jueves, 30 de enero de 2014

La herida

Dolor físico para apagar y silenciar el insoportable dolor emocional; un inexplicable desapego por la vida del que no logra evadirse, una amargura de su propia existencia que le corroe y mata silenciosamente. Cámara estática, fija e inerte, sin adornos ni florituras, para un único personaje que no causa el efecto deseado en el espectador; su inmenso dolor, su manifiesta pesadilla diaria, su obsesiva autodestrucción, su exasperante supervivencia, sus drásticos vaivenes emocionales no se ven reflejados en el interés del público; explosivos cuadros de ansiedad que no absorben tu esencia más sensible pues la falta de afinidad y comunicación es, progresivamente, palpable causando una sensación -aunque mínima- de hastío y desapego, leve aburrimiento denunciable. Triste cansancio en una impresionante interpretación de una existencia que sólo permite ser observada pues no deja paso a saber de su historia, a conocer y descubrir su "por qué"; vela incandescente que mantiene du diminuta llama únicamente frente a un ignorante exterior que nada sabe de su más que oscuro y terrible interior. Inercia de movimientos vacíos de imposible escape para una magnífica dirección, ardua interpretación y atrevido guión que, a pesar de contar con todos los elementos, no satisface ni complace completamente pues la necesidad de más información, conexión es demasiado latente; desnudez osada que se apaga y no llega al espíritu de un demandante "presto" de una mayor y más completa relación. Mostrar una robotizada y desierta repetición de pasos memorizados resulta escaso e insuficiente -por muy osado y admirable que sea todo el trabajo-; un incompetente aprobado justito por no llegar a cubrir todas las peticiones y demandas de la hambrienta y ansiosa concurrencia. 





1 comentario:

MiN dijo...

Totalmente de acuerdo