jueves, 2 de enero de 2014

Tenemos que hablar de Kevin (We need to talk about Kevin)

Con la alternancia y el juego de tres tiempos diferentes y el uso impresionista de la imagen, -sobreabundancia del rojo-, y del sonido -poco diálogo es necesario- se nos presenta esta ópera prima sobre la maldad, la culpa y el arrepentimiento; magistral revelación de la desesperación más oclusiva, espeluznante visión materno-filial, aterrador guión que apenas necesita palabras -se centra, casi exclusivamente, en los rasgos faciales y en sus demoledoras miradas- y una soberbia demostración del terror más cercano. Con la incertidumbre inicial y la perplejidad de entender al personaje, poco a poco y de forma catastrófica, se va configurando el perfil de esta peculiar relación, agotadora y extenuante, entre madre e hijo -las interpretaciones de ambos actores son excelentes-. Como desvelar las distintas capas que ocultan la verdad, una a una y sin posible consuelo, vas quedando atrapado sin remedio y con inexplicable agrado, una placentera y morbosa inmovilidad que te impide apartar tu atención, explosión emocional de la mayor crueldad posible. Película impactante, demoníaca exhibición de un oculto psicópata que te alcanza y apresa; impotencia de un montón de preguntas que apenas obtienen respuesta. Excelente relato, totalmente recomendable, que no te dejará indiferente; tu implicación en la historia será eficazmente inevitable; un excelente trabajo de todo sus componentes -Lynne Ramsay sabe sacar el máximo potencial de una magnífica Tilda Swinton- que deberías ver. Pasar por alto, sin ilustrada advertencia, sobre determinadas cintas puede llegar a ser inexcusable; evitarlo está en tus manos!!!