sábado, 19 de noviembre de 2016

Closet monsters

Un adolescente con mucha creatividad sueña con salir de su pueblo natal y huir así de los recuerdos que le atemorizan de su turbulenta infancia.


Soledad involuntaria, soledad abrazada.

El abandono de la madre, un homofóbico asesinato y la sospecha de ser gay, dramas de una niñez que se acompañan, como dolorosos traumas, en la complicada adolescencia.
Personajes reales e imaginarios, de relación dañina y benevolente según quien sea y tercie, para plasmar esa intolerante relación familiar y temeroso despertar sexual, que le invaden y oprimen con angustiosas recurrentes pesadillas, en un intranquilo encontrarse a si mismo, que acosa y tortura en esa pequeña localidad de nacimiento, de la que no puede escapar por mucho que lo intente.
“¿Qué tienes en las uñas?”, esa instintiva corporal respuesta que certifica tu vida será ardua y compleja, difícil y enrevesada pues no te gustas, niegas quién eres y en esas ineptitudes te enfrentas a tus perturbadores miedos, a través de continuos tropiezos que te hacen cada vez más impredecible y desgraciado.
Es un sobrio, potente y atractivo abrirse paso a la aceptación de lo que se descubre, a la persona, a sus perspectivas, fracasos y nuevas posibilidades; salir del armario a patadas y derribando las puertas, para deshacerse de esos asfixiantes monstruos que impiden la felicidad de crecer y empezar a gustarse.
El protagonista es una maravilla a la hora de transmitir sus emociones y tormentos, Connor Jessup expone una naturalidad, empatía, cercanía y afección compartida que te arrastran, de manera hipnótica a ese orquestado quehacer, de imposible salvavidas,
para las ardientes y contradictorias emociones que siente.
Es fresca, emotiva, alegre, punzante, agresiva y diligente, juega con clase y gancho sus armas; la narración no es nueva, ha sido muchas veces contada pero, para esta ocasión, Stephen Dunn tiene la habilidad de ofrecer creatividad, dinamismo, estética vibrante y colorida y una cálida originalidad lozana para una satisfactoria visión cómoda, entregada y placentera, que se consume con la gracia del disfrute y la facilidad de su compenetrada conexión con la historia.
Arrastrar un pasado, que impide el meritorio desarrollo del caótico presente, amar y odiar por partes iguales, en un incesante intercambio de sentimientos que quiebran y anulan la urgente perspectiva, de logro esperanzador y positivo, con la ayuda auxiliadora de un recreado fiel amigo, que sirve de apoyo y entendimiento para esa devastada soledad, de la que no se despega.
La pubertad, sus pros y contras, más esa desgarrada
familia no elegida, carga represora que no facilita sincerarse con ella y aceptarse sin reparos; todo influye, todo arde, todo quema, todo son extremos que atragantan el caminar futuro; se es imprudente, se es indeciso, se es cabezota, se es un joven que sobrevive como puede, a su herencia genética y al discurrir de su existencia.
“Closet monsters”, los monstruos del armario; perturban la mente con sus pesadillas, cortan la respiración por su realismo, persisten en herir el alma e inciden en mantener la herida pero... “cien cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar sino vuela, un velero bergantín”; no tanto, la verdad, pero se aproxima, pues está empezando a navegar con acierto y destreza, entre relámpagos y niebla, en su concedido navío, ¡suerte capitán!

Lo mejor; la gran sencillez de su narrativa y su actor protagonista.
Lo peor; creer que por ya narrado, no aporta posible interés nuevo.
Nota 6,3
interpretación 6,5 guión 6,5 realización 6,5 montaje 6 música 6,5 fotografía 6


No hay comentarios: