domingo, 11 de enero de 2015

Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)

Como presenciar el delicado y sutil momento de la creación artística de Sabina, Calamaro, Manolo García..., y tantos otros artistas en su composición e inspiración de tan hermosas y bellas melodías y las majestuosas letras que inundan sus canciones.
Actores interpretándose a si mismos, en las tablas de un decorado, en bambalinas, en sus vidas personales, en las relaciones entre ellos, en sus miedos, fracasos, temores, ilusiones, esperanzas, frustraciones, sueños, añoranzas, obsesiones..., todo por el desespero de sacar una obra adelante, por superar toda traumática situación previa a su llegada al estreno, por el aplauso del público, el respeto de la prensa, por no perder más de lo necesario esa demencia latente que ronda cual tentador diablo y que estropea, anula y rompe toda la labor, esfuerzo y empeño previos a su estallido emocional y crisis frenética.
Broadway, el teatro, volver a la escena, hipotecar la vida por esa última oportunidad, nervios, caos, ambición, desmadre y un jurado que paga la entrada y ofrece su sentencia dictatorial, benigna o maligna, sea lo que sea los dados han sido echados y la partida está en marcha, catástrofe personal de provecho mediático, excesos y desquicios de portada y titular beneficioso, producir arte o, al menos, intentarlo, opiniones que clausuran obras, reseñas que las elevan a los cielos, todo un circo de payasos, fieras, domadores y equilibristas dirigido sin control, con daños colaterales y con torpe audacia para un espectáculo que se quiebra a cada paso que da para continuar entero a pesar de todo pues, como ya dejó escrito y cantado Freddie Mercury "The show mus go on".
Un soberbio y fantástico Michael Keaton que respira humanidad, dolor, incredulidad, la sobredosis de la carga del error y el lamento de equivocación tras nuevo y reiterativo desastre con maestría, serenidad, enorme entereza y lustrosa genialidad artística, que refleja con seducción hipnotizada la locura y cordura de quien vive al límite de si mismo, de quien escapa y vuelve sobre su persona para estrellarse y volver a levantarse cuantas veces haga falta, con la sublime compañía de unos secundarios de lujo que remantan la excelencia de un grupo de actores impresionantes apoyados en un guión excepcional que destila pureza, grandiosidad, amargura y fascinación por cada exclusivo, sincero, verosímil y perfecto fotograma, la exquisitez lingüística es perceptible a cada palabra pronunciada y el impacto receptivo para tu absorbente alma penetra por unos agudos oídos pendientes de no perder ni un segundo gramatical de tanta escena fabulosa y doliente por su cautividad, vivencia y realidad emocional plasmada.
Te sabrá a nada si no amas este despropósito de mundo creativo, siempre en la línea roja de desfallecer y morir o subir a los altares, si no enloqueces con esa adrenalina de vivir para ser otra persona, para devorar cada sentimiento y pasión escrita con talentosa tinta sobre frágil papel que llama y súplica para ser transformado y revivido en imagen portentosa que atrape la mirada del vidente y encandile a cada suspiro de su perturbable y mezquino carnal portador, un representante ocasional de vidas inventadas que adquieren sustancia gracias al maravilloso don de la interpretación, todo por la función, silencio que se abre el telón y los encarnados fantasmas van a hacer su aparición.
Tragedia fructífera de la que obtener partido para volver a la cresta de una ola ya olvidada de uno, el difícil lugar de situarse cuando se ha perdido el rumbo y lo que queda es pura fobia al espejo que refleja una verdad tan cruel y amarga que poder saltar y volar es dulce enajenación que lleva al paraíso de nunca jamás/por siempre eterno donde volver a ser el rey que nunca se dejó de ser, una maravillosa mezcla de todos los ingredientes, previos a la apertura de puertas, combinados con fuerza, realismo, energía y replicante ruego de más, por favor, que hace la delicatessen de cualquier preciado admirador de solemne presente por el espléndido y maravilloso mundo del Séptimo Arte y todos sus hermanos y familiares de tan magnífica familia, un dulce de ensueño para Alejandro González Iñárritu que realiza una inteligente dirección en su sabia arquitectura de todos los elementos, para sentenciar lo que sin duda es, una película difícil de repetir, imitar, igualar y reseñar sin miedo a perderse por sus entramados y laberintos.
Si no aprecias el talento de captar y mostrar, con sinceridad pasmosa y crueldad sentida, los entresijos de esta grandiosa, espeluznante, feroz y catastrófica industria, mejor no la empieces pues dirás esa frase tan socorrida para quien ha ido de oídas aconsejadas a un evento...,¡pues no era para tanto!..., y así es, sólo es el almacén y cuarto trastero de la fábrica de sueños que luego vemos sobre el escenario o en hermosa pantalla, otra cosa es que sólo te interese la parte completa y compuesta que se muestra en plató tras comprar el ticket y pases del interés y atractivo de los telemanejes, líos, ocurrencias y subterfugios que tienen cabida en el backstage y en sus días previos, que no sea de tu apetencia el making of de esta talentosa obra, lo cual no quita para reconocer que "Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)" es merecedora de un digno aplauso y su, con creces, galardonado Tony de teatro, el Oscar del mundo del cine todavía no ha dictado sentencia, a esperar que se levante el telón y empiece el espectáculo ¡de nuevo!



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un aplauso por la pedazo de crítica que te acabas de marcar, sigue así Lourdes, me encanta ver tus comentarios despues de ver las películas...Bravo...

Unknown dijo...

Gracias aunque, la verdad, es mérito de la película; es fácil escribir cuando el material te lo proporciona todo. Saludos