sábado, 29 de noviembre de 2014

Paris-Manhattan

¿Qué se necesita para que te inspire una película a la hora de escribir sobre ella, para disfrutar durante todo su recorrido y que la rebaja de las perspectivas y de lo esperado por la misma no sea norma no escrita para evitar esa desilusión y desgana obvias, que admites, si no te dejas llevar por la gratitud compasiva?
¿Qué hay que hacer para salir satisfecho y complacido de una comedia romántica donde tus esperanzas de reír se anulan al transcurrir los minutos y tus ilusiones de amor deben conformarse con una pareja poco creíble que apenas alienta suspiro alguno y ni siquiera consigue que quieras empezar a soñar con volar y ser la protagonista de tan banal cuento?
Porque, estás viéndola y, aún con todas tus ganas, benevolencia y generosidad, ¡tu corazón apenas bombea para seguir respirando y poco más!
¿Qué le pasa a Sophie Lellouche que cuenta con un inicio perfecto, alentador e inspirador, con música adorable de encanto enternecedor, con una mujer estupenda de protagonista que, aún así, ¡busca amor en vez de sexo! -como diría el titular de referencia de todo el filme-, un aceptable hombre enamorado invisible a sus ojos que da margen para un buen relato, secundarios frescos y alegres de ligereza y jovialidad anímica en su relleno, un póster prestado del mejor Woody Allen del principio de su filmografía y al que pide prestadas frases, diálogos, su característico estilo, ambiente y aroma exclusivo y que hace acto de presencia, en alma o cuerpo, en todos los fotogramas y, aún así, nada de nada que no sea resignarse y poco más?
¡Y, aún así, no consigue ni acercarse a su espíritu, esencia ni a su delirio o frenesí alocado que te hace adorar, querer y venerar los personajes por su atropello, locura y desmadre emocional de vida sin pausa! 
En "Buscando a Eric" Ken Loach conseguía emocionar, sonreír, sufrir, llorar y volver locos de euforia a sus espectadores con un cartero en plena crisis existencia que recibía consejos de su ídolo Cantona; aquí, aún contando con el buen hacer de sus participantes, las iniciales aspiraciones no logradas de su guión y las buenas intenciones de su dirección, no hay mucho entusiasmo ni carisma ni deseo que realizar pues, falta solidez y consistencia en unos personajes que desfilan cual títeres destartalados a un ritmo frenético sin-ton-ni-son.
"Las cosas no se dicen, se hacen porque al hacerlas, se dicen solas", parafraseando al venerado director que ya podría tomar nota la presente directora que tiene la osadía de utilizar el clásico y premiado Manhattan como co-título de su historia y, dando por sentado que conoce y ha visto dicha película, ¿qué intenta presentar, decir, insinuar o dar a entender? 
¿Qué en su nimiedad pobre parisina hay una conexión con el fabuloso y excéntrico protagonista de 71 años que se enamora de la novia de su amigo a pesar de tener una jovencita propia y odiar a su ex?
Podría decirte que sirve para un rato breve de escarceo y pasatiempo fugaz, que su corta duración es ideal para observar sin absorber, digerir rápidamente sin efectos secundarios que te hagan pensar mucho, digna mención a la simpleza de tesitura liviana para pasar prontamente, sin rencor ni remordimiento, a otra cosa pero..., una empieza a estar harta de tanta comedia romántica -rótulo que sirve para cualquier filme ¡visto lo visto!-, de versión sobrante, de tan poca consistencia en el contenido, de tan poca garra y atrevimiento en las ideas, de tan poca originalidad en las formas, de tanta escasez en lo ofrecido, de tanta falta de talento, sorpresa, sobriedad, estilo, carácter, método, personalidad y, en general, algo válido que contar que no sea más de lo mismo pero en formato peor porque, ya llegados a este punto y como espectador, ¡conformarse es un insulto!



No hay comentarios: