sábado, 9 de abril de 2016

Batman vs Supermán

Ante el temor de las acciones que pueda llevar a cabo Superman, el vigilante de Gotham City aparece para poner a raya al superhéroe de Metrópolis, mientras que la opinión pública debate cuál es realmente el héroe que necesitan. El hombre de acero y Batman se sumergen en una contienda territorial, pero las cosas se complican cuando una nueva y peligrosa amenaza surge rápidamente, poniendo en jaque la existencia de la humanidad.


“Lo que vuelve al bueno cruel”..., 153 minutos de monserga.

Al alza el debate moral sobre el actuar de Supermán, válido dilema de interesante planteamiento, que se acepta cual pulpo como animal de compañía, ahora..., ¡Batman ejerciendo de John Anderton en “Minority Report”!, ¡como justiciero milenario que elimina al criminal, por si acaso, antes de realizar el crimen, sin tener en cuenta la posibilidad de no cometerlo!..., aburre, ni entretiene ni fascina, cansa, agota y anula ese deseo de que la cosa mejore de aquí en adelante.
El principio es confuso y descolocado, alocado y revuelto pero te dices paciencia, a ver por dónde sale y como monta, Zack Snyder, este puzzle de piezas conocidas pero hechas añicos dado el caos planteado ¿y?,..., tontería desnutrida de excesivo escaparate que únicamente abarca mínimos de entretenimiento complacido, ya que ni la música, fotografía, acción, dilema, surrealismo y análisis pormenorizado de lo narrado atrae un sentimiento mayor a ¡qué inapetencia de enfrentamiento más lastrado!, ¡qué pobreza y pérdida de unión!, es la inventada en este guión alucinógeno que desperdicia la lograda herencia de dos magníficos héroes en colaboración escénica, para elaborar un relato donde ninguno de ellos sale mejorado, mucho menos la audiencia ganando.
¿Deben perdonarse los dilatados minutos previos, porque los últimos 40 coge algo de consistencia, profundidad y validez curiosa?; aunque, sea dicho, es breve la subida de adrenalina pues, en su traca de
“cloenda” definitiva opta por dibujar un abanico de personajes que ¡ni el gazpacho andaluz ni la ensalada valenciana!, logran tanta inventiva de ingredientes mezclados.
Es un espectáculo tan poco estimulante, apetecible y cautivador que, cierto es que “la ignorancia no implica inocencia” pero, también lo es que el espectador acude con su intacta ilusión y virginal esperanza, aún no arruinada, al encuentro de un meritorio y sabroso blockbuster y descubre, en su lugar, un estrafalario circo de conjunción descafeinada, de charanga desalentadora, similar al fiasco de comparsa teatral que ya hubo con “Cowboys & Aliens”.
Y es que, algunas mezclas no tasan bien, la naturaleza demuestra que especies de distinto género no conviven en paz, sino que su armonía se decanta por el dominio e imposición de una de ellas, la más fuerte y poderosa y, puesto que “la más antigua mentira..., es creer que el poder puede ser inocente”, todo se desmorona ante un argumento cuyo creador, en su poderío de imaginación, se acerca demasiado al sol en su arrogancia de logro
magnífico que se vuelve número cómico de borrachera desproporcionada, loca y destartalada en su afán de toca y llegar al astro rey.
Y el desquicio en esta locura de fiesta no tiene límites ni parangón, que sea lo que les de la gana pues, a estas alturas, te tragas lo que tragas lo que ofrezcan de este fantasioso dueto discordante, en el cual colaboran todo tipo de secundarios extravagantes de épocas y lugares diversos; tiempo de bambalinas para ese desfile final de ópera catastrófica donde, a falta de una gorda para que cante en solitario, todos al unísono bailan, saltan, ironizan y sacan pecho y músculo en su embrollado, nublado y desmesurado acto final.
Será por falta de fuego, ruinas, capas, vuelos, miradas vacilonas, roca verde, rojo ocular, azul de pecho, negro de coraza, hormonas a mansalva y ¡fanfarronería de creerse el protector y salvador de este mundo!, y un poco de dramatismo y emoción coronaria al final que, aunque su corazón sea de
acero, el de Lois Lane es humano y debe mostrar su infinito amor por el espléndido pájaro, de deslumbrante vuelo.
“..., y lo que se desvanece, deja de ser”, y lo que ha sido no honra a nadie pues, los peores demonios se confirman al aniquilar una fantasía que deja helado, estupefacto y desganado a un vidente que ha visto como sus dioses, de sagrado cómic, han sido mancillados y vendidos por una taquilla que, si generosa y espléndida, será la única lectura positiva a sacar de todo este fiasco de desbarajuste dramático, cuyo tinglado explosiona para no seducir ni a una mirada harta de tanto show ocular sin razón, alma o énfasis que lo salve.
Batman versus Supermán, canas contra gomina, humano solitario contra extraterrestre enamorado, ambos con logotipo personal, ¿cuál mola más?, su avatar en la red lo diría; en este frenética y agitada película, de cuento agotador y parábola ni vista, diría que el de los cuernos en la cabeza sale peor parado que el de las mallas ajustadas, que si un dictamen se solicita..., se puede concluir que el gran perdedor de su legado es, sin duda alguna, el murciélago pues, su oscuridad y negror alcanzan tintes esquizofrénicos de paranoia idealista que, el del disfraz de gafas falsas lleva con más honor y entereza; pero, como en todo, es cuestión de perspectiva, la mía está hastiada de tanto desanimado y exagerado delirio.

Lo mejor; la posibilidad sabrosa de su conjunto.
Lo peor; la decepción engañosa de su éxito.
Nota 6


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