domingo, 6 de diciembre de 2015

52 martes

Billie es una chica de 16 años cuya madre va a someterse a una operación de cambio de sexo. Durante el tiempo que dure el proceso, su madre le pide que sólo se vean los martes por la tarde.


¿Dónde está mi madre?, pues, lo quiera o no, la necesito.

La transexualidad a través de los ojos de una adolescente que adora y admira a su madre, con la que siempre a convivido desde la separación de sus padres, a la que ha contado sus secretos, con quien ha compartido intimidades, ahora en plena transformación física y emocional por estar sometiéndose al agresivo y duro proceso de cambio de género sexual y cuya relación, con su pequeña, se limitará a un breve tiempo todos los martes durante un año, duración del enrevesado trayecto.
Y es ese peculiar y novedoso formato el que elige Sophie Hyde para narrar su intimista y personal historia, esos exiguos y limitados espacios, 52 en concreto, a que se reduce todo lo que antes era magnitud enorme de cariño, comprensión y confianza sin límite de tiempo ni espacio; a través de esa nimiedad compartida, insuficiente para una chica en transición hacia el periodo adulto, se expone el cambio que irá sufriendo la joven según transcurren las semanas y observa el devenir de su querida madre, ahora futuro interrogante padre.
Una hija que desea la felicidad y dicha de la referida, al precio que sea, y por la cual acepta sus decisiones, sus cambios y alternancia de estados de ánimo complejos, estando a su lado, escuchando y observando, siendo testigo silenciosa en primera fila, sin perderse nada de una madre que olvida sus funciones como tal, pues está inmersa anímicamente en todo lo que tiene lugar en su cuerpo y mente, y que no es capaz de observar esa transformación que también está viviendo su retoña, paso del aprecio, roce e interés a la banalidad, distanciamiento y desapego de quien toma conciencia de su libertad de acción y desenvoltura, pues nadie hay que se preocupe, vigile o tome autoridad parental sobre ella, ese decisivo momento de toma de control, poder y fuerza sin estar preparada para ejercer dichas armas,
en el peliagudo desarrollo en el que está inmersa.
Sólo que durante todo el periodo, en esos excesivos martes -la cinta se alarga en demasía- interesa más la madre que la hija, quien dejará de ser mujer por sentirse hombre acapara el ojo de la pantalla pasando Billie, la hija que asume sin prever las consecuencias, momentáneamente a segundo plano, el caos hipnótico que desemboca en rebeldía de experimentar sin medida no atrae hasta bastante avanzado el relato, al compás que tu atención se mantiene y desvía al proceso doloroso que tiene lugar en la persona adulta; su novedosa y atrevida expresión narrativa -realmente se filmó, únicamente los segundos días de la semana, durante 12 meses- y la veracidad y naturalidad de las interpretaciones no dan para captar la motivación plena del espectador, no al menos hasta avanzada bastante la relación materno-filial.
Es difícil saborear el mareo y desdén sentimental de la hija, su ineptitud y limitaciones para hacer frente a todo lo que se le viene encima, esa dejadez y desaparición de una figura ensalzada nunca más presente, hallando vacío e ignorancia hacia su persona en ese difícil momento de maduración y crecimiento; tu visión se acopla los sucesos pero no le saca todo su jugo y potencia, un mínimo indeseable de nimiedad ante una exhibición que no
se saborea en plenitud, conciencia de su singular y exclusiva crónica, de su rareza plasmada pero no de su pleno disfrute y asimilado gozo.
Añoranza de haber sentido más emoción, reproche de una eventual desconexión sensitiva que no debería surgir, lamento de divergir de la espléndida propuesta, la motivación hacia la pareja en cuestión juega por etapas, no se perpetua serena y estable; espinosa su recepción y querencia, dificultosa percepción del dolor, rechazo, desprecio de la joven por esa evaporada madre, ya no real ni disponible en ese audaz, peligroso e incógnito probar lo que la vida le traiga.
La mentira como elección para desplegar todas sus ocurrencias, la tentación de coger y probar platos distintos sin ningún apetito, la huella que deja la crianza y su educación, tanto si es firme como si es ésta se ausenta, pero siento admitir que cierta desgana se apoderó de mi, al no poder abrazar y degustar con entereza la importancia y trascendencia de lo novelado.
El atrevimiento de ser original es digno de ser aplaudido, innovación siempre dispuesta a ser apoyada, el problema es cuando divaga, se pierde y no causa todos los efectos esperados; puede que sea justo por ello, por ser distinta y singular, pero siento que no mueve con acierto transmitido todas sus
fichas pues el resultado no cambia, es el mismo, cortes intermitentes en una escisión, cuya densidad permanece más que su añorada unión.
La inspiración y tendencia que de ella se desarrolla es meritoria y estimable, aunque no logra explosionar toda su bravura y fuerza, su vasto sentimiento se queda en medio de su camino sin ser completamente absorbido, cautivado o celebrado.

Lo mejor, el atractivo e interés de la propuesta.
Lo peor, no sacia ni colma como se tenía previsto.
Nota 6


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