domingo, 3 de mayo de 2015

Desconexión

No quieras desaparecer en la vida y existir sólo en la red, renegar y ocultar tu presencia física y convertirte en un apasionado de tu holograma pixelado e identidad internauta o, acepta las consecuencias.
Últimamente estoy cogiendo el satisfactorio hábito de visionar todo lo que venga avalado por Jason Bateman, ya sea como intérprete principal, secundario, mera colaboración o de director ¡ya ni te cuento! -salto a la piscina sin comprobar si hay agua- pues ha adquirido tal capacidad y desenvoltura como actor-director que maneja con asombrosa facilidad el drama, la comedia, ambos alternos o conjuntamente, ese reflejo ideal de individuo a quien no le pasa nada y todo se desmorona, a su alrededor, en un segundo de forma acelerada, que transita ignorante por su vida cuando ésta le sacude y despierta con caos inesperado cuyo golpe le deja noqueado y pasmado, ese delicioso reflejo de un buen tipo que sufre, ríe y sobrevive como cada uno de nosotros y, aquí, siguiendo su exquisita trayectoria, es el atractivo primordial, más suculento y seductor de cuatro parejas unidas por su desgracia y precipitada desventura, ese fracaso sentimental que te lleva a buscar refugio en la red, que te invita a intimar con sinceridad profunda con desconocidos mientras te alejas, cada vez más, de tus seres queridos, complicidad a través de la pantalla, con la protección de las paredes del hogar y una susceptible intimidad vertida, sin control, dominio ni consciencia, al capricho de quien se esconda tras ese maleable alias por el que confiesas una sutileza interior y sensibilidad afectiva que no eres capaz de compartir con quien desayunas todos los días y compartes 
casa, un despropósito irónico que lleva a ignorar a quien ves todos los días y desear a quien nunca has visto, comunicación interrumpida y cada vez más anulada mientras se crea una conversación intensa, sincera y desesperada con un seudónimo creado de la ficción sin saber realmente quien se esconde tras de él.
No saludamos a quien pasa a nuestro lado, no le daríamos nuestro número de teléfono al primer osado que nos lo pidiera pero detallamos, concisamente, nuestra rutina, emociones, existencia a una pantalla de hardware para que el software se ponga en marcha y acabe toda nuestra identidad no se sabe dónde, todo un "Crash" internauta que sigue los pasos de su manual de confección con habilidad y destreza, presentación de los cuatro frentes, incursión en sus vidas, vivencia de sus dramas, correlación influyente y explosión anímica final, un "in crescendo" que parte de un sabor nimio, seco, de escaso ritmo para ir cogiendo fuerza y volumen hacia su esperado estallido de violencia impotente donde se exhibe toda la frustración humana al ser acosado, engañado, utilizado y haberlo perdido todo por el camino.
Actuaciones emotivas, unas más sentidas que otras según sea la consistencia del argumento referido a su relato -la periodista floja, el marine más gustoso, las otras dos el colofón del condimento sabroso- que presentan un telar agudo e ingenioso sobre los peligros y el mal uso de la mejor herramienta de información y comunicación jamás creada, esa pasión por la luz de una pantalla, dedicación exclusiva a sus mensajes, nerviosismo descontrolado ante sus avisos, devoción eterna a sus teclas sin ser capaces de levantar la vista y saludar a quien está a nuestro lado, hechizo por la creación avatar y su cobarde repercusión e importancia/abandono de la realidad y del valiente cara a cara.
Siempre hay unas historias que te gustan más que otras, unas de mayor intensidad/otras más moderadas, se busca emocionar al vidente, involucrar al espectador, hacer reflexionar al humano, sensibilizar a la persona que suele incluir un crítica a la sociedad cuestionada y un razonamiento sobre el rumbo tomado, todo en armonía, con suave y eficaz sintonía para atrapar y promover el debate y lograr ese cariño que te haga seguir pensando en ella tras haber finalizado, orden estructural inalterable que obtiene sus logros y propósitos al plasmar la debilidad, miedo, ofuscación y rabia de quien es expuesto, maltratado y lesionado.
Recomponer lo roto, apreciar lo abandonado, amar lo poseído, llorar por lo perdido, sufrir sin merecerlo, hallar el camino para preferir, mil veces, el contacto humano, un abrazo-beso-cogida de la mano que cualquier mensaje, foto o conversación chateada en 
la red, Henry Alex Rubin presenta un guión veraz, que se alimenta de una amenaza incesante y peligrosa que nos rodea, que evoluciona en efervescencia sensitiva, emotiva performance con actores comprometidos, creíbles en su esfuerzo y empeño, compañía placentera que conecta a través de su angustiosa desconexión para alcanzar un fuego puro, de calidez notable que conmueve y hechiza en su dolor y lamento, amargura que siempre atrapa en su colisión inevitable y te hace partícipe de sus vidas y correrías, eventos ocultos que tienen lugar en quienes amamos y que les convierten en nuestros más cercanos desconocidos, maltrecha confianza nunca ganada pero entregada, erróneamente, al primer farsante que pregunta por ella, absorbente comprensión que te implica, fervorosamente, en sus historias para eclipse de tus inquietudes y apetencia del corazón ante su palpable y familar existencia.
Nuestras madres, en su sabiduría y prevención, siempre nos aconsejaban de pequeños "no hables con extraños"; que pronto lo olvidamos y pasamos de ello.
Disfrutala.



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