sábado, 1 de octubre de 2016

Suburra

Una Roma repleta de políticos, malhechores, figuras de las instituciones, eclesiásticos y mafiosos que, en lugar de verse perjudicados por los escándalos de corrupción, aumentan su poder de manera exponencial.


El guerrero, al servicio de la idea.

Sexo y poder, más la mafia de complemento ejecutor, todo un clásico cliché, sin que falten las drogas por supuesto, y esa trama de corrupción política, de negocios sucios, de chantaje empresarial, de padrinos impuestos, de forzosos pagos, de deudas pendientes que rodean una guerra de intereses, estrategias y venganzas para un proyecto, mucho mayor que los recibos no cobrados entre prestamistas.
Italia y su mítica inmundicia en estado puro, jefes, peones, intermediarios que se compran y venden según necesidad, ocasión, urgencia y salvavidas del propio cuello; violencia física y vocal de buenas maneras y a la vieja usanza, todos tienen las manos manchadas, inocentes por culpables, pues alguien tiene que pagar y morir por cada caradura afortunado que se salva.
Amenazas, secuestros, prostitutas, planes fallidos, intentos de escape, estupideces de actos, asesinos de guante blanco, piltrafas de alto standing y baja gama, todo se confunde y precipita en esos previos días al apocalipsis por llegar y que dejará a todos estupefactos; es lo que esperas, un entramado inquietante de mentirosos al cargo de un país que,
según fuentes oficiales “no estamos al borde del abismo”, mismos que se están aprovechando del cargo, del desbarajuste y del desastre gubernamental.
Te lleva de lado y de cabeza mareante a través de cada personaje, a través de cada familia, a través de cada hecho deleznable, y éstos no se acaban; envueltos en música chill out, de relajación y sosiego, ves el actuar sentenciador de quien manda y tiene la última palabra, sin ases, trucos ni faroles, simplemente cuenta con la supuesta jugada ganadora.
Y los de traje y corbata dan vergüenza, los de puños y pistolas son más comunes, los inexpertos acorralados van a tropezones desesperados, y todos forman un patético circo de realidad mísera, que adorna y gobierna el país italiano sin pudor, sin honor, sin respeto y mirando siempre por uno.
Seria, coordinada, educativa, explícita, desbordante, indecente por lo que narra/atrevida por hacerlo, deshonrosa en todos los sentidos, su duración necesaria/su elaboración imprescindible, pues debe quedar testimonio filmográfico de tanta basura
obscena, cuya única diferencia es si se come en restaurante de cinco tenedores, o con pasta casera de la mama.
12 de noviembre de 2011, el primer ministro dimite -cuya evidencia de nombre no se menciona-, y después de tanto trabajo por encubrir, arreglar y rematar, hay que buscar otro político sustituto que siga manteniendo el descarado e insolente orden establecido pues, “más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”; a nadie interesa arriesgar con alguien de fuera, ni nadie quiere un incorruptible justiciero que limpie y haga las cosas bien; y mientras se produce ese romántico ajuste de todas las cuentas, en impensado acto final de descompensado uno contra uno, Roma, la bella capital del arte y la hermosa arquitectura, lustrosa y expectante a verlas pasar, y ¡ya ha visto unas cuantas!
Rotundidad explosiva para gángsters y malechores que se ríen de sus votantes, mientras llenan las portadas de noticieros y prensa sensacionalista; eficacia de realización, para firmes interpretaciones de ritmo incesante y aroma bullicioso, sencillamente
un trabajo contundente.
Y ¡con la Iglesia hemos topado!; según dicho antiguo, “a cada cerdo le llega su san Martín”, aquí hay trabajo y reparto para rato, incluso personalizado según quién, por conexión directa con el santo Padre, toda una preferencia.
“Suburra”, delitos e inmoralidad, todo en uno.

Lo mejor; lo que cuenta y cómo lo cuenta.
Lo peor; es verdad sangrienta y desvergonzada para el ciudadano.
Nota 6,7


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