jueves, 30 de abril de 2015

¡Land Ho!

El toque, distintivo e interesante, de mezcolanza y colaboración australiana y estadounidense por tierras islandesas, no logra ser funcional pues intenta embelesar con su estética olvidando nutrir, con acierto y ganas, su esencia.
Jack Nicholson y Morgan Freeman se escaparon de un hospital para cumplir su lista de deseos, una última juerga, correría de amigos en su último empeño, aquí no hay ni juerga, ni correría, ni deseo, sólo escarceo de una excursión donde invita el que habla incesantemente y, el compañero ex-cuñado, sólo se deja llevar y arrastrar ya que tampoco tiene cosa mejor que hacer y, de paso, ¡hace turismo gratis!
Dos jubilados, pretendiendo una gracia y un encanto que no es su fuerte, conduciendo un Hummer por Islandia, sin levantar mucha pasión ni entusiasmo en su camino, con diálogos igual de insustanciales y baratos y una sucesión de espacio/tiempo/escenas que no se sostienen pues aportan poca gratitud/escaso alimento a su observación, paisajes preciosos de deliciosa fotografía local que no cubren ni arreglan el ínfimo interés por una pareja que vive de su antagonismo y de un espíritu aventurero gamberro que no cubre necesidades, naturalidad de exhibición y actuación que no despierta gran atención por su compañía, sirve como guía turística para visitar tan deslumbrante región pero no para desear su presencia como compañeros de viaje.
Aaron Katz y Martha Stephens, un apunte: sólo dos personajes expuestos a la incentidumbre de qué hallarán y su mutua compañía no es competente ni hábil, no es suficiente con exponerlos a su suerte, colocarlos en un punto y que rueden, se deben cuidar las conversaciones, las gentes, los anexos con lo que se cruzarán, que intercambien información suculenta, una relación atractiva entre ellos, familiaridad que absorba y seduzca, aquí sólo te aburres de sentencias sin condimento, de cháchara monologuista, de palabras por apalabrar.
Adquiere mejor ritmo en su segunda mitad, conforme deja el ingenio sin talento eficaz y se adentra en crucigramas más ricos pero, sigue dependiendo, en exceso, de su firme y espléndida estética de vistas y panoramas exquisitos y de escenas de postal preparadas y forzadas para provocar un ánimo, coraje y diversión que nunca llegan a presentarse ni a cuajar, venta de desfachatez a edad madura que se queda en colorario de pretensión que nunca fue.
"La extraña pareja" queda muy lejos de la química, arte y comicidad espontánea de Walter Matthau y Jack Lemmon, estos sólo necesitaron compartir un piso en Nueva York para enamorarte y cautivarte ya 
que contaban con un guión delicioso de diálogos ocurrentes, chispeantes y punzantes, acá los protagonistas conducen, caminan, comen, beben y se hacen fotografías moviendo el culo pero la juerga cómica que vende la sinopsis sigue perdida y a la espera pues creyeron que con otorgar personalidad a la cinta no necesitaban más, que no era necesario incluir carisma, que Tip y Coll podía hacerlo cualquiera y que el público se enamoraría de la vejez de dos ancianos, sencillamente, por el hecho de estar ahí, que con la simple complicidad de dos amigos de toda la vida, de años de relación con su intimidad, confianza y seguridad mutua no se necesitaba esfuerzo, ni caricaturas ni adorno mayor pero erraron y se equivocaron pues se mira, observa y visiona sin complacencia, ni connivencia, ni satisfacción resultando, todo ello, insuficiente para su completo disfrute.
Acepto la venta de sus intenciones, no el resultado que con ellas logra. 



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