domingo, 24 de enero de 2016

¡Aferim!

Principios del siglo XIX. Costandin, un policía local, es contratado por un boyardo para dar con el paradero de Carfin, un esclavo gitano que huyó de su propiedad después de mantener un romance con su esposa, Sultana. Costandin empieza a perseguir al fugitivo, dando comienzo, así, todo un viaje lleno de aventuras. 


“Vivimos como podemos, no como queremos”, y a veces ni eso.

Lo has visto miles de veces en películas norteamericanas, que retrataban su deleznable época de esclavitud y de maltrato a quienes eran negros y propiedad de sus amos; para esta ocasión, cambiamos la comarca y nos venimos a Europa, misma crueldad, abuso, dominio y agonía de seres tratados como mercancía.
Un alguacil y su aprendiz hijo, en ruta a por un gitano huido reclamado por su dueño, presentado en ese seductor blanco y negro de una imagen que pasa a segundo plano, para resaltar la ferocidad de unas palabras que van al son violento de las escenas que coronan.
Su lenguaje es mordaz, salvaje, atroz, descomunal y desgarrador, asimilada naturalidad que cohíbe en el retrato de un tiempo y una existencia donde se era despiadado con la comunidad gitana si eras rumano, sanguinaria pacífica andadura que lleva a martirizador destino, donde la cháchara atrae tus sentidos por la mezquindad y barbarie retratadas.
Es un excelente trabajo, de sólido e indigesto argumento, que atrae por su estilo e hipnotiza por ser implacable en sus gestos, vocablos y actos, convertirse en hombre a través del oficio del padre y de una interrogada mirada que debe aprender que cada cual tiene su sitio y nada se puede hacer al respecto.
La ley y existencia de un tiempo, zona y época, que te pilla más cerca y de la que es probable no tuvieras ni idea, franqueza reveladora de un vivir asfixiante o poderoso, según fueras quien daba los golpes o los recibía en su castigada carne.
Radu Jude elabora una atractiva y sugestiva cinta, que despierta tu interés desde el principio por su diferente pose y apariencia estética, y que se

mantiene con firmeza y robustez doliente durante sus primeros cincuenta minutos, para unos oídos que escuchan con atención y desarme anímico todo el inquietante proceso, encarando a continuación una pausa en el escalofrío e impacto de inicio por la reiteración y disminución de la intensidad de lo expresado y de lo visto y, abordar la recta final y conclusión con contundente efectividad que cercioran y ratifican el acierto de todos los premios recibidos, pues es un conjunto perspicaz de gran tragedia cómica que perturba y enmudece, de socarronería verbal en medio de una esquelética miseria de un siglo XIX que aturde y aprisiona.
No la descartes, es una joya a disposición de quien quiera optar por su consumo y disfrute, cambia tu conocido y familiar gusto por la aventura y riesgo de

probar nuevo género, esa primitiva exposición que recuerda al cine mudo y que muestra la ingenuidad cortante de lo que era el atropello, inhumanidad, perversidad y el saqueo de ser tratado como presa de caza, compra y venta.
La segunda parte deviene un tanto monotonía, al disminuir el valor de una belleza artística ya saboreada, y cuyo texto también disminuye su fuerza; aún así es digna de verse pues es un intenso homenaje histórico a las vergüenzas y desmesuradas monstruosidades del viejo continente, que tiene mucho todavía que contar según tiempos y regiones.
No dejes que el subjuntivo verbal hipotético se apodere de esa sentencia gramatical que confirme, con pesar, ¡ojalá la hubiera visto!, pues ese me gustaría o desearía, que implica el error de un acto pasado, sería toda una tristeza para este trabajo diferente y peculiar que quema sensibilidades y arde en una razón estupefacta por lo que observa,
escucha y percibe junto a su inevitable corazón, intimidado y abrumado, todo ello junto a esa incómoda sorna y burla que tiene su gracia, lo admitas o no.
Grata sorpresa que permite seguir creyendo en la magia y valor del buen cine; también hay que advertir no es para todo oyente, muchos quedarán al margen de su salvaje embelesamiento.
¡Aferim!, ¡bien por ellos!


Lo mejor; su artística presentación, de imagen seductora y habla bestial y picante.
Lo peor; a la hora de su rodaje surge la uniformidad, baja su ritmo y disminuye la potencia de su repugnante fuerza.
Nota 6,8


No hay comentarios: