miércoles, 1 de abril de 2015

Cymbeline

"La aspiración más gloriosa es la más cierta para tener un resultado miserable"
Si no conoces la historia de Cimbelino, de Shakespeare, más vale que te informes y vuelvas a ver la película, si tienes valor y coraje, porque dudo que ¡te hayas enterado de algo!
Y, mencionando el nombre de tan ilustre, diestro, avispado y ocurrente escritor, leyenda por los tiempos de los tiempos, ¿qué demonios has hecho con su texto, Michael Almereyda?, ¿cómo se puede realizar tal estropicio estéril, inapetente, sin estímulo o algo que se le parezca a palabras tan ingeniosas combinadas con exclusivo talento exquisito?
Verdad es que los textos son libres de interpretación, pensamientos plasmados en tinta sobre papel para que cada cual los haga suyos, los adopte temporalmente y les de la forma más acertada a su imaginación posible pero es que..., aquí la creatividad se estampa contra una pretenciosa imagen, caótica narración, torpes diálogos, ostentosa fanfarronería andante y un alboroto de ruido sin acierto en su deambular que es difícil perdonar tal galimatías de osadía inútil pues no logra transmitir ni un sólo sentimiento; ya no pasión, ira, engaño, venganza, traición, amor, lealtad..., con las que convivía una imaginativa mente extraordinaria que creaba relatos tan emocionantes como fascinantes que, aún con el paso del tiempo y cambio de época, siguen causando ferviente devoción y admiración, es que ¡ni siquiera consigue despertar un mínimo de curiosidad o apetencia por ver qué sale de todo esto o por dónde transcurre tan aciago e inepto director!
Deja que te ayude..., Cimbelino, rey que descubre que su hija, Imogena, se ha casado en secreto con Leonato, protegido suyo, recogido de niño, huérfano y criado en familia al tiempo que su ambiciosa mujer trama contra su persona para provocar una guerra de bandos que enfrente a los territorios mientras su hijo, hermanastro de Imogena, sueña hacer realidad, como sea, la promesa de mano de la damisela; por otro lado, Lachimo pondrá en duda el honor y virginidad de Imogena retando a Leonato, desterrado en Italia, a una apuesta que desmuestre su amor y lealtad hacia él; engañado, Leonato ordena a su criado dar muerte a su infiel amada, orden nunca llevada a cabo y sustituida por falsa muerte de la joven mancillada que permita desnudar la verdad; también entran en escena Morgan, caballero exiliado que secuestro a los hijos del rey y los cría y el médico que engaña a la reina a la hora de proporcionarle veneno para sus argucias y experimentos, todo combinado con arte y sutiliza para crear una suculenta trama de emocionantes guiños continuos.
Ahora, intenta hallar en lo visto algo de gracia, sabiduría o acierto, algo de sentimiento, similitud en lo expuesto que no sea desdén y parsimonia por la movida, sin vergüenza ni pudor ante la falta evidente de calidad y sentido, presentada.
Un desperdiciado Ethan Hawke que ni él mismo se cree la insolencia y altanería de su engaño, un Ed Harris apenas aprovechado que no tiene muy claro por donde para su reino o cómo gobernar en él, Dakota Johnson más tirando a Julieta que a lo que le toca, Milla Jovovich intentando encontrar malvada solidez en su personaje, el agraviado marido honrado pero en demasía lerdo e insustancial, de la guerra territorial del soberano ni te enteras, la apuesta ¡ni niños jugando a canicas!..., y una carencia generalizada que ofende a la mirada y hiere de muerte, muerte sentida amargamente por el alma que, incrédula, aún espera algo de sabiduría para la mente, gozo para los oídos, placer enrevesado de trama suculenta que se supone anticipaba la cita; en cambio, ésta ha resultado ser soporífera, ofensiva y absurda.
El atrevimiento es bravo, la originalidad...,rasgo a cuidar, el talento...,deseo a mantener, las ideas...,exquisitez a nunca perder, la innovación...,puerta siempre abierta a la provocación..., ahora, no me lleves a gran pantalla un intento de obra de instituto de jóvenes transgresores con ideas nuevas que, en ellos, sería perdonado, llevando tu firma, no tiene disculpa por mucho que sea una de las obras más endebles, básicas y rutinarias del mencionado escritor, no tiene disculpa por lo mucho que te esfuerzas en vender lo poco que consigues que, lamentablemente, es muy poco.
No tendremos aquí al nuevo Keneth Brangh shaskespeariano, que en su momento, con uno ¡ya hubo bastante!



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