miércoles, 23 de septiembre de 2015

El caso Heineken

Narra la historia del "secuestro más famoso del siglo": en 1983, el magnate de la cerveza Alfred Henry Heineken es secuestrado, junto con su chófer, por una banda que exige 50 millones de dólares por su libertad. 


Muy fácil ¿no?, tan insustancial y mecánica como ¡ir a hacer la compra!, light, suave y cómoda pues, para ser tan importante secuestro de la época y la mayor cantidad pagada como rescate hasta el momento, ¡ya no apenas!, es que no hay nada de emoción, adrenalina, inquietud o misterio, es todo tan llano, plano y recto que miras por no desviar la mirada, pues no solicita concentración ni atención esmerada.
Corrección de los hechos sin espíritu o carácter que los cerciore, la profecía "¡hagamos que este año cuente!" se cumplió, supongo, en la realidad de aquel momento para estos desdichados de idea tan ilustre, aquí pasó mansa como cordero que sigue instrucciones y no osa rebelarse ni cambiar un ápice la ruta, no levanta la voz, no tiene opinión propia, no molesta, tampoco altera, plasma los hechos/olvida la esencia, este grupo de colegas lo hacen todo tan sencillo, evidente y claro, simple juego de distracción de niños aburridos que ¡dan ganas de intentarlo!, ¡de meterse a robar bancos y secuestrar ricos empresarios!, si no fuera porque no dice dónde tuvieron el fallo.
"Hay dos formas por las cuales un hombre puede ser rico, tener un montón de dinero o tener un montón de amigos, pero nunca puede tener ambos", aunque ¡yo no veo a ningún ricachón quejándose de estar solo!; pero, al margen de esta anotación personal, esta sentencia proverbial de hombre sabio y experimentado, dicha en palabras del actor Anthony Hopkins, es su escasa contribución a su propio encierro ya que, para ser el protagonista objeto de todos los deseos y venganzas, apenas contribuye a presentar su rapto más apetecible y estimulante, únicamente está a la espera de que le liberen, como tristemente está, sin remedio, el desganado vidente.
Sin psicología, acción ni misterio, sin tensión ni estrés, Daniel Alfredson se centra en el conjunto de amigos que buscan vida de bienestar y lujo sin tener que pasar por el esfuerzo y sacrificio de trabajar y seguir la conducta generalizada del rebaño, que por otra parte, únicamente te lleva a la supervivencia rutinaria de salir del paso; ellos prefieren apostar a máximo riesgo todas sus cartas sólo que, el espectador, ante tan gran envite y desafío, yace plácidamente a verlas venir, interrogando a la ausente respuesta -no valía la pena quedarse a meditar sobre ella-, que simple y elemental es todo, dejando pasar el tiempo a la espera de una resolución que, visto lo visto, no revoluciona ni demanda la intervención del pensamiento y su compañera la razón.
"Nunca vas a tratar de vivir en el mundo real ¿verdad?", tampoco su fantástica inventiva, llevada a la práctica, es que atraiga mucho, sinceramente, desolado grupo de jóvenes actores, desperdiciados en su no utilizado talento, por un guión que no pretende ser recordado ni valorado más allá de la rectitud de una crónica que narra e informa de aquel suceso, pero no tiene creatividad para aportar salsa al plato cotidiano que presenta, ni personalidad o garbo para que la velada valga ¡algo más! que un comer como acto necesario para alimentar el cuerpo.
Funcional por pilas, no por arte ni estilo, básica y superficial dilapida tanto sus opciones y alternativas que merece una reprimenda, como ese vago e inútil estudiante que sólo tiene que poner su nombre en un examen para aprobar y ¡se equivoca!, el referido director no suspende por veracidad de los hechos, porque no erró y puso a Budweiser, en lugar de 
Heineken, como rehén, porque situó bien el lugar y año, porque acierta en comunicar la pena que cumplieron tan nefastos delincuentes, porque..., ¡por poco más!
Es difícil hallar razones para recomendarla más allá de la tranquilidad y calma con que todo tiene lugar, que no deja de ser sorprendente y decepcionante al tiempo pues, los preparativos, a lo cutre Oceans y su equipo ¡tienen coña!; aquellos también los hacían todo de carrerilla, de fácil memória pero ¡con un porte y estilismo exquisito!, aquí es que nada se mueve, ni brisa ni viento ni azote que anime tu reposado y perezoso paseo.
Una nochevieja, en un pronto tonto y de cachondeo, compañeros de amistad tiene el suculento plan de hacerse ricos con un rapto a lo grande..., y al final la policía llega y los atrapa; lo que sucede en medio, no es gran cosa.
Cuando te embarcas en un proyecto hay que soñar a lo grande, aspirar a estar contento y orgulloso de lo realizado, sino ¡pasa esto!
Insulsa, banal.



No hay comentarios: