miércoles, 21 de octubre de 2015

Ahora o nunca

Eva y Alex son una pareja que, tras años de noviazgo, decide casarse en el lugar en el que se enamoraron: un pequeño pueblecito de la campiña inglesa. Los problemas de la boda comienzan cuando una huelga de controladores aéreos impide que el novio y los invitados se reúnan con la novia y su séquito. 


¡Qué largo y pesado se hace el “Ahora o nunca”!, parece que nunca se acaben ¡tantos tediosos “ahoras”!, sin contenido ni materia que valga la pena, sólo mucho ruido y pocas nueces, que rellenan, con estruendo, ese interior vacío e insípido que no da ni para media risa forzada.
Dani Rovira, excelente monologuista, triunfador innato de los “Ocho apellidos vascos”, de moda gracias a su trabajo, carisma y simpatía, donde se entiende acepte los trabajos que le lleguen como actor novato, sólo que es tan pobre, insustancial y poco gracioso su argumento, más cutre aún si caben los diálogos, que por mucha voluntad y empeño que ponga en su actuación, su personaje y el de María Valverde no dan para gran bodorrio, más bien para bodrio que se aguanta por la ligereza de lo narrado, por su llevadera duración escénica y por el hecho de que, aunque no valga en exceso, se puede soportar con cierta facilidad de suplicio intermitente.
De normal, cuando la cinta es tan floja y superficial, intento hallar algo de fondo que decir de ella, validez que encontrar aunque haya que rascar mucho más allá de la superficie, realmente muy hondo; pero es que aquí ni hondo, ni de fondo, ni de lado, ni de frente, relato de nivel muy escaso que se apoya, para apenas sobrevivir, en el gancho y la soltura de sus conocidos actores para que rellenen lo que el guión no aporta, con mucha música y chillido de relleno para ambientar lo que no posee chicha ni compás digno y el espíritu -no logrado-, tan de moda últimamente, de novias y amigas a hacer el tonto y a lanzar el dado loco para marear al personal, pues entretener es otra cosa muy distinta a la susodicha.
No todo vale como distracción, no si apetece ver una decente comedia romántica de humor en sus tropiezos, de encanto en sus pasos rocambolescos y afable en su conjunto, en cambio obtienes actores desaprovechados tratados como burlones títeres de cómic sin estilo ni sabiduría, con una dirección básica para ser de primero/nefasta si ya llevas tu tiempo y se supone tienes experiencia -pues las seductoras localizaciones no cuenta-, y una marioneta crónica de tópicos y clichés en el tiempo y espacio que, si al menos consiguieran de ti ¡alguna carcajada o risotada espontánea!, aún tendría perdón y pase pero ¡si el tráiler ya te adelante los pocos gags que valen la pena! -todos provenientes del grupo de los chicos- ¿qué queda entonces?, el conjunto femenino, compitiendo en tonterías y gamberradas, para mantener la supuesta atención del espectador cuando resulta que ¡nunca se la ganaron!
“Sólo espero que la gente sea puntual y cumpla con el plan establecido”, sólo espero que te ofrezcan papeles de mayor calado -nada difícil- en cintas de esencia más atractiva y reseñable ¡que valgan la pena!, sólo espero que los planes de futuro sean más lustrosos que el presente muermo y ¡que valgan la pena!, sólo espero que María Ripoll no vuelva a repetir, en el futuro, un producto tan laxo, mediocre y frustrante pues, con los participantes, la idea y un poco de inteligente curro, se podía haber hecho mucho mejor pues la presente ¡no ha valido la pena!
Con lamento y tristeza, no hay hipotético debate entre ahora o nunca, la respuesta es clara y obvia; ¿hace falta que lo diga?, no ¿verdad?..., bueno, vale..., ¡nuncaaa!



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