sábado, 5 de noviembre de 2016

Tras la pared

Él es un inventor de juegos y rompecabezas, muy celoso de su trabajo, que sólo se puede concentrar en absoluto silencio. Ella es una pianista consumada que no puede vivir sin música y que se prepara para un concurso de alto nivel. Una comedia romántica sobre dos personas aparentemente diferentes que se enamoran mientras viven separadas por una pared.


Alma desnuda, en conversación grata.

En los tiempos en que se rinde culto al cuerpo, donde el otro entra irremediablemente por la vista antes que nada, esta comedia romántica parte de la base contraria, del romance que se establece entre dos personas, en peculiar cita a ciegas, que nunca se ven, separadas por un frágil muro de vivienda de edificios no contiguos a través del cual se comunican incesantemente, siendo el habla e intercambio de personalidad lo que atrae y enamora.
Una pianista introvertida, harte de que los hombres la manden, que llega a piso alquilado/un creativo huraño, harto de la gente y sus estupideces, encerrado voluntariamente en casa, mengana y fulano como se hacen llamar -pues ni siquiera el dato etiquetado del nombre es necesario para conocer el interior de una persona-, que empiezan a malas, de riña vecinal constante -como toda buena pareja con futuro-, pero que pronto tienen ese momento de tregua exhausta y sinceridad repentina que les lleva a descubrirse, interesarse y querer saber más del ingrato, ahora seductor vecino, donde se mantiene el pacto de negada identidad física, pues su relación es perfecta para ambos tal y como está.
Y a partir de ahí trata de vender simpatía, cariño, dulzura y diversión ocasional de entretenimiento medio, y aunque no lo logra con efecto pleno, es verdad que sus dos protagonista encantan lo suficiente para seguir viéndola, a pesar de ser
consciente de su calidad estándar neutra que poco logra, aparte de amenizar un tiempo moderado con escaso material, de bondadosas intenciones.
Es buena la idea, amor de verbo y dicción, donde el individuo se crece y hace valer al no depender de su esmoquin corporal y ser el interior de su esencia la que adquiere forma, en la mente y corazón del receptor ávido de oírle; pero como tantas otras veces, del querer al lograr puede haber un inmenso abismo, y aunque aquí no es de tan vasta anchura, si es de obvia distancia entre lo pretendido y realizado.
El guión posee las armas justas para ser agradable, complaciente y bondadoso -con leve toque de lela simpleza-, espíritu candoroso y pueril que no hiere, ni hierve, ni levanta expectativas, todo ligero, fugaz, libre de ninguna carga y olvidable al instante de su
consumo; cierto es que ejecuta con cierto sabor y gracia, lo suficiente para que surja la sonrisa y esa actitud condescendiente de quien mira distraído, aunque sin gran atención ni mérito por ello.
Ojos que no miran, pero con profundidad sienten, a través de esa relajación y confianza de mostrarse como se es en alma, relegando lo tangible a desdeñable secundario; pero la carne tienta, excita, se impacienta y solicita desahogo, el contacto carnal llama insistente y rompe la beatitud de armonía establecida.
Las palabras son hermosas/el abrazo necesario, las manos del ser amado acariciando la piel y el beso de sus labios requisito de urgencia que se puede postergar un tiempo, pero nunca indefinidamente sin fecha prevista de encuentro y mezcolanza.
“Encontré una compañera que me brinda lo buscado, el amor que yo siempre he añorado, sólo para mi”; bonita ¡poco más!

Lo mejor; la escena final y la gracia de sus protagonistas.
Lo peor; el común hastío de no consolidar una óptima argumental idea.
Nota 5,1
interpretación 6 guión 5,5 música 5,5 fotografía 5 realización 4,5 montaje 4,5


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