martes, 5 de enero de 2016

Langosta

Narra una historia de amor no convencional, ambientada en un mundo distópico, en el que según las reglas establecidas, los solteros son arrestados y enviados a un lugar donde tienen que encontrar pareja en un plazo de 45 días. El tema central es la soledad, el temor a morir solo, a vivir solo, y también al temor a vivir con alguien.


Los inconvenientes del amor y sus tonterías.


No niego que la idea es original, que tiene su interesante curiosidad implícita, esa sociedad partida en dos, ya sea el vivir en pareja o la opción de hacerlo en solitario, más esas estrictas normas para garantizar el buen funcionamiento del grupo que, pronto y accidentalmente se verán en peligro al no encontrar pareja en el hotel, o al hallar la perfecta compañera en medio del bosque de los solteros.
Quebrantamiento que tiene dolorosas consecuencias pues, para la supervivencia del grupo es necesario eliminar a los débiles, transgresores y a quienes desestabilizan el correcto transcurrir de la armonía establecida por contrato, con su actitud egoísta de actuar por cuenta propia mintiendo y buscando el beneficio personal, no la prosperidad pacífica y conveniente de la mayoría.
El problema es que, una vez captado el funcionamiento de este gran hermano a dos partes ¡no queda mucho más!, excepto un excéntrico guión que presenta personajes tirantes en situaciones encorsetadas, como fallida imitación del mejor Von Trier.
Ya, de entrada, olvídate de la presunta comicidad, por muy ridículas y forzadas que sean las escenas, ni el humor ni la risa se presentan voluntariamente, únicamente esa lectura cognitiva, que llega a parsimonia por saturada y repetitiva, de quien intenta ser novedoso y avispado en su idea pero, tras su presentación y primer vistazo, tampoco se puede decir que contenga mucha motivación e interés en su contenido y desarrollo.
Es ñoño y seco observar cómo se maneja la vida en ambos lados de la frontera y cómo se las inventan para superar las dificultades, gama poco diversa, plana, seca y sosa que no aporta gran aliciente y por el que te recuerdas que sí, que inventiva inicial más ocurrente y genial tuvo la creadora pero ¡qué lástima!, que no halla continuado con el mismo nivel cualitativo en su desarrollo y extensión del mismo.
Practicidad para una sociedad dual que no se traiciona, donde no hay traspaso de bando y donde se ejecuta gravemente a quien pasa la línea, firmeza estática de principios que dan sentido a la vivencia, sin riesgo de libre albedrío ni errores de vivir los locos y cambiantes sentimientos; concordancia o soledad, egoísmo de yo o generosidad hacia el otro, todo ello estupendo en su fotografía de etiqueta, con una ceremonial música melancólica ralentizada por pasos y tempos eternos, la caída de las relaciones altruistas por intereses acordados bajo acuerdo, seguridad de estructura que no posee más que la fachada pues, la decoración interna de la casa, así como el hallazgo de sus habitantes y quehaceres, no llena para poder expresar la grata complacencia que
ha sido la bienvenida y su estancia de casi dos horas en ella.
El ingenioso aliciente de la primera media hora inicia su descenso, sin aviso ni remedio, pues ya sólo queda una visión monótona, poco atractiva, aún menos excitante para una razón que ya ha descubierto las reglas del show de la futurible langosta pero, no ahonda más allá del hermetismo de su militar armazón y la osadía pícara de quien quiere sobrevivir a toda costa.
Sátira sobre lo complicado de las relaciones humanas llevado al extremo de la imaginación y perspicacia, la hipocresía y mediocridad del ser humano por acogerse a la mentira de las apariencias, necia falsedad que rodea y corrompe la pureza de lo que no tiene control ni destino pues cambia, se perpetua y avanza conforme quiere.
Las sensaciones y los adyacentes sentimientos que se incorporan en esa opción de vida conjunta, más tolerable y aceptable que el avance exclusivo hacia uno mismo, es la base de Yorgos Lanthimos para escribir y rodar este hotel cerca del bosque, que ofrece las ventajas de la ciudad si te acoplas y comportas o, el mal y las desgracias del bosque y su cacería si eres obstinado y te quieres demasiado como para perder tu identidad por nadie, todo ello sin excesiva picardía ni gracia.
Amor, no tiene razones ni entendimiento ni lógica, muestra nuestra desnudez, debilidad y desamparo,
también nuestra fortaleza, cobijo y arrebato, la nada que todo lo mueve/todo lo puede, mejor pasemos del mismo y nos ahorramos problemas porque ¡no hay quien lo entienda!; pero decora con mayor solidez, sabor y perfección esa ciudad-de-casado-por-conveniencia que, aunque sea para público elegido no-estándar, es pesadez aburrida insistir en esa uniformidad prolongada y reiterativa sin aportar golosa chuchería irresistible que vuelva loco al personal; la insistencia en la austera disciplina no proporciona emoción y seducción al público, sólo decaída desgana.
Langosta, animal preferido y escogido, viven más de cien años siempre con la misma pareja, en la belleza de todo un vasto océano a disposición de ellas pero, por mucho que le gustes y te aprecie, antes arrancarse los ojos que convertirse en crustáceo marino decápodo; te quiero pero ¡no tanto!
Trágica ópera griega, de inertes personajes, que abre el apetito del conocimiento para, posteriormente, vapulear sus fulgurantes impresiones.

Lo mejor; su planteamiento
Lo peor; no pasa más allá de ello.
Nota 5,7



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