miércoles, 30 de septiembre de 2015

A cambio de nada

Darío, un chico de dieciséis años, disfruta de la vida junto a Luismi, su vecino y amigo del alma. Mantienen una amistad incondicional, se conocen desde que tienen uso de razón y juntos han descubierto todo lo que saben de la vida. Darío sufre la separación de sus padres y se escapa de casa, huyendo de su infierno familiar. Comienza a trabajar en el taller de Caralimpia, un viejo delincuente con envoltura de triunfador, que le enseña el oficio y los beneficios de la vida. Darío conoce además a Antonia, una anciana que recoge muebles abandonados con su motocarrro. Junto a ella descubre otra forma de ver la vida. Luismi, Caralimpia y Antonia se convierten en su nueva familia en un verano que les cambiará la vida. 


Un viva-la-vida a quien se le fastidia el viva y tiene que afrontar la vida.
"Yo no quiero volver a mi casa", en cualquier lugar antes que el infierno discursivo de hogar en el que vivo, peleas, discusiones e incesante mal rollo, y yo en medio, harto y perdido porque ambos son mis padres, a los dos quiero y no puedo elegir ni decantarme a favor de ninguno, de modo que, mejor me largo y busco mi camino.
Accedentada y pedregosa adolescencia con la que lidiar donde, a falta de familia unida y protectora, se busca refugio acogedor donde sea, en la dureza de la calle cuya lección marca y deja huella, supervivencia extrema de cogerse a lo que venga, de aceptar lo que aparezca e inventarse lo que no esté al alcance, sagaz pillería de quien tiene empuje, sonrisa y labia para lograr premio, picaresca de quien encuentra recurso de subsistencia para vivir una aventura de golfillo avispado que narrar a los nietos en la vejez o relatar, en el presente, a las tías para camerlarlas y que algo caiga.
Porque, para este verano, no tan azul -aquella pandilla veraniega, que se lanzaba a las calles, era más virginal e inocente- se nos presenta el quijotesco imitador de el vaquilla, que tiene problemas parentales de comunicación nula, pocas ganas de estudiar y muchas de mentir y buscarse el papeo, con su más fiel escudero, un calcadito Sancho Panza; dueto entretenido, que no cautivador ni fascinante, que se lanzan a la aventura, por la vís rápida y efectiva, disponible ¡ya!, del hurto a pequeña escala para pasar a delito mayor cuando se de el caso, y todo a cambio de nada pues parece fácil, al abasto de la mano, sin consecuencias que lamentar, rutina de ese nuevo costumbrismo por el que los chavales, reforzados por la excusa de la marginalidad, no afrontan los problemas, prefieren atajar y directamente ser millonarios dentro de esa fantasía de montaje que llevan en la cabeza pues, no hay otra forma de esquivar la cutre realidad.
Daniel Guzmán escribe, produce y dirige, se implica durante años, en la configuración final de un relato callejero, de la vida, común entre esa juventud anexa a la ciudadanía media que no les llega, diálogos veraces, de ras de suelo, de ese lenguaje conocido que se absorbe con conocimiento sabido, como dos colegas de clase que hacen peña y luego fardan de sus correrías, el público de la clase les sigue con interés y curiosidad de la siguiente torpeza y tontería a realizar, pasos desmadrados que intercalan en viviendas y lugares varios, huyendo de la propia, para acabar en peor muestra.
La rebeldía generacional proveniente de conflictos domésticos, de falta de apoyo, comprensión y cariño expuesto de forma humana, cercana y empírica aunque sin insistir en los temas propuestos, superficialidad de visita que expone pero no incide, deja concisos planos de montaje acertado y muy logrado, realismo argumental, empatía visual y magnífica elección de los intérpretes pero no supera el estandarte tópico de un relato sobre adolescentes metidos a delincuentes, por aburrimiento y queja de unos padres divorciados, que disputan sin parar, y colocan al hijo en la encrucijada de optar por uno u otro.
Buenas intenciones, agradecida acogida por su esforzada voluntad, simpática y cordial, se deja ver con la frescura de sus lozanos movimientos pero se echa en falta más contundencia, atrevimiento y firmeza, una circulación más arriesgada y potente y no un simple viaje, corriente, cómodo, que no ofrece nada nuevo.
"Yo, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír", Jeanette era cándida y suave, Darío es más chulesco y osado, misma pena y sufrimiento, queja protesta que no explota todos sus recursos, posee convicción, que no enérgica andadura y contundente resolución.
Válida experiencia para primer trabajo de este novato, talentoso en la dirección y escritura, a la espera de frutos venideros cuando coja recorrido, destreza y veteranía; a cambio, el respeto y aplauso del público, que nada, precisamente ¡no es!



martes, 29 de septiembre de 2015

Dark places (lugares oscuros)

Una chica de Kansas sobrevive a la masacre de su familia y testifica en contra de su hermano como el asesino. 25 años después será visitada por una sociedad secreta que reclama la inocencia de su hermano. De algún modo, tan sólo reviviendo la tragedia podrá averiguar la verdad.


Parentela, dictamen hereditario inevitable que hay que soportar como se pueda, llevarlo con entereza o disfrutar de ellos si la dicha es buena; aquí, su tormentoso pesar no causa profundos desvelos ni tensas emociones, es, en general, laxa.
"¿Qué pasó realmente aquella noche?", aunque la verdadera cuestión es ¿hasta qué punto te interesa?, ¿supone un gran aliciente saber la verdad?, ¿es diestro y apetitoso su avance y resolución?, pues observas a Charlize Theron, con su perpetua gorra como equipaje decorativo en un intento de simular aislamiento, reclusión, confusión y protección de todo, escondite que juega con el tiempo para plasmar una investigación de asesinatos, rompecabezas no resuelto con justicia para el club kill, que procura abrir una ventana a la curiosidad del espectador para que se añada y camufle como un miembro más, sólo que tú nunca llegas a compartir su entusiasmo y vigor por descubrir lo ocurrido, por asignarle a otro candidato la tan cuestionada culpabilidad ya que, según se plantean los hechos y sus interrogantes, ésta puede ser asignada a quien se quiera con la excusa que en ese momento tercie y se acople mejor al flojo dramatismo, con evidente ausencia de sentimientos envolventes, de un misterio, por fín, ventilado.
"Estás tan presa como yo", encerrada en mi cueva emocional vendiéndome al mejor postor por dinero, refugio insano de una sociedad que hace espectáculo de mi dolor, que cotillea y se entretiene con la maldad de mi interior, contagiada sangre que nada bueno ofrece y cuyo pesado recuerdo no permite descansar ni vivir en paz.
"Tú mentiste, yo mentí, estamos a mano", pues dos negativos hacen un positivo aunque sea con 28 años de retraso, historia basada en la novela de Gillian Flynn, producida por la propia protagonista, que no logra arrancar tu inquietud o debate sobre quién será el diablo o el santo sacrificado, estropicio de motivación que pone en peligro todo el resto, ese conjunto de lugares oscuros que no poseen tanta penumbra ni reclamo como deberían ya que, su indagación en tan fatídico día y sus horas previas, desde el devastado presente que no logra ni perdón ni redención, ni propio ni ajeno, es de estímulo ajustado, limitado gancho que permite ese mínimo desgarro e incitación para no perderla de vista pero que tampoco incita a ofrecerle tu atención completa.
Tormentosa familia del medio oeste rodeada de un ambiente de fanatismo por satán y su vendida ideología, a partir de ahí asesinatos, víctimas, culpables y acordados giros, moderadas aclaraciones, poco convincentes, que no elevan en demasía la temperatura; si sacamos la gran baza de la actriz intérprete, no deja de ser un telefilme de sobremesa cuyo camuflado thriller no requiere gran esfuerzo para digerirse y demanda poca actividad a la razón, a 
lo cual tampoco se puede alegar ingrata sorpresa pues los libros de la referida novelista cojean de ello, parsimonia de recorrido, débil engaño, apenas enrevesado y facilidad de resolución, a lo que se une un Gilles Paquet-Brenner que tampoco allá la clave para transformar tal ordinariez en algo exquisito digno de activar tu pensamiento y cuestionar tu duda.
Historia de un crimen cuyo escrito no da para el espíritu de Jessica Fletcher ni para el recurrido Colombo, pues su humo alcanza poca incógnita y sus pasos y movimientos transfieren desidia en progresivo aumento más que su necesario camino inverso.
Le otorgas minutos y esperanza para ver dónde te lleva, para que aliente tu curiosidad y desconcierto pero pronto surge la decepción de un nivel medio que no osa ni pretende esquivar, se rodea de accesorios poco incisivos, de baches nada tentadores y de un alargar, lo que se puede solucionar ya, innecesario que tampoco ayuda a darle puntos favorables.
La respuesta a ese enigmática pregunta "¿qué pasó realmente aquella noche?" se acerca más al famoso "francamente, querida, me importa un bledo" que se lleva el viento que a una verdadera investigación sólida, consistente y sabrosa que te quite el sueño y te indague a preguntas.
Las lagunas mentales de Libby se contagian, mucho más, que su miedo por descubir la veracidad de aquella trágica noche pues, es tan ligera y tenue su incertidumbre y misterio, que la mente va y viene, se toma vacaciones cognitivas respecto la presente narrativa ya que, ésta no demanda ni solicita excesivo esfuerzo.
El negocio de la lástima se ha terminado, la recaudación de las almas bondadosas se ha secado, tú desgracia ya no conmueve ni interesa, ¡habrá que sacar efectivo de dónde sea!, ¿qué tal aficionados jugando a ser detectives que persiguen descubrir la verdad oculta?, ¡si pagan...!



lunes, 28 de septiembre de 2015

El desconocido

Carlos, ejecutivo de banca, comienza su rutinaria mañana llevando a sus hijos al colegio. Cuando arranca el coche, recibe una llamada anónima que le anuncia que tiene una bomba debajo de su asiento. La voz de un desconocido le comunica que tiene apenas unas horas para reunir una elevada cantidad de dinero; si no lo consigue, su coche volará por los aires.



“El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”..., y tres, y cuatro, y cinco, y ¡las que haga falta!
La pregunta es ¿logra crear tensión, emoción e inquietud?, ¿el guión es bastante intenso, cautivador y penetrante?, ¿te lo crees y lo asumes al instante, lleva su tiempo o nunca llega a ser aguda su incertidumbre?
La respuesta es un contínuo, evolución que progresa de menos a más, siendo su última media hora la que la salva de juzgarla como poco apasionante y escasamente meritoria pues, su previo pone a prueba tu paciencia e inspiración por ella, guión dialéctico de mínimos que se apoya mucho en la capacidad interpretativa de su protagonista, un experimentado, siempre soberbio y gratamente cumplidor, Luís Tosar, que cubre y saca adelante las carencias comunicativas de un endeble escrito para con la atención del espectador.
Su comienzo es de ínfimo aliciente, de pobre arrebato, el cual apenas toma mejor cariz y robustez conforme progresa, siendo el susodicho magistral actor quien salva la papeleta, hasta ese tercer tramo donde ya adquiere fuerza propia y es capaz de valerse por si misma, momento de coincidencia con el atrape del público y la confesión oportuna del por qué de todo el numerito montado.
“Papá, pero ¿qué has hecho?, pregunta una angustiada hija a su desesperado padre, al tiempo que el vidente recibe la información que despeja tanta incógnita, excusa vengativa, muy de los tiempos actuales, y muy acorde con la frustración del ciudadano medio por cómo es tratado por los mandamases que controlan el poder económico, y sus respectivos directores, que deciden a quién reparten parte del pastel y quién se queda fuera.
“Joder, papá, ¡no te acordabas de ellos!”, limpieza mental que sigue con la estratagema de mentir y salvar el culo hasta el final pues, si como dice el proverbio “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”, éste miente muy bien, sin cojear, por costumbre y rutina de experiencia hasta que, se equiparan los golpes y ambos, acosador y acosado, se hallan al misme nivel de vergüenza, desolación y servidumbre.
“¿Qué se siente cuando te lo quitan todo, Carlos?”; para entonces ya estás metida de lleno en la trama, parte emocional sentida con pulsación vibrante que tarda en aparecer y hacerse contigo, ¿suficiente para cubrir y perdonar la espera?, si porque el recurso aportado, como motivación de tanto daño y desastre, es familiar y cercano, conocido de todos los días a través del telediario, lo cual permite que te involucres con facilidad y rapidez para terminar, con un disfrute, más amplio de lo previsto dado su desconectado inicio.
El desconocido, con diferentes nombres pero, todos conocemos alguno, la cuestión de lo justo, de lo comprensible, de si te parece pertinente ya es a consideración personal y subjetiva, justicia tomada por uno cuando falla la del Estado, debate muy antiguo donde la norma conductual es “la letra con sangre entra”, y el dinero escuece donde no padece el alma; el objetivo es herir a quien a herido, ojo por ojo-diente por diente, cumplir la ley del Talión pues, por lo visto, ya quedó claro hace años que, Hammurabi, no se equivocaba.
Su adrenalina no es constante e incesante, deberás esperar a los postres para ello, pero su presentación es noble y loable, con un correcto y adecuado ensamblaje, potente por espacios su trama carece de novedad, buena dirección y montaje de Dani de la Torre, no tanto el guión de Alberto Marini.
Válido thriller español, imitador de la tirada en serie que produce la meca hollywoodiense cada año, con un evidente y acreditado esfuerzo, que tampoco hay que elevar a los altares por el coste productivo que supone para nuestro cine; buen trabajo, aplauso, palmadita en la espalda pero, ¡a seguir con la labor!, que se puede perfeccionar en estilo y carácter.
Quiero concentración, de mirar la pantalla fijamente y no poder respirar de la presión y angustia, los 102 minutos de la película, ¡no únicamente treinta!, y dejar de sentir esa condescendencia de quien mira, desde abajo, trabajos similares y superiores; vamos por buen camino pero, podemos hacerlo mejor y ¡más completo!

domingo, 27 de septiembre de 2015

The D Train

Con su vigésima reunión, Dan no puede desprenderse de sus inseguridades del instituto. Intentando sin éxito demostrar que ha cambiado, Dan reaviva una amistad con el chico popular de su clase y vive una noche salvaje que toma un giro inesperado.


"Cuando te mientes a ti mismo, mientes al mundo entero"; hacer algo a lo grande, lograr impactar para ser recordado, ¡por fin triunfar!, sin saber ni darse cuenta de que ya lo estás realizando.
La clave de la película, su atractivo enganche es su protagonista, su honestidad narrativa y su contagioso y ligero ritmo, y no me refiero a Jack Black, también productor de la misma que deja sus acostumbradas bufonadas e interpreta ¡para variar!, si no a ese compañero de colegio o facultad de quien decimos “hubiera hecho cualquier cosa por ser su amigo”, idealizada figura, prototipo de la perfección a conseguir que, tras años y una vida recorrida, sigue perpetuo e indemne en ese pedestal de nuestra archivada memoria, protegida de las desilusiones del día a día y a salvo de la decepción de lo que soñaba con ser y acabó siendo.
Hermosa figura de cristal que se rompe y deja de brillar si te acercas demasiado, embelesada estatua de hielo que se derrite al establecer contacto, al hacerlo humano e intentar obtener algo de calor y afecto del mismo pues “no significó nada para mi” es su emblema de vivencia para lucir una existencia, increíble y molona, ¡a tope! hasta que se quita las gafas, se sincera y muestra sus cartas, sus fracasos y penas y comienzas a ver al hombre perdedor, estrellado -que no estrella-, y empiezas a apreciar lo que tanto esfuerzo te ha llevado y tan poco has valorado, tú y todos aquellos que rodean y aman a tan importante persona.
Es divertida y alocada, esa parte funciona bien, armónica pareja la formada por el guapo de la clase y su compinche inesperado de juerga que amenizan con placer, credibilidad y osadía la aventura ocurrida en L.A.; sigue el plan previsto de entretenimiento y curiosidad tras su desembarco en pequeña ciudad de inolvidable cuadro de antaño, esa postal de añoranza de tiempos pasados donde todo se recuerda con sonrisas y abrazos, la función esquizofrénica de quien era el amigo exclusivo del rey/ahora olvidado y relegado a uno más conserva el apetito mantenido durante todo el recorrido de la cinta -lástima que no incurriera más a lo “Carrie” y únicamente insinuara la presencia de su espíritu-; el sermón final, de piedra filosofal descubierta tras tropezar y caerse en ella, malogra parte de la buena sintonía establecida hasta el entonces.
Porque el discurso de Oprah Winfrey “agradezcan lo que tienen y tendrán aún más; si se concentran en lo que no tienen, jamás en la vida tendrán suficiente” de remate espiritual, que abre los ojos y sanea el alma, empobrece el ameno apetito del argumento mantenido hasta entonces -amén del personaje del hijo, que flaquea por todos lados- pues, en un principio, tenemos un guión difícil de clasificar ya que vende comedia, drama, humor negro y vergüenzas propias, todo envuelto en candidatos tópicos de cliché estudiado pero que se comportan con alevosía e intrepidez y, exhiben un atrevimiento inusual para este tipo de trabajos.
Los 40, la edad cumbre para una crisis recordatoria de lo que somos, lo que vendemos ser y lo que insinuábamos con vivir y experimentar, la excusa de la reiterada reunión de ex-alumnos y Jack Black actuando y dejándose de tonterías, en excelente camaradería con un seductor y fascinante James Marsden, más una soltura dialéctica que expresa momentos de veracidad sorprendente y una mezcolanza de tiempos actuales y clásicos que, como el propio actor, del gran anuncio nacional que todo lo pone en marcha,alude y confiesa: “..., pruebo un poco de todo, sin definirme por nada”
Ciertos puntos emocionales los clava, en otros se queda cojo de ideas y eficiencia pero, en general, posee un encanto y deslumbramiento que te lleva a seguirla con devoción y a difrutar de sus pasos con excelentes ganas, incursión en la que, aún certificando sus reparos donde se estanca y no progresa, su dictamen es de abrazo grato, valoras su resultado con ese optimismo de salir contenta y haber pasado un buen rato.
¿Sobre definirla?, creo que es mejor ir directo a verla, como el buen gazpacho tiene ingredientes varios, la base es fija y luego añades tantas novedades como quieras incorporar según gustos y apetencias pero, el veredicto es unánime, apetece su sabor, el conjunto gusta.
Llegar a cumbre, acariciar la gloria durante un instante para darse cuenta de que sólo era humo envolviendo y adornando la tristeza de su presente; dejar de ser un seguidor, de mendigar por un amigo para reforzar el carácter.
Sobria, narra con desparpajo, sin desarrollar todo su potencial pero, marcando el paso con la firmeza de dejar huella.
“The D train”, seudónimo de hombre modesto y corriente de atributos dignos y decentes; no fuel el rey del instituto pero, por fin ¡lo es de si mismo!
Enamora brevemente.




sábado, 26 de septiembre de 2015

Pride

En el verano de 1984, siendo primera ministra Margaret Thatcher, el Sindicato Nacional de Mineros (NUM) convoca una huelga. Durante la manifestación del Orgullo Gay en Londres, un grupo de lesbianas y gays se dedica a recaudar fondos para ayudar a las familias de los trabajadores, pero el sindicato no acepta el dinero. El grupo decide entonces ponerse en contacto directo con los mineros y van a un pueblecito de Gales. Empieza así la curiosa historia de dos comunidades totalmente diferentes que se unen por una causa común.



La unión hace la fuerza, unidos jamás seremos vencidos, lema por el que se conduce esta simpática y cordial historia, basada en los hechos reales que tuvieron lugar entre 1984 y 85 cuando, dos grupos oprimidos y golpeados por el gobierno de Margaret Tatcher, se unieron en solidaridad mutua para conseguir el respaldo y apoyo de la sociedad, de cuantos más mejor.
Choque de mentalidades, supuestamente opuestas e incompatibles, que saben unirse en idealidad y fuerza para sacar lo mejor de ambos y ganar todos en su aspecto positivo; por supuesto, como toda merecida hazaña heroica, tiene su bruja y detractores, sus momentos de tensión y traición pero, si algo reina es la simpatía, jovialidad, frescura y talante grato que te hace pasar, con extrema facilidad, por sus momentos de risa, drama, cariño y tragedia con afecto, dulzura, alegría y un generalizado bienestar contento, como estado de ánimo, que hace que te relajes, sonrías, te emociones tenuemente y disfrutes de todo su formato.
Porque lo que ofrece es orgullo de estrechar manos, manos unidas en confianza que vale de respaldo, refuerzo, respeto y dignidad mutua, seguridad de hallar un inesperado amigo cuando estás en plena batalla contra un gigante, porque aquí, David no vence a Goliat, pero reconoce el esfuerzo y valor de su compañero de armas, por tanto, cuando es requerido, el favor es devuelto con sinceridad y conciencia de que todos los grupos, minorías reprimidas sufren el mismo dolor y represión y luchan por los mismos derechos.
Tierna, amable, de aroma acogedor y aire encantador, aporta amas de casa en club de lesbianas, mineros bailando en la pista de un bar gay, homosexuales desfilando por Gales, con todos los mirones escandalizados, y mucha camadería de abrazos y buen rollo, mezcolanza de vida, creencia y existencia que comparten la dureza y dificultad del camino, porque cuando se violan los derecos apoyándose en una inmoral ley da igual seas minero, esposa, lesbiana o gay, el azote es el mismo y la lucha igual de compleja e injusta.
Festividad y alegría, aceptable humor y ofuscado empeño para revivir a este grupo, el movimiento L.G.S.M. -gays and lesbians support the miners- que, con fondo de gran corazón, retrata un momento exacto de la historia de Gran bretaña que, en su momento, causó gran impacto.
Un "Jardín de la alegría" en calles urbanas y sobre asfalto que busca la misma afinidad y complicidad en el público, gustar, entretener y ser querido y recordado con apego y gratitud de pasar un tiempo risueño y ameno, que te da a conocer un hecho verídico de trascendencia humana y social, y cuyo recuerdo será agradecido y satisfactorio gracias a su confortable esencia y espíritu social. 
Expresiva en su interpretación, no deja de presentar típicos clichés entre los miembros de sus filas, prototipo esperado de apariencia y evolución pero, poco importa cuando, Matthew Warchus, sabe ganarse al espectador para que saboree el momento y observe a estos "Full monty", que desnudan sus almas y exponen todo su corazón, para plasmar la buena fe y productividad del ser humano cuando se deja de prejuicios y ataduras y, simplemente, sustenta y da soporte a otro ser humano, hermano de sufrimiento, pena y esperanza de una vida próspera y digna.
Como flecha solitaria pueden fácilmente doblegarte, muchas flechas unidas serán sólidas, impactantes e inolvidables, "en las cosas necesarias la unidad, en las dudosas la libertad, y en todas ellas la caridad"; respeto por lo conocido, interés por lo nuevo, comprensión por lo diferente y fiesta, carcajadas a pares, jolgorio incesante cuando se pueda, solidaridad emocional y ¡más fiesta!, siempre fiesta pues "hay que tener orgullo, vivir con orgullo que la vida es corta, es muy corta..."



viernes, 25 de septiembre de 2015

Refugiado

Matías y Laura, su madre, se ven obligados a abandonar precipitadamente su casa tras la enésima reacción violenta de su padre. Matías tiene 7 años y Laura está embarazada, pero no tienen más remedio que deambular en busca de un lugar donde puedan sentirse protegidos y amparados. 


Un niño, testigo silencioso que todo lo ve, todo lo oye, de todo se entera, presencia que pasa desapercibida pero todo lo devora, perenne esencia volteada como maleta sin equipaje a quien nadie pregunta, todo en su cabeza, engullido y mezclado, difícil saber qué piensa, cómo se siente realmente, lo único claro es lo que le hace daño, lo que le perjudica, lo mucho que no entiende y lo poco que sí sabe, que su papá pega a su mamá, que su mamá llora, que no puede volver al colegio y que se perderá los cumpleaños de sus amigos, que siente mear la cama y que está cansado de correr, que promete portarse bien y que quiere volver a casa, que todo sea como antes, antes de que papá pegara a mamá y mamá no dejara de llorar..., círculo vicioso que parece no tener final en el que se encuentra sumida y encerrada una desesperada y asustada madre que no deja de caminar, de moverse, que no sabe dónde esconderse y que, con todo, aún duda si ha hecho bien, si debería pensarlo, si debería perdonarlo, si realmente es sincero cuando se disculpa, le pide que vuelva y le dice te quiero.
Diego Lerman retrata con maestría y veracidad de sentimiento absorbido el caos mental, el revoltijo emocional, la confusión constante que reina en la cabeza de un crío que es cogido de la mano y arrastrado de lugar a lugar, entre gente nueva que va y viene, que desaparece y nunca vuelve y donde todas sus cosas están en su habitación a la que no entiende por qué no puede regresar, con sus devoradores ojos fijos que atraviesan tu pena, con su mirada pasiva que todo lo indaga, con sus dedos 
aburridos que no tienen con que divertirse, con sus lágrimas ausentes -pues ya llora bastante su madre- en un cuerpo cansado, con su rebeldía ocasional que ya no aguanta, protagonista exclusivo de cómo afecta a un vástago el comportamiento de los padres, esa herencia de crecimiento no elegida que toca sin jugar boleto y que marcará quién seremos, cómo sentiremos, cómo nos comportaremos, educación familiar a base de disgustos, golpes, chillidos y ausencias, incomprensión en las manos de un crío que debería estar jugando a fúlbol en el patio del colegio pero que va de ambulancia a hospital, de comisaría a albergue, de juzgado a calle ¡ya no sabe dónde!, durmiendo por las esquinas, comiendo dónde se puede, ocultándose si ven algo extraño, agonía de vida que nadie merece, menos un criatura inocente que debería estar rodeado de amor, alegría y abrazos.
Es dura e intransigente por lo que narra, perpleja sinceridad y doliente conformismo con la que se expresan y aceptan, los retoños, lo vivido, cruel lenguaje para voz tan temprana e infantil que ya ha pasado por situaciones horribles de despiadada emoción que se van acumulando en esa caja fuerte de memoria que, aunque a simple vista no lo parezca, causa estragos y desolación en tan sensible y tierno corazón.
Te involucra, te afecta, implica a tu sensibilidad y convoca comparecencia de tu alma, reunión afectiva de tus sentidos que siguen a esta víctima, sin protección ni amparo, con preocupación y desaliento de qué está haciendo, de dónde le llevan sus pasos, de esa angustia de solicitar y rogar por un refugio donde sentirse a salvo y criar a su hijo.
Humana, social y conflictiva, el maltrato a la mujer y a unos niños que, desconcertados, sobreviven y asumen la nueva situación, violencia de género como 
fondo de un argumento sólido y conmovedor, que no abusa de la explotación atroz en imágenes, que se desentiende de las escenas humillantes, que nunca muestra al maltratador -ni necesidad de ello hay-, pues la cara de terror de las víctimas ya lo expresa todo.
Drama inteligente y severo, cuyas pocas palabras engrandecen la indispensable unión madre e hijo, emotiva, cálida y acelerada, camina con firmeza en su loable retrato natural de una realidad que nos rodea, impregna y con la que se convive.
Excelente Julieta Díaz y Sebastián Molinaro en una destreza de guión que incomoda y revuelve tu tranquilidad, tensión e incertidumbre de quien es presa de un incógnito cazador nunca visto/siempre sentido, golpea y hiere en su proceso evolutivo de buscar cobijo, no deja indiferente, su habilidad práctica impresiona y perturba, su reflejada pericia escénica te adopta y consume.
"En la vida todo tiene solución excepto la muerte", pero ¿qué clase de vida es la que se vive con incesante miedo, constante duda y valor siempre firme, pero agotador por el escaso rendimiento que aporta a tan desgarrador sacrificio, que merece mayor recompensa?
Refugiado, amarga tristeza de quien necesita asilo urgente, aún no sonríe pero va camino de hacerlo.



jueves, 24 de septiembre de 2015

Mia madre

El punto de vista es el de una mujer de unos cuarenta años, una directora de cine políticamente comprometida, que se está separando de Vittorio, actor, con el que tiene una hija adolescente, Livia. Su hermano decide dejar el trabajo para dedicarse completamente a su madre, gravemente enferma en el hospital. La película es un análisis sobre el papel dramático que una enfermedad tiene en las dinámicas de familia y sobre la crisis que estos cambios comportan.


¡Qué fiasco!, ¡qué descontento!, ¡qué desilusión!, observas como la protagonista está viviendo un momento horrible en su vida ante la evolución de la enfermedad de su madre, deterioro que le lleva a su definitivo final, miras su estoico andar, su entero caminar ocupada en su artístico trabajo mientras la profesión sentimental va por dentro, las queridas alusiones que se agolpan en su memoria, la aguda pena que envuelve su presente, un incesante devenir del hospital a casa mientras todo se desmorona y como, aún con todo, la serenidad y calma dirigen sus pasos pero..., ¡te aburre, cansas y agotas!, ante tanta placidez ¡llegas a rogar por la muerte de la matriarca!
Difícil hallar complicidad con ella, con su pesadumbre y sufrimiento, esa grata y apetecible afinidad que te permita acompañarla en su dolor con aptitud y esmero, entusiasmo de interés por apreciarla y quererla en su desconsuelo, su desasosiego y tristeza se miran que no aspiran, no transmite pesar emocional la visión de sus terribles días, el desmoronamiento de la realidad presente por la pérdida de una madre, sencillamente, no tiene encanto.
Y, tras está concluyente sentencia, triste y amarga, todos los halagos, sin duda merecidos, al diestro director italiano, un Nanni Moretti que ofrece una obra de detalles cuidados y excelencia meticulosa para cada uno de los personajes, un círculo exquisito de delicada combinación donde reina la inteligencia
de su acople y la sabiduría de su comunicación, sólida en su contención y firme en su procesión aunque, con la fatiga de que, toda esta suculencia de realización, sea vista desde una distancia afectiva y seguridad sensitiva poco conmovedora que no causa congoja ni embebe el alma, sólo hacia su final, por fin, llega a tocar e impresionar al corazón.
"Yo voy a verla, voy a visitarla pero no se cómo ayudarla", pues lo mismo me pasa contigo, la invitación a conocerte, a saber de ti y de la dureza de perder a una madre, de la inestabilidad e impotencia que crean en tu realidad establecida, no me supone un gran tormento emotivo ni un penetrante desgarro sensible cuando, es evidente que tú, te encuentras sumergida de pleno en ella, en una desoladora y tormentosa rotura y, a partir de ahí, todo análisis reflexivo, positivo y loable por otra parte, pierden enteros ante la incapacidad de capturar la esencia de un espectador que no participa ni se integra, que no se une al padecimiento y angustia, comedida y espléndida en pantalla, pero ausente e ineficaz en su práctica.
Porque de nuevo volvemos a esos casos en que su radiografía teórica es magnífica, señales obvias de un cine de calidad y gran dirección, talento de todos sus actores intervinientes que, llegado el momento sentencioso de su consumo, no provoca el gran efecto esperado, anulada seducción reina sobre gran parte de la narración provocando desafecto y desapego no querido ni solicitado, al tiempo que la mente divaga en busca de otros pensamientos con los que entretener a un asistente que no encuentra satisfacción en lo recibido pues no logra afectar al alma, al sentimiento, pasa leve, sin consecuencias, por la dormida sensibilidad que nunca alcanza.
"Mia madre", la mujer más bella del mundo, la que me dio la vida, respetada y venerada por sus hijos y nietos, abrigo acogedor en los malos momentos, maravillosa felicidad compartida en un tiempo precioso e inolvidable, ahora abrumador lamento sin consuelo ni descanso ante su pérdida irreparable, el duelo no es un paso fácil, aniquila y devora lentamente las ganas de vivencia, pues ya no estás a mi lado, y debo conformarme con el recuerdo que un
día fue realidad hermosa..., sólo que, no sabe fascinar al alma, ni encandilar al espíritu, ni alimentar la aflicción del vidente con ganas e intención de integrarse en el drama, y no deja de ser frustrante estar de acuerdo con todas las alabanzas escritas y dichas sobre ella y ¡no sentir nada!
Servida polémica con la que desearía no tener que lidiar pero, presente está, y no voy a fingir lo que no ha logrado emocionar.







miércoles, 23 de septiembre de 2015

El caso Heineken

Narra la historia del "secuestro más famoso del siglo": en 1983, el magnate de la cerveza Alfred Henry Heineken es secuestrado, junto con su chófer, por una banda que exige 50 millones de dólares por su libertad. 


Muy fácil ¿no?, tan insustancial y mecánica como ¡ir a hacer la compra!, light, suave y cómoda pues, para ser tan importante secuestro de la época y la mayor cantidad pagada como rescate hasta el momento, ¡ya no apenas!, es que no hay nada de emoción, adrenalina, inquietud o misterio, es todo tan llano, plano y recto que miras por no desviar la mirada, pues no solicita concentración ni atención esmerada.
Corrección de los hechos sin espíritu o carácter que los cerciore, la profecía "¡hagamos que este año cuente!" se cumplió, supongo, en la realidad de aquel momento para estos desdichados de idea tan ilustre, aquí pasó mansa como cordero que sigue instrucciones y no osa rebelarse ni cambiar un ápice la ruta, no levanta la voz, no tiene opinión propia, no molesta, tampoco altera, plasma los hechos/olvida la esencia, este grupo de colegas lo hacen todo tan sencillo, evidente y claro, simple juego de distracción de niños aburridos que ¡dan ganas de intentarlo!, ¡de meterse a robar bancos y secuestrar ricos empresarios!, si no fuera porque no dice dónde tuvieron el fallo.
"Hay dos formas por las cuales un hombre puede ser rico, tener un montón de dinero o tener un montón de amigos, pero nunca puede tener ambos", aunque ¡yo no veo a ningún ricachón quejándose de estar solo!; pero, al margen de esta anotación personal, esta sentencia proverbial de hombre sabio y experimentado, dicha en palabras del actor Anthony Hopkins, es su escasa contribución a su propio encierro ya que, para ser el protagonista objeto de todos los deseos y venganzas, apenas contribuye a presentar su rapto más apetecible y estimulante, únicamente está a la espera de que le liberen, como tristemente está, sin remedio, el desganado vidente.
Sin psicología, acción ni misterio, sin tensión ni estrés, Daniel Alfredson se centra en el conjunto de amigos que buscan vida de bienestar y lujo sin tener que pasar por el esfuerzo y sacrificio de trabajar y seguir la conducta generalizada del rebaño, que por otra parte, únicamente te lleva a la supervivencia rutinaria de salir del paso; ellos prefieren apostar a máximo riesgo todas sus cartas sólo que, el espectador, ante tan gran envite y desafío, yace plácidamente a verlas venir, interrogando a la ausente respuesta -no valía la pena quedarse a meditar sobre ella-, que simple y elemental es todo, dejando pasar el tiempo a la espera de una resolución que, visto lo visto, no revoluciona ni demanda la intervención del pensamiento y su compañera la razón.
"Nunca vas a tratar de vivir en el mundo real ¿verdad?", tampoco su fantástica inventiva, llevada a la práctica, es que atraiga mucho, sinceramente, desolado grupo de jóvenes actores, desperdiciados en su no utilizado talento, por un guión que no pretende ser recordado ni valorado más allá de la rectitud de una crónica que narra e informa de aquel suceso, pero no tiene creatividad para aportar salsa al plato cotidiano que presenta, ni personalidad o garbo para que la velada valga ¡algo más! que un comer como acto necesario para alimentar el cuerpo.
Funcional por pilas, no por arte ni estilo, básica y superficial dilapida tanto sus opciones y alternativas que merece una reprimenda, como ese vago e inútil estudiante que sólo tiene que poner su nombre en un examen para aprobar y ¡se equivoca!, el referido director no suspende por veracidad de los hechos, porque no erró y puso a Budweiser, en lugar de 
Heineken, como rehén, porque situó bien el lugar y año, porque acierta en comunicar la pena que cumplieron tan nefastos delincuentes, porque..., ¡por poco más!
Es difícil hallar razones para recomendarla más allá de la tranquilidad y calma con que todo tiene lugar, que no deja de ser sorprendente y decepcionante al tiempo pues, los preparativos, a lo cutre Oceans y su equipo ¡tienen coña!; aquellos también los hacían todo de carrerilla, de fácil memória pero ¡con un porte y estilismo exquisito!, aquí es que nada se mueve, ni brisa ni viento ni azote que anime tu reposado y perezoso paseo.
Una nochevieja, en un pronto tonto y de cachondeo, compañeros de amistad tiene el suculento plan de hacerse ricos con un rapto a lo grande..., y al final la policía llega y los atrapa; lo que sucede en medio, no es gran cosa.
Cuando te embarcas en un proyecto hay que soñar a lo grande, aspirar a estar contento y orgulloso de lo realizado, sino ¡pasa esto!
Insulsa, banal.



martes, 22 de septiembre de 2015

Eden

En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. 


Primera parte..., ¡soy el rey del mundo!, todo a mis pies, todo a mi alcance; segunda parte..., el titánic se estrella y hunde, como un peón más debo nadar y aguantar a flote para no acabar demente y congelado. Dos caras de una misma moneda; triste final, para un Edén, de inicio tan prometedor.
¿Dónde quedó el sueño por el que tanto peleaste?, ¿en que se convirtió?, ¿cómo te transformó?, ¿dónde terminaron tantas ganas e ilusión?, ¿acabó destrozado en devastador calvario?, ¿hubiera valido la pena no tener ninguno y no sufrir la humillación de intentarlo y estrellarse?, ¿o no hay nada de qué arrepentirse?
Está claro que si eres un amante de la música electrónica disfrutarás más de pleno de esta historia, de su auténtico corazón de incesante ritmo y melodía aunque, no es requisito indispensable para hacerte con ella y apreciarla pues, al fin y al cabo, es la narración evolutiva de quien tenía una meta y fue a por ella, creencia en sí mismo de su talento y posibilidades, convicción de futuro y triunfo, seguridad y esperanza de trazar su propio camino, estructura que se va observando en su evolución, desde la presentación de "Cheers" y su "paradise garage", hasta su perdición y extenuación en la misma música que, años antes, había sido inspiración de creatividad, orgullo de sentimiento de pertenecer a una dolce vita parisina que, en realidad, acaba engullendo a todos sus integrantes.
Ideas, formas, conceptos nuevos, invención, interpretación personalizada, aventura de un grupo de inspiradores que viven la noche en profundidad, que aspiran con energía cada segundo del día y que están convencidos de tener algo importante que decir, que hacer y que aportar al mundo, dogma de fe para ir por su ruta, sin oír consejos en contra, aunque éste les lleve directamente a la desolación y ruina tanto espiritual, corporal como económica.
Sin necesidad de ser amante de la música estrella, ni experta conocedora de su riqueza, ello no impide apreciar esa confrontación de la realidad cuando la quimera expone sus cartas inalcanzables, frustración de reconocer la trabajosa hazaña realizada, todo el esfuerzo, empeño y coste emocional de la inversión y el desgaste de valor padecido, reflejado a través de las distintas e infructuosas relaciones que experimenta el protagonista, a lo largo de sus diversas etapas.
Mia Hansen-Løve ofrece una fotografía generacional, serena, fluida, jovial y descriptiva de un crecimiento arduo y difícil, el que supone abandonar el cuento de cenicienta y afrontar que no hay premio ni castillo, sólo deudas a pagar, trabajo a buscar y rehabilitación que comenzar, brillante expedición que atraviesa momentos sombríos, de gloria, de confusión y de nostalgia, mezcolanza de adrenalina que al no hallar más iluminación y arrebato, acepta su porvenir, así como el devenir de sus actos.
La consumes con entereza, con visión curiosa -que no intrigante- de a dónde va aunque, no hay implicación estimulante ni complicidad apasionada, visión cómoda y relajada que expone el desarrollo y progresión de un joven que quiere comerse el mundo, pero cuyas fuerzas se ponen a prueba, y cuyos agravantes ya no son excusa para comportarse como un ridículo adolescente, entrado de lleno en la madurez, irresponsable.
Intimista y vital en cuanto al conjunto de personajes, en cuanto a su unión y relación de amistad, con gustoso ambiente progresista y un argumento sólido de reconocible espíritu y palpable esencia de lucha por lo que se quiere, de apostar todas las cartas a ese caballo ganador que eres tú y en quien crees a ciegas, tu valoración será imparcial y distante pues no te involucras ni te dejas arrastrar por sus sueños y locuras, neutralidad pasiva de quien saborea pero no se emociona ni entusiasta y, aún así, es capaz de valorar la tarea.
Su trabajo es concienzudo y loable, la sentencia positiva sólo que sigues acomodada, sin alteración ni garbo después de su disfrute, vamos ¡que eres el que está en un rincón de la discoteca, sin bailar ni participar de la fiesta!, a pesar de admitir que es un gran local, de música estupenda y ambiente genial.
¿Qué contarás cuando te pregunten qué tal la noche?, pues gente novedosa, atmósfera estupenda, simpatía de libertad sin ataduras y atrevimiento de probar experiencias sin lamento pero, no era mi rollo, no logré aclimatarme, únicamente les vi llegar, actuar y pasar, aplaudí pero sin enmarcarme en su proyecto ni participar de su aventura; ¡vamos, que seguí todos sus pasos y estimé su invitación!, pero no logré despertar el anhelo y afán por irme de marcha con ellos y tomarme unas copas, aunque eso sí, no niego que todos eran geniales y que deberías conocerlos.
¿Entonces?, un living la vida loca, interesante pero ¡que no va conmigo!



lunes, 21 de septiembre de 2015

Everest

Inspirada en los acontecimientos que tuvieron lugar durante un intento por alcanzar el pico más alto del mundo, narra el recorrido de dos expediciones que se enfrentan a una de las peores tormentas de nieve que el hombre ha conocido jamás. 


Maldición de cumplir con el objetivo; entretiene pero no llega al clímax, lo roza, sientes su llegada pero, se le escapa.
"¿Por qué escalar ninguna montaña, por qué escalar el Everest?"..., porque aquí, todo se cura"
Inmensidad y supervivencia, agresiva resistencia, superación extrema, pura adrenalina, ponerse a prueba, sólo que del afán maravilloso de esa cúspide, disfrutado paraíso encontrado, surge un inesperado martirio de agonía nada placentera; vida o muerte a tan sólo un segundo de diferencia, afortunada y trágica casualidad se confunde y alternan en ese precipicio vertiginoso que puede ser, en ocasiones, la existencia.
Subliminal maravilla que impresiona y, al tiempo, hiere, magnificencia que corta la respiración por su impresionante belleza, hermosura que literalmente quita el aliento y asfixia por su ferocidad agresiva, sin consideración ni escrúpulos, naturaleza amada y odiada por sus mismas espectaculares cualidades, eterno Ser que permite tu presencia siempre que ella lo quiera, decide y juzga, sin posibilidad de recurrir sentencia, únicamente recoger los trozos y restos de un cuerpo que ha padecido en sus carnes la embestida de toda su potencia; el alma aguanta, no desfallece, pero las fuerzas se agotan y la esperanza flojea, el diferente ánimo y esfuerzo de cada persona marcará la resolución de la aventura, todos quieren pero no todos pueden.
Everest, sólo su nombre ¡ya impone!, la gloria de hacer cumbre, prodigiosa hazaña por siempre recordada, sólo que tan ilustre proyecto será inolvidable por motivos opuestos, pues incluso allí, en tan idílico viaje solidario, hay clases, categoría de rescate que difieren en su actuación de búsqueda si es a un millonario o a un simple cartero o expedicionista.
¿Recuérdame por qué escalar el Everest?, ¿la motivación de dicho reto?, porque esto es ¡un despropósito!
Una primera parte de preparación para el gran evento, un verdadero y triste colapso, camino al éxito de coronar, convertido en todo un negocio turístico y lucrativo que ¡ni la visita a Lourdes!, un atasco en las cuerdas al que se le saca partido económico, por lo menos mientras no se lloré ninguna desgracia o perdida pues, la parte del sacrificio y sufrimiento llega más tarde, en ésta aún estamos en una etapa de escasez en cuanto a interés, inquietud y apego, es más informativa que otra cosa, aclaratoria del maratón preparativo que hay que atravesar para llegar a tan honorable día.
Y, por fín, ¡el 10 de mayo!, salida, ¡adelante muchachos!, pues el tiempo apremia, la climatología da una tregua y tendrás cinco minutos de plena satisfacción en la cabeza del mundo, tras una tortura exhausta, para iniciar inmediatamente el urgente descenso del Himalaya, y es en esa peligrosa bajada en donde aparece la locura y el drama, el sinsentido y caos, la emoción y congoja y donde, una pregunta ronda incesantemente en tu cabeza, ¿dónde está la gracia?, ¿dónde quedó la diversión de todo esto?, porque ¡no hay por dónde cogerlo!; supongo que únicamente un alpinista, devoto amante de la escalada, puede llegar ¡a entenderlo!
Fatídico momento que eclipsa, tiembla y aflige, más por saber que es un hecho verídico, que por la intensidad y tensión de lo vertido ya que ésta, 
lograda y saboreada, dura escasos minutos, aspiración breve, aunque recordada con firmeza, como la tan obsesiva y meritoria huella en el pico de tan alta cima.
"Lo que importa es la aptitud, no la altitud" y, Baltasar Kormákur, narra con fidelidad los malogrados actos, así como todo el desarrollo y su proceso, voluntad fidedigna de respetar y honrar a quienes dejaron su vida en competencia personal contra la majestuosa montaña, loable aptitud que no se refleja en la altitud y efervescencia de los sentimientos vividos, surgen y son sentidos, pero escasean en cuanto a duración y profundidad, una esperaba mayor implicación sensitiva, mayor deslumbre fotográfico de la soberbia naturaleza, mayor impresión agónica de lo ocurrido y, sólo al final emergen los tres requisitos solicitados para compensar el enorme trabajo y la larga espera hasta su llegada, tal y como, exactamente, vivió el grupo toda su empresa y andanza.
La grandeza, la belleza extrema, lo sublime, aquello que tienta ciegamente, capaz de llevarte a un éxtasis más allá de tu racionalidad, incluso provocar dolor por ser imposible de asimilar, en lo sublime, la naturaleza violenta a la imaginación, haciando que ésta imagine lo que no ve; es sublime la proeza, magistral la gesta, la película sólo recoge, en parte, la grandiosidad de tan épica acción, el heroísmo de su aguante, su lentitud convertida en desdicha e infortunio, el resto es narración cómoda, crónica sin intimidad ni sentimiento ni gran desvelo, sencillez de lectura explicativa de cómo funcionan las cosas en dichos campamentos.
Implica, envuelve y emociona lo justo.