sábado, 22 de octubre de 2016

I am not a seria killer

John Wayne Cleaver es un adolescente obsesionado con los asesinos en serie que, pese a sus tendencias sociópatas, hace todo lo posible para no convertirse en uno de ellos. Cuando el frío pueblo del Midwest americano donde vive se ve acechado por una ola de sangrientas muertes, John decide perseguir al culpable, bajo la amenaza de descubrir que él es mucho peor que su enemigo.


Me miro, comparo y las desavenencias me abruman.

Uno se conoce por dentro, admite su interior más insano, inaceptable y devorador de esas ansias de llevar a cabo pensamientos impuros, endemoniados y satisfactorios para esa parte obscena, maleante y bribona que convive con nosotros; pero por sociedad, por educación, por convivencia, por freno de lo que podría llegar a ser o hacer, la persona se contiene, se modera, se controla y desvía su atención y mira hacia aquellos deseos y estímulos que le hacen crecer, mejorar, postergando al retiro, de esa esencia recóndita que de vez en cuando te lo recuerda, todo aquello que supone descontrol, avidez, ansiedad y destrucción de ese oculto y callado animal que llama, con insistencia, si no se le mantiene en equilibrio calmado y a ralla.
Pensamientos normales ¿cuáles son?, para el caso los que te alejan de ser un psicópata, pero del pensamiento al hecho hay un trecho importante, que marca la diferencia entre serlo o pensarlo, y con esas juega Billy O’Brien, una ambivalencia que cobra nuevo sentido, de curiosidad perversa, al presenciar un acto delictivo ansiado, como testigo, después de tanto imaginarlo.
“El corazón desea lo que desea”, la mente vuela al cielo infinito con sus macabras ideas, sin stop ni barreras, pero “tú controlas tu propio destino”, pues ejecutar es distinto de fantasear con proceder a aliviar el dolor que se sufre por dentro, con esa agresión externa hacia el otro, imprescindible la fina línea que les separa.
Interesante producción irlandesa, divertida, sarcástica y enigmática, que se abre paso entre el inverosímil robo de vidas y su admirador o discípulo, ni siquiera él lo sabe con contundencia; perplejidad
que tienta el camino, seductor e inquietante, hacia su objeto observador, analizando y saboreando cada minuto y hallazgo.
Extrañamente sádica y romántica, aguda y enloquecida, inolvidable durante largo espacio de tiempo, quiebra, perturba y enamora de forma hipnótica y tétrica, con escena final exquisita y gratamente degustada; da en el centro de la pesadilla, del martirio, de la ironía, con un guión sabroso y apabullante en sus partes gustativas, todo en una pieza combinado con sagacidad, inteligencia y deshojada morbosidad analista.
El mal se oculta entre nosotros, vive a nuestro lado, cualquiera puede verse invadido por su placentero goce siniestro, ese que devora pidiendo cada vez más y que carcome por dentro.
Un adolescente que se pregunta por quién es, que no teme admitir lo que podría ser, que se esfuerza por frenar sus instintos y huir de sus peculiares ideas, todo en un marco de cuestionada normalidad; un filme independiente y diferente que maneja con arte
el thriller, el terror, la negra comedia y el drama de fondo.
Gélida fotografía natural para una dirección silenciosa que, desvelado la némesis de sus entrañas, relega su punto hacia esa estrenada madurez enfrentada a la vejez sólida, en lucha de poder y sentimientos; cuestionada empatía, o ausencia de ella, de un devoto amor nivelado con hambrienta muerte.
El descrédito físico de un cuerpo achacoso, poseído por el alma energética de un demonio/ la rareza de un joven, aprendiz de psicópata, que husmea en si mismo admitiendo lo que encuentra; original, fresca, afilada, fascinante y entretenida, podría haber llegado a ser película de culto, pues tiene cierto aire al rozar puntos devotos, pero no remata con eficacia, su competente obsesión, de atención inquisidora, desvanece su idiosincrásico instinto cediendo en sus perfilados aspectos de base.
Basado en la novela de Dan Walls, ésta debe ser
sugestiva y perturbadora pues la cinta, sin llegar a culminar todo su potencial, es estimulante, singular y tentativa.
“I am not a seria killer”, un asesino en serie que motiva a que lo sea, o no, su vecino, con la colaboración involuntaria de ambos; “no es terror, es tristeza”, es descubrimiento de la personalidad que se esconde en el fondo de la copa.

Lo mejor; la sorpresa de su acogida.
Lo peor; su veneración inicial no se confirma de pleno.
Nota 5,7


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