martes, 5 de mayo de 2015

Roald Dahl's Esio Trot

Cuando la gallina se pavonea y el gallo no se entera.
No lamentarás dedicarle un breve espacio de tu tiempo, sea cuando puedas, sólo la fabulosa música de Louis Armstrong ¡ya vale la pena!
Cuando se trata de amor nunca es tarde, cuando se habla de romance nunca es suficiente, cuando la alegría de la mirada del otro no tiene época ni edad, cuando la realidad se detiene para observar el andar de ese anhelo, cuando la lengua se traba y no expresa lo que se quiere decir, cuando las palabras brillan por su importancia, cuando su ausencia es pecado que atormenta, cuando los gestos se saborean con esmero, cada detalle se aspira desde su intensidad, profundidad de una respiración que vive por la sonrisa entrañable y exquisita de la bella y fascinante vecina..., un delicioso, cortés, exquisito Romeo y Julieta sexagenario donde la comunicación surge encriptada en cálidos mensajes a descifrar, el tenue cortejo se realiza de balcón a balcón y el precio del amor es una querida, deseada y perseguida tortuga. 
Roald Dalh, novelista y autor de cuentos británicos, tanto para niños como adultos, que cuenta entre sus haberes éxitos como Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, las brujas, relatos de lo inesperado..., nos ofrece, en esta ocasión, la sencillez y modestia del deseo nunca expresado, la impotencia de una timidez que aprisiona y que elige complicados y divertidos 
caminos alternativos en lugar de optar por la simpleza y sinceridad de la línea recta, esa distancia mínima, que se reduce al máximo en cada suculento encuentro inesperado del cubículo de un chispeante ascensor que acelera el corazón y anula la habildad de expresar, con sentencias y vocablos, lo que una razón precipitada y colapsada no puede discernir ni controlar pues, su capacidad de pensar y deliberar, se paraliza ante la posibilidad de roce de la piel del ser amado. 
Dos deliciosos actores para una historia bonita y graciosa, cautivadora y sabrosa, entrañables personajes, de seducción y simpatía espontánea, que se desenvuleven con la comodidad y maravilla de los actores que les dan vida, encarnando la timidez y galantería, un magnífico Dustin Hoffman, cowboy graduado de las plantas -incompetente en el arte del amor y la seducción-, cultivando ese hermoso jardín, paraíso del edén y la felicidad venidera para una alegre e ingenua Judi Dench donde, combinamos la magnífica y larga experiencia de ambos y obtenemos un retrato encantador, de afinidad absorbente y ligereza apetitosa, emociones tiernas y dulzura complaciente cuyo argumento, de enamorado en 
silencio que suspira por bella damisela, es válido para cualquier edad, circunstancia y contexto.
Y acá reside el poder y atractivo de un guión modesto y corriente, familiar y consabido, la afinidad de reflejo y la habilidad de desenvolverse para moverse con agilidad y frescura que se deja acariciar sin llegar a explosionar, delicadeza para una historia, narrada a través de un tercer testigo, que logra hacer partícipe, con carisma e interés, al oyente de su peculiar anécdota, enlace donde la lógica deja paso a la locura, el ingenio complica la facilidad de la acción y la osadía prefiere la torpeza de la demencia al valor del cara a cara y su riesgo expositivo.
Película realizada para televisión británica que niega al público su disfrute en gran pantalla, que realza el color, la diversión, atrevimiento y esperanza a edad madura, joven o rozando la mayoría descarada de cuando el amor se instala en el piso de abajo pero parece eterna la distancia que les separa, que se asoma insistente a la terraza o te persigue obstinado por el rellano que comunica dos corazones cuya habla se ha quedado sin palabras.
Un expectante Quijote, sin armadura ni caballo pero tortugas para elegir a mansalva, que corteja a su Dulcinea con delicados pasos de cómico efecto y sonrisa agraciada, gotas de humor para sentimientos candentes cuya efervescencia muere por surgir pero se evapora nada más asoma la cabeza, Dearbhla 
Walsh no tiene que esforzarse en exceso en una dirección que cuenta con refuerzos de garantía en el éxito, cómoda, apetecible, digestiva, sugerente, querida y amada, como las intensas emociones que esta pareja, engalanada de buenas intenciones, no logra comunicar con destreza.
Disfruta su presentación, escucha su narración, observa su patosidad, resuelve la no-tan-incógnita resolución de su final y deleita un entretenimiento de validez justa y contenido suave, de obvio placer y merecida suculencia.
Cuando el amor llama a tu puerta...,



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