viernes, 30 de octubre de 2015

The go-between

Un anciano recuerda su infancia tras haber encontrado el diario que escribió en 1900, cuando tenía 13 años.


“Mercurio, el mensajero de los dioses”, un pequeño chaval, fuera de su acostumbrado y conocido entorno, hechizado por una bella dama que esconde un inconfesable secreto que sólo con él compartirá, pues es parte imprescindible y necesaria de ese romance prohibido por el cual todo se arriesga y se juega a una desesperada carta, pendiente de que el joven e inesperado cartero, a tiempo la entregue.
Romántica historia llena de oportuna tragedia y suave tensión dramática de aquellos amantes a quienes se impide ser y estar, los Romeo y Julieta del recién iniciado siglo XX, en concreto año 1900, en delicada villa inglesa decorada con escrupuloso esmero y en abundantes tonos pastel que denotan la moderación y templanza de su correcto y apropiado comportamiento, más esa pureza del blanco para los Capuleto que denota su altivez y categoría respecto ese inoportuno granjero que se interpone en los calculados planes de una madre, de corazón frío y mente siempre activa y pensante, que sabe lo mejor y conveniente para estos casos.

Cuidada estética y meticulosa ambientación que hablan por si solas, dedicación y desvelo que facilitan gratamente la incursión en esa peculiar época donde las formas e imagen eran lo importante y silenciar, disimular los sentimientos parte de la educación de vida impartida, pequeña rebeldía de una distinguida novicia cuyo anhelo por probar, consumir y catar, liberar sus pasiones le podrán más que las corsetadas y estrictas sociales costumbres.
Acogedora y emotiva al lograr capturar al espectador para que sea parte cómplice de su aventura, se conduce con afectividad y aprecio, con esa cordialidad que refleja el rostro de un niño responsable, salvavidas del amor de los mayores; entrañable y todo un sencillo placer descubrir con él, a través de esa inocencia que despierta al mundo arduo de las emociones, el señalado papel encomendado para esa misión secreta que se esconde en un papel dentro de un sobre pues “las cosas buenas vienen en pequeños paquetes” y el que posee entre sus tiernas manos guarda lo mejor y más querido del mundo.

“¿No sientes la necesidad de amar?”, imposible no experimentarla con esta hermosa, cálida y afable fotografía de retrato postal, con perfección diseñada, donde cada escena ha sido confeccionada con la sutileza y arte de expresar la atadura del comportamiento y las apariencias, de los modales y el rango en detrimento de la querencia, el deseo e impulsos físicos, Pete Travis ofrece un relato querido, amable, que se estima con gusto para la vista mientras la razón sigue la amena partida de criquet a través de su acertado protagonista, quien desprende dulzura, ignorancia, devoción y revelación por ese amor platónico e idealista que marcará dicho verano y el resto de su existencia.
Excelente cine realizado para tv británica, aunque cumple con excelencia los requisitos para debutar en la gran pantalla, escenificación dramaturga que insinúa, deja pistas, se sospecha pero no enseña ni revela sus pasos y actos hasta ese delirio mental donde todo se precipita y sale, forzosamente y sin remedio, a la juzgadora luz pública.
The go-between, el intermediario y mediador de una delirio que apacigua su fervor en público y desata su lujuria en esas contadas pero magníficas citas que el virginal invitado logra acordar, con su valentía y enamoramiento de esa deslumbrante diosa ante la cual se rinde, sin posibilidad alguna, para ser Mercurio, por siempre, su mensajero fiel.




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