viernes, 21 de octubre de 2016

Elle

Michèle, exitosa ejecutiva de una empresa de videojuegos, busca venganza tras ser asaltada de forma violenta en su propia casa por un intruso.


Una buena mujer, de alma negra.

Ocultar los hechos, como si nada hubiera pasado, el control de la normalidad como sostén y apoyo de fuerza y dominio, primera respuesta instintiva; segundo, contar a los amigos y familiares lo sucedido y oír consejos y opiniones disconformes con la suya, para llegar a ese estado ficticio de continuidad con la rutina, cual inmune persona que se recupera sola sin auxilio de nadie ni nada, donde la mente, las sospechas y las insinuaciones empiezan a jugarle malas pasadas.
Y el lento y escabroso historial familiar conocido tampoco ayuda, y surge un acoso de investigación individualizada que da sus frutos, pero también sus inquietantes secuelas.
Y este extraño drama, firme, frío, ambivalente, de víctima convertida en cazador persuasivo y avispado, de esa presa atacante que no se lo espera, aturde con perplejidad sentimental no definida, pues imposible sentir lástima por ella, tampoco empatía por sus actos; no se deja conocer, ni penetrar, demasiadas ramificaciones se extienden a partir de ella, únicamente cercioras que es luchadora, calculadora y superviviente, que no se achaca, que no se retira, que se adapta cual planta devoradora a las necesidades terrenales para salir victoriosa, con heridas menores, del puñetero destino que ella misma ajusticia a su manera.
Francesa es la producción y sin duda posee su innegable marca, esa ambigüedad de sensaciones para personajes duales que juegan a marear las relaciones y sensibilidades que de ésta reflexionas y se desvelan; te mantiene atenta, a ralla y expectante, por incomprensión de emociones, actitudes y desencaje del tormentoso camino.
Mujer exitosa que lidia con el reclamo patriarcal del dominio, con un marcado distanciamiento sensitivo con el mundo, por requisito de acecho ante la feroz competitividad dominante; un hecho violento abre el
telón, único testigo el gato, de la primera conmoción se pasa a una frivolidad del suceso y de cómo ésta se maneja; no hay debilidad, ni lágrimas, ni socorro, hay soledad vergonzosa que debe mantenerse viril en todos los aspectos, como asumido papel de heroína que toma decididamente.
El devorador suspense está presente, variando su lado de vigilancia y mira; Paul Verhoeven vuelve magistralmente a una tragedia, la de la violación, con desencajados toques de ironía negra que apabullan y confunden, alteraciones insensatas, de giros impensables, que encuentran su equilibrio gracias al arte y destreza del susodicho director y del que se beneficia un expectante vidente, enmudecido y vigilante del siguiente paso.
Intensa y magnífica Isabelle Huppert, intenso y fascinante su personaje, intenso y soberano un guión que apuesta por el absurdo escenario de un violento
ataque, que se convierte en seducción depredadora sin concesiones ni lástima.
“Elle”, ella, chica de ceniza/mujer gélida, dura, retorcida, impetuosa e intrigante, que protagoniza un thriller oscuro y cómico, enfermizo y retorcido que perturba y engancha, todo en uno con siniestra espera.
Domina y manda en un mundo de hombres, haciendo las cosas a su férrea y apabullante manera; asombra la máscara que encierra tan torturada esencia.

Lo mejor; la dirección y su soberbia protagonista.
Lo peor; deja asuntos sin perfilar con contundencia.
Nota 6,6


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