jueves, 27 de diciembre de 2012

El ladrón de palabras

Historia dentro de otra historia para hablar de una tercera; excelentes actores que eclipsan la pantalla y dignifican el relato contado. Ha excepción del tramo protagonizado por Dennis Quaid y Olivia Wilde, cuya sintonía juntos no funciona ni pegados con cola y cuyas actuaciones son de los peor..., el resto de los participantes están excepcionalmente en sus respectivos papeles -destaca un soberbio Bradley Cooper que le saca todo el jugo a su principal personaje-, elaborando un conjunto muy atractivo, interesante y de perfecta ejecución en la gran pantalla. Sin grandes aspavientos ni un soberbio guión, es capaz de mantener tu atención toda la velada, de atrapar tu fascinación por la historia a pesar de la no dificultad de adivinar el enlace que se esconde detrás de cada una de ellas y en su conjunto. Un rompecabezas sobre la profesión de escritor, de la obsesión por las palabras y de la ambición de conseguir lo que no está a tu alcance; diferentes niveles interpretativos y narrativos que van a juntarse en el tramo final con una presentación honorable, de gran estilo y arrogancia, con un poco de decepción por la simplicidad del desenlace, por la no elección de más riesgo expositivo dada la fuerza con la que inicia su aparición, sales contento y satisfecho de haber visionado una buena película, curiosa unión de literatura y cine -cogidas de la mano-, bien contada pero rematada de forma demasiado justita. Lo mejor: un veterano Jeremy Irons y un ya-confirmado Cooper cuya elegancia física combina perfectamente con sus artes interpretativas; sin ser resultona o expectacular, el regocijo y contento al final de la misma están asegurados. 

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