domingo, 31 de mayo de 2015

Son of a Gun

Encerrado por un delito menor, el joven JR (Brenton Thwaites) aprende rápidamente las dureza de la vida en prisión, y que para sobrevivir dentro hay que buscar protección. Pronto se encontrará bajo la mirada del criminal más famoso de Australia, Brendan Lynch (Ewan McGregor), pero ese amparo tiene un precio. Lynch y su equipo tienen planes para su joven protegido: tras salir JR en libertad, deberá ayudar a Lynch con su plan de fuga.


"Las cosas no son como imaginas"; lo que no es imaginación, sino infatigable verdad que desearía se agotara, es que ante un paseo por prisión, atraco a la vista y romance entre medias te aburres como no esperabas, observas las amenazas, peleas, tiros, enfrentamientos, huidas y esperanzas de éxito más anodino y apagado, ridículo y triste que una tortuga en intento de carrera, acelerada desgana que no se interrumpe en ningún momento y cuyo cacique y alumno aventajado es tormento inesperado de ausencia de motivación, despreocupación por su aventura y escaso interés ante su resolución.
¿Dónde dejó, Julius Avery, el alma de esta película¿, ¿su personalidad e identidad propia para evitar convertirse en un desfile de hechos y actos sin esencia, espíritu o carácter?, de dos cortos da el salto al largometraje olvidando que aquí hay más minutos que rellenar y que la intensidad, frenesí e incertidumbre hay que mantenerla durante ¡todo el trayecto!; Ewan McGregor de pretendido ladrón, con supuesto estilo y firmeza pero a quien le falta porte, fuerza y atracción por su persona e historia, un joven novato, de señuelo para jugar al ahorcado, que rueda sonámbulo y perdido recibiendo órdenes y ejecutando lo dicho como quien va a comprar a la tienda con la lista hecha, mirón sin garra ni chispa que ocupa el lugar del comodín que aspira a ser exclusivo jefe y, un proyecto de robo poco inspirador, ni cautivador ni penetrante, que se mira y absorbe con la misma pasión que observar a los abuelos del parque jugando a la petanca, sólo que aquí se sustituye por una estratégica partida de ajedrez que intenta aportar talento e ingenio a lo que es plano, alicaído y desganado.
Dos monos, el chimpacé y el bonobo, completamente diferentes, unos agresivos y crueles pelean por el territorio, los otros se dejan coger por su empatía, amabilidad y compañerismo, debilidad o fuerza según se estime, tú tienes que descubrir a quién perteneces..., discurso profundo, de marcado calado, que posee energía y nervio entre rejas pero se desinfla al salir de ellas, que suena a patético vacío cognoscible sin contenido reflexivo sobre el que pensar donde nada ni nadie les libra del fiasco emocional que supone verles actuar, recitar sus sentencias, moverse con esfuerzo y entrega y que tanto empeño se quede en descuidada oportunidad para sentir, vibrar o fascinarse por algo más alla de su dinámico escaparate.
Nula presión de tensión ausente que, para lo poco que se le ocurre aparecer, cuando surge y asoma la cabeza, la esperada acción, adrenalina y entusiasmo no llega a ninguna parte, juego del gato y el ratón donde cambian los roles y las persecuciones, lo que no varía es la indiferencia por quién vive, quién manda, quién tiene el oro o quién se supone lleva la batuta o es "el padrino"; el submundo de la 
delincuencia a alta escala, de los negocios turbulentos y de las deudas impagadas que apenas levanta pasión, imán o un razonable sabor, gusto comedido donde nadie se fía de nadie, ni tú tampoco de que, esta producción australiana, cumpla con su labor más lejos de una limitada corrección que no marca ni cumple con las perspectivas levantadas.
Se ahoga y aprende a nadar pero no consigue hacerlo con arte y esmero, escasez es la palabra que mejor la define, juega, apuesta y, aunque no pierde lo invertido, éste es tan pobre y nimio, que las ganacias no cubren para disfrutar de ellas con amplitud y ganas, pequeña incómoda caries que al principio apenas se observa o molesta pero que coge tamaño por el camino hasta arruinar el diente entero por no haber sido corregida y estirpada a tiempo.
"Son of a gun", sólo que la pistola es de bajo calibre, con balas de fogeo, mucho susto, ruido y alboroto pero no se hace con nadie ya que, tras el inicial impacto y primeros minutos expectantes, todo se diluye y queda en espectáculo que no engancha, teatro que no seduce, circo de malabarismos que logra el mínimo requerido al arriesgar poco y dejar, fuera de su oferta, al olvidado y arrinconado corazón marchito.
La parte buena -o mala, según se entienda-, ni te inquietas ni sufres pues en conjunto es insuficiente, pasable si se quiere aunque, ante tal conformismo y condescendencia, más carisma y eficacia ¡que me estoy quedando helada!
Me reitero, aún con peligro de pesadez y redundancia, escasa. 



sábado, 30 de mayo de 2015

Nuestro último verano en Escocia

Doug y Abi son dos padres normales que tienen tres hijos encantadores aunque muy excéntricos. Cuando el estrés de ser padres pone en peligro su estabilidad mental y su matrimonio, deciden realizar un viaje a Escocia con sus hijos. Allí participarán en una gran reunión familiar y se reencontrarán con Gordie, el increíblemente extravagante padre de Doug. Sin embargo, lo que prometían ser unas vacaciones para la reconciliación pronto se convierte en un campo de minas no exento de situaciones hilarantes en el que rencores familiares, malentendidos y egos maltrechos conforman el orden del día. Cuando los niños precipitan un giro inesperado en los acontecimientos, la familia se ve obligada a aparcar sus diferencias y a colaborar, pues de lo contrario corren el riesgo de perder aquello que más aprecian


"¡Tienes que vivir más y pensar menos!"
Un delicioso e inesperado funeral de muerte donde, la ridícula estupidez de los adultos, es puesta en evidencia por la sinceridad e inocencia de unos adorables niños que son el alma de la historia, su exquisista fragancia, la esencia de su apreciado espíritu, un desfile de encanto, pasión y arrebato con el que no pueden competir los mayores, razón máxima para escogerla, irte de fin de semana con ellos y pasar un buen rato.
Al comenzar las clases, cada año y en cada curso, era típica y conocida la primera tarea, lo inmediato a relatar, redacción a escribir derivada de la famosa pregunta, cargante y cotilla..., ¿qué has hecho este verano?, donde rara vez tenías algo interesante que contar; no como estos peculiares hermanos de gran carisma, estimada gracia andante y cándida ternura, ingenuidad cautivadora más dulzura en vivo y directo que sacude sin miras ni piedad, donde siempre te hallas a la espera de la tortura venidera de esa insaciable curiosidad que te lleva por la calle de la amargura, donde te sacan de quicio con su lógica aplastante, con su interrogatorio incesante e interminable y su habilidad para jugar a encadenar palabras, explicaciones y sentencias, barrullo mental que les trae locos para delicia y embrujo de un espectador maravillado ante tanta soltura, acidez e ironía.
Un hechizador guión, con momentos desternillantes, que enlaza, con sabia armonía y pícara inteligencia, todos los elementos e hilos que llevan a disfrutar de este circo entrañable y sugestivo donde los muertos se tiran pedos, los adultos se pelean y complican las cosas y los avispados menores, de fantasía suprema e inventiva magnífica, resuelven la papeleta con sencillez y estilo, humildad y sensatez de escuchar a los demás y respetar su voluntad.
Ingenioso argumento que sabe crecer con arte y pericia, templanza y entusiasmo, absorbiendo a un público que se deja coger de la mano con placer, gusto y voluntad para ser entretenido con humor agudo, gracia honesta y natural vivacidad, adjetivos que engloban a esta cómica historia, de familia atropellada y rocambolesca, que conducen con un delirio lunático, de control ficticio a la venida de accidente a la vista, donde el frenético choque de todos sus intérpretes es una maravilla para una vista saciada, un oído satisfecho y un corazón en estado activo de risa y jolgorio pues la siguiente mueca, sonrisa o desfachatez no tardará en aparecer.
Revolución familiar que alborota, teje y enreda para recuperar la calma y honor olvidados, en un entorno idílico de fotografía inmensa e imagen preciosa, mezcla irreverente y atrevida de albedrío inestable, frescura disparatada y desmadre sentido que convierte la velada en sabrosa compañía de fiesta efervescente donde disfrutar con deseosas ganas y ofrecidos motivos pues camina con la seguridad de un chistoso y gracioso libreto rematado por fantásticas interpretaciones y ese humor inglés, ocurrente que sólo ellos saben manejar y hacer, burla irónica y sagaz, estridente y cálida al tiempo, de los presentes para consigo mismo en un alocado teatro que destapa la desfachatez y el afecto por igual.
"La próxima vez que un adulto se muera en la playa se lo diré a un adulto y prometo no prenderle fuego", alegría nacida de la curiosidad de los peques, montaje de mentiras derrumbado por la coherencia 
de quien mira con ojos limpios, presta atención y conserva la pureza del corazón, divina infancia que supone el goce y deleite de esta representación dicharachera y chistosa donde los padres aprenden de sus queridos hijos.
Sencillamente relájate y déjate llevar por la simpatía, caos de esta estirpe singular, unidad disfuncional con sus miedos, desavenencias, tragedias y los abrazos azucarados de turno, comedia ágil, amable y envolvente que se aprecia al instante y se consume con suma facilidad y complacencia, se conoce su recorrido y anticipa su desenlace, sorprende por intervalos y enamora en conjunto, una combinación espléndida que consigue un esmerado homenaje al cine familiar, catastrófico cuando se trata de ir de vacaciones.
Ideal compañía para la distensión, el olvido de la rutina y la compensación de un mal día, cumple con creces en esos menesteres y cubre, con óptima nota, todas sus expectativas, desde la modestia y sencillez entretiene, divierte y alegra, destartalada aventura a la busca de un cumpleaños que acaba encontrando un entierro vikingo, original, osado y merecido.
Acepta la invitación a Escocia, no supone ningún esfuerzo y obtienes beneficio suculento, nutre y enriquece con gratitud, sin coste ni cargas adyacentes, pocos dan más en tan poco tiempo y escaso espacio.
En todos los sentidos, apetece.



viernes, 29 de mayo de 2015

Los últimos cinco años

Basada en una obra musical de Broadway ganadora del premio Tony. La historia se centra en la relación que mantienen Cathy (Anna Kendrick), una joven aspirante a actriz, y Jamie (Jeremy Jordan), un novelista en alza



Simbiosis gráfica, de ocurrencia gustosa, ejecutada con garbo y salero para una simpática pieza de gran estilo y arte.
Richard LaGravenese escribe y dirige esta fresca y jovial, dinámica y alegre obra, de Jason Robert Brown, que ha cosechado éxito tras aplauso, más reconocimiento masivo del público y la crítica, en las duras y exigentes tablas del teatro, desde el 2001 para coronar -tras su ruta viajera por distintas ciudades, con unanimidad de elogios y halagos en todas ellas-, en la actualidad, con su adaptación a esta genial, sonora y peculiar película cuya clave es la complicidad y adaptación de unas logradas, soberbias y acertadas canciones que realizan una fusión magnífica con el argumento que se quiere narrar.
Cinco años en la vida de una pareja, con la fascinación y excitación de su ávido inicio y su hilarante y desgarrador recorrido hacia una, inevitable y concluyente, crisis matrimonial donde cada uno ya ha optado por caminos diferentes y que, sin remedio y con mucho dolor, les precipita a esa ruptura final de lo que fue esperanza asombrosa e inaudita, ella te lo canta en proceso cronológico inverso, desde su soledad y amargura última a la inocencia e ilusión primera/él lo hace en orden correcto, desde la hermosa locura insensata de enamorarse a la aventura de irse a vivir juntos, al riesgo amado del matrimonio y a la pena, coraje y valor de poner freno y final a lo que ya no posee sentido ni contenido, mezcla espléndida, de sustancia animada, que da como resultado una obra cordial y amena que se consume con agilidad y sabrosa ligereza gracias a la sensible, sutil y penetrante 
interpretación de su pareja protagonista, perdido flechazo, de ganado entusiasmo y alabanza afectuosa, para una magnífica y emotiva Anna Kendrick y un sólido y enérgico Jeremy Jordan que conforman un dueto vivo, mágico e irresistible que transmite sus emociones, alegrías y sinsabores con una nitidez y armonía, capacidad expresiva innata, que te conquistan, atrapan y enamoran.
Desorden temporal que les lleva a coincidir en espacio y sentimientos, ambivalencia reflexiva que te lleva a observar el llanto desapacible de ella con la ilusión desbordante de él, la ensoñación nerviosa de quien espera la llamada de su amor con quien presenta la dimisión y despedida definitiva, más un vívido centro que se precipita desde la ingenuidad cándida y fervorosa hacia la tristeza y hecatombre de su interrupción donde, menos de cinco frases dichas son necesarias para encadenar tan fabulosas melodías y magnético canto realizadas con sensibilidad, destreza y acierto para engranar con la historia de amor que se quiere contar. 
Aunque no te guste el musical te será apetecible, sólo en el tramo final te será un poco cansina, pesadez que no comparte un oído que sigue encantado y una vista bien nutrida; si eres fan de este tipo de género ¡enhorabuena!, simplemente déjate llevar, lo que es indudable es el concienzudo trabajo, el ritmo pegadizo, la delicadeza afectiva, la desnudez anímica, las apetitosas melodías, las naturales coreografías, la constancia de su marcha, el equilibrio de sus partes, la colorida fotografía urbana de un Nueva York intenso, el esmerado detalle de su confección, el elegante rincón creado..., y que, por una vez y sin ninguna duda, se confirmen todas las alabanzas y positivos comentarios referidos a la misma.
Tu consideración y apego dependerán de la afinidad y devoción que manifiestes por un argumento cantado, cuya entonación debe hacer balanza con tu corazón, pero la evidencia de su alma es clara, obvio su espíritu, potente su carisma y estimada su identidad, entrañable particularidad que juega con gran habilidad y esmero con sus armas y que la convierten en un producto querido y muy apreciado, consolidada estructura que te llevan a respetarla y aprobarla, sea de tu gusto o no.
La belleza y misterio de conocer a una pareja, el placer de su compañía, la emoción de su disfrute, la explosión de sus recelos, el descontrol de su adrenalina, el rechazo de su amor..., adornado con la dulce sintonía de un delirio que adula la facultad perceptiva y el sistema auditivo, al concertar un suculento escuchar con un agradable mirar. Perfecta adaptación a celuloide que nada tiene que envidiar a su ambientación en teatro, sugerente y atractiva en ambos formatos.



jueves, 28 de mayo de 2015

Project Almanac

Un grupo de jóvenes se embarca en una aventura cuando descubren planes secretos para construir una máquina del tiempo, que utilizarán para arreglar sus problemas y obtener beneficios personales.


"Estábamos equivocados papá, no hay segundas oportunidades"; te equivocas hijo, las oportunidades son infinitas, tantas como capacidad racional posee el hombre, quien nunca detiene su deseo de saber más, su anhelo por conocer lo aún no descubierto, su ansiedad por abarcar la inmensidad que se abre ante sus ojos, la adrenalina de avanzar y mejorar, cambiar y prosperar, el sano desespero de indagar, no hallar y volver, por cabezonería prescrita a la humanidad, a la tarea que se resiste pero, tarde o temprano, caerá.
Un genio, con su lamparita cerebral y la ayuda de papi muerto y los colegas presentes, construye la posibilidad de viajar al pasado para descubrir las consecuencias de sus insensatos actos, que las decisiones tienen un coste, el vivir se cobra su propio precio y que no puedes controlar los sucesos ni la cola que se desprende de ellos, ni jugando con las regresiones, ni siendo honesto, ni realizando el sacrifricio más difícil que se le pueda pedir a un hijo huérfano pues la curiosidad es humana, la ambición siempre ronda al acecho, el poder es golosina apetecible y la lealtad hacia uno, sus principios y amigos es línea muy frágil que se mueve, con seductora constancia, sin stop ni freno.
El santo Grial de la reubicación en el tiempo, volver atrás y modificar los hechos, moldearlos a tu gusto para saciar esa cobardía que te impidió hacerlo en el presente inmediato, diseñar a la carta lo que te guste y apetezca con el único límite de la disciplina auto impuesta, anular los baches que evitan esa actualidad tan molona y alucinante..., un principio 
poco estelar/apenas motivante donde, cámara al hombro -¡qué estela dejaste, bruja de Blair!- para sentirte parte del grupo y de su complicidad compartida donde observas a tres frikis de instituto, más hermana de relleno y guapa de turno, entretenerse y divertirse, como quien no quiere la cosa, con la construcción de este proyecto, de herencia paterna, de igual forma que tu hijo juega con los mecanos, patosidad de ir probando, descifrando e ingeniando que no despierta mucho júbilo ni interés, sólo contemplar su loco andar, atropellado experimento para retratar un cuadro nada original, ya visto en tan reiterativo pretérito.
Ofuscación por mostrar velocidad, frescura y agilidad -a falta de creatividad e ingenio- que no muestra lo principal, la habilidad para capturar tu mirada, hipnotizar tu mente y edulcorar a una incógnita, deseosa de saber más, para pasar, sin tastarlo, a un recorrido conocido de desmadre loco e incontrolado, de quien puede tenerlo todo, hacer lo que quiera, conseguir sus metas pero sólo se le ocurre mal ganar la lotería e ir de fiesta, coronando su apetitosa cumbre con primer amor inolvidable por el que dejar los ideales para cambiar el mundo y poder enamorarse, ese estrés romántico que te vuelve pelele, detrás de un tiempo que se escapa y se adelanta a todas tus magistrales volteretas, que 
quedan sin acierto ni gracia para, por fin, llegar a un punto interesante donde el aliciente y el sabor hacen aparición para poder ver, escuchar y estar atento a las súplicas racionales de una mente que sabe la desfachatez, desproporción y péligro de sus andaduras, un venir y desandar, atolondrado y ajetreado, que esconden un cargo de conciencia, de responsabilidad por lo hecho y todo lo que se deriva de ello, 20 últimos minutos que ni compensa ni invalidan lo demás sólo que..., esta fiesta ¡tardó mucho en arrancar!, coger tono y lograr un ritmo merecido, que equilibre e indemnice, haberla escogido como esparcimiento de mira de esa particular noche.
El formato no es nuevo, lo mostrado ya ha sido visto, su evolución sabida de antemano, entonces ¿qué ofrece Dean Israelite como novedad propia que no remita a los demás?, poco, la verdad, adolescentes jugando al efecto mariposa, aceleración desmesurada de sus inconscientes pasos, juventud desmadrada que retiene tu atención con pocas ganas y gracias a una celeridad que se nutre de visionar-sin-tiempo-a-recharzar aunque, no evita ese regusto inicial, 
apenas sugerente o ilusionado, que suscita atracción leve por una idea ya presentada por muchos que no sabe encontrar su propio carácter e identidad para sobresalir, adquirir pasión y dejar memoria única.
Es refrescante, amena y ligera pero empieza a cansar que dichos adjetivos no se acompañen de contenido sagaz, agudo y meritorio, simplemente ofrece algo casual, de porte cómodo para todos los días que no facilita la inspiración para escribir sobre ella, empieza como lunes aburrido, pasa a martes intrascendente y se queda barrada en miércoles aceptable por estar cerca del fin de semana y haber superado el inicio pesado de la rutina pero, lejos de la efervescencia, potencia y energía de un buen almanaque que cubra todos los días con consistencia, esmero y devoción, puede que se necesiten lunes cansinos y desaboridos para llegar al fruto divertido del esperado viernes o, puede que sea posible vivir todos los días como domingo de goce y disfrute, con todo, este boceto vive únicamente de los tres días mediocres de la semana, a la que sólo roza tibiamente el jueves sabroso por una casualidad mínima que, pronto le hace retroceder, sin perdón ni opción, a la posición fija de miércoles estandar a la que pertence por defecto, sin remedio y con toda su omisión.
Entretiene sin demasiada gracia -está claro que Sir Maejor no es Ashton Kutcher-, con elementos justos que no exceden lo cotidiano y habitual de todas las que pertenecen a dicho género de circular, a sus anchas, por el espacio/tiempo, talento moderado que ni quita ni beneficia, neutralidad que intenta correr y acelerar la marcha pero no logra avanzar en demasía, sencillamente las ventajas y sinsabores de ser el del medio y no destacar por iniciativa propia.



miércoles, 27 de mayo de 2015

Loco de amor

Charlie Darby lo tiene todo a su favor: un gran trabajo como director de una escuela de primaria, grandes amigos y una vida maravillosa. La única cosa que Charlie no tiene es el amor, porque cada vez que empieza a enamorarse de una chica, sufre unos severos cambios en la química de su cerebro y se vuelve clínicamente demente. Cuando conoce a Molly Kingston, una ex bailarina que podría ser su pareja perfecta, Charlie se enfrenta a las consecuencias de su condición. Con la ayuda de su amigo Jason y el particular asesoramiento de su excéntrico vecino Lester, Charlie deberá encontrar una manera de superar su psicosis para tener una oportunidad en el amor verdadero.


"Mal de amores, estar tan afectado por el amor que no se puede actuar normal...,ahora que lo sabes, puedes enamorarte y ¡no volverte loco!", sólo que esta película ni te enamora, ni te vuelve loco ¡ni te afecta en lo más mínimo!
Para quien ha visto todas las temporadas de "Friends", es difícil olvidarse del carismático Joey Tribbiani, por muy canoso que aparezca, se cambie el nombre, el traje e intente dar consistencia y seriedad, porte y estima a su personaje, papeles exitosos que se convierten en un lastre complicado de manejar cuando intentas avanzar, seguir camino y cambiar de role y carácter; aquí, un nuevo intento de tener vida más alla de la querida e inolvidable familia de amigos -que, durante tanto tiempo, nos hizo pasar ratos increíbles, ocurrentes y chistosos- que sigue sin cuajar, encontrar hueco, destino ni funcionar.
Y es que, seguir viendo a un cuarentón, comportarse como un veinteañero no ayuda, no facilita la labor ni el cambio -y, digo esa edad, por enmarcarlo en la universidad pero, perfectamente podían ser las correrías y desventuras de un chaval de instituto-, perseguir y enamorarse, hacer locuras y payasadas, hallar a cenicienta, poner cara de lelo embobado ante su presencia, suspirar y delirar en su ausencia, imaginar el paraíso en su compañía, el infierno si le abandona, perder la cabeza -también el estilo-, deambular como psicópata gracioso que no hace gracia ni se la espera, pretendido lunático cautivador sin chispa ni encanto más ese amigo leal y siempre presente, que en su cordura le guía, aconseja y es la 
voz en off que narra toda su caótica andadura, amén de la actriz guapa elegida como parte de la comitiva, es conformar un cuadro muchas veces visto, anodino, que resulta un poco patético a estas alturas, telar que no aporta novedad, ni se desmarca de su tradicional recorrido, en demasía saciado, más de lo mismo con el incesante y perpetuo rostro de Matt LeBlanc -que hay que promocionarle, ¡de nuevo!- en primer plano, ocupando espacio -no calidad-, para que luzca sus caricaturas conocidas, muecas eternas y tonterías consabidas donde, no se anda muy lejos de lo ¡ya acostumbrado en el pasado!
Frustrante no poder avanzar como actor, poco estímulo para quien ya le ha contemplado por dichos andares, residuo interpretativo, de un pasado más glorioso, cordial/no divertido que por condescendencia te lleva a no recriminar lo que, a todas luces, es nimio material, recuerdo entrañable de un pretérito adorado que lleva a ser comprensivo y no aplicar la severa vara de medir que aplicarías a otro ¡sin dudar! aunque, sinceramente, es una comedia pobre, exigua, de escasa sustancia sin apenas esencia o espíritu que disfrutar, modelo prototipo para jóvenes actores que se inician en la profesión que, en manos de un veterano, es síntoma de que anda perdido, falto de opciones y que debe cogerse a lo oferido para que su nombre ruede y ¡se sigan acordando de él!
Como espectador no vas a reír, ni llorar ni sentir emoción legítima, anulada cualquier posibilidad de carcajada, lágrima o exaltación expóntanea que te despierte de tu modorra, sólo alguna sonrisa ingenua provocada por tu afectiva complacencia hacia el carisma dulce y bonachón que envuelve todo el teatro pero cuya visión, ausente de humor y coqueteo, supone omisión de personalidad y carencia de identidad propia, limitada en su alcance, corta en sus perspectivas, sin inspiración ni creatividad en su argumento, diálogos poco agudos, sin garbo ni donaire para el oído y una mirada que intenta motivarse pero no encuentra material ni escenas para ello, simplemente cambia el compañero de apartamento de Manhattan, Nueva York, por tierno y encandilado director de colegio, ponle unos años más -no la sabiduría que acompaña a la edad- y obtendrás las recordadas torpezas de antaño, sin tanta exageración que ¡ya no somos jóvenes!, excursión sin mucho aliciente, ni ingenio y una narración endeble, sin mérito visual pero tolerada por su fácil y ligero consumo que, al no demandar gran esfuerzo, tampoco te recompensa con gran beneficio neto.
Cuestionable disfrute de buenas intenciones que no pretende otra cosa que pasar el rato, entretener tibiamente y presentar la modestia como navegación, tárifa low cost de actuaciones correctas y sencilla dirección sólo que, tan loable propósito no está reñido con el don de la inteligencia y la imaginación, con una capitán que sea algo más que una caricatura de bufón sin corona cuya marca identificativa es la indiferencia pues, teniendo en cuenta que la eliges por su presunta diversión y amorío, lo obtenido es bebida pastelosa, sin acicate ni sabor, que puede digerirse sin problema, pues no es tortura o, pasar de ella y ¡declararse abstemia!
Como ver al joven que vendía hamburguesas en McDonald's, ahora madurito, repartiendo pizzas, te cae bien, es encantador y molón pero ¡un poco triste!, ¿no?, si..., ¡hasta Georgie Dann dejó de sacar la canción del verano por considerarse mayor!
El público y los protagonistas merecen una comedia romántica de mayor peso, lustre, consistencia y dedicación, no una levedad y superficialidad propia de aprendiz recién llegado al cargo..., toda una novatada de principiantes para ellos y para ti y, honestamente, ¡ya no estamos para eso!



martes, 26 de mayo de 2015

We'll never have Paris

We’ll Never Have Paris es una comedia romántica dirigida por Simon Helberg y Jocelyn Towne que cuenta la historia de Simon Helberg (la serie de televisión The Big Bang Theory) y Melanie Lynskey (Las ventajas de ser un marginado). Después de sabotear inadvertidamente su relación con su novia de toda la vida, Devon (Lynskey), el neurótico neoyorquino Quinn (Helberg) la persigue hasta París para intentar recuperar su amor.



"Nunca tendremos Paris", ¡por suerte para todos!
Payasada de circo que ofende a tan estimada profesión, teatrillo barato sin habilidad para encontrar un mínimo apartado que realizar con gusto y esmero, barruntada de fotogramas que siguen el juego de la oca, de casilla a casilla y tiro porque me toca, que se da una vuelta por Paris, pues hay presupuesto de sobra, y que juega a fingir que cree en lo que hace cuando, ya se anticipa el suspenso ¡nada más empezar!
Un amigo profesor, una vez me dijo que se veía obligado a realizar publicaciones de escritos, así como cursos de refuerzo, como parte extra de su profesión, la cual no se limitaba a ir a clase y dar la misma matería una y otra vez, mantenerse y estar al día como precio para seguir siendo un buen maestro, actividades aleatorias que deberían hacerse con gusto si realmente se ama la profesión elegida como forma de vida. 
Me pregunto si, Simon Helberg, también tiene en su contrato, como miembro de la exitosa serie "The big bang theory", realizar películas aparte y entretenerse con distracciones diferentes para seguir siendo socio de tan exquisito club porque, en caso contrario, es difícil definir, justificar y encuadrar esta garrulada artificiosa, vacía, boba, simplona, sin argumento que mancillar ni historia que contar, sólo escenas aisladas de lelo niño caprichoso que no se cree nadie, que hace estupidez tras tontería dejándose arrastrar en cada fotograma por el acompañante de turno; por un lado, la ex novia a recuperar que parece más su madre adoptiva que futura esposa, la compañera de trabajo, una lunática desesperada que suplica a cada minuto ser besada por este pueril Don Juan ridículo, con amigo guayabo a lo cutre que vive del capitalismo de sus padres mientras va de colega 
espiritual, todo ello envuelto en escenas penosas, sin cerebro estructural, que manejan un estrangulado guión que debería suicidarse por tener la desgracia de caer en manos tan absurdas y gastarse dinero desperdiciado en tal calamitosidad, fanfarria sin crédito, observación ni nada que valga la pena excepto la consideración de qué memez presuntuosa les llevó a pensar que, un relato parecido de actuaciones tan vulgares e inverosímiles, necias de gran desatino y sandez, tenía posibilidades de ser visionado sin ser fustigado.
Por otra, también da qué pensar lo fácil que es, para algunos, hacer una película, ir de escritor, director y actor -amén de productor pero ¡ahí un respeto!, pues malgastar su propio dinero en el mismo es lo único coherente y sabio que vas a ver ya que, si no cree él mismo en su persona y facultades, pocos lo harán ¡visto lo visto!-, cuando no se tiene pajoterra idea de qué se quiere, qué hacer, dónde ir o cómo hacerlo todo con un mínimo de decencia y respeto por el público, la profesión y ellos mismos cuando, verdaderos ingeniosos de la escritura y artistas de la dirección, deben ir suplicando, rezando se les escuche, de una oportunidad para demostrar su valía, talento sobrante que aquí ni se observa, intuye ni huele pues, al acercarse al rodaje y ver el panorama, salió corriendo no fuera que ¡tan masiva incompetencia y nulidad fuera contagiosa!
Mejor apuesta por que nunca terminen las temporadas donde poder seguir siendo Howard por siempre, eternamente, bien acompañado y refugiado por tus compañeros de reparto que tapan las carencias que se observan cuando intentas dejar dicho personaje y ¡realizar algo más!
Pérdida de tiempo y estima para con uno mismo, y eso que, con sobreaviso, la había elegido para ese momento ligero, cansado donde deseas visionar algo ágil y cómodo que permita distraer sin necesidad de pensar pero, erróneamente, a causado el efecto contrario al iniciarse un cabreo insultante, que aumenta su temperatura conforme avanza la sandez, y que te lleva a pensar ¿por qué no hay un exámen básico que distinga quien aprueba o suspende a la hora de proponer, iniciar y realizar un proyecto?..., ahorraría tortazos, trompadas, fraudes y vergüenzas ajenas dada la trivialidad insípida, ultrajada y despropósita que se acaba de elegir para ocupar un leve momento de recreo.
¡Dios!, ¿cómo se puede ser tan inútil intentado relajar, hacer reír y disfrutar al público?
Salta de escena idiota a gansada superficial, a romance patético, a crisis existencial que mejor echarle un cubo de agua encima a ver si ¡se le aclaran las ideas!, y nos dejamos de hacer el tonto, de pretender que somos buenos en los que hacemos y que es suficiente con desfilar por pantalla, saberse el texto y ser conocido por la habilidad e inteligencia de quien me escribe los textos para mi principal trabajo en la tele, porque aquí, ¡estás de paso y ya vas sobrando!
Buscando mediocridad, de baja calidad, para pasar el rato me estrellé contra ¡la madre de mis deseos!, baratija banal, insutancial, lela, floja que ni regalada, ni de segunda mano ¡da el pego!
Sencillamente, mala



lunes, 25 de mayo de 2015

Mad Max: Furia en la carretera

Perseguido por su turbulento pasado, Mad Max cree que la mejor forma de sobrevivir es ir solo por el mundo. Sin embargo, se ve arrastrado a formar parte de un grupo que huye a través del desierto en un War Rig conducido por una Emperatriz de élite: Furiosa. Escapan de una Ciudadela tiranizada por Immortan Joe, a quien han arrebatado algo irreemplazable. Enfurecido, el Señor de la Guerra moviliza a todas sus bandas y persigue implacablemente a los rebeldes en una "guerra de la carretera" de altas revoluciones... Cuarta entrega de la saga post-apocalíptica que resucita la trilogía que a principios de los ochenta protagonizó Mel Gibson.


"La esperanza es un error. Si uno no arregla lo que está roto, se vuelve loco".
Qué gusto poder confirmar que no está roto, que sí te volverás loco y que la esperanza permanece a salvo y a buen recaudo pues mantiene un nivel alto, de cumbre elevada que se mantiene intacto y en la cima conforme ruedan los minutos y las escenas.
Sin duda alguna, ha mejorado el recuerdo que se tenía de la misma ya que ése era mi gran temor, mancillar la memoria sabrosa de un clásico que permanecía intacto en un reciclado pretérito que la convertía en eterna y perfecta pero no, George Miller ha conseguido realizar un espectáculo inmenso, voraz, excéntrico y suculento, delicia visual que nunca se sacia de absorber fotogramas impactantes, demoledores y penetrantes que eclipsan tu mente y entretienen a unos ojos que no se cansan de mirar y descubrir, un oído saturado de estruendos geniales, un paladar encantado de degustar, tastar y engullir un menú espléndido, de ingredientes esperpénticos y atroces, donde la imaginación para inventar tribus, obreros, esclavos y líderes baila al son de una creatividad ingeniosa que deja volar su fantasía sin miedo a acercarse al astro rey, el sol, pues sus alas resisitirán y serán capaces de volar con la misma, o mayor, intensidad.
Magistral mezcolanza de bailes exóticos y dispares que se unen en sintonía deliciosa de inteligencia suprema para percibir, con notable nota, su compás frenético y adrenalina veloz, cuya rítmica partitura enriquece a un ávido espíritu receloso de más, de que no baje el telón y continúe el explosivo desconcierto de aceleración perpetúa y loable magnificencia.
La esperanza y la redención como motor de un vehículo que se mueve por si mismo con pasión, frenesí, armonía y una conjunción magistral que alimenta los cinco sentidos con esmero y arte de un satisfecho gusto que, por una vez, ve colmadas todas sus necesidades; fábula de supervivencia de una humanidad maltratada que sigue latiendo en su devastado corazón; soberbía coreografía de caos y desmadre que sabe lo qué quiere, a dónde va y cómo llegar.
La lucha por la libertad, las injusticias y la tierra prometida, cuento conocido mas viejo que Jesucristo aunque, las nuevas tecnologías y los tiempos que vivimos permiten explotarlo con más emoción y hazaña, intrepidez y carisma que en el recordado pasado pues, las comparaciones son odiosas e inevitables si se conoce a los parientes y, aquí la familia no sólo se libra del cuchillo afilado, del látigo inquisidor y de la lanza directa al corazón sino que, recibe merecidas alabanzas y flores por un meritorio trabajo que evoluciona de menos a más, que inicia su andadura con escasa gasolina, de interrogante rumbo y desconocido destino, para llegar a manantial de agua agradecida que sabe a gloria bendita, donde es clara la mayor solidez del papel femenino/donde es evidente la fuerza silenciosa del héroe masculino, 
resistente Charlize Theron/superviviente Tom Hardy, un dueto fantástico que se coordinan con la sabiduría de compartir trono y no competir por sitio e importancia -aunque sea obvio quien predomina-, que son la fulgurante alma de una melodía instintiva que sabe de quién nace y cómo mejorar la especie.
Vestuario, maquillaje, efectos especiales y visión futurista, todos unidos en una catastrófica hecatombe con la que lidiar que encuentra lugar para el ánimo, la hermandad y la ayuda mutua, solidaridad que hace fuerte al grupo pues, por separado nos hundimos pero, con ayuda del que está al lado, te levantas y haces camino.
"Me llamo Max", loco o cuerdo pero siempre Max, fabuloso ave fénix, vuelto de las cenizas para confeccionar un traje con el mismo porte pero más acorde con la época y la edad, fisonomía que luce sus mejores galas para dar la bienvenida a la nueva generación y mantener contentos a quienes vieron nacer al padre de la criatura, todos felices siéntense 
en las butacas y disfruten de la pantalla que el teatro ha sido preparado con sumo cuidado, esmerado detalle y mucho afán de agradar, para gustos no hay nada escrito y opiniones las hay tantas como colores pero, negar la gloria de lo visto es ¡faltar a la verdad!
"Un hombre con un sólo instinto, sobrevivir" que acaba creando escuela, dejando huella y marcando el paso, imprevisto titán, ineludible temerario, osado campeón que no pide nada pero todo lo da, elegida soledad del soldado que siempre halla compañía con quien estar donde la revindicación de la mujer "no somos una cosa" se oye con energía y fuerza, salvaje ópera de fascinación deslumbrante que encumbra con honores a todos sus participantes, deja exquisito poso, rememora a su pasado benefactor y te deja la secuela impactante de todo lo digerido para que comentes y compartas, con aliados, todo tu entusiasmo y fervor..., y podría seguir escribiendo pues es fácil la inspiración cuando la base es sublime y permite alabar y recomendar sin miedo a equivocarse.
Posdata: este mensaje es para seguidores y fans, adeptos incondicionales de este género, fuera discusiones baratas de equivocados sedientos que, buscando frescor y hallándose en el mar, fueron incapaces de refrescarse; la inutilidad no tiene previo, sólo presente, ¡no paguemos los demás su precio!
Digiere, saborea, reposa y expresa tu maravilla por tan inolvidable cena de fiesta fabulosa ¡sin más!



domingo, 24 de mayo de 2015

Lo mejor para ella

Elliot Anderson (Kevin Costner) un hombre viduo golpeado por el reciente fallecimiento de su mujer, que además debe criar en soledad a su querida nieta Eloise. Las cosas se complicarán cuando Rowena, la abuela paterna (Octavia Spencer) reclama judicialmente la custodia de la niña, quien se verá envuelta en un pleito que enfrentará a dos familias que quieren a la pequeña profundamente. 


Delicia de envoltura que se olvida de complacer en su contenido, descuido que padece el espectador con su inocua y descafeinada visión.
Cuántas veces ocurre que, al pasar por una panadería, ves un pastel irresistible, suculento que come la vista, que hace la boca agua, que atrae tu atención, al instante, por su deliciosa presencia y presunto sabor, que despierta tu apetencia y ansiedad por probarlo, devorarlo donde, tras tu precipitada decisión de comprarlo, viene la sorpresa decepcionante de que tan esperada degustación, de ascendente ilusión inicial, se convierte en desaborida apatía anoréxica, un pequeño mordisco para hallar que resulta ser algo soso, común, apenas recordable cuyo bocado sabe a poca ganancia, placer, sin mucho mérito ni estima por parte de quien lo prueba, suculencia nunca hallada por mucha bonanza y esperanza que deposite el comprador.
Pues, algo parecido pasa con este presunto melodrama, trágico y doliente, sobre la tensa y ardiente disputa racial por la custodia de una niña, enfrentamiento insípido, desganado donde el acicate de ver a Kevin Costner moverse con soltura, arte y comodidad en su papel de abuelo materno no da suficiente enteros para atraer la atención durante todo el proceso, pues nuestro antaño bailador con lobos, que casi se ahoga en su propia agua, obsesivo cartero y espléndido receptor de mensaje en una botella mantiene un nivel óptimo y loable, veraz y eficiente durante toda su interpretación sólo que, el argumento no le acompaña con el mismo empeño ni soberbia ya que ni es severo, ni profundo, ni mártir, reflexión cándida e inocente, blanda en su esquiva perspicacia de la que también peca un guión endeble en su contenido, con evidente delgadez de sentimientos y ausencia de sentidas emociones, fotogramas sin fuerza ni carisma que viven más de la decoración externa que de ofrecer un verdadero 
"Kramer contra Kramer"; observas su andar y discurso con una relajación inapetente, visión conformada que sigue el proceso con nulidad de implicación, percepción uniforme que no se altera, ni anima, ni involucra, ni excita por mucho que fingan o intenten, sin resultado ensalzable, subir los decibelios de la narración.
La hipotética fuerza y arrebato intuidas para conflictos de tanta potencia simplemente no se presenta, suavidad que no requiere esfuerzo para ser vista, digerida y consumida, espera de dos horas largas de casi-nada cuando, a los 40 minutos, tus sospechas primeras ya confirmaban que no ibas a encontrar pasión, ni encanto, ni adoración, que la naturalidad edulcorada que se muestra presenta debilidades obvias de no acceder a crear tensión, incógnita o incertidumbre, leve visita a los resquemores, sinsabores y resquicios de dos familias unidas por el amor hacia su nieta, un informe poco original donde el "...about muy baby, it don't matter if you're black o white", tiene confirmación, como expresó con ritmo inolvidable y arte irrepetible un añorado Michael Jackson.
Es plácida y serena, permite respirar y relajarse pero, al tiempo, también se lleva consigo, en su tenue y cálido viento, todo el posible carisma e ímpetu sensitivo deseable, que se hecha de menos en demasía, y que llegado el momento, es muy requerido y necesario, atractiva fotografía acompañada por excelente banda sonora, elegida con aprecio y preferencia, que no se ve corroborada por las imágenes que representan, armonía sin garra ni coraje que espera demasiado de su calmada y flemática presentación, bondad y parsimonia de encarar un combate que es imposible eleve la temperatura y sacie las perspectivas donde, su elegancia y respeto para mostrar el dolor, se vuelven en contra de su propio creador.
Películas sobre combinaciones raciales que deben aprender a convivir en sintonía las hay muchas, en tono de comedia y humor o tragedia y dolor -quién no recuerda la divina "¿quién viene esta noche?"-, en esta ocasión, la vivencia es exigua, pobre y carente, poco estímulo/menos incentivo para escenas que deambulan por superficie sencilla y llana, planicie que no eleva sus miras ni alcanza gran altura, se puede ver sin problemas/también sin motivación, decir de ella que aburre sería exagerar, decir de ella que se esperaba más picante y mayor intensidad es amargura de una verdad que es rápidamente aniquilada..., una entrañable mirada, de maquillada simpatía, que no se consolida en convincente amistad, amabilidad sin efecto ni respuesta pues la película entera ni se siente, ni se sufre, ni se ama..., una única emotiva indiferencia que adormece tu esencia e insensibiliza tu corazón lo cual es aún peor y ¡más devastador!



sábado, 23 de mayo de 2015

Corn Island

Con las crecidas de primavera, el río Enguri se precipita sobre las tierras bajas de Kolkheti y, antes de lanzar rocas y limo al mar, las acumula aquí y allá en medio del río. En pocos días, incluso de la noche a la mañana, de estos escollos nacen grandes islas, cuyo suelo es rico y fértil. Un anciano de Abjazia y su joven nieta deciden plantar maíz en una de esas islas. Pero los soldados georgianos andan cerca.


Inundación afectiva a la que no se encuentra cariño, apego ni devoción.
"Esta tierra es de su creador...", y esta película de quien la firma, George Ovashvili, que ofrece la construcción de una refugio, el cultivo de una tierra, la dureza de un proyecto realizado con sus propias manos, sudor y esfuerzo, empeño de un abuelo nativo, que convive con su nieta, para el acondicionamiento, plantación, cultivo y recogida del fruto, un lento y pausado observar dicho proceso donde tendrás que esperar, 20 minutos, para oír las primeras dos palabras y, veinte más, para que vuelva a producirse algún sonido, un agónico ensamblaje de consumo arduo, dificultoso y apenas estimulante pues ni con paciencia y dedicación mejora su digestión.
Con permiso de la naturaleza..., aunque ¡sin el tuyo! pues esta reservada isla, que tiene su propia vida y rutina, no despierta interés alguno, no se crea ansia por su conocimiento ni anhelo de resolver su desenlace, un comer, trabajar, descansar, dormir, superar inclemencias, pausar..., sin decir ¡na!, sin plasmar evidencia gráfica o sonora de apetencia válida, sólo la eterna y sólida compañía de esta unidad familiar que resiste y prosigue, observa y espera pero, como espectadora, necesito algo más que esta visión anodina que procede al margen de la atención y expectación del público, mostrar una existencia, su rutina diaria, su levantarse cada día y seguir adelante no cautiva, ni entusiasma, ni aviva una mente que empieza a estar cansada de tanta alabanza gratuita para un argumento que transmite poco y, un guión que vive de acostumbrados silencios que intentan dar a entender, con su cuota de voz ausente, una magnificencia y maestría que se asemeja más al cuento de la lechera, que te lo venden como cinco estrellas y ¡ójala hubiera comprado huevos y patatas para hacer una gustosa tortilla!, porque, este melancólico pasar el tiempo sin moverse del mismo espacio, tiene un sabor insípido, aburrido y oxidado.
Y, ahora, el dilema de siempre que parece no tener correcta solución ni próxima resolución pues, por un lado, la prensa y su crítica con una nota de notable para un cine loable, humano, veraz y sensible, de gran emoción artística y delicadeza en las formas, miradas penetrantes y austeras que transmiten lo que es innecesario decir con palabras, ausencia de sonido que cubre, magistralmente, la ferviente mirada de quien se complace, con esmero y gratitud, ante la maravilla seductora que sus ojos captan y observan, sosiego y tranquilidad heroica ante una supervivencia costumbrista que se exhibe con claridad de vivencia y sentimiento de alma, etc, etc, etc..., palabras, de cosecha propia, que llevan a una lectura técnica que sí, completamente le otorgan tan alta valoración, sólo que, en aras de la verdad y sinceridad de ánimo, todo ello sirve de poco si no logra crear espíritu de afinidad y ganas por degustar su andar pues, aunque reconozcas todo lo escrito y lo confirmes con tu reflexión cognitiva, no logras sentir estímulo alguno que te invite a apreciar su batalla ni estimar su existencia; si vamos a elegir cine mudo donde hablen las imágenes, éstas tendrán que comunicar algo y no dormir a la audiencia porque ¡de qué me sirve que me digan que este plato es magnífico sí después no disfruto de su presencia, de sus ingredientes, ni me nutre en absoluto!
Y, después está la excusa ordinaria de que es cine minimalista, para unos pocos elegidos que sepan valorar el arte de lo sencillo y la honradez de lo vertido, diestra creación de singularidad delicada para quienes distingan la inteligencia de decirlo todo sin expresar nada, bla, bla, bla...; hace poco, tuve el placer de visionar "Mandarinas", pues haber si se aprende de la exquisitez de combinar sabiduría y emoción, pasión y conocimiento 'tanto para el cerebro como el corazón!, aquí no hay espíritu que reanime tu somnolencia, ni pulso cardíaco que no se relaje tanto que llegue a ausentarse la mayor parte del tiempo.
Adoro descubrir las pequeñas producciones de paises con marcha de identidad exclusiva y personal, que se distinguen por funcionar al margen de la cadena comercial y que cuidan sus producciónes peculiares con talento, sobriedad y dedicación pero, ante la presente obviedad y decepción, es igual de amargo -e incluso más- descifrar que no hay nada detrás de tanto halago y alabanza, que parece se pene y 
condene decir, de estas historias, que aburren y desconciertan -por suerte, no todas pues muchas son fieles al emblema distintivo que las caracteriza y por la cual se respetan y aman- para el caso, la isla de maíz puede quedarse con su panizo y amparo pues, Ilyas Salman, como protagonista no encandila ni sugestiona ni llama a conocerle en su labor, desperdicio de hermosa fotografía que convierte, su merecido y esperado afecto, en letargo cansino que busca alivio en el paso de los minutos para llegar a su conclusión.
No se siente, no emociona, no se vive ni palpa, sólo se observa, lo cual ¡ya es mucho sacrificio!; no encontré gusto en su visión, ni avidez en su recorrido, ni caté la elegancia y distinción de su porte, ni la exquisitez de su esencia ¡más suerte para tí!..., pérdida en el mar de miseria que rodea la supuesta isla de batalla y bienestar ¡me quedé!



viernes, 22 de mayo de 2015

Con la magia en los zapatos

Cuenta la historia de un zapatero que tiene la peculiar habilidad de asumir la vida de sus clientes a través de los zapatos que repara.


"Zapatero a tus zapatos", no opines ni juzgues más que de aquello que entiendes; guión que prefiere navegar por aguas tranquilas, de inspiración leve/mínimo esfuerzo/ínfima molestia a arriesgarse a la aventura de un mar revuelto, de aguas inquietas, pues ha decidido calzarse cómoda zapatilla de andar por casa y olvidarse del zapato ajustado, de tacón elegante pero que requiere voluntad, trabajo y empeño.
El tío Ben le dice a un acelerado Peter Parker que acaba de descubrir sus habilidades, "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad"; aquí tenemos a un sorprendente Dustin Hoffman, soltando una versión del mismo discurso al, por siempre niño-grande, Adam Sandler "Es un privilegio caminar en los zapatos de otro hombre Max, pero también es una responsabilidad".
Y, en esta ocasión, para variar, dicho estereotipado actor, sale airoso e indemne de su papel y función dentro de la película, no se le puede achacar a él el estropear inútilmente una buena idea y boceto que no llega a puerto provechoso; otra cosa es que, para no variar, Thomas McCarthy sólo haya visto en ella la oportunidad de hacer el tonto, pasar el rato, buscar la gracia facilona, las escenas chistosas y tirar por el camino de la comedia simplona.
Se puede ver, tiene sencillo recorrido aunque su meta no sobrepasa lo banal y superfluo, lo intrascendente y comestible dejando de lado toda opción de realizar algo decente y consistente con ello porque ¡para qué tesón y ahinco si la vagancia, en el ocio, cuela igual! 
Hijo de zapatero desaparecido, hereda negocio familiar y vive su día a día con martirio y desgana de quien no es feliz ni se encuentra cómodo en su presente ya que, éste no coincide con la horma de su zapato hasta que, día señalado por urgencia y precipitación, rescata la vieja máquina de coser, reparar y prensar suelas de zapato de su padre y, a partir de ahí, vía libre a la locura, capricho, memez de quien ha descubierto Disneylandia en el sótano de su taller; en un principio, opta por la comicidad, no tan lograda, de vivir identidades varias al son del aburrido momento que deseas aplacar para, sin prisa ni pausa, pasar al drama personal y peligro de usar, sin control ni mesura, el poder recién descubierto sin apenas lectura oculta que destacar y donde no se atreve a explotar la necesidad de vestirse otros calzados ajenos porque los suyos no le gustan en lugar de cambiar y mejorar los disponibles.
Evidente su evolución, claro su discurso, simple adivinar sus pasos, anticiparse al recorrido e, incluso, desvelar el secreto que oculta tan laureado pastel guardado antes de que éste sea mostrado y revelado y, con un extravagante fantasmón final que se adentra en la parodia de los agentes secretos, tan de moda, donde la directriz es "..., con los barberos no hay problema, son de confianza pero, las tintorerías, son otra cosa, no te puedes fiar de ellas".
Diseñada para un público concreto y un tipo específico de esparcimiento que no busca complicaciones ni pensamientos profundos, sólo comprar la entrada, sentarse y ver qué echan -si tiene un mínimo de calidad y entretiene ¡mejor que mejor!-, cumple su misión y vale para ligereza pueril, trivial y vana que no contamina el pensamiento, pues no demanda nada de él -posible ausencia cognitiva que, incluso, puede favorecer su disfrute-, aunque la sensación de más de lo mismo, de plato ya degustado y valorado, de chiste contado tantas veces que pierde todo humor y aliciente, que distinto nombre para vestimenta cotidiana agota un poco la posibilidad de su aprecio y estima.
Ni siquiera un escarceo de originalidad o ávida ambición  se desprende de situaciones de pretendida diversión que no dan para risa, de escenas rebuscadas que no dan para comprensión dramática y un moverse por mover la pelota cuyo objetivo es rellenar tiempo/espacio como bola que juega al pin ball.
"Eres guardián de las almas..., eres un zapatero", daba para un relato más coherente, firme y sustancial, fábula interesante de profundizar en vidas desconocidas y experimentar personalidades diversas de capacidad infinita, sin embargo, optaron por reclutamiento de nuevo Mesías, nuevo James Bond que vigile, guarde y salve el mundo.



jueves, 21 de mayo de 2015

La conspiración del silencio

Un joven y ambicioso fiscal descubre cómo importantes instituciones alemanas y algunos miembros del gobierno están involucrados en una conspiración cuyo fin es encubrir los crímenes de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. 


"Veneno para esta joven democracia", dramática tierra hostil que no se eleva a notable altura.
Cuando acudes a la justicia para denunciar un asesinato debes ir con datos, fechas, nombre de la víctima, del acusado y descripción del abominable hecho, concreción que suena a ironía cuando se trata de millones de personas asesinadas, maltratadas, vejadas a tutiplén -por no hablar de las perversas cámaras de gas- y parece broma preguntar, a un superviviente de tan agónico y deleznable sufrimiento, que recuerde el apelativo del soldado de las SS que perpetró dichos horrores contra la humanidad cuando sobrevivir a dicho exterminio ya era tarea difícil, ardua y cruel.
A ello le añadimos el paso del tiempo, el relajamiento mental, la comodidad de la incultura y la insensatez de una sociedad cuyo recuerdo se va diluyendo y no quiere volver a escarbar en un pasado lleno de vergüenza y suciedad, ignorancia de una memoria que es mejor relegar al cajón del olvido para continuar con un presente que no habla, ni comparte, ni comenta lo que hizo antes-de-ayer, martirizados heridos que deben conformarse, malhechores premiados que continuan con su vida como si nada, jóvenes a los que ni se les cuenta lo que ocurrió en la familia alemana y la delincuencia, abrumadora y alarmante, de quien sigue con su natural rutina, sin saber, al lado de quien padece y maldice sabiendo, conocimiento que se maquilla y desdobla a gusto de 
los que gana pues "los vencedores escriben la historia, es el precio de perder la guerra" y, hay mucho ganador detestable que disfruta dichoso de la existencia en Argentina, que reparte, con dulzura y amabilidad, el pan a los inconscientes vecinos o que enseña a los niños con confianza de quien se siente a salvo ya que cuenta con el permiso oculto de unas instituciones y funcionariado llenos de camuflados culpables que miran hacia otro lado cuando ven el rastro de las heridas espeluznantes, de la sangre no desaparecida y del execrable polvo dejado por su huella, por su ejectudora mano, por tanta inmundicia sádica que todavía habita entre ellos, por esa maloliente osadía que se acepta, que enrabia y produce arcadas ante la felicidad inmunda y repelente de quien sonríe mientras, todavía, miles de almas lloran.
La estructura argumental es clara y sencilla, honesto el objetivo aludido, denunciar y traer a la actualidad el horror y espanto de su historia nazi a una sociedad que prefiere soñar y existir en rosa pastel y azul celeste, edulcorar la amargura, el desprecio y camuflar la justicia molesta que interrumpe una falsedad ordinaria que presume de ser sana y de convivir, con armonía y entendimiento, con un pretérito resuelto, generalización de la que se aprovecha una jurisprudencia para construir su propio laberinto engorroso, de conspiración en 
silencio, donde acallar y encubrir toda su malvada ruindad y despojo y que no importune ni altere la construcción de esa rutina diaria que no pregunta, no cuestiona ni desea implicarse, que demanda detalles pormenores con impertinencia y grosería para mover ficha, que pone trabas y dificultades a quien ose alterar la paz prefabricada y que insulta y ofende, con su menosprecio e indiferencia, hacia quien merece amor, honor y respeto.
Un fiscal joven, ingenuo e inmaduro, aún no corrupto por el poder, la ambición y el desencanto del paso del tiempo, que por casualidad y obligación ética de hacer bien su trabajo se topa con un inofensivo caso que es la punta de un iceberg, cuyo hilo irá tirando de una madeja cada vez más grande y enorme, todo ello realizado con austeridad, mesura, sin gran motivación ni empeño en su visión y resultado, un sobrio y comedido andar cuya importancia reside en la narración de los acontecimientos, en el destape de la cuota de silencio, en poner voz a los silenciados y que se oigan y atiendan sus reclamaciones, reinvidicación que no incide en lo sentimental, que trata con disciplina la emoción, que sabe narrar pero no crear espíritu, buscar pero no alentar compromiso, que expone sin garra, ni pasión o excitación que te integre en la historia, rigidez informativa que atiende a los hechos/deja huérfana a su esencia, sensaciones que no cogen tono, ni elevan la temperatura y que dejan desvalido a un corazón que quiere latir pero no puede, que quiere brivar pero no se lo permiten, que quiere involucrarse y sentir pero no le dan la opción a ello, que accede a mínimos de calidad que cubre, justa y finamente, lo demandado pero sin consumir ni divisar esa intensidad máxima, desbordante y aniquiladora, que se relega en favor de la simple modestia, pulcritud y corrección de las formas.
Levedad que se acoge sin demasiado reproche pues, lo importante es el mensaje, la evidencia, heroicidad de los supervivientes aunque, dicha hazaña se muestre sin mucho arte, ni perspicacia, ni intuición, orden de riguroso método para un uniforme recatado, nítido en su confección que aporta una lectura sencilla, cordial y exigua que se adecua a su filosofía de informar, reportar sin encandilar ni entusiasmar a la audiencia.
Un básico y relajado observar como transcurre la batalla, llega la victoria y se rememora una historia que es importante no olvidar.
Cómoda, accesible, oferta poco absorbente que no penetra en sus entrañas ni alcanza sabor encomiable, manejable, digestiva, válida para todas las sensibilidades.