lunes, 12 de diciembre de 2016

Inferno

Robert Langdon, el famoso profesor de simbología se encuentra tras el rastro de una serie de pistas conectadas con el mismísimo Dante. Cuando Langdon despierta con amnesia en un hospital italiano, hará equipo con Sienna Brooks, una doctora de la que él espera le ayude a recuperar sus recuerdos. Juntos recorrerán Europa en una carrera a contrarreloj para desbaratar una letal conspiración global.


El “inferno” ya no es lo que era, ha perdido potencia.

Es un rompecabezas y, como tal, sólo cabe seguir sus pistas y dar en el blanco.
El acertijo parte de la inhumanidad de la humanidad, de ese cáncer en que se ha convertido el ser humano para si mismo; hay que reducir población drásticamente y únicamente cabe hacerlo por la fuerza pues, “nada cambia el comportamiento de la gente como el dolor” así que dejémonos de tanta cháchara y pasemos a la acción.
Tom Hanks está oportuno y su confusión de inicio es lo bastante acertada, como para indagar con gusto sobre ella, percepción que se desvanece conforme se avanza; “sufran pecadores, paguen por sus pecados”, maldición impuesta por el cual “buscar y encontrar”, será el forzoso trabajo de este pródigo protagonista.
Dante y su infierno, con su belleza y alma, y el amor rondando a su recuerdo; una teoría convincente, proveniente de un psicópata retórico con mucho éxito entre sus fans, dispuestos a todo por el nuevo alumbrado y su profecía, más los que buscan dinero, más los que buscan su propio beneficio, más los preocupados por la salud mundial, más ese héroe de olvidadizo cerebro, clave de todo el entramado.
Entretiene, con más mérito en su primera parte pues,
a partir del destape total de máscaras, la resolución y sus pasos pierden cierto atractivo y convicción, de intensa mirada.
De nuevo Dan Brown como referencia, y la colaboración entendida de Ron Howard y Hanks aunque, aún cubriendo con corrección los diferentes niveles de misterio y enigma, ésta no posee tanta fuerza y carisma como sus predecesoras.
Un thriller de ritmo trepidante, en artísticos escenarios de enorme belleza, pero la trama ya no posee el oscuro encanto poético del santo grial, o los enredos ocultos de la retorcida iglesia católica.
Todo encaja como un pie a su zapato, incluso es tal la rapidez de desenredo y escape, que se puede llegar a cuestionar su crédito; muy mecánica, con ausencia de propósito para recrear una esencia firme y vigorosa; puede que esta tercera entrega ya estuviera de más, no porque no contribuya a pasatiempo ligero, de suspense automático, sino
porque cuando se elabora una cinta, de manera autómata y estéril, es indicativo de cansancio y aburrimiento en dicho trabajo repetitivo.
La primera “El código Da Vinci” fue una revolución -mucho menos para quien acudió tras haber leído previamente el libro-, “Ángeles y demonios” siguió con misma altura la secuencia, ésta supone toda una bajada de escalafón, advertencia de que ya hemos abusado de la franquicia.
Esta vez acudí sin noción previa en letra impresa, hecho que juzgué sería una ventaja, al no haber comparativa exigente por mi parte y, aún así, la noción de dejarla correr, sin más, no se me iba de la cabeza; rodar de memoria, actuar sin esfuerzo y la penosa química de los protagonistas rematan una visión cómoda, nada estimulante, que ocupa tiempo;
se puede ver/se puede obviar, y en ambos casos quedarás igual, pues al olvido pasará.
Ni siquiera dan ganas de informarse de ¡Dante y su obra!
“El día del renacimiento”, se halla en horas bajas.

Lo mejor; la expectativa al elegirla.
Lo peor; tu opinión tras verla.
Nota 5,4
interpretación 5,5 guión 5,5 realización 5,5 música 5 fotografía 6 montaje 5


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