viernes, 9 de enero de 2015

Zulu

"Si quieres hacer la paz con tus enemigos, trabaja con tus enemigos, entonces se convertirán en tus amigos", Mandela.
Un "Sin perdón" que ha cambiado el viejo oeste por la aún reciente Sudáfrica, de restos del Apartheid, que se debate día a día entre la dura convivencia de un perdón voluntario e interiorizado en el que se quiere creer en pensamiento y razón y, un instintivo deseo de venganza y ardor de justicia que colapsa todos los sentidos, venas y supura por cada poro de una piel negra, maltratada y vilipendiada cuyo espíritu zulú, de corazón poderoso y resistente, sigue su andadura fiel, loable, orgullosa y serena a pesar de los intentos de acabar con ella.
Todo ello como telón de fondo de una investigación criminal que se convierte en asunto de tráfico de drogas y contrabando de la nueva sustancia en el mercado que pretende utilizar a niños negros como cobayas para contrarrestar los efectos secundarios de la nueva píldora contra la enfermedad de moda de los ricos, la depresión, y que sirve de excusa para reflejar la situación de alto contraste vergonzoso, aún existente como evidente muro de Berlín segregador, entre la zona blanca de lujo y pasta y los suburbios pobres y carentes donde sobreviven los engros en Ciudad del Cabo.
A partir del libro de Caryl Ferey, que recoge el experimento real que tuvo lugar para encontrar un arma química que controlará y acabará con la población negra en Sudáfrica, se confecciona un guión de presión asfixiante, ritmo activo y de gran dureza visual y anímica, de intensidad moderada in crescendo, con momentos espléndidos de máxima energía y poder que se sustenta en dos magníficas interpretaciones, soberbias, profundas y de gran impacto emocional y afectivo que comparten pantalla de manera explosiva, un poderoso y penetrante Forest Whitaker, que encarna la rota fe y calma que pierde toda la confianza en una racionalidad y cordura que se derrumba ante la impotencia de no poder sufrir más en silencio y, un desgarrador y opresivo Orlando Bloom incapaz de vivir consigo mismo, autodestrucción como hobby favorito a practicar en su persona por el peso de una culpa de recuerdo imperecedero pero que sigue al pie del cañón gracias al referente de honestidad, fuerza y aguante de quien fue destrozado por dentro, quemado vivo en su esencia más recóndita pero aguantó y resurgió de sus cenizas cual ave Fénix para dar una lección de moral, compasión y rectitud, todo ello redondeado con una agonizante y estupefacta fotografía de tan bello continente y una puesta en escena de ambientación sobrecogedora y hechizante que detiene la respiración unos segundos y retrotrae el tiempo presente a un fáctico pasado aún no resuelto y con cuentas pendientes.
La parte de la investigación policial es coherente y avispada, eficaz en su acción y fluida en su compás de incisivos movimientos de andadura firme y estable, sigue los pasos marcados con acierto, avidez y consistencia hasta llegar a su inquietante resolución requerida, es la parte histórica, cultural, étnica, social de amargura, resquemor, violencia y resquicios de una actualidad de falsa paz y sosiego, por tantos requisitos no cubiertos ni deudas solventadas que no desaparecen por simular una sociedad compartida que olvida y perdona, que supera y mira hacia delante la que aporta la nota hiriente, escalofriante, aguda, punzante y cortante, una combinación espléndida de mezcolanza exquisita para un thriller donde se asesinan cuerpos de víctimas inocentes y se mata el espíritu de héroes heridos en carne cuyo último aliento cognitivo de pensamiento racional recae sobre la interminable y cuestionada pregunta, ¿perdón o venganza?, más cuando la respuesta ya no está en ti ni depende de decisión personal aguna pues ésta se ha adelantado, apoderado de tu alma y te conduce cual fantasma sin voz ni razón que ya no atiende a pensamiento ninguno.
Vivaz, atronadora, enérgica, contundente atrapa tu interés sin grandes esfuerzos, exigencia mínima de máximo resultado que lubrica con eficiencia el camino para lograr beneficios suculentos de gran agrado, su consumo es gustosa, apetecible y sugerente gracias a su velocidad, frenesí alternada con templanza, agilidad y ferocidad ardiente que se esconde tras esa apariencia de conformidad y ficticia aceptación que amaga esa ansia de venganza que explosiona y lo devora todo, fácil recomendación por su fructífero fruto recibido, por la magistral elaboración del producto y por la sabia inteligencia de mezclar con tenacidad, arte y gran empeño certero los ingrediente con los que contaba.
Sin destacar en concreto en ninguno de sus detalles o apartados, esta encomiable producción francesa logra un mantel exquisito para una cena de manjar sabroso y comensales atractivos de impacto y captura entretenida, segura y eficiente, presente actualidad de buscada normalidad acompañada de forma excelsa y audaz de injusticia pasada e historia sentida en propia carne, buena, sin necesidad de abuela que la venda pues habla por si sola.



1 comentario:

Anónimo dijo...

¿El Apartheid a terminado?
Una buena pregunta para el trasfondo de esta película.

La película nos habla de una violencia sutil, delicada.
Farmacéuticas con las manos metidas en drogas alucinógenas para la segregación, pues el argumento no es nada irreal.