domingo, 29 de diciembre de 2013

La vida secreta de Walter Mitty

Que la errónea campaña publicitaria, la búsqueda abusiva de taquilla no te impida apreciar la esencia, espíritu que esconde esta fantástica fábula, quimera sobre el sentido y esforzado alquimista que bulle dentro del gran corazón de nuestro protagonista. No esperes encontrar una desternillante comedia, no hallarás risa descontrolada ni bobalicona juega inventada, no te toparás con el repetitivo y abusivo Ben Stiller; a cambio, bienvenido sea esta hazaña fílmica, esta fantasía ensimismada, el sereno y profundo trabajo de nuestro protagonista y director, la inmensa y cautivadora fotografía y su inseparable rítmica banda sonora -ambas inconmensurables-, la incansable y destacada búsqueda del encuentro con uno mismo, la superación de los miedos y el disfrute de los sueños, el optimista mensaje de no conformarse con ser sino estar presente, la fantástica y maravillosa aparición de Sean Penn -lo mejor, sin duda alguna; capaz de hacerte olvidar la visible falta de ritmo y armonía hasta entonces, claramente apreciada-, ese pequeño Supermán que bombea detrás de cada demoledora ensoñación..., en conclusión, un esforzado y minucioso trabajo -aunque con sutiles defectos de compás al captar la fascinación del espectador-, completo mensaje a participar de la vida que se aprecia conforme -incluso, únicamente- llega su desenlace y se supera esa devastada sorpresa de no hallar la vendida comedia americana; trueque de bobalicona película comercial a querido y apreciado relato que esconde más de lo que muestra. Supera el primer desengaño de su inesperado y lento arrancar, su no cautivadora continuación -no perdonable- aunque, eso si, abraza su querida, estimable resolución, activación final; olvida lo prometido y ama lo encontrado.





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