viernes, 31 de mayo de 2013

Dead man down

Parece que a Niels Arden Oplev le persigue irremediablemente la estela de Millenium pues, en esta ocasión, es clara la referencia y sombra de la misma sobre esta historia. Una película oscura y siniestra, con dolientes y mutilados personajes, en un tétrico ambiente, con una maldad gratuita, una supervivencia innata de dos víctimas heridas profundamente, golpeadas con gran amargura en el centro de su alma, llenas de ira, de rencor, de una sed de venganza que les destroza y aniquila internamente, no permitiendo que su alma respire y se libere y cuyo encuentro supondrá un cambio de rumbo inevitable, elección no querida pero necesaria de un nuevo camino. La interpretación de Collin Farrell es impecable, borda su personaje -no es la primera vez que realiza este tipo de personaje- pero, con todo, no tiene la fuerza presencial, el carisma y el portento físico-emocional que es capaz de transmitir Liam Neeson; con todo, es él quien salva cada uno de los fotogramas, lo cual tiene gran mérito. Película que no aporta nada nuevo, sabes anticiparte a cada uno de los pasos que van a seguir sus personajes pero, a pesar de todo, gusta y complace su visionado, la evolución de la historia y la propia acción. Sin darte cuenta, consigue hacerse contigo aunque, para poder haber sido de las mejores, esta historia de venganza como encuentro y unión de dos personas debería haber bordado la acción, imprescindible para relatos que, no destacando por lo original del guión, deben volcar su fuerza en la acción física y en la rapidez efectiva de los movimientos. Te gustará sin demasiadas exigencias. Plato aparte es la presencia de una madre francesa cuya exquisitez no se entiende que hace en este relato, pegatina añadida que no representa nada.  

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