jueves, 14 de noviembre de 2013

Shadow dancer

Lo atractivo de esta historia es una muestra más del conflicto del IRA, de su violencia más manifiesta y la presencia de una Clive Owen que lidera el cartel y es reclamo de atención de la propia historia; su presencia en portada hace que destaque dicho relato sobre otras muchas historias que pueden o, de hecho, cuentan lo mismo. Realizada con mucha frialdad, con mucha tardanza en su explosión, con un supuesto desapego emocional que oculta toda una tensión interior que le es prohibido expresar, actuaciones gélidas, muy compungidas e introvertidas dada la importancia de lo puesto en escena, manipulación sobre las vidas humanas tratadas como cromos que cambiar y eliminar. No es el mejor ejemplo de exposición sobre las andanzas de este grupo terrorista, es sencilla en su compuesto y en su formalización y no ahonda profundamente en dicho enfrentamiento pero, tampoco lo necesita; lo exhibido, su formato y desarrollo es suficiente para captar la tensión, utilización, miedo y terror de no pertenecer a ningún bando o de descubrir la equivocación de aquel al que perteneces. Elegante por su no-ahondar en la explotación de un tema muy recurrido, lo toca lo suficiente para que captes lo necesario y no te satures; en ese sentido, todo un acierto. Sin embargo, eres consciente -valga la redundancia- de lo poco, de lo limitado de su recorrido, de que había mucho más que ofrecer en cada punto de partida; en ese sentido, te sabe a escaso lo visionado. Un balance irregular que, aunque hace que apruebes la película con convicción, no te quites el gusanillo de insuficiencia, de haber podido degustar un plato con mucho más gusto y sabor. El director James Marsh se ha resignado con lo que el propio escritor de la novela, Tom Brabdy, le ha ofrecido; no ha querido, o podido, ir más allá; yo, como interesada, es algo que reivindico!   

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