domingo, 6 de noviembre de 2016

El ayudante de cámara (tv)

Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de teatro shakesperiano intenta levantar una representación de El Rey Lear. El principal problema es el director, un brillante y tiránico actor, insufrible para todo el equipo. El ayudante de escenario, el devoto Norman, intenta salvar cada crisis mientras a su alrededor comienza el bombardeo del Blitz...


Entretenimiento señorial, de inteligente oratoria.

Un magnífico recital interpretativo de Ian McKellen, Anthony Hopkins y Emily Watson para tres absorbentes personajes, Bonzo, Pussy y, por supuesto, Norman, the dresser, el auxiliador y atento ayudante de cámara, cuya desbordante y carismática presencia te guían por toda la obra, esa magistral pieza de teatro que tiene lugar entre bambalinas, a la espera del socorrido alzamiento de telón que los lleve directo a su adicta platea escénica.
Un camerino, muchos nervios, preocupación y prisas, deliciosa e ininterrumpida magistral dialéctica y el divino espíritu de quien vive para y por su trabajo artístico, pero cuya mente fatiga y se halla ida y confundida en una exhausto y agotado cuerpo, que le sabe incapaz para su labor intérprete; pero “no puedo, no debo y no lo haré”, son palabras soberbias de quien, momentáneamente recupera la cordura del espacio y la lógica temporal, y que está a segundos de entregarse a un devoto público, que nada sabe del
desbarajuste y caos martirizante que ocurre tras las cortinas del anfiteatro.
Cancelar o no la sesión, esa es la cuestión, para una representación shakesperiana que pasa de “Hamlet” para centrase en “El rey Lear”; fuerza, concentración, poderío, garra, desvaríos respetuosos de quien, enfermo, sanea y se crece al actuar dentro de su adulado personaje; una delicia de incesante retórica que permite desplegar todo su arte, y es mucho, a sus tres distinguidos actores protagonistas.
Un nuevo éxito de la televisión británica que certifica, una vez más, que no por ser un producto de consumo hogareño tenga nada que envidiar a los estrenos de la gran pantalla; es más, demasiados
hermanos fílmicos deberían aprender de la sencillez y magnificencia de este pequeña joya.
Escuchar y observar, ambos sentidos, oído y vista, se verán gratamente recompensados con la demostración dramaturga de una sonora voz expuesta; la tiranía excéntrica del actor frente a la cordialidad homosexual de su inseparable ayudante, un amor platónico, bajo la segunda guerra mundial, rodeada de la grandeza del estrés, de la necesidad, del amparo, del esmero, de la dedicación de quien se entrega, en fervorosa alma de equipaje maltrecho, a su profesión amada.
Se alaba al actor, se tributa al teatro, se ensalza el género literario, el guión impacta de manera estimulante e hipnótica, un remake de “La sombra del actor” de 1983, cuyo mayor empeño es dejar claro su esmerada deferencia por su formato
dramático, dejando al margen cualquier naturalidad o llaneza que le acercara con comodidad a la audiencia, y optando, con acierto, por mantener la poderosa exageración trágica.
Son artistas, dramaturgos, líricos, están más allá de lo terrenal y mundano, el escenario es su pasión, su vida el aplauso del público y Richard Eyre, rueda, con sobriedad y autoridad, el manejo sobrante de quienes recitan el texto, con la autosuficiencia de ser excelentes en ello.
Para público específico, de exquisito sabor elegido, que disfrutará de una maravillosa cinta teatral, cuya placentera respiración es de apreciada entrega.

Lo mejor; el guión y sus actores.
Lo peor; larga para quien no ame la obra Shakesperiana.
Nota 6,6
interpretación 7 guión 7 música 6,5 fotografía 6,5 realización 6,5 montaje 6,5


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