jueves, 15 de octubre de 2015

Ciudades de papel

Quentin es un joven con mala suerte en el amor que, una noche, se topa con su legendaria, inalcanzable y enigmática vecina Margo Roth Spiegelman en la ventana de su cuarto. Por si no fuera suficiente, le convence para una difícil misión: vengarse de todos aquellos que le han hecho daño. Al día siguiente, con Margo desaparecida, Quentin se ve obligado a digerir lo sucedido y empieza a buscar pistas sobre ella.



Piedra, papel o tijera, la piedra vence la tijera rompiéndola, la tijera vence al papel cortándolo, el papel vence a la piedra envolviéndola; cerrado círculo, aquí roto, por la falta de aptitud y habilidad de esta ciudad de papel que ni atrapa ni involucra.
La he cogido con ilusión y ganas, bienvenida de querencia y grato abrigo de recordar y revivir ese cine de antaño, de esos maravillosos institutos de los 80 y 90 donde enamorarse, vivir aventuras y tus colegas eran lo más importante, ese despertar a la pubertad, perder la inocencia y arriesgarse a transgredir las reglas, básicamente a experimentar esa noche que intuyes será, por siempre, ¡la mejor cita de toda tu vida!
Sólo que tanto entusiasmo pronto se desinfla y queda en apenas nada, pues como afirma la propia protagonista, de un especial juvenil de ¿quién sabe dónde?, “las cosas de cerca son más feas”, y este argumento pierde fuerza y vitalidad conforme rueda y pasan los minutos, según esa ciudad de papel se convierte en fantasma objetivo al que te da igual llegar, en el cual, seguro, no deseas volver a indagar, no por mala visita, sino por aburrida y desganada.
Y duele el comentario porque expone un clima adolescente atractivo, gustoso en el cual penetrar y fisgonear, porque la propuesta apetece y se acepta con la gratitud de esa disposición a gritar ¡a quién le 
importa!, mientras ríes con los amigos, y mientras vives, a través de ellos, esa locura que nunca hiciste, esa valentía que nunca te planteaste, ese descubrimiento de madurez que tardó años en llegarte.
Porque es lo que promulgan y explotan estas cintas de vecino tímido y buen chico, enamorado desde la infancia de su rebelde vecina, la reina de la promoción, que, de repente, tras años de ignorancia, se acuerda de él para convertir, esa nocturnidad espontánea e inhóspita, en el paraíso de la vivencia, la cumbre de sus sentimientos y el súmmum de la enseñanza que ofertar, en esa narración que supone su voz en off de fondo. Y acudes con bonanza y placer a este recetario de jóvenes comprobando, “in situ”, el mundo y lo que este tiene dispuesto, para quien corra el riesgo de participar sólo que, no alcanza tu espíritu, su buena voluntad, risueña sintonía y cándido propósito no trascienden tu piel ni encandilan a tu corazón; es más, te vas apagando al son de su tenue y fofa evolución, reconociendo todos los convenientes ingredientes para una velada cordial y plácida que, de tanto excedirse en su parsimonia de mucha bonanza/escasa fuerza, pasa a transformar su buscada amenidad, en atención distraída e interés reducido a mínimos por parte de la concurrida audiencia.
“Es peligroso creer que una persona es más que eso”, subirla a los altares como trofeo a alcanzar hace que te pierdas los milagros próximos que tienen lugar cerca de ti, la obsesión en un punto fijo hace que no aprecies ni valores los demás, pero aquí su sermón filosófico al mundo se acepta en su teoría de sinopsis escrita aunque, por desgracia, pierde puntos, fuelle y carisma al tiempo que se pone en práctica y se va desenvolviendo; no brilla, no seduce, únicamente narra y, simplemente, esta acción no es suficiente para pretender y ansiar su compañía.
Ese primer amor, deseo luminoso que activa la vida, que estuvo más en mi cabeza que otra cosa, ensalzado hasta esa imposible perfección que lo hace inaccesible e intocable, belleza de mis ojos, destino diario de mis pasos, cómo alegraste esa época ¡sin tú saberlo!, enamorada según mi conocimiento ingenuo, feliz desfilaba con sólo coincidir con tu mirada, venerable afán que cobraba sentido en ese cruce calculado de pasillo, en esa lejanía del patio donde un ¡hola! tenía un precio muy estimado..., divina pubertad !que todo lo magnifica¡
“Adolescere”, que está activo, que está creciendo, sólo que, nuestro presente mancebo protagonista, no logra eclipsar con sus sueños ni fascinar con su investigación y peripecia emprendida, cálidas buenas intenciones que se observan sin efecto notorio pues su nostalgia narrativa no aporta emoción, ni magia, ni morriña.
Basado en un manuscrito del mismo autor que “Bajo la misma estrella”, del éxito de ésta se entiende se haya llevado la presente a la gran pantalla, cálculo de taquillazo que no asegura su triunfo, respeto y aprecio; hecho comprobado.




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