viernes, 10 de abril de 2015

Calabria, mafia del sur

Una demostración de poder, de tensas y cortantes apariencias de quien se siente agraviado, por un compromiso no requerido, roto en mil pedazos.
Hay películas que van a determinar qué clase de público eres, lo quieras o no, aunque lo que revelen no te guste es definición legítima y veraz de lo que tu cuerpo, razón y sentimientos han vivido durante la proyección de la misma y, "Alma negra" -un título mucho más clarividente que el traducido- es un ejemplo perfecto de ello pues, tras admitir la fantástica ambientación, recreación dura y áspera de interpretaciones solemnes y frías, hermetismo tirante de enorme sobriedad que se desenvuelve con la lentitud del profundo respirar en cada escena, pausa armoniosa que camina con paso seguro, congelada calidez que devora un espíritu quebrado e irradia la eterna espera de quien no desespera, en un tiempo muerto, hasta el momento apropiado..., puede que descubras que, ante tanta aplaudida técnica, eres de los que acabó bostezando, de forma inevitable, por una pesadez autónoma que quiere vincularse al relato pero a quien vence el cansancio ya que, el desapego y la desgana hicieron su aparición sin pedir permiso, sin avisar y golpeando con rotundidad.
Porque, sabes que estás ante un argumento gélido y calculador de las emociones, rencillas, cuentas pendientes de una mafia italiana para consigo mismo porque aquí, el debate y juego acusador, de memoria pasada no resuelta, tiene que ver con la propia familia, no con terceros que sólo son peones que encienden la mecha de una bomba de fabricación casera, largo tiempo en espera, para explotar; mina antipersona de un hermano mayor cabrero que nada quiera saber de la herencia patriarcal, un racional hermano segundo que obtiene los beneficios del negocio de padre y, un último hermano, el peligroso benjamín de la casa, con pájaros en la cabeza, floja la mano que sujeta el arma y mucho espíritu a lo John Wayne todo barruntado por un nuevo candidato, joven sobrino que se acelera con facilidad y actua sin pensar ni calcular los costes que pondrá en marcha, sin pretenderlo, la máquinaria de una cuenta atrás para estallido final.
Su visión es austera, rígida y seca, mucha seriedad y protocolo para poca acción de escaso movimiento, pocas palabras en un guión de gran desdén y menosprecio, gotas del espíritu de un clan que son desvelados a través del no solicitado encuentro, inesperado asesinato, sentida muerta, formal entierro y rezo de acompañamiento para un ceremonioso, digno y santo proceder fúnebre al tiempo que se negocia y discute el dónde, cuándo y cómo de la vendetta y, esperando tal decisión, aparece el primer ataque imprevisto que te lleva a distraer la mente y la mirada de la pantalla para volver, obligado por tu empeño y fuerza de voluntad pero donde, inexorablemente, tienes que admitir que has perdido interés, que tu atención a sucumbido a la fatiga visual y desaliento mental y que, la querida motivación, que hace acto de presencia, se escapa sin pedir permiso por la salida de emergencia, puerta trasera que no deseas tomar pero, la verdad, un poco te estás aburriendo; es definitivo, la desidia y desinterés han tomado el mando y poco más se puede hacer.
Francesco Munzi realiza un trabajo exhaustivo y concienzudo por el interior del alma negra de esta parentela cuyo honor ha sido retado y su dominio terrenal puesto a prueba, luto severo en una procesión lenta donde priman las formas y tradiciones de un saber estar con elegancia, comportarse con rigor, respeto por el dolor y a la espera de esa orden, mandato que inicie la revuelta, guerra/venganza que sorprende por quien la encabeza y sufre pero, para entonces, los suspiros que ha padecido tu alma tienen el efecto de contar ovejas y producir una somnolencia y desánimo por lo narrado que, aunque no quieras admitirlo, definirán qué clase de público eres y, aunque hubieras anhelado apreciar con consistencia lo visionado, disfrute más contundente de la amargura contenida, de la pasión controlada, de la hostilidad no manifestada, de la rabia nunca desmadrada..., ¿has bostezado?, entonces, ¡bienvenido!, yo soy de esas; delito imperdonable dada la categoría de la escenificación, performance, actuación, dirección, fotografía pero..., en esta ocasión, ¡bostecé!, yo soy de esas.



2 comentarios:

Peli-Roja dijo...

Disculpa Lulu, Anime Nere es plural, sería pues ALMAS NEGRAS.

Aprovecho la ocasión para decirte que te sigo (ligeramente) porque escribes de maravilla, pero que admiro tu constancia para con el cine actual, del que el 90% de las veces sales peor que antes, decepcionada, cabreada y timada.

Yo abandoné el vicio del cine desde hace años, no me gustan ni la acción sincopada, ni las explosiones, ni los excesos digitales del cine americano, ni tampoco las comedias idiotas sean románticas, familiares o azucaradas. Por otra parte también abomino del cine "comprometido", creo que no hace falta que nadie me "conciencie" que ya se como está de asqueroso el mundo, así que no quiero ver crímenes, guerras, alzehimers, enfermedades ni más penas y desgracias.

En resumen, rara vez me encontrarán en una sala de cine y si todo el mundo hiciera lo mismo tal vez algunos se plantearían cambiar algo.

Eso no quiere decir que renuncie al placer de lo que alguna vez se llamó séptimo arte. Pero prefiero disfrutar en mi casa de una joya de cine mudo, o de neorrealismo italiano, o de la nouvelle vague, o del Hollywood glorioso de los años 40 ó 50, o incluso del cine español en blanco y negro con aquellos pedazos de actores y guionistas, o.... porque habiendo tantas cosas buenas que ver o de las que no te cansas de volver a ver, no voy a perder el tiempo en el CINE ACTUAL, insípido y sin alma, algo que a mí personalmente no me aporta nada, nada más que DISGUSTOS.

Unknown dijo...

Sobre el título, seguramente, tengas razón; yo la vi en versión original y la traducción lo ponía en singular. Controlo de inglés, no de italiano. Sobre el resto, también te doy la razón pues, puede llegar a ser agotador los bacatazos que te llevas por personajes que no transmiten nada ni directores o guionistas que se molestan en ser originales o darle un poco al cerebro.
Sigo sin perder la perder la esperanza, alguna vez encuentras pequeña joya que vale la pena aunque, la verdad, últimamente ¡llevo una racha!
Si observas las películas más taquilleras y la clase de público que acude en masa a ellas, la sensación de tristeza te invade pues es un reflejo de lo que conforma nuestra sociedad en este arte y todo en general, visión demoledora donde la norma parece ser no pensar y seguir al rebaño sin más.
No pierdas tu identidad que marca la diferencia, sin saber mucho de ella, sea la que sea, vale la pena; quien no destaca entre la multitud, tampoco se notará su ausencia y, desfilar por la vida sin que se nota tu presencia, es muy triste pues eres única.
Gracias por el mensaje.