domingo, 25 de enero de 2015

´71

"Cuidamos de los nuestros en el ejército", pues ¡imagínate de los otros!; sentencia de vaticinio maléfico y concluyente que abre los ojos a un joven recluta, ilusionado de su uniforme y forma de vida elegida, de destino martir recordado y venerado aún no confirmado, usado como ficha canjeable y reemplazable por ambas partes, buenos y malos, no tan decentes unos/no tan malvados los otros, en una barajada de tortilla escalofriante y al unísono donde se combinan e incluyen sólo los ingredientes selectos despojando el resto a la basura.
The Boomtown Rats tienen una canción "I don´t like mondays" que habla de un tiroteo de una escuela del estado de Georgia por un alumno a quien no le gustaba ese día de la semana; aquí, en la Belfast del 71, todo los días son lunes, un lunes que siempre acontece después de un "Domingo sangriento", menos explosiva, más rígida pero igual de mordaz y auténtica a a la cual mira con respeto, orgullo de esa recreación magnífica, franca y palpable en cada oscura y claustrofóbica callejuela de esa tirante ciudad nominada como "el vado arenoso en la desembocadura del río", dura, agónica y cruel, puro caos terrorífico, agónico y al límite donde nadie resulta ser quien dice ser sólo aquellos obreros rasos, manejados como títeres que corren el riesgo físico en su persona, con matanza del alma y su pura esencia incluida -fallezca el cuerpo o no- por unos ideales de venta patriótica, soberbia publicitada pero realidad apestada.
Porque empiezas la película esperando ese suceso accidental, o no, por el cual el novato soldado se convierte en liebre a cazar por sus perseguidores, unos 10 minutos de espera bien conformados, elaborados y proyectados que preceden al acoso apoteósico de tiro al blanco, de supervivencia extrema en tierra hostil, de coyuntura sobre cómo escapar de esa ratonera, laberinto asfixiante donde no sabes en quién confiar ni hacia dónde dirigirte sólo que, cuando ésta llega, resulta ser más un juego de estratagema, de maniobra y táctica al servicio de un conflicto bélico supervisado y controlado, toda una tensa y contaminada partida de ajedrez con su rey, alfil y torres ideando como salir airosos de la situación presentada sin perder la cabeza mientras los peones de base son movidos según necesidades y utilidades, ya sea como escudo, arma u objetivo a eliminar, más una asamblea bursátil de intereses ocultos a negociar/partida de póker para determinar el sacrificio de los corderos que un simple enfrentamiento católicos contra británicos porque, protestante o no, creyente o agnóstico va a resultar difícil digerir lo que tus ojos traicionados vieron así como la suciedad de despacho y capitanes con la que has topado.
Tras esa primera sorpresa de menos acción, gravitación y adrenalina frenética de lo esperado te acoplas a la situación y dibujas, a la vez que el aturdido y machacado protagonista, ese enredo de mapa donde quién es quién es una incógnita de descifre esperpéntico por la respuesta encontrada y donde, por momentos, te pierdes y distancias por tanta elucubración, secretismo y traición a dos bandas para reincorporarte al aparecer la desesperación, confusión y humanidad de quien sólo quiere sobrevivir a dicha pesadilla y horror encontrando, por el camino, que los previstos canallas no son tan perversos y que los honestos y virtuosos al mando de su vida y futuro son asesinos de guante blanco que nunca se ensucian las manos aunque tengan el corazón podrido.
Al igual que el virgen acorralado, estás dudoso ante su efecto provocado, ansioso por su resolución, expectante por su incredulidad, asqueado por la negociación de vidas, perplejo por el realismo vertido y no tan eclipsado ni satisfecho como la crítica de su venta había augurado; gran pericia, arte y habilidad en las angustiosas y ardientes interpretaciones, en la frialdad y hostilidad escénica, en la obsesiva militancia de ideales forjados a puñal y sangre, en la configuración del tablero donde se jugará la partida, en la destreza y talento expositivo de la verdad mancillada/la mentira como reina, en encumbrar la percepción y sensibilidad por encima de disparos y carreras, en el desconcierto de los hechos para poder etiquetar a cada uno según se esperaba, en la certeza atropellada de lo blanco no ser tan puro ni lo negro tan oscuro, un endemoniado estar todo el campo plagado de unos mareantes grises cual mina a punto de estallar si te equivocas..., todo ello con una mirada donde sientes con fuerza y vigor la ferviente lucha que tiene lugar a pie de calle, en su contacto 
persona a persona/cuerpo a cuerpo, la ferocidad de sus angustiosos sentimientos, la duda temblorosa de sus verdugos ejecutantes pero te separas y alejas de las argucias astutas y calculadas de los jefes mandamases, fidelidad sentida para los que juegan a ras de suelo, gélida y perdida sensación opaca para quienes dirigen el cotarro; aunque la narración confirma el notable reseñado, tus impresiones y vivencias no llegan tan lejos al absorber, con pasión y preocupación, al desnudo chaval de batalla y semejantes del otro lado pero no tastar con tan sentido sabor a sus gobernantes y dirigentes así como el complot que ocultan.
Una pequeña/correcta/perfilada muestra de lo mucho que dio de sí el conflicto irlandés, tantas veces reflejado con gran acierto y esmero en pantalla pero no es la mejor de ellas, te quedas con la sensación de esperar más sensaciones, valga la redundancia, furor y potencia, una inquietud, tubarción y conjoga no sólo mental, también a flor de piel con un corazón y alma que se sobresalten ante tanto estupor y desvergüenza de jugar a las damas a ver quien vive o muere, una parálisis de choque y eclipse consciente que no se percibe con la misma intensidad en tus carnes, en tu desasosiego, en tus emociones latentes.



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