jueves, 3 de enero de 2013

El hobbit: un viaje inesperado

Un placer para la vista, no tanto para el alma! Peter Jackson vuelve a conseguir llevar a la gran pantalla, de manera espectacular, esta nueva obra que sigue los pasos de su aclamada hermana mayor; y por cómo acaba este relato, podemos tener tantas vueltas de tuerca como el susodicho director se empecine en realizar. Otra cosa es la sensación para el espectador. Dejando de lado el gran impacto que produjo el estreno de su antecesora, ya no cuenta con tal sorpresa, con el asombroso desconcierto inicial  pues, más o menos, sabes lo que vas a ver; y sigue siendo espléndido, fastuoso, grandilocuente y todos los calificativos que se quieran decir sobre ella serán cortos; tus cinco sentidos disfrutan siendo llevados al máximo exponente. Pero..., no hay nada nuevo; la visión de ese mundo, estando al mismo nivel que su anterior trabajo, es algo ya visto y, en cuanto a contenido, calidad de la historia que sustenta tanta explosión visual, no cuenta con tanta fuerza como era de esperar, llegando a momentos de indefendible tediosidad, de inesperado cansancio por demasiado abuso de la Tierra Media. Sin esa fascinación narrativa que tenía la trilogía del Señor de los Anillos, el Hobbit cae en una vorágine de abusar de los efectos especiales, de excederse en su propensión a magnificarlo todo hasta el exceso, olvidándose de darle una historia con una sólida base que atrape al espectador desde el principio hasta el final. Relegar el cuidado del guión a un segundo puesto, desatender tan imprescindible requisito es un precio demasiado caro a pagar para una película que no puede mantenerse 150 minutos sólo con fantasía creativa. Sin la fuerza ni vigor cualitativo de su anterior obra, cumple con todos los requisitos esperados pero dejando una sensación de volver a ver lo ya visto sin mejoría observable.  

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