá en Rusia”, por exceso de pensamiento propio y conflicto de seguir órdenes, sin ser cuestionadas..., por creer que el mundo sería diferente, tras su hazaña.

Lo mejor; la interpretación de Joseph Gordon-Levitt.
Lo peor; excesivamente bondadosa.
Nota 6,2
interpretación 7 música 5,5 fotografía 6 guión 6 realización 6,5 montaje 6,5


domingo, 27 de noviembre de 2016

Mi hija, mi hermana

En una inmensa pradera, al este de Francia, se reúne un grupo de amantes del estilo de vida country, procedentes del Lejano Oeste americano. Alain baila con su hija Kelly, de 16 años, mientras su esposa y Kid, su hijo pequeño los miran. Ese mismo día Kelly desaparece, y Alain la busca desesperadamente.


Saltos temporales, para una búsqueda que no se detiene.

¿Cómo la oculta decisión de un miembro de la familia, determina el comportamiento del resto?, ¿cuándo una querida ausencia sacrifica el presente y marca el futuro, ante esa obsesión, de obligado cumplimiento auto impuesto?; el desgaste de no saber, el desconsuelo de no entender, la esperanza de hallar, el sufrimiento del paso del tiempo, agónico martirio que no cesa, que día a noche se incrementa, hasta devorar y matar lentamente.
No es vida, pero tampoco hay alternativa, tu corazón demanda, tu mente exige, tu intranquilidad y desasosiego componen un carácter, que nunca más volverá a ser como antes; los actos tienen consecuencias, aunque éstos no sean los tuyos, pues el amor y cariño por quienes te acompañan no te deja indiferente, te arrastra hasta el fin de su incógnito mundo.
¿Cuándo dejar de buscar, a quien voluntariamente se ha ido?, ¿cómo afecta a quienes la rodean?, ¿hasta qué punto se debe respetar el camino elegido por ella, aunque sea dañino, peligroso, desconocido e inaceptable?
Una envolvente banda sonora para reflejar a quien se está quemando, a quien se destruye por rescatar una sombra, cuya imagen sigue perenne, aunque ésta ya no sea la misma; ha desaparecido una hija/hermana conocida, una extraña figura se alza en su lugar, anónima, cuya supuesta felicidad ha pertrechado amargura, para el resto de la familia.
“No es más una niña, pero no es adulta”, aunque todos los que la quieren crecen a marcha forzada, con esos deleznables silencios, rotos aisladamente por pequeños mensajes; hay un objetivo que no cesa
de incordiar, pequeñas alegrías de gran desgracia que va haciendo camino, al tiempo que uno se hace hombre y construye su propia vida.
Una década con tres marcados atentados entre medias, para rasgar ese radical islamismo en occidente que, en este caso, es un motivo secundario y accesorio, para esa intimista propuesta de encontrar a una hija, a una hermana.
Gelidez opresora que parte de una historia personal a otra más social y política, tensa significación, que deambula por tramos indagadores según momentos; se acelera/se pausa, condensa/explota, toda una explícita evolución, que no sube de temperatura pero te ha cazado, en esa involuntaria investigación que no se prepara, pero tampoco para.
Indicios nada claros que llevan a delito, una trama poco complicada, cuya sencillez de planteamiento, adquiere tintes de varias desesperadas existencias
malgastadas en ese continuar sin ser, en ese recordar sin estar; guerra apaciguada que se libra en el interior de uno, no es apasionada, pero abre acceso a tu curiosidad e interés, sentimental atmósfera irrespirable que no se absorbe con intensidad marcada, a pesar de ser trágica su esencia.
“Les cowboys”, nunca se deja de buscar a una hija, a una hermana.

Lo mejor; sus cambios de registro y banda sonora.
Lo peor; no se absorbe con implicación entregada.
Nota 6,2
interpretación 6 guión 6 música 6,5 fotografía 6,5 realización 6 montaje 6


sábado, 26 de noviembre de 2016

Her granddaughter

Tsugumi Dozono trabaja en una gran empresa de electrónica en Tokio. Le gusta pasar sus vacaciones con su abuela en el campo. Cuando la anciana muere, Tsugumi decide trasladarse a vivir a la casa de ésta y trabajar desde allí, pero cuando lo hace se encuentra con Jun Kaieda, un hombre de mediana edad un poco extraño, que le cuenta que es un antiguo alumno de la abuela, quien le dio una llave de la casa.


Una herencia de la abuela.

El cine japonés tiene un enorme atractivo, tanto en su estilo como en su formato, ese cultivador atrape, seductor e interesante de su quehacer costumbrista, de sus pacientes maneras, de su macerado tiempo, de su educado enamorarse y enfadarse; todo es ceremonioso, todo lleva su compás madurado, la precipitación no tiene cabida en ese sosegado y pausado proceder por conocerse y hallarse.
Ella introvertida, callada y formal, él extrovertido, descarado e insolente, ella no ha aprendido a quererse, él no sabe lo que es ser querido, ninguno a saboreado la felicidad, ambos han abandonado toda pretensión, pero el azar juega a su capricho y a través de un delicado irónico humor, de la hiriente verdad dicha, de la lentitud de ver más allá del pasado, del talento de apreciar el presente, este romance entre dos seres indispuestos emerge y se erige, con el aprecio de la compañía, con la fuerza del día a día, con la alegría del habla, con el permiso de los silencios, con la sorpresa indagadora de quien aún no lo sabe, pero ya posee dicho sentimiento.
Es sencilla, tranquila, reposada, la diferencia de edad y el pariente en común les cohíbe, el amor no correspondido es su estigma, su agotadora bandera el sufrimiento que éste otorga, pero la vida les coloca en un compartimento de casa que, con tropezada suavidad y resistencia perecedera, se convierte en hogar de convivencia, intimidad, confianza y
entendimiento, ese fuerte tronco sobre el que apoyarse cuando la debilidad achaca y la existencia golpea.
Historia florida, de romance creciente, que se respira con la incertidumbre, con el atropello, con las dudas, con el recelo de la propia protagonista, ese desencajada nieta que añora a su abuela, para recibir el mejor inesperado regalo de ella, una entregada herencia que, se acepte o no, ya no permite volver a ser como se era.
Aprender a quererse para amar y ser amado, valorarse en el cuidado, preocupación, miramiento y simpatía que se desplega hacia quienes nos rodean, saber leer más allá de lo dicho, saber entender cuando no se comunican, saber escuchar cuando se permite el arrope entre esas experiencias, de amargas emociones.
El valor de la mano tendida, la aceptación de la ayuda, la sabiduría de elegir, la seguridad de la
descubierta estima, es un relato modesto, de envuelta fotografía lugareña, de absorbente deleite sensible, de arrancada agudeza sutil; la pasión se intuye/no se manifiesta, las sensaciones se perciben con recatamiento/la soltura no existe, toda ella es un amasar para configurar la interior pasta, para hornear el alma, para oler, palpar y catar el sabroso postre, de corazón realizado.
No tiene prisa, narra lo ya visto, su destino es conocido, es sociable a su manera nipona, de crianza comedida, inofensiva, dietética, se observan las costumbres de la región, el talante de la familia, el desarreglo de la soledad, el encaje de las conexas esencias.
No es comercial, no es fortuita, no es para todo
público, ni para pasatiempo llevadero; si no aprecias sus humildes dones te aburrirás/si te enamoras de su apocado caminar te encantará, pues no tiene más que ese extraño verano, pasado en casa de la abuela, con un inesperado invitado y lo que la convivencia trajo entre medias.
“Otoko no isshô”, “Her granddaughter”, su nieta, quien por fin sonríe, para abrazar a quien nunca fue abrazado, ahora aquietado y complacido, por el afecto manifiesto de una abierta sonrisa.

Lo mejor; su pausada captada evolución.
Lo peor; no apreciar su recato y modestia.
Nota 6,2
interpretación 6,5 fotografía 6,5 música 5,5 guión 6,5 realización 6,5 montaje 6