sábado, 30 de mayo de 2015

Nuestro último verano en Escocia

Doug y Abi son dos padres normales que tienen tres hijos encantadores aunque muy excéntricos. Cuando el estrés de ser padres pone en peligro su estabilidad mental y su matrimonio, deciden realizar un viaje a Escocia con sus hijos. Allí participarán en una gran reunión familiar y se reencontrarán con Gordie, el increíblemente extravagante padre de Doug. Sin embargo, lo que prometían ser unas vacaciones para la reconciliación pronto se convierte en un campo de minas no exento de situaciones hilarantes en el que rencores familiares, malentendidos y egos maltrechos conforman el orden del día. Cuando los niños precipitan un giro inesperado en los acontecimientos, la familia se ve obligada a aparcar sus diferencias y a colaborar, pues de lo contrario corren el riesgo de perder aquello que más aprecian


"¡Tienes que vivir más y pensar menos!"
Un delicioso e inesperado funeral de muerte donde, la ridícula estupidez de los adultos, es puesta en evidencia por la sinceridad e inocencia de unos adorables niños que son el alma de la historia, su exquisista fragancia, la esencia de su apreciado espíritu, un desfile de encanto, pasión y arrebato con el que no pueden competir los mayores, razón máxima para escogerla, irte de fin de semana con ellos y pasar un buen rato.
Al comenzar las clases, cada año y en cada curso, era típica y conocida la primera tarea, lo inmediato a relatar, redacción a escribir derivada de la famosa pregunta, cargante y cotilla..., ¿qué has hecho este verano?, donde rara vez tenías algo interesante que contar; no como estos peculiares hermanos de gran carisma, estimada gracia andante y cándida ternura, ingenuidad cautivadora más dulzura en vivo y directo que sacude sin miras ni piedad, donde siempre te hallas a la espera de la tortura venidera de esa insaciable curiosidad que te lleva por la calle de la amargura, donde te sacan de quicio con su lógica aplastante, con su interrogatorio incesante e interminable y su habilidad para jugar a encadenar palabras, explicaciones y sentencias, barrullo mental que les trae locos para delicia y embrujo de un espectador maravillado ante tanta soltura, acidez e ironía.
Un hechizador guión, con momentos desternillantes, que enlaza, con sabia armonía y pícara inteligencia, todos los elementos e hilos que llevan a disfrutar de este circo entrañable y sugestivo donde los muertos se tiran pedos, los adultos se pelean y complican las cosas y los avispados menores, de fantasía suprema e inventiva magnífica, resuelven la papeleta con sencillez y estilo, humildad y sensatez de escuchar a los demás y respetar su voluntad.
Ingenioso argumento que sabe crecer con arte y pericia, templanza y entusiasmo, absorbiendo a un público que se deja coger de la mano con placer, gusto y voluntad para ser entretenido con humor agudo, gracia honesta y natural vivacidad, adjetivos que engloban a esta cómica historia, de familia atropellada y rocambolesca, que conducen con un delirio lunático, de control ficticio a la venida de accidente a la vista, donde el frenético choque de todos sus intérpretes es una maravilla para una vista saciada, un oído satisfecho y un corazón en estado activo de risa y jolgorio pues la siguiente mueca, sonrisa o desfachatez no tardará en aparecer.
Revolución familiar que alborota, teje y enreda para recuperar la calma y honor olvidados, en un entorno idílico de fotografía inmensa e imagen preciosa, mezcla irreverente y atrevida de albedrío inestable, frescura disparatada y desmadre sentido que convierte la velada en sabrosa compañía de fiesta efervescente donde disfrutar con deseosas ganas y ofrecidos motivos pues camina con la seguridad de un chistoso y gracioso libreto rematado por fantásticas interpretaciones y ese humor inglés, ocurrente que sólo ellos saben manejar y hacer, burla irónica y sagaz, estridente y cálida al tiempo, de los presentes para consigo mismo en un alocado teatro que destapa la desfachatez y el afecto por igual.
"La próxima vez que un adulto se muera en la playa se lo diré a un adulto y prometo no prenderle fuego", alegría nacida de la curiosidad de los peques, montaje de mentiras derrumbado por la coherencia 
de quien mira con ojos limpios, presta atención y conserva la pureza del corazón, divina infancia que supone el goce y deleite de esta representación dicharachera y chistosa donde los padres aprenden de sus queridos hijos.
Sencillamente relájate y déjate llevar por la simpatía, caos de esta estirpe singular, unidad disfuncional con sus miedos, desavenencias, tragedias y los abrazos azucarados de turno, comedia ágil, amable y envolvente que se aprecia al instante y se consume con suma facilidad y complacencia, se conoce su recorrido y anticipa su desenlace, sorprende por intervalos y enamora en conjunto, una combinación espléndida que consigue un esmerado homenaje al cine familiar, catastrófico cuando se trata de ir de vacaciones.
Ideal compañía para la distensión, el olvido de la rutina y la compensación de un mal día, cumple con creces en esos menesteres y cubre, con óptima nota, todas sus expectativas, desde la modestia y sencillez entretiene, divierte y alegra, destartalada aventura a la busca de un cumpleaños que acaba encontrando un entierro vikingo, original, osado y merecido.
Acepta la invitación a Escocia, no supone ningún esfuerzo y obtienes beneficio suculento, nutre y enriquece con gratitud, sin coste ni cargas adyacentes, pocos dan más en tan poco tiempo y escaso espacio.
En todos los sentidos, apetece.